ARTÍCULO PUBLICADO EN EL EJEMPLAR 1 DE SEPTIEMBRE 2010
Por Lisardo Enríquez L.
Ahora que en una gran masa humana las conductas cotidianas muestran amor sólo por los bienes materiales, y que con absoluta claridad se ve que hemos perdido mucho de lo que nos dieron los héroes nacionales de la Independencia, la Reforma y la Revolución, así como los estudiosos y grandes hombres y mujeres de bien, es cuando más tenemos el deber de recuperar la dignidad de mexicanos. No de celebrar hechos históricos con eventos de feria ramplona. Por eso, vale la pena asomarnos a las características de los grandes personajes de aquellas gestas heroicas. La mujer desempeñó un papel fundamental en ellas, como lo ha hecho a lo largo de la historia de la humanidad.
En el movimiento social por la independencia, muchas mujeres participaron, y poco se sabe que algunas murieron en combate, otras fueron fusiladas, o vejadas, ahorcadas, enjuiciadas por sedición, y condenadas a prisión o a trabajos forzados. La historia registra los nombres de dos principales mujeres insurgentes: Doña Josefa Ortiz de Domínguez y Doña Leona Vicario. El escritor Carlos Pascual cita los nombres de casi cuarenta mujeres más que aportaron lo mejor sí mismas a favor de esa noble causa (1)
En el seno de una familia criolla acomodada, nace María de la Soledad Leona Camila Vicario Fernández de San Salvador, el 10 de abril de 1789 en la Ciudad de México. Fue hija única y quedó huérfana de padre y madre en 1807, cuando tenía 18 años de edad. Sus padres se preocuparon porque fuera una mujer preparada. Leía libros de literatura, de religión, de filosofía, de ciencia y de política. Le gustaban autores alemanes, ingleses, españoles y franceses. Por cierto, aprendió a hablar el idioma francés.
Quienes han recopilado información acerca de cómo fue Leona Vicario, dicen que era hermosa y elegante, inteligente, altruista, con una fe inquebrantable en todo aquello en lo que creía, y con facilidades para convencer y para escribir. Don Genaro García nos cuenta: “. . . abrazó. . . la causa de los insurgentes, desde muy temprano, sin vacilaciones ningunas, con todo el entusiasmo de su corazón ardiente, con toda la clarividencia de su gran talento, con todo el poder de su extraordinario carácter, plenamente convencida de que al fin triunfaría aquella causa, que por ser la de los débiles y oprimidos, ni la justicia divina ni la humana podían condenar” (2).
De manera clandestina, ayudó a los insurgentes enviándoles correspondencia y recibiendo la que ellos remitían desde los campos de batalla. Estas actividades eran realizadas a través de una organización secreta a la que llamaron Los Guadalupes, a la cual ella se afilió. Pero no solamente hacía esto, al lado de otras mujeres apoyaba a los combatientes presos y a sus familias, y de su propio capital cubría el costo de municiones, armas, medicinas y gastos de traslado de quienes se incorporaban a la lucha armada, principalmente jóvenes que ella misma había convencido mediante palabras llenas de elocuencia patriótica. Como puede advertirse, sus acciones por la libertad implicaron arriesgar la vida continuamente.
Hubo por supuesto un momento en el que la descubrieron. Huyó, se enfermó, y su tío Agustín Pomposo, un realista de alta jerarquía, fue a traerla, pero sólo para recluirla en el Colegio de Belén, como reclusa forzada, en donde fue sometida a juicio por sedición. A pesar de los interrogatorios que con insistencia se le hicieron, en ningún momento delató a sus correligionarios. Más tarde fue liberada por un pequeño grupo de insurgentes, escondida por un tiempo en algún lugar de la capital, y llevada después a Tlalpujahua, Michoacán, donde se reunió con los principales dirigentes del movimiento, entre ellos Andrés Quintana Roo, de quien se había enamorado tiempo antes y con el que contrajo matrimonio en plena guerra.
La vida en el campo de las acciones guerreras fue dura. Leona se había desenvuelto entre comodidades que ahora no tenía, pero más fuerte fue el ideal por la libertad. Pasó un sinfín de penalidades. Tuvo a su primera hija, Genoveva, en 1817, en el interior de una cueva. El padrino de esta niña fue el Gral. Ignacio López Rayón, quien había tenido bajo sus órdenes militares a Quintana Roo. Cuatro años después de Genoveva nació su segunda y última hija, María Dolores, es decir, en 1821, el año en que Guerrero e Iturbide se convierten en aliados con el Plan de Iguala, y declaran la Independencia de México.
Leona Vicario se desempeñó como escribana y contadora del Congreso de Chilpancingo, “es la primera mujer periodista de México, la primera que habló ante el Congreso Nacional y . . . es la única mujer mexicana-a menos de que algún avezado historiador me corrija- a quien se le han ofrecido funerales de Estado (3). En honor a los méritos, ahora sí, obtenidos en campaña, en el mes de noviembre de 1827, el Congreso del Estado de Coahuila emitió un decreto en el que disponía que la Villa de Saltillo se denominara, a partir de esa fecha, Ciudad de “Leona Vicario”.
En años posteriores estuvo escribiendo en periódicos liberales, y sostuvo el asilo de “pobres y ancianos” del padre Sartorio. Murió en la Ciudad de México el 21 de agosto de 1842, ofreciéndosele los funerales de Estado antes dichos y nombrándosele Benemérita y Dulcísima Madre de la Patria.
Para terminar, relato un pasaje que muestra con claridad el pensamiento y las convicciones de Leona Vicario: En tiempos en que era presidente de la República Anastasio Bustamante, fue víctima de injurias por parte de uno de los partidarios de éste, don Lucas Alamán, quien puso en duda los intereses revolucionarios de ella, diciendo que se había unido a la causa de la independencia sólo por amor a Quintana Roo. Leona no se quedó callada, respondió en una carta pública lo siguiente: “Confiese señor Alamán que no sólo el amor es el móvil de las mujeres; que ellas son capaces de todos los entusiasmos y que los sentimientos de la gloria y la libertad no les son extraños. . . Por lo que a mi toca, sé decir que mis acciones y opiniones han sido siempre muy libres, nadie ha influido absolutamente en ellas, y en este punto he obrado con total independencia. . . Me persuado de que así serán todas las mujeres, exceptuando a las muy estúpidas, y a las que por efecto de su educación hayan contraído un hábito servil. De ambas clases también hay muchísimos hombres” (4).
(1)Pascual, Carlos. La Insurgenta. Premio Bicentenario Grijalbo de Novela Histórica. Editorial Grijalbo, Primera Edición. México, 2010. Pp.7-8.
(2)García, Genaro. Leona Vicario, Heroína Insurgente. Secretaría de Educación Pública. Biblioteca Enciclopédica Popular, Num. 36. México, 1945. P.31.
(3)Pascual, Carlos, Op. Cit. p.242.
(4)Pichardo, Mauricio y Velázquez, Guadalupe. Personajes de la Independencia. Grupo Editorial Tomo, S.A. de C.V. Primera Edición, México, 2009. Pp. 255-256.
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