Marcelo Ramírez Ramírez
Un rasgo digno de destacarse en las actividades del Club de escritoras
jalapeñas, es su incansable dinamismo. Desde su fundación, con perseverancia
típicamente femenina, el Club ha brindado apoyo a todas las escritoras sin
importar su procedencia y ha estado presente en la vida cultural de Veracruz en
los aspectos de la creatividad, de la promoción y la difusión de obras
literarias de los géneros más diversos. A principios del año en curso Olga Fernández Alexandre disertó
con erudición histórica sobre el tema Mujeres
malas y muy malas. Pese a lo que podrían sugerir las palabras, en realidad
se refirió a fuertes personalidades femeninas que en su momento anticiparon la
figura de la liberación de la mujer hoy tan celebrada. En el mes de agosto,
Angélica López Trujillo presentó un conjunto de relatos intitulado Corriendo tras el Viento. El último evento
tuvo lugar hace apenas unas semanas, exactamente el día ocho de octubre en la
sede del Club en Jorullo #109 de esta ciudad capital. Ahí se presentó el último
libro de la maestra Blanca Luz Amezcua, que lleva por título Testimonios. Escueto y explícito al
mismo tiempo, el titulo nos remite de inmediato a la experiencia directa de
algo, a la vivencia personal de un acontecimiento que nos impresiona con fuerza y que puede
llegar a marcanos para siempre. El término resulta afortunado, pues la maestra
Amezcua, quien escribe bajo el pseudónimo de Avefénix, cuenta con lenguaje sencillo, coloquial, experiencias
difíciles que ha vivido como mujer, como madre y como abuela, tres términos
íntimamente entrelazados en su caso. La autora de Testimonios ejemplifica en estas tres dimensiones muy bien a la
mujer mexicana, que ama y cuida de su familia, que lucha por ella y llegado el momento,
la defiende con decisión. Testimonios
reúne ocho relatos que nos hablan de la fé en un Ser providente que, pese a las
apariencias está pendiente de sus hijos. Nada pasa por casualidad, informa a
sus lectores Avefénix, cuando
cuenta, por ejemplo, el caso de su nieto a quien iban a aplicarle un
medicamento para eliminar el huevo de cisticerco que tenía alojado en lo más
profundo de su cerebro. En su desesperación de ver al niño afectado por la
enfermedad, la abuela había estado presionando para que fuera atendido lo más
pronto posible, a pesar de que la medicina era de alta peligrosidad. Por
diversas causas, el médico no aplicó dicho tratamiento y entre tanto, otro
facultativo pudo explicar ampliamente a la abuela la posibilidad de daños
irreversibles y, probablemente la muerte del
pequeño paciente, lo cual era un riesgo innecesario, porque en la
mayoría de los casos, el cisticerco se encapsula y después desaparece. Ahí
donde muchos verían la acción de la pura casualidad, la autora reconoce la
presencia invisible de Díos. Con esa
misma certeza explica otros hechos en los cuales, a pesar de encontrarse
desamparada e indefensa, una fuerza superior vino en su auxilio. Comentaré un
segundo testimonio: un día, en una época de dificultades económicas, la autora
había llegado al punto en que ya no tenía para la comida de sus hijos y tampoco
se atrevía a ir a la tienda, en la cual un letrero advertía que no se fiaba a
nadie. En esos momentos de apuro, llegó un sobrino a quien hacía tiempo había
recomendado para un trabajo. Con alegría, el joven le cuenta que le habían
pagado sus sueldos atrasados y le da un billete de cincuenta pesos; además se
lleva los tanques de gas para llenarlos, con lo cual, la jornada termina
felizmente. Por este hecho y otros que la autora relata, siempre relacionados
con el auxilio que recibe de manera misteriosa y en las formas más
insospechadas, Avefénix se siente
agradecida e invita a los lectores a compartir su seguridad de que los seres
humanos no se encuentran abandonados. Sin duda el pseudónimo de Avefénix tiene que ver con todas las
veces en que la escritora coatepecana ha resurgido de sus cenizas, igual que el
ave mítica.
Los testimonios de Avefénix
pueden ser leídos de distintas maneras, desde la posición del creyente hasta la
del escéptico radical. En lo personal me ha conmovido la fé de la autora y su
profunda sinceridad; puede verse que posee el don exigido para la fé: la pureza
del alma no contaminada de vanas presunciones racionalistas. El pequeño libro
de Avefénix apunta al misterio tras
las apariencias obvias de lo cotidiano. Estamos ante una devoción del
sentimiento, pero no es sólo eso; hay un objeto -¿se le puede llamar así?- al
que la fé se dirige con la certeza
profunda de su existencia y eso se relaciona con una intuición oscura como la
de San Juan de la Cruz y tan cierta como ella. En un sentido el libro de Avefénix es poco ambicioso, pues no
invita a compartir una experiencia literaria: aquí la forma pasa a segundo
término. En otro sentido es muy ambicioso, pues invita al lector a abrirse a la
dimensión de lo sagrado. Al término de la presentación de Testimonios, el licenciado Marco Antonio Figueroa Quinto hizo
un cálido reconocimiento a la labor de
la escritora con palabras muy apropiadas para la ocasión, destacando el lado
humano de Avefénix. Con ello quedó
rubricada una velada de convivencia fraterna de las escritoras asistentes y sus
invitados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario