martes, 11 de noviembre de 2014

Labor editorial universitaria


Raúl Hernández Viveros

Salvador Valencia Carmona propuso que la revista La Palabra y el Hombre, volviera a salir con el formato original de su Primer Época que se basó en el tamaño media oficio. Fue un reconocimiento al periodo notable de cuando se logró prestigio internacional académico hacia el órgano más importante de la Universidad Veracruzana. Aunque desde un principio, Salvador Valencia Carmona sostuvo que debería, de nuevo, abrir sus páginas, esencialmente, a la divulgación de los resultados en las investigaciones del personal académico universitario.
            Hay que insistir sobre este respaldo a los productos de investigación, porque durante esta etapa, en La Palabra y el Hombre se  ofrecieron números monográficos. Por ejemplo, el que fue coordinado por José Velasco Toro sobre Religión popular, identidad y etnociencia. En algunas entregas, constantemente Feliz Báez Jorge, ofrecía sus adelantos que formaban parte de capítulos de sus obras entonces  de próxima aparición en diversas editoriales.
            Además participaron con sus colaboraciones Gonzalo Aguirre Beltrán, José Luis Melgarejo Vivanco, Roberto Williams García, Carlo Antonio Castro, Francisco Beverido Pereau, Carmen Blázquez Domínguez, Soledad García Morales, Sergio Florescano Mayet, Abel Juárez Martínez, entre otros académicos que dieron a la luz pública la difusión de parte de sus investigaciones.
            Por fortuna, Gonzalo Aguirre Beltrán estuvo presente en las reuniones del Consejo Editorial, acompañado de Roberto Bravo Garzón, Carlo Antonio Castro, Fernando Salmerón Roiz, Francisco Beverido Perau, Emilio Carballido, Mario Muñoz y Jorge Ruffinelli. Cada fin de mes se realizaban estos encuentros académicos para dictaminar los trabajos a publicar en La Palabra y el Hombre.
            Mi amistad con Gonzalo Aguirre Beltrán se desbordaba en el respeto y admiración a esta figura de la antropología mexicana, que siempre compartía, modestamente, aquellos instantes valiosos con su experiencia magistral de investigador. Recuerdo la primera de edición en 1986 de su libro Zongolica; encuentro de Dioses y Santos Patronos, incluido en la colección Biblioteca, con una foto de Fernando Salmerón C., en la portada.
            A veces permanecía un rato más, Gonzalo Aguirre Beltrán, y continuaba el diálogo sobre diversos temas culturales y hasta políticos. Como un intelectual institucional se apegaba a la integración del sistema político mexicano, y aceptaba mis comentarios críticos sobre el derrumbe del partido de Estado. Constantemente destacaba por sus intervenciones en eventos nacionales al lado del presidente en turno de la república.
            Durante este periodo de empatía e interacción, Aureliano Hernández Palacios ofreció la edición de sus libros: Testimonios de la Universidad Veracruzana y Las voces de los rectores. Por su parte, Salvador Valencia Carmona publicó su Manual de derecho constitucional general y comparado. José Luis Melgarejo dio a conocer Raíces del municipio mexicano. Gilberto Bermúdez Gorrochotegui ofreció su investigación El mayorazgo de la Higuera. Se hizo un homenaje para Alfonso Medellón Zenil, al aparecer su investigación Nopiloa, entre decenas de libros.
            Conviene recapacitar en el hecho de que algunos rectores permanezcan en el olvido, debido a que no fueron capaces de publicar si quiera una obra, y menos integrar un grupo de intelectuales, académicos y escritores quienes  los hubieran asesorado en sus proyectos académicos. Es suficiente con destacar el modelo de Aureliano Hernández Palacios, quien era un apasionado lector, autor de varias obras y quién estuvo al frente de la investigación acerca de la Historia de la Universidad Veracruzana.
            Aureliano Hernández Palacios fue miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua, de la Academia Mexicana de Ciencias Penales, de la Academia Nacional de Geografía, Historia y Estadística, del Seminario de Cultura, de la Sociedad Mexicana de Criminología y del Ateneo Veracruzano. Pronunció su  discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua, el 14 de octubre de 1966, con motivo de los cien años de Cayetano Rodríguez Beltrán, quien nació el 24 de septiembre de 1866, 16 de junio de 1939.
El cual fue publicado en La Palabra y el Hombre, No 41, 1967. En 1989 dio a conocer su novela “Guarino”; en la cual demostró su entrega y dedicación a la narrativa que reflejaba la inspiración y la fuerza expresiva para ubicar el paisaje del centro del estado de Veracruz. En sus líneas ofreció fragmentos de sus orígenes y un verdadero amor por su tierra natal.
º           Durante algunas administraciones universitarias se acostumbraba que el rector en turno, designara a su secretario académico como un posible sucesor. Por ejemplo, Gonzalo Aguirre Beltrán tuvo en dicho puesto a Fernando Salmerón Roiz; Rafael Velasco Fernández, quien en 1972 apoyó la Nueva Época de La Palabra y el Hombre e impulsó las colecciones Ficción y Biblioteca; colocó a Salvador Valencia Carmona a cargo del segundo nombramiento en la estructura universitaria. Después ocupó la rectoría y respaldó por completo la labor editorial universitaria,
            En el número conmemorativo 64, de La Palabra y el Hombre, Salvador Valencia Carmina reconoció: “El compromiso que adquirimos es mantener el prestigio de nuestras publicaciones. Aspiramos a que, a través de ellas, la Universidad Veracruzana siga presente con un esfuerzo vigoroso en lo mejor de nuestra cultura nacional”. Además en dicho rectorado se fundaron otras colecciones de libros como Estudios Jurídicos y Políticos,  Divulgación, Textos Universitarios, y principalmente se debe reconocer la fundación de la revista La Ciencia y el Hombre.
            Desde el principio se tuvo que colocar a Marco Tulio Aguilera Garramuño, en la dirección de la mencionada publicación científica, quien formaba parte del consejo de Redacción, al lado de Juan Vicente Melo y Luis Arturo Ramos, de La Palabra y el Hombre. Hay que subrayar  el rescate de la Colección Ficción con la publicación de obras importantes como Amor Eterno de Enrique López Aguilar, Las luces del mundo de Jesús Gardea, o La eterna noche del desconsuelo, de Jaime Turrent, entre otros títulos de los nuevos escritores mexicanos.
            Luis Arturo Ramos advirtió sobre esta novela de Jaime Turrent: “Es una larga secuencia de imágenes escenas, diálogos, aterradores encuentros cuadros de miseria y drogadicción que terminan por explicar el desamparo del personaje y, lo que resulta peor que el delirium tremens que creía producto del alcohol se convierte en la metáfora ideal para describir a la ciudad de México”.
            Resulta transcendental reconocer  la edición facsimilar de la revista El Caracol marino, que fundó y dirigió Librado Basilio. En 1988, se integraron 3 tomos para recoger cada una de las entregas de esta valiosa publicación que abrió sus puertas a los escritores  mexicanos, de America Latina  y España. Además de ofrecer muestras narrativas y poéticas de la literatura italiana, a cargo de las traducciones de Librado Basilio.
            Fue un verdadero reconocimiento al fundador del Departamento Editorial de la Universidad Veracruzana. Esta hermosa edición estuvo presentada con sus índices correspondientes por Manuel Sol Tlachi, y salió a la luz pública en coedición con la Secretaria de Educación y Cultura del Estado de Veracruz, cuando fue su secretario Guillermo H. Zuñiga Martínez. Mientras en nuestra Máxima Casa de Estudios el secretario académico era Rafael Hernández Villalpando.
            Vale la pena asomarse a las páginas de El Caracol Marino, porque Librado Basilio logró integrar el consejo editorial con Aristeo Rivas, Jorge Isaac Saldaña, Carlos Juan Islas, Leobardo Chávez Zenteno, quien cuando permaneció al frente de la Editora de Gobierno del Estado de Veracruz promovió la publicación en dichos talleres de las hojas que formaban estas páginas literarias. El asesor de arte fue Ramón Alva de la Canal.
También pueden ubicarse algunos breves cuentos de José Benigno Zilli, los primeros poemas de Miguel Molina, algunos textos de Juan Cervera. Versos de Manuel Maples Arce, Alejandro Gómez C, Carlos Juan Islas, Enriqueta Ochoa, Joaquín Antonio Peñaloza, César Rodríguez Chicharro, y Fermín Estrella Gutiérrez, entre otros autores. 
Enriqueta Ochoa ofreció: “Su destino”; “Recorrió el verano /  brincando en un solo pie / y su verano fue una estrecha hilera / de ladrillos /  en la boca inacabable de un desfiladero.” Aparecen los primeros versos de Marian Tousaint, y se recogen ilustraciones de Ramón Alva de la Canal.
Se dieron a conocer los primeros acercamientos a la poesía de Salvador Díaz Mirón, realizados por Manuel Sol Tlachi. En un lugar sobresaliente se distinguen los  tres poemas de Efraín Huerta, de quien el presente año celebramos el centenario de su nacimiento. Son versos dedicados a sus hijos y a una amiga. Es imprescindible la lectura en voz alta de su “Breve canto”: “vendrás como un silencio nacido de mi cuerpo / hijo mío de suspiros / y lágrimas corriendo; / vendrás como sollozos, / temblando, / deletreando / el rumor de la sangre /  fugitiva de rosas; / vendrás, estoy queriéndolo, / rodando suavemente / como ruedan los astros / sobre la seda o cielo”. Y a su hija, Efraín Huerta le escribió; “Danza el poema en ti. Danzas tú en el poema, / en el primer poema”.
Julio Cortázar escribió que: “Todo mañana es la pizarra donde te invento y te dibujo”. Por lo cual las personas pueden a cada instante recobrar imágenes o buscar informaciones del pasado, o en todo caso imaginar lo que fue el inicio de ciertos personajes. En el número 2, abril-junio de 1952 de la revista Universidad Veracruzana, se encuentran las raíces culturales de Jorge Isaac Saldaña Hernández. Vale la pena admirar las cinco fotografías y discursos de su participación en el segundo concurso estatal de oratoria, en donde obtuvo el primer lugar. Además de la disertación con que alcanzó el tercer sitio a nivel nacional, que tuvo efecto el 17 de junio de 1952, en San Luis Potosí, en el imponente Teatro de la Paz.
Jenaro Vázquez Colmenares,  de Colima resultó entonces campeón del Quinto Concurso nacional de Oratoria;  el segundo lugar correspondió a Porfirio Muñoz Ledo, en representación del Distrito Federal.  Jorge Isaac Saldaña destacó que: “Si nuestro Veracruz ha dado a la literatura musical páginas de belleza hondamente popular con Agustín Lara, San Luis ha heredado al mundo un tesoro de insospechadas, joyas melódicas con el Sonido 13 de Julián Carrillo. Si hemos tenido a Manuel Carpio, bardo  enamorado del paisaje cálido de las costas, ustedes han aumentado el prestigio de la literatura americana con el bucólico por excelencia, el José Othón de los paisajes”.
Sin embargo, Jorge Isaac Saldaña dio a conocer su “Elogio a Xalapa”, en donde  describió su inspiración literaria: “Todas las calles xalapeñas, señores, comienzan y tienen en su principio, la poesía sencilla, espiritual y transparente de María Enriqueta, continúan siguiendo los contornos sencillos. También de Núñez y Domínguez, encumbran con el caleidoscópico capricho de Maples Arce y culminan siempre en las excelsitudes del  tres veces heroico Salvador Díaz Mirón”. Las calles, avenidas, parques y rincones de la capital veracruzana,  que acompañaron los pasos de  Jorge Isaac Saldaña hasta las aulas del Colegio Preparatorio y a un lado hacia la Facultad Jurídica de antaño en pleno centro xalapeño.
Al poco tiempo, Librado Basilio le abrió las páginas de El Caracol Marino. Desde 1954 participó con sus versos y notas literarias; fue miembro de su consejo Editorial. Años más tarde, Leonardo Pasquel rescató  su poema “Xalapa”, dedicado a la Escuela Preparatoria.  Jorge Isaac Saldaña la reconoció como fuente principal de la educación  y el recuerdo de aquellos años juveniles. “¡Óyeme tú, jaula donde se encierran/ en revuelto vaivén, sin cortapisas/y desbocadas por el pesado devenir de la mañana,/ millares de sonrisas,/ confiesa tu secreto,/ ¿Qué oculta magia tienes!/ ¿Por qué  no me la vendes…?/ Yo quiero que en mi pecho,/ anide la algazara/ de tu chiquillería. / Yo vengo a reclamarte/ con toda altanería/ que tú te has apropiado/ de la única cuantiosa fortuna que tenía. / Cuando salí de ti/ llevaba a mi memoria tu recuerdo,/ en la  mano el papel con mi retrato,/ y un buen tercio de libros bajo el brazo,/ y en mí mismo de orgullo no cabía,/ pero algo había olvidado que ya no encontraría,/ en tus aulas prendida…quedaba mi alegría”. Versos seleccionados  en el libro Cantos a Xalapa, 1972. 

Esta nostalgia de Jorge Isaac Saldaña que siempre mantuvo sobre sus orígenes en Banderilla, y la adolescencia en el Colegio Preparatorio,  resultó fundamental en el transcurso de su vida llena de proyectos culturales, como animador de medios de comunicación. Experto conocedor de la música popular, sobre todo adorador del bolero; mantuvo esta pasión hasta sus últimos años instantes en que públicamente celebró el 114 aniversario del nacimiento de otro valioso veracruzano: Ángel Agustín María Carlos Fausto Mariano Alfonso del Sagrado Corazón de Jesús Lara y Aguirre del Pino, conocido como Agustín Lara,  quien le inspiró a ocupar como un himno, a la entrada y salida  de uno de sus programas televisivos el tema de la canción: “Azul”…” “cuando yo sentí de cerca tu mirar…”. En base al epígrafe  de Víctor Hugo: "L'art c'est l'azur", concluyo estas líneas en recuerdo a Jorge Isaac Saldaña Hernández, como parte de la cultura de Veracruz.

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