Raúl Hernández Viveros
Salvador
Valencia Carmona propuso que la revista La Palabra y el Hombre, volviera a
salir con el formato original de su Primer Época que se basó en el tamaño media
oficio. Fue un reconocimiento al periodo notable de cuando se logró prestigio
internacional académico hacia el órgano más importante de la Universidad
Veracruzana. Aunque desde un principio, Salvador Valencia Carmona sostuvo que
debería, de nuevo, abrir sus páginas, esencialmente, a la divulgación de los
resultados en las investigaciones del personal académico universitario.
Hay que insistir sobre este respaldo
a los productos de investigación, porque durante esta etapa, en La Palabra y el
Hombre se ofrecieron números
monográficos. Por ejemplo, el que fue coordinado por José Velasco Toro sobre
Religión popular, identidad y etnociencia. En algunas entregas, constantemente
Feliz Báez Jorge, ofrecía sus adelantos que formaban parte de capítulos de sus
obras entonces de próxima aparición en
diversas editoriales.
Además participaron con sus
colaboraciones Gonzalo Aguirre Beltrán, José Luis Melgarejo Vivanco, Roberto
Williams García, Carlo Antonio Castro, Francisco Beverido Pereau, Carmen
Blázquez Domínguez, Soledad García Morales, Sergio Florescano Mayet, Abel
Juárez Martínez, entre otros académicos que dieron a la luz pública la difusión
de parte de sus investigaciones.
Por fortuna, Gonzalo Aguirre Beltrán
estuvo presente en las reuniones del Consejo Editorial, acompañado de Roberto
Bravo Garzón, Carlo Antonio Castro, Fernando Salmerón Roiz, Francisco Beverido
Perau, Emilio Carballido, Mario Muñoz y Jorge Ruffinelli. Cada fin de mes se
realizaban estos encuentros académicos para dictaminar los trabajos a publicar
en La Palabra y el Hombre.
Mi amistad con Gonzalo Aguirre
Beltrán se desbordaba en el respeto y admiración a esta figura de la
antropología mexicana, que siempre compartía, modestamente, aquellos instantes
valiosos con su experiencia magistral de investigador. Recuerdo la primera de edición
en 1986 de su libro Zongolica; encuentro de Dioses y Santos Patronos, incluido
en la colección Biblioteca, con una foto de Fernando Salmerón C., en la
portada.
A veces permanecía un rato más,
Gonzalo Aguirre Beltrán, y continuaba el diálogo sobre diversos temas
culturales y hasta políticos. Como un intelectual institucional se apegaba a la
integración del sistema político mexicano, y aceptaba mis comentarios críticos
sobre el derrumbe del partido de Estado. Constantemente destacaba por sus
intervenciones en eventos nacionales al lado del presidente en turno de la
república.
Durante este periodo de empatía e
interacción, Aureliano Hernández Palacios ofreció la edición de sus libros:
Testimonios de la Universidad Veracruzana y Las voces de los rectores. Por su
parte, Salvador Valencia Carmona publicó su Manual de derecho constitucional
general y comparado. José Luis Melgarejo dio a conocer Raíces del municipio
mexicano. Gilberto Bermúdez Gorrochotegui ofreció su investigación El mayorazgo
de la Higuera. Se hizo un homenaje para Alfonso Medellón Zenil, al aparecer su
investigación Nopiloa, entre decenas de libros.
Conviene recapacitar en el hecho de
que algunos rectores permanezcan en el olvido, debido a que no fueron capaces
de publicar si quiera una obra, y menos integrar un grupo de intelectuales,
académicos y escritores quienes los
hubieran asesorado en sus proyectos académicos. Es suficiente con destacar el
modelo de Aureliano Hernández Palacios, quien era un apasionado lector, autor
de varias obras y quién estuvo al frente de la investigación acerca de la
Historia de la Universidad Veracruzana.
Aureliano Hernández Palacios fue miembro
correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua, de la Academia Mexicana
de Ciencias Penales, de la Academia Nacional de Geografía, Historia y
Estadística, del Seminario de Cultura, de la Sociedad Mexicana de Criminología
y del Ateneo Veracruzano. Pronunció su
discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua, el 14 de
octubre de 1966, con motivo de los cien años de Cayetano Rodríguez Beltrán,
quien nació el 24 de septiembre de 1866, 16 de junio de 1939.
El cual fue publicado en La Palabra y el Hombre, No 41, 1967. En 1989
dio a conocer su novela “Guarino”; en la cual demostró su entrega y dedicación
a la narrativa que reflejaba la inspiración y la fuerza expresiva para ubicar
el paisaje del centro del estado de Veracruz. En sus líneas ofreció fragmentos
de sus orígenes y un verdadero amor por su tierra natal.
º Durante algunas
administraciones universitarias se acostumbraba que el rector en turno,
designara a su secretario académico como un posible sucesor. Por ejemplo,
Gonzalo Aguirre Beltrán tuvo en dicho puesto a Fernando Salmerón Roiz; Rafael
Velasco Fernández, quien en 1972 apoyó la Nueva Época de La Palabra y el Hombre
e impulsó las colecciones Ficción y Biblioteca; colocó a Salvador Valencia
Carmona a cargo del segundo nombramiento en la estructura universitaria.
Después ocupó la rectoría y respaldó por completo la labor editorial
universitaria,
En el número
conmemorativo 64, de La Palabra y el Hombre, Salvador Valencia Carmina
reconoció: “El compromiso que adquirimos es mantener el prestigio de nuestras
publicaciones. Aspiramos a que, a través de ellas, la Universidad Veracruzana
siga presente con un esfuerzo vigoroso en lo mejor de nuestra cultura
nacional”. Además en dicho rectorado se fundaron otras colecciones de libros
como Estudios Jurídicos y Políticos,
Divulgación, Textos Universitarios, y principalmente se debe reconocer
la fundación de la revista La Ciencia y el Hombre.
Desde el principio se
tuvo que colocar a Marco Tulio Aguilera Garramuño, en la dirección de la
mencionada publicación científica, quien formaba parte del consejo de
Redacción, al lado de Juan Vicente Melo y Luis Arturo Ramos, de La Palabra y el
Hombre. Hay que subrayar el rescate de
la Colección Ficción con la publicación de obras importantes como Amor Eterno de Enrique López Aguilar, Las luces del mundo de Jesús Gardea, o La eterna noche del desconsuelo, de
Jaime Turrent, entre otros títulos de los nuevos escritores mexicanos.
Luis Arturo Ramos
advirtió sobre esta novela de Jaime Turrent: “Es una larga secuencia de
imágenes escenas, diálogos, aterradores encuentros cuadros de miseria y
drogadicción que terminan por explicar el desamparo del personaje y, lo que
resulta peor que el delirium tremens
que creía producto del alcohol se convierte en la metáfora ideal para describir
a la ciudad de México”.
Resulta
transcendental reconocer la edición
facsimilar de la revista El Caracol marino, que fundó y dirigió Librado
Basilio. En 1988, se integraron 3 tomos para recoger cada una de las entregas
de esta valiosa publicación que abrió sus puertas a los escritores mexicanos, de America Latina y España. Además de ofrecer muestras narrativas
y poéticas de la literatura italiana, a cargo de las traducciones de Librado
Basilio.
Fue un verdadero
reconocimiento al fundador del Departamento Editorial de la Universidad
Veracruzana. Esta hermosa edición estuvo presentada con sus índices correspondientes
por Manuel Sol Tlachi, y salió a la luz pública en coedición con la Secretaria
de Educación y Cultura del Estado de Veracruz, cuando fue su secretario
Guillermo H. Zuñiga Martínez. Mientras en nuestra Máxima Casa de Estudios el
secretario académico era Rafael Hernández Villalpando.
Vale la pena asomarse
a las páginas de El Caracol Marino, porque Librado Basilio logró integrar el
consejo editorial con Aristeo Rivas, Jorge Isaac Saldaña, Carlos Juan Islas,
Leobardo Chávez Zenteno, quien cuando permaneció al frente de la Editora de
Gobierno del Estado de Veracruz promovió la publicación en dichos talleres de
las hojas que formaban estas páginas literarias. El asesor de arte fue Ramón
Alva de la Canal.
También pueden ubicarse algunos breves
cuentos de José Benigno Zilli, los primeros poemas de Miguel Molina, algunos
textos de Juan Cervera. Versos de Manuel Maples Arce, Alejandro Gómez C, Carlos
Juan Islas, Enriqueta Ochoa, Joaquín Antonio Peñaloza, César Rodríguez
Chicharro, y Fermín Estrella Gutiérrez, entre otros autores.
Enriqueta Ochoa ofreció: “Su destino”;
“Recorrió el verano / brincando en un
solo pie / y su verano fue una estrecha hilera / de ladrillos / en la boca inacabable de un desfiladero.”
Aparecen los primeros versos de Marian Tousaint, y se recogen ilustraciones de
Ramón Alva de la Canal.
Se dieron a conocer los primeros
acercamientos a la poesía de Salvador Díaz Mirón, realizados por Manuel Sol
Tlachi. En un lugar sobresaliente se distinguen los tres poemas de Efraín Huerta, de quien el
presente año celebramos el centenario de su nacimiento. Son versos dedicados a
sus hijos y a una amiga. Es imprescindible la lectura en voz alta de su “Breve
canto”: “vendrás como un silencio nacido de mi cuerpo / hijo mío de suspiros /
y lágrimas corriendo; / vendrás como sollozos, / temblando, / deletreando / el
rumor de la sangre / fugitiva de rosas;
/ vendrás, estoy queriéndolo, / rodando suavemente / como ruedan los astros /
sobre la seda o cielo”. Y a su hija, Efraín Huerta le escribió; “Danza el poema
en ti. Danzas tú en el poema, / en el primer poema”.
Julio Cortázar escribió que: “Todo mañana
es la pizarra donde te invento y te dibujo”. Por lo cual las personas pueden a
cada instante recobrar imágenes o buscar informaciones del pasado, o en todo
caso imaginar lo que fue el inicio de ciertos personajes. En el número 2,
abril-junio de 1952 de la revista Universidad Veracruzana, se encuentran las
raíces culturales de Jorge Isaac Saldaña Hernández. Vale la pena admirar las
cinco fotografías y discursos de su participación en el segundo concurso
estatal de oratoria, en donde obtuvo el primer lugar. Además de la disertación
con que alcanzó el tercer sitio a nivel nacional, que tuvo efecto el 17 de
junio de 1952, en San Luis Potosí, en el imponente Teatro de la Paz.
Jenaro Vázquez Colmenares, de Colima resultó entonces campeón del Quinto
Concurso nacional de Oratoria; el
segundo lugar correspondió a Porfirio Muñoz Ledo, en representación del
Distrito Federal. Jorge Isaac Saldaña
destacó que: “Si nuestro Veracruz ha dado a la literatura musical páginas de
belleza hondamente popular con Agustín Lara, San Luis ha heredado al mundo un
tesoro de insospechadas, joyas melódicas con el Sonido 13 de Julián Carrillo.
Si hemos tenido a Manuel Carpio, bardo enamorado
del paisaje cálido de las costas, ustedes han aumentado el prestigio de la
literatura americana con el bucólico por excelencia, el José Othón de los
paisajes”.
Sin embargo, Jorge Isaac Saldaña dio a
conocer su “Elogio a Xalapa”, en donde
describió su inspiración literaria: “Todas las calles xalapeñas,
señores, comienzan y tienen en su principio, la poesía sencilla, espiritual y
transparente de María Enriqueta, continúan siguiendo los contornos sencillos.
También de Núñez y Domínguez, encumbran con el caleidoscópico capricho de
Maples Arce y culminan siempre en las excelsitudes del tres veces heroico Salvador Díaz Mirón”. Las
calles, avenidas, parques y rincones de la capital veracruzana, que acompañaron los pasos de Jorge Isaac Saldaña hasta las aulas del
Colegio Preparatorio y a un lado hacia la Facultad Jurídica de antaño en pleno
centro xalapeño.
Al poco tiempo, Librado Basilio le abrió
las páginas de El Caracol Marino. Desde 1954 participó con sus versos y notas
literarias; fue miembro de su consejo Editorial. Años más tarde, Leonardo
Pasquel rescató su poema “Xalapa”,
dedicado a la Escuela Preparatoria.
Jorge Isaac Saldaña la reconoció como fuente principal de la
educación y el recuerdo de aquellos años
juveniles. “¡Óyeme tú, jaula donde se encierran/ en revuelto vaivén, sin
cortapisas/y desbocadas por el pesado devenir de la mañana,/ millares de
sonrisas,/ confiesa tu secreto,/ ¿Qué oculta magia tienes!/ ¿Por qué no me la vendes…?/ Yo quiero que en mi
pecho,/ anide la algazara/ de tu chiquillería. / Yo vengo a reclamarte/ con
toda altanería/ que tú te has apropiado/ de la única cuantiosa fortuna que
tenía. / Cuando salí de ti/ llevaba a mi memoria tu recuerdo,/ en la mano el papel con mi retrato,/ y un buen
tercio de libros bajo el brazo,/ y en mí mismo de orgullo no cabía,/ pero algo
había olvidado que ya no encontraría,/ en tus aulas prendida…quedaba mi
alegría”. Versos seleccionados en el
libro Cantos a Xalapa, 1972.
Esta nostalgia de Jorge Isaac Saldaña que
siempre mantuvo sobre sus orígenes en Banderilla, y la adolescencia en el
Colegio Preparatorio, resultó
fundamental en el transcurso de su vida llena de proyectos culturales, como
animador de medios de comunicación. Experto conocedor de la música popular,
sobre todo adorador del bolero; mantuvo esta pasión hasta sus últimos años
instantes en que públicamente celebró el 114 aniversario del nacimiento de otro
valioso veracruzano: Ángel Agustín María Carlos Fausto Mariano Alfonso del
Sagrado Corazón de Jesús Lara y Aguirre del Pino, conocido como Agustín
Lara, quien le inspiró a ocupar como un
himno, a la entrada y salida de uno de
sus programas televisivos el tema de la canción: “Azul”…” “cuando yo sentí de
cerca tu mirar…”. En base al epígrafe de
Víctor Hugo: "L'art c'est l'azur", concluyo estas líneas en recuerdo
a Jorge Isaac Saldaña Hernández, como parte de la cultura de Veracruz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario