CONTRA
LA CORRIENTE:
Tito Domínguez Lara.
López Obrador anuncia una Cuarta
Transformación que incluye reformas administrativas, política y legales, que
inevitablemente tendrán que chocar con los intereses de los dueños del dinero y
por ende, dueños del poder. Esta clase
dominante no les preocupa andar metidos en pleitos por el poder político, de
hecho deciden de antemano quien les va administrar y defender sus interés, es
decir, ya desde antes de las elecciones formales en la que les dan a los ciudadanos la
oportunidad (única) “de elegir a sus gobernantes”, ha sido mera formalidad aún
en contra de sus propias leyes que violan descaradamente; así fue en 1988 con
Salinas, en 2006 con Calderón y en 2012 con Peña Nieto.
Esto
llegó a su fin el pasado primero de
julio cuando la votación aplastante –mas
de 30 millones de votos– a favor de
López Obrador les cambio la jugada. Cumplir con el programa de la Cuarta
Transformación se necesita mucho dinero, y los dueños de de la mitad de la
riqueza en este país, que es el uno por ciento, sienten que sus incalculables ganancias
se verán afectadas. La causa de la pobreza
en nuestro país, la corrupción y la inseguridad, y que nuestro país sea el que más mano de obra exporta y que a los
trabajadores les paguen salarios de hambre, sin vacaciones ni seguro social
todo esto se explica cuando sabemos que las 400 grandes empresas que operan en
nuestro país, obtienen una ganancia de 5
billones al año (5,000 000 000 000; ¡5
millones de millones!) que corresponde a la mitad de Producto Interno bruto; es
decir, la mitad de la riqueza que se produce en todo el año. Estas mismas
grandes corporaciones pagan de impuestos al fisco 1.7 por ciento; cuando los
trabajadores, los pequeños empresarios y los profesionistas pagan hasta un 30
por ciento. Las empresas mineras extranjeras, esas que se llevan nuestras
riquezas naturales, que contaminan la tierra y el agua, pagan: ¡5 pesos por hectárea al año!.
Los bancos que operan aquí, la mayoría extranjeros
y que controla la mayor parte del mercado, los servicios financiero que proporcionan (las
comisiones) son mas caros que en su país de origen. Dichos costos son un impuesto extra para los usuarios de la
banca, “un saqueo de divisas y una fuga de utilidades para el conjunto de la
economía mexicana”, permitido por el gobierno. Y cuando sus ganancias disminuyen
o se ven en peligro por mala administración y corrupción, cuentan con el apoyo
del gobierno, tal y como sucedió en el sexenio de Ernesto Zedillo que
implementó el llamado rescate bancario (Fobaproa) a cargo de la sociedad, el cual seguimos pagando. Confirmando lo que ya se sabía: las ganancias
son privadas y las pérdidas son públicas. Los precios del internet, de los
créditos, del teléfono y de la luz, son más elevados aquí en México que en los
Estados Unidos, donde el salario mínimo
es diez veces mayor que el de México. Como ve usted amigo lector, sí hay dinero.
En otras palabras: la riqueza que es producto social está privatizada en pocas
manos.
Muchos
no han entendido el alcance y la importancia
de los objetivos de esta Cuarta Transformación del nuevo gobierno.
Debemos ser conscientes de que no es tarea de un hombre solo, ni de su
abigarrado equipo, ni de su partido que se ha formado principalmente para la
contienda electoral; requiere de la
comprensión y el apoyo masivo de la población a la se pretende beneficiar. Tener claro quienes
son los causantes de la situación que vivimos. Que no nos vendan el cuento de
que la economía debe ser prioritaria a la política; no, la economía capitalista
se rige por el mercado, no por la necesidad de la población: “Produzco lo que
el mercado me exige”, dice el empresario. La política debe regirse por la
necesidad, o al menos en armonía con la economía o regulador de esta. En un sistema capitalista de predominio de
capital trasnacional, rige su política al ritmo que le marca el mercado
mundial. Un capitalismo dependiente del
capital financiero se somete a las condiciones
que le impone el capital financiero mundial cuando requiere de prestamos le
impone que aplique medidas de
“austeridad”, recortando los
presupuestos sobre todo, para la sanidad
y la educación, aumentar los años de jubilación, topes salariales, etc. Romper
ese cordón umbilical, ganar el mercado interno y competir en el mundial
requiere el desarrollo de un capitalismo nacional, así deberían entender el
sentido del programa del nuevo gobierno.
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