Pobre de aquel que
viviendo
en un país sin justicia
tenga razón.
Quevedo
Lucio Gómez Pazos
Ha
sentenciado con acierto George Steiner que antes del nazismo el infierno era
sólo un lugar imaginario, en efecto, la devastación que este hecho dejó con la
lamentable pérdida de vidas humanas así lo confirma. El infierno en la tierra
sin cortapisas.
En
México, específicamente en aquellas regiones con el sicariato como telón de fondo, se vive una situación también
infernal porque se mata a mansalva, sin miramientos, a sabiendas que la
connivencia y la impunidad terminarán por emitir su irrevocable veredicto. Este
es el manto que cubre a los muertos y a las familias que han caído en desgracia.
En tal sentido, Edgardo Buscaglia ha dicho: es una vergüenza que sean los
periodistas quienes investiguen los casos de violencia en México en lugar de
las autoridades que han sido designadas para tal fin.
Por
eso, es una de las mayores desgracias saber que a más de un mes de la muerte
de 3 estudiantes normalistas de
Ayotzinapa y de la desaparición de otros 43, las diversas instancias
gubernamentales hayan hecho poco o nada
para esclarecer a cabalidad estos lamentables hechos, en cambio se han encontrado
más cadáveres cuya identidad se
desconoce aún. Por eso, también, es de llamar la atención que varios
intelectuales y académicos, nacionales y extranjeros, interroguen con
vehemencia en los siguientes términos: ¿De qué tamaño son las fosas en México,
cuántos más caben en ellas?
Asimismo,
quienes asesinan en este país tal parece que han perdido todo vestigio humano,
se asemejan a ese otro monstruo villista llamado Rodolfo Fierro y al que hace alusión
Martín Luis Guzmán en el cuento La fiesta
de las balas, quien en un arranque de crueldad infinita asesinó sin
aspavientos a trescientos Colorados,
soldados del bando contrario, es decir orozquistas, para después “entregarse a
la dulzura de un suave masaje” de la mano que empuñó el arma
inmisericordemente.
¿Por
qué tanta saña enquistada en el país? ¿Por qué tanta barbarie en este otro tren
de la Muerte que amenaza con llamarse México? ¿Cómo ponernos a salvo de los
abismos? ¿Pueden la cultura y las artes atenuar este estado de cosas? ¿Por qué
no apelar a esta u otras opciones por sensatas o modestas que parezcan?
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