lunes, 9 de noviembre de 2015

Testimonios de Avefénix



Marcelo Ramírez Ramírez

Un rasgo digno de destacarse en las actividades del Club de escritoras jalapeñas, es su incansable dinamismo. Desde su fundación, con perseverancia típicamente femenina, el Club ha brindado apoyo a todas las escritoras sin importar su procedencia y ha estado presente en la vida cultural de Veracruz en los aspectos de la creatividad, de la promoción y la difusión de obras literarias de los géneros más diversos. A principios del  año en curso Olga Fernández Alexandre disertó con erudición histórica sobre el tema Mujeres malas y muy malas. Pese a lo que podrían sugerir las palabras, en realidad se refirió a fuertes personalidades femeninas que en su momento anticiparon la figura de la liberación de la mujer hoy tan celebrada. En el mes de agosto, Angélica López Trujillo presentó un conjunto de relatos intitulado Corriendo tras el Viento. El último evento tuvo lugar hace apenas unas semanas, exactamente el día ocho de octubre en la sede del Club en Jorullo #109 de esta ciudad capital. Ahí se presentó el último libro de la maestra Blanca Luz Amezcua, que lleva por título Testimonios. Escueto y explícito al mismo tiempo, el titulo nos remite de inmediato a la experiencia directa de algo, a la vivencia personal de un acontecimiento   que nos impresiona con fuerza y que puede llegar a marcanos para siempre. El término resulta afortunado, pues la maestra Amezcua, quien escribe bajo el pseudónimo de Avefénix, cuenta con lenguaje sencillo, coloquial, experiencias difíciles que ha vivido como mujer, como madre y como abuela, tres términos íntimamente entrelazados en su caso. La autora de Testimonios ejemplifica en estas tres dimensiones muy bien a la mujer mexicana, que ama y cuida de su familia, que lucha por ella y llegado el momento, la defiende con decisión. Testimonios reúne ocho relatos que nos hablan de la fé en un Ser providente que, pese a las apariencias está pendiente de sus hijos. Nada pasa por casualidad, informa a sus lectores Avefénix, cuando cuenta, por ejemplo, el caso de su nieto a quien iban a aplicarle un medicamento para eliminar el huevo de cisticerco que tenía alojado en lo más profundo de su cerebro. En su desesperación de ver al niño afectado por la enfermedad, la abuela había estado presionando para que fuera atendido lo más pronto posible, a pesar de que la medicina era de alta peligrosidad. Por diversas causas, el médico no aplicó dicho tratamiento y entre tanto, otro facultativo pudo explicar ampliamente a la abuela la posibilidad de daños irreversibles y, probablemente la muerte del  pequeño paciente, lo cual era un riesgo innecesario, porque en la mayoría de los casos, el cisticerco se encapsula y después desaparece. Ahí donde muchos verían la acción de la pura casualidad, la autora reconoce la presencia  invisible de Díos. Con esa misma certeza explica otros hechos en los cuales, a pesar de encontrarse desamparada e indefensa, una fuerza superior vino en su auxilio. Comentaré un segundo testimonio: un día, en una época de dificultades económicas, la autora había llegado al punto en que ya no tenía para la comida de sus hijos y tampoco se atrevía a ir a la tienda, en la cual un letrero advertía que no se fiaba a nadie. En esos momentos de apuro, llegó un sobrino a quien hacía tiempo había recomendado para un trabajo. Con alegría, el joven le cuenta que le habían pagado sus sueldos atrasados y le da un billete de cincuenta pesos; además se lleva los tanques de gas para llenarlos, con lo cual, la jornada termina felizmente. Por este hecho y otros que la autora relata, siempre relacionados con el auxilio que recibe de manera misteriosa y en las formas más insospechadas, Avefénix se siente agradecida e invita a los lectores a compartir su seguridad de que los seres humanos no se encuentran abandonados. Sin duda el pseudónimo de Avefénix tiene que ver con todas las veces en que la escritora coatepecana ha resurgido de sus cenizas, igual que el ave mítica.

Los testimonios de Avefénix pueden ser leídos de distintas maneras, desde la posición del creyente hasta la del escéptico radical. En lo personal me ha conmovido la fé de la autora y su profunda sinceridad; puede verse que posee el don exigido para la fé: la pureza del alma no contaminada de vanas presunciones racionalistas. El pequeño libro de Avefénix apunta al misterio tras las apariencias obvias de lo cotidiano. Estamos ante una devoción del sentimiento, pero no es sólo eso; hay un objeto -¿se le puede llamar así?- al que la fé se dirige  con la certeza profunda de su existencia y eso se relaciona con una intuición oscura como la de San Juan de la Cruz y tan cierta como ella. En un sentido el libro de Avefénix es poco ambicioso, pues no invita a compartir una experiencia literaria: aquí la forma pasa a segundo término. En otro sentido es muy ambicioso, pues invita al lector a abrirse a la dimensión de lo sagrado. Al término de la presentación de Testimonios, el licenciado Marco Antonio Figueroa Quinto hizo un  cálido reconocimiento a la labor de la escritora con palabras muy apropiadas para la ocasión, destacando el lado humano de Avefénix. Con ello quedó rubricada una velada de convivencia fraterna de las escritoras asistentes y sus invitados.      


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