Gilberto Nieto
Aguilar
Quien
pretenda hacer una seria investigación sobre la cultura mexicana, se encontrará
ante un campo lleno de vaguedades. Samuel Ramos
La conquista de México por los
españoles es un hecho irrefutable del pasado, algo que sucedió y que forma
parte de nuestro legado cultural, para bien y para mal, aquí y ahora. En el
periodo de conquista hubo violencia, incomprensión de la cultura conquistada,
agresiones innecesarias, malos tratos, explotación y marginación de los grupos
indígenas como producto del acto conquistador, donde la desigualdad, el dominio
de la fuerza y la falta de diálogo eran los principales componentes.
No podemos adornar un hecho que
se derivó de la ambición y la avaricia, y por lo tanto, el resultado no es el
que hubiésemos deseado. La soldadesca ni venía a admirar y comprender nuestra
cultura ni tenía la preparación suficiente para hacerlo. América, para ellos, era
un botín de guerra. Tampoco podemos juzgar otras condiciones para los
trescientos años que duró el Virreinato, porque la propia España estuvo hundida
en un atraso cultural, político y social durante ese mismo periodo.
Como en todo hecho de dominio,
existen consecuencias positivas y negativas. Una consecuencia de esa conquista
es que ahora compartimos la lengua, la religión y una cierta manera de ser, ésta
última muy criticada al grado que Sarmiento dijo: «¡El mal lo llevamos dentro!
Los hispanoamericanos no somos sino herederos de todos los defectos de la raza
española».
Con todo respeto para el
eminente escritor y estadista argentino, esto último merece una revisión más detenida.
No todo puede ser defectos. La constitución mental que nos ha legado este
pasaje histórico es la del mestizo, la del temperamento latino. Los hechos
adquieren rango histórico cuando aparecen determinados por una profunda
necesidad de continuidad social: la identidad, que una vez adquirida puede
gustar o no. Entonces queda la posibilidad siempre abierta para ser modificada
tras el ideal social que desea un pueblo o una nación.
Esto implica responsabilidad
personal dentro de un marco de compromiso social: qué queremos ser y cómo
buscamos proyectarnos, cómo podemos cambiar el ambiente social en que vivimos,
si es que no nos agrada. El inconsciente psicológico no debe amarrarse al
determinismo: «somos así por nuestra herencia cultural», porque suena más bien
a pretexto e incapacidad.
La sentencia de que la conducta
o comportamiento, la idea de la vida y el éxito o fracaso personal dependen de
la familia o de las condiciones que se viven en la infancia, es una suposición
angustiante, un determinismo que niega la libertad del desarrollo humano, una
creencia de dependencia concebida en la mente de cada quien, aceptada o
rechazada. Igual ocurre con una nación, con una sociedad, con efectos y
consecuencias peores en el macro universo.
En la discusión sobre si la
naturaleza (composición genética) o la educación (entorno) son los responsables
del éxito en la vida, olvidan el factor personal que cada quien construye sobre
su concepción del mundo y de la vida conforme va creciendo y desarrollándose.
Es indudable que todo contribuye, pero la reflexión final corresponde a la
persona bajo un proceso que a algunos puede parecerles difícil e incomprensible
a pesar de realizarse, en buena medida, en forma espontánea.
La herencia deja un margen para
cambios, apoyados en las condiciones del entorno y la forma que la persona
aprendió por sí misma a interpretar la vida y concebir el mundo que le rodea.
Hoy, con tanta juventud y adolescencia que caminan confundidos, esto adquiere
una relevancia vital. En las generaciones nacidas en los sesenta y setenta, se
documentó una estrecha relación entre autoestima baja y problemas de violencia,
alcoholismo, consumo de drogas, trastornos alimentarios, deserción y fracaso
escolar, embarazos en adolescentes, suicido y otros [Reasoner, R. (2000), “The true meaning of self-esteem”].
Además del sesgo que esto
propició en los siguientes modelos de crianza y educacionales, no debemos
olvidar que el escenario siempre guarda una esperanza para aquellos que quieren
emprender una real transformación. México necesita, como nación, que las
personas y la sociedad se perfeccionen, y no podemos amarrarnos a un supuesto determinismo
en lugar de buscar vías, formas, métodos, estilos de ser y pensar que señalen
los errores, marquen lo que debe prevalecer y el sentido en que debemos caminar.
gilnieto2012@gmail.com
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