Jesús
Jiménez Castillo
‘Periodismo’ es una palabra de uso común en
nuestra vida cotidiana, pues con ella hacemos alusión a los medios informativos
y comunicativos que dan cuenta de los acontecimientos que ocurren en nuestro
entorno inmediato, y también de otros ámbitos de carácter regional, nacional e
internacional. El término periodismo deriva del latín periodicus que hacía alusión a las actividades que se realizaban de
manera cíclica y con sentido. De esta manera, por extensión, dicho término se
utilizó para referirse a las publicaciones que aparecen regularmente como
fuentes de información, y en las que se incluyen los periódicos diarios,
semanales, mensuales, semestrales y anuales.
El periodismo, como una
forma de comunicación escrita, se remonta a tiempos muy lejanos que se pierden
en la historia de las civilizaciones, y su aparición no es particular de una
sola cultura. Primero, según los entendidos en el tema, aparece en el seno de
las élites del poder político y económico, y después se va generalizando como
un distintivo y una necesidad de las relaciones sociales y del interés por
conocernos mejor como integrantes de una comunidad. En la historia de Occidente se señala que el primer
diario que existió es aquel que Julio Cesar, el gran general y dictador romano,
hizo publicar en el “Foro Romano” -principal espacio público de la antigua
Roma-, y al que se denominó Acta diurna, o
archivo diario, en el que se difundían los acontecimientos oficiales del gobierno o
aquellos que eran de interés de la población.
A manera de curiosidad
cultural, vale comentar que en los inicios del Renacimiento italiano, a
mediados del siglo XV, comenzaron a aparecer los primeros periódicos-pago,
llamados Notizie Scritte, que contenían avisos y noticias relativas a
cuestiones comerciales y económicas que daban cuenta de la actividad laboral y
cotidiana de los grandes centros urbanos. Por ejemplo, en la ciudad de Venecia
circulaban hojas con información comercial que se vendían al precio de una
“gazzeta” -moneda utilizada en esa ciudad y de la cual se deriva el nombre de
las gacetas que conocemos actualmente. Dichas gacetas se extendieron por toda
Europa, convirtiéndose en una forma de publicación periódica. A partir del
siglo XVIII los políticos y empresarios se dieron cuenta de la importancia que tenían
las publicaciones como medio de influencia en la población, lo que motivó su interés
en ellas, dando así inicio a la era moderna del periodismo.
En el último tercio del siglo XIX, convertido el periódico en
un medio importante de comunicación e información, y visto como un negocio
redituable, aparecieron los periódicos tal como los conocemos hoy en día. La
noticia periodística se volvió tan importante que a principios de ese mismo
siglo decimonono hicieron su aparición las agencias comercializadoras de la
información, principalmente la Agencia de Noticias de Francia, en 1944, y la
Asociación de Prensa de Nueva York, en
1848, mismas que aún perduran. La naturaleza del periódico ligada a la opinión pública y el
consumo masivo, hizo que pronto se desarrollaran nuevas tecnologías para
incrementar su tiraje, incorporando elementos de forma y contenido, como
imágenes y nuevos géneros periodísticos, para hacerlos más atractivos al lector.
Esa tendencia aún persiste, incluso, con mayor intensidad.
En esta
época, más que en cualquiera otra en el pasado, los medios periodísticos y comunicativos -con
preponderancia de los electrónicos- dominan la vida social casi en su
totalidad. La idea de una “Aldea global”, como la imaginó el filósofo y teórico
de la comunicación, Marshall McLuhan, se ha cumplido casi de manera profética,
pues las nuevas tecnologías de la información y la comunicación han reducido
las distancias entre los seres humanos a un punto tal, que lo que ocurre en
cualquier parte del mundo se convierte inmediatamente en noticia para el resto,
y más que eso, influye de manera significativa en la transformación de nuestra
realidad, impulsando muchas veces cambios radicales que trascienden, incluso,
las fronteras de los países. Baste mencionar los procesos revolucionarios que
han ocurrido recientemente en el Medio Oriente.
La
revolución tecnológica, principalmente en los medios periodísticos e
informativos, ha implicado la emergencia de una nueva forma de visualizar el
mundo, y en él, los productos de la cultura del hombre contemporáneo. Hemos
ampliado el horizonte de la acción humana con una visión panorámica que nos
permite escudriñar en lugares que antes eran inaccesibles, incluso,
desconocidos para los habitantes del mundo respecto de sus congéneres antípodas
o con habitación lejana a la nuestra.
En este sentido, los cambios también han
afectado a las profesiones vinculadas con la labor periodística. Quienes
laboran en el medio han tenido que reciclar y adaptar sus saberes a los nuevos
cambios: periodistas, difusores, investigadores, especialistas en determinado
género, expertos en los diferentes campos del conocimiento, autores, creadores,
artistas, militantes contraculturales, revolucionarios e ideólogos, críticos
del género, críticos sociales, filósofos, etc., todos ellos tienen que
inmiscuirse en una nueva realidad que está cambiando la perspectiva del mundo y
de nuestra realidad inmediata.
Lo anterior implica la revisión y adecuación
de normas de conducta, responsabilidad social y ética periodística. No sólo es
el interés por la cultura como privilegio de unos cuantos afortunados. Quienes
se dedican al periodismo, principalmente, deben tener una visión de la cultura como
un bien común que a todos importa y compromete. Por consiguiente, también son
de considerar los interese ocultos, de los cuales debemos cuidarnos, que en
realidad son intereses contraculturales negativos, pues atentan contra los bienes
de la colectividad en provecho de ambiciones particulares, sobre todo cuando
hay estructuras de poder en juego o algún tipo de utilidad económica o
política.
En esta época ha emergido una gran cantidad
de periódicos en sus diferentes modalidades, entre ellos la revista, género
periodístico que, al igual que los diarios, atiende y sirve a distintas
audiencias: niños, jóvenes, mujeres, deportistas, sectores especializados y
público en general. Su función, entre otras cuestiones, es informar,
entretener, difundir y divulgar el conocimiento. Y hago alusión a las revistas,
pues, precisamente, hoy celebramos el cuarto aniversario de Tlanestli, una publicación que para
algunos es periódico y para otros revista, lo cierto es que es una forma
diferente de hacer periodismo, particularmente periodismo cultural. Y
celebramos a Tlanestli, porque quienes participamos en su elaboración,
consideramos que el cultivo y difusión de la cultura es también un
reconocimiento a la vida humana; y que toma sentido, precisamente, a través de
los logros que la inteligencia, el trabajo y la creatividad -tanto como
manifestación del ser espiritual como de nuestra materialidad- convierten en
distintivos de nuestra forma de vida concreta.
Por último, es conveniente insistir sobre los
conceptos “periodismo” y “periodismo cultural”. Para quienes nos interesamos en
el tema, en realidad no existe una diferencia sustancial entre ambos conceptos,
pues todo periodismo que se precie de serlo es, por definición, periodismo
cultural. No obstante, por usos y costumbres, e influencia de quienes ven a la
cultura desde una perspectiva más reflexiva y trascendente, el periodismo
cultural se asume como una actividad que se ocupa, principalmente, de la
información y comunicación de los bienes de la cultura, en el sentido de
creaciones artísticas, valores y tradiciones que le dan valor agregado a
nuestra vida comunitaria.
Y estamos de acuerdo con esta apreciación
sobre el periodismo cultural, sin desdeñar el sentido holístico del término
‘periodismo’ y su relación con la cultura. Particularmente vale la reflexión
sobre el periodismo y su naturaleza cultural, cuando ocurren fenómenos sociales
que nos afectan a todos y trastocan los valores fundamentales de nuestra vida y
la transforman de manera angustiosa; principalmente ante la cauda de
información que nos produce impotencia e indignación por no poder cambiar el
estado de cosas. Es cuando vienen a nuestra mente las ideas en torno a lo que
es cultural y lo que no lo es.
Que pensar de las noticias que dan cuenta del
valor vida, que parece haber perdido todo sentido, tanto para quienes atentan contra
ella, como quienes son víctimas y sufren en carne propia la pérdida de la
misma. Qué decir de un suceso o sucesos
negativos, y radicales, que ponen en entredicho la cuestión cultural y afectan
nuestras relaciones sociales, en muchos casos destruyendo para siempre vínculos
que solamente la naturaleza puede proporcionar, o estados de indefensión e
inseguridad que atemorizan y limitan la convivencia humana.
Qué significado tiene la compra de un avión que,
según los medios informativos y periodísticos, tiene un costo superior a los
siete mil millones de pesos, y que va a servir para que unas cuantas personas
viajen con comodidades superfluas en un país de pobres, con necesidades
extremas y vitales. Igualmente, qué podemos decir de las contradicciones
absurdas que campean en nuestra forma de vida y su relación con los poderes
fácticos y los establecidos.
Qué decir de la otorgación del Premio Nobel a
una joven paquistaní –ella misma víctima de la intolerancia- de escasos
diecisiete años, defensora de los derechos de todos los niños a la educación, y
al activista hindú, Kailash, por su lucha contra
la opresión de los niños y jóvenes. Esto y mucho más se puede decir en
torno al periodismo cultural, pero el tiempo y lo grande del tema nos limitan
en estos propósitos.
Termino con una cita del maestro Marcelo
Ramírez, pensador veracruzano, que en una de sus publicaciones define de manera
magistral la idea de periodismo cultural:
“Todo el periodismo será cultural, en tanto
sirva al cultivo de los lectores y, naturalmente, habrá un periodismo cultural
que de manera específica, cumpla su tarea en el campo de la cultura, para
difundir las obras del espíritu, para promover a nuestros valores, para
reconocer y estimular a los creadores de cultura. Habrá un periodismo cultural
que coopere a elevar la calidad de vida de nuestra gente, poniéndola en
contacto, orientándola, preparándola para el disfrute de las creaciones de
nuestra herencia cultural.”
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