martes, 6 de octubre de 2015

ORACION DE LA MONTAÑA

 Juan Hernández Ramírez

                                                                                    A los desaparecidos de Tlatlaya.
Aquí, pareciera que todo es basto. La luna llena se desprende entera y se desparrama en el ombligo de la tierra. Las montañas son una con los mares y los ríos, los desiertos y los llanos; todo pareciera que los mares se beben las estrellas y que los hijos todos tienen una luna para tomársela a sorbos como se beben el amanecer las libélulas.
No todo es música que ilumina la paz. No es lo mismo el canto de los pájaros de la montaña y el graznar de los pájaros de  la ciudad. Las palabras tienen el aliento del viento negro, porque los signos nos han señalado cruces de cedros sagrados que nuestros ojos no abrazan.
Las montañas no pueden beberse el olvido, después de mirar los signos en la palma de la mano. Quizá los colibríes ya no son verbo, sino ceniza. Los montes están tristes, lloran y el rocío salpica la palabra y canta.

¿En dónde estás hijo?
¿En dónde te encuentras?
¿Dónde estás José Bernardo Bartolo Tlatempa?
Pronuncio tu nombre por los cuatro caminos
Pronuncio tu nombre por los cuatro vientos
para que el viento bueno me responda,
para que el buen camino me diga
en que piedra tu pie se tropezó.

¡Ven hijo!
Que tu espíritu hable y me diga
en que caverna obscura te encuentras,


o que fuego despreciable quema tu voz
o que viento de obsidiana quiebra tus huesos
o que tierra cubre la luz de tus ojos.

Ven, José Bernardo Bartolo Tlatempa,
Tu sombra te nombra,
levanta tu cuerpo,
no dejes que el miedo te aplaste.

Si te extraviaste en un recodo,
si te extraviaste en las colinas,
si estás enredado en los brazos del agua,
si la niebla te ha perdido,
si los hombres te asfixiaron
con puñales de muerte;
¡Ven! Que tu espíritu
sea la cruz de la ceiba sagrada
para que los pájaros
repitan tu canto.

El viento camina cansado, encorvado sube a la montaña. Los pájaros de vestimenta obscura, cantan el Ave María y quieren que el silencio con sus alas de cuchillos lunares abran los pechos de los hombres nacidos sobre las piedras.
Estás aquí, y esto ha hecho enojar a alguien que es dueño de los vientos envidiosos y asesinos.

¡Ven hijo, no te espantes!
¡José Bernardo Bartolo Tlatempa!
Aquí estamos. Aquí,
como la primera piedra
que sirve de asiento o para tropezarse;
somos la tierra y la página
donde se escriben los signos
que la muerte cubre
con sus alas en cruz.
Solamente el tiempo
con el soplo natural del viento,
descubre la señal tatuada

en el viento bueno, en el viento nefasto.

No hay comentarios: