sábado, 14 de enero de 2017

PINTORES DE MÉXICO. ALBINO VELÁZQUEZ MORALES (1926-1985).


Profr. Lorenzo Montero Ramírez


“El genio revélase por una aptitud inventiva o creativa, aplicada a cosas vastas o difíciles. En la vida social, en las ciencias, o en las artes, en las virtudes, en todo, se manifiesta con anticipaciones audaces, con una facilidad espontánea para salvar los obstáculos entre las cosas y las ideas con una firme seguridad para no desviarse de su camino.” “De entre esas mentes preclaras, algunas llegarán a la genialidad si lo determinan circunstancias extrínsecas; su obra revelará si tuvieron funciones decisivas en la vida o en la cultura de su pueblo.”
“Genio y talento colaboran por igual al progreso humano”. Así lo señala José Ingenieros, el maestro de la juventud Latinoamericana y hoy ocupamos su pensamiento para rendir un homenaje permanente a mi maestro de pintura Albino Velázquez Morales, al rescatar a través de este Catálogo Artístico parte de su obra justo a 31 años de su desaparición física.
Albino Velázquez Morales, nació en Jojutla Morelos el 24 de febrero de 1926. Su padre fue Camilo Velázquez Pilón y su madre Doña María Morales Reyna.
Quedó huérfano de padre a temprana edad ya que su progenitor fue participante en el proceso de pacificación del movimiento revolucionario de 1910.
La niñez del pintor transcurre en la Ciudad de México, entre serias dificultades económicas; es así como tiene que trabajar en los puestos del mercado ayudando en las labores de carga y descarga. El trabajo arduo va templando el espíritu del artista quien acude a la escuela logrando terminar su quinto año de primaria, destacando desde entonces su increíble facilidad para el dibujo, hecho que lo llevó a participar en diversos certámenes de dibujo a nivel interescolar.
Al abandonar sus estudios debido a los problemas económicos, se dedica a trabajar, transcurriendo así su adolescencia y juventud, acariciando uno de sus sueños que jamás se haría realidad; el ser torero: contaba él sus aventuras que corrió al lado de sus amigos de adolescencia; gustaban de ir a las corraleras a practicar con vaquillas sin medir los riesgos, dado que su entusiasmo era superior al miedo o temor de sufrir una cornada. Un buen día, contaba su madre, me llegó enfundado en un espigado traje de torero; la respuesta inmediata fue:       ¡quítate eso!, un buen día te voy a ir a levantar a las vaquerías, es mejor que te olvides de eso, recordaba Doña Mary.
Por fin, Albino Velázquez, de espíritu bohemio por toda su vida,  se olvidó del toreo, aprendió el oficio de doblador para realizar anuncios de gas neón; el destino le puso en su camino una oferta tentadora; le ofrecían venir a la Ciudad de Xalapa, Veracruz, lugar donde el incipiente comercio requería de rótulos luminosos y fue así como a la edad de 33 años, en abril de 1959, llegó a la Atenas Veracruzana, a la hermosa Ciudad de las Flores; aquí renació en él, aquella aptitud en reposo  durante tanto años y comenzó a dibujar y a realizar sus primeros paisajes al óleo.
Por cierto, su primer cuadro al óleo fueron unos patos silvestres que había regalado a un amigo y que años más tarde casi al final de su fructífera existencia le fue devuelto a cambio de otra obra más reciente.

En Xalapa conoce a quien sería la compañera de toda su vida, mi tía Modesta Montero Hernández quien hasta el final de su vida guardó con mucho celo algunas de las obras del pintor. En la capital del Estado traba amistad con la familia Díaz Mirón y con el maestro Felipe Mota, con quienes realizaría viajes a Naranjos, municipio de Puente Nacional, la tierra de su esposa; tierra de la cual quedó enamorado para toda su vida; la provincia plasmada en sus lienzos, fiel interprete del colorido rojo de los tejados, del violeta y el rojo carmesí de las bugambilias.
Pronto las dificultades comenzaron,  el trabajo de los rótulos se terminó y tuvo que abandonar Xalapa, y fue así como el 20 de agosto de 1963 regresó a la Ciudad de México.
Al regresar a la Ciudad de México se instala nuevamente en un taller de rótulos, la situación no mejora; para entonces ya dedica más tiempo a la pintura y decide vender para poder subsistir, primero a los clientes que llegan al taller; esto ocurre allá por el año de 1967, años difíciles, pues comienza la rebelión juvenil que culminó con los trágicos acontecimientos de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas. Habrían de transcurrir siete largos años antes de que fuera invitado a exponer en abril de 1975 en el Centro Social y Deportivo “Guelatao” y en 1978 exhibe su obra en la exposición del Tianguis del Arte del mismo centro, a través de la dirección del entonces Departamento del Distrito Federal, en una exposición colectiva en la que participan entre otros su entrañable amigo el pintor bodegonista Juan Uribe Romero, Fidel Nájera Divignan, Teresa Romero, Aurora Pantoja, Acatl, Cristina Tello Ríos, Ángel Kolula G., Martha Dyer, Al Flores, Antonieta Salomón, Belmont, Delia Pérez,  Fco. Javier Cuaxiloa, Jorzo, José Luis Casaress, J. Montiel, José Pérez Sánchez, Manrriquez, Neria, Olea y Roberto Ball, y entre otros el maestro Alberto Armando Ahuatzi autor de grandes bodegones y de naturalezas muertas.
La metamorfosis que va sufriendo su obra le da la oportunidad  de ingresar al Jardín del Arte; primero vendiendo los sábados en la Plaza de San Jacinto de San Ángel y después los domingos en el Parque Sullivan en la Colonia San Rafael de la Ciudad de México. El Jardín del Arte, A.C., fue fundado en el año de 1955 en el Parque Sullivan por el Arq. Jorge Contreras, el Lic. David Marín Foucher y un grupo de entusiastas pintores. Es una asociación cuya principal función es la de promover a los Artistas Plásticos, es una tribuna libre para que estos puedan exhibir y vender sus obras sin intermediarios.
La asociación tiene contacto con las artes plásticas, plazas públicas, bibliotecas, museos, galerías oficiales, casas de cultura, ferias regionales, todo esto dentro de la República Mexicana y en algunas ocasiones en el extranjero. El Jardín  del Arte dio cabida al maestro Albino Velázquez, siendo este un autodidacta, ya que la asociación está abierta tanto para los egresados de las Academias de Artes de nuestro país y del extranjero, como para quienes siendo autodidactas trabajen profundamente en el campo de las Artes Plásticas .Realizó varias exposiciones entre las que se cuentan la primera exposición permanente en el Centro Social y Deportivo “Guelatao”, asimismo, en la Delegación Gustavo A. Madero a través del Jardín del Arte y del entonces Consejo Nacional de recursos para la atención de la juventud CREA , presentó sus obras en una exposición colectiva titulada “Cinco Pintores”, exponiendo José Antonio Morales, Rafael Jasso, Roberto García Castro, Domingo Block y Albino Velázquez. La obra pictórica de A. Velázquez  como se firmaba muy a pesar de su corto tiempo es enorme, lamentablemente casi toda su pintura fue adquirida por extranjeros, ya que les resultaba atractiva porque representaba en sus paisajes la exquisitez de la provincia mexicana, sus iglesias, sus casitas y  la exuberante vegetación y los temas campiranos que hicieron que su obra adquiriera un sello distinto a los temas costumbristas del paisaje mexicano plasmados por el paisajista José María Velazco.
Fueron innumerables las ocasiones que conviví con el maestro, tío político, le fascinaba ir de compras para adquirir pinceles, pinturas o visitar galerías, recorrer el Museo de San Carlos o visitar el Museo de Arte Contemporáneo. Asimismo su charla siempre era acerca del arte, particularmente insistía en que no dejara de pintar, cosas del destino, que sin haberle permitido el tener descendientes y sin mediar parentesco consanguíneo influyó  a fin de que pintara la misma temática que él. Lo mismo ocurrió con su hijo político Alberto Roldán Montero que pintó bodegones y durante un tiempo logró exponer los sábados en San Jacinto.
Albino Velázquez fue un hombre extraordinario, hombre de su tiempo, con un espíritu bohemio y dado a tener amigos, hecho que se puede constatar a través del legado fotográfico que dejo tanto de su relación en el trabajo como en sus ratos de sano esparcimiento. Hoy este catálogo es gracias a que tomo fotografías a muchas de sus obras y de algunas que obran en poder de la familia y amigos. Su amor por la vida y el bienestar de los demás fue siempre su pasión, sin embargo, en una de sus obras que siempre conservó pintó a la muerte señalando el cuerpo flácido y enfermo de un hombre con el índice y con el rictus de la muerte y una vela encendida a punto de apagarse y con un rayo de luz que baja del firmamento simbolizando así el final de una vida. Nunca hablaba de la muerte, sin embargo, podría afirmar que quizás el significado de su óleo va más allá del término de la vida, lo que demuestra que la aceptaba con decisión. La última vez que nos vimos fue el 2 de enero de 1985 cuando de Naranjos se despedía para viajar a la Ciudad de México y con los mejores deseos de seguir pintando y como me lo expresó, “llegar a ser de los mejores paisajistas de México”, no habían transcurrido tres meses del nuevo año, cuando fue atropellado por un vehículo en las calles de la Ciudad de México , con vida aún, no pudo recuperarse por más esfuerzos que se realizaron, la ciencia médica ya no pudo hacer nada. Murió el 16 de marzo de 1985 a los 59 años de edad que acababa de cumplir el 24 de febrero, sus restos a petición de él en vida, fueron trasladados a Veracruz,  el fascinante Estado que le presentó enorme variedad de paisajes, en el panteón de Naranjos del municipio de Puente Nacional , Ver. Hoy como ayer nuestro homenaje y reconocimiento al maestro Albino Velázquez, su “obra como lo señala José Ingenieros revelará si tuvo funciones decisivas en la vida o en la cultura de su pueblo”, si una estrella brilla en el firmamento, que su luz no se apague jamás, la historia del arte mexicano algún día la descubrirá y le dará su sitio.  
   


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