Yver
M. Trinidad Gabriel
Hoy día en cualquier conversación que cada uno de
nosotros tiene sobre lo que nos toca observar, reflexionar, pero sobre todo
vivir se cuela la siguiente frase: ¡Ya no existen los valores! Frase que se ha
convertido en máxima; misma que, sin
duda alguna, acarrea consigo un sentimiento de conformismo pesimista. ¿A qué me
refiero con ese sentimiento? A ese momento o lugar donde las personas que lo pronuncian y aquellos que escuchan
susodicha frase lo perciben como un diagnóstico de alguna enfermedad
terminal. La reacción que sigue es la de aceptación pasiva, dado que, pareciera
que todo está perdido, que no existe una luz de esperanza o remedio para
revertir el diagnóstico. Se conforma con lo que tiene y a su vez aniquila todo
intento no sólo de saber sino también de actuar, de ahí que digamos que es un
conformismo pesimista.
Dicha actitud se convierte en perniciosa porqué tal pareciera que ese conformismo pesimista nos
impide actuar, incluso para saber la
razón o el por qué de nuestra circunstancia actual. La filosofía que en su médula ósea lleva marcada la tarea de buscar la verdad nos puede orientar en la faena que se torna ineludible
ante lo delicado e importante que resulta atender nuestro presente para ofrecer
mejores condiciones de vida en el futuro y, por supuesto, para nuestro
presente. Sin duda alguna, el futuro que será en un tiempo nuestro presente
estará marcado por lo que se realiza hoy y que en esa proyección será nuestro
pasado.
Para curarnos de esa máxima que versa: “Quién no
conozca su historia está condenado a repetirla”, es pues, necesario ahondar en
el trasfondo de la frase que hemos señalado en la tercera línea de este escrito
para que una vez expuesto el por qué ofrecer alternativas a dicha realidad que
provoca ese sentimiento que hemos identificado como conformismo pesimista. Con
el análisis filosófico que se realice se procura reconocer tal sentimiento para que en la
medida de lo posible poder modificar nuestra conducta y con ello lograr
conocernos mejor. Ello nos permitirá
potencializar los cambios que pueden ocurrir en nuestro entorno y así
dejar ver claramente cuáles son los proyectos que se construyen a fin de
mejorar las condiciones en las que hoy se está dando la vida. Sin nada más que
agregar damos paso a nuestro análisis.
Del
génesis valorativo
En primer lugar cabe ubicar el origen de los
valores, dado que eso nos permitirá
observar lo que ha motivado al hombre a ponerlos en el horizonte de su máxima
realización no sólo personal sino colectiva. Los valores son varios y en mi
opinión, no considero que exista una jerarquía, más bien, considero que se encuentran
entrelazados formando una red circular
que nos impide visualizar en donde está el inicio y donde el final. Valorar si
uno es más importante que el otro es restar importancia a su esencia y perder
el tiempo en vaguedades, ya que, la honestidad tiene el mismo peso que la
justicia.
No se podría
ser justo si no existe la honestidad para decirlo, pero sobre todo para actuar
conforme justicia. Porque bien podríamos saber si existe una justicia con
referente a un hecho y bien no actuar conforme lo dicta la justicia, por ello
no puedo decir que uno sea más importante que otro. Aquí resulta sumamente
provechoso detenernos a reflexionar sobre la forma en cómo ha venido
mostrándose el hombre a lo largo de la historia. Me ha tocado escuchar la
pregunta de qué han hecho los intelectuales, sabios para cambiar la forma en
cómo se ve el mundo, profundizando un poco más con la pregunta podemos
enunciarla de la siguiente forma: ¿De qué nos ha servido el conocimiento, si
nos encontramos con que hasta ahora no hemos podido vivir en condiciones dignas
(y aquí no sólo me refiero a nuestro país sino a todo el planeta)?
Existen dos modos en los que la educación, en un
sentido muy general, se ha dado. La primera refiere a la tradición oral. En
ella encontramos no sólo una descripción del mundo sino también una
valorización de él. Dentro de la valorización se pondera una idea de hombre con
elementos teológicos. Baste recordar que las primeras culturas practicaban el politeísmo
y que a partir de esta creencia dotaban de sentido al mundo y su hacer. Las
figuras de autoridad que aparecieron fueron los magos, los sacerdotes y los
poetas.
La segunda
refiere a la tradición escrita, afortunadamente encontramos pluralidad de
escritos desde diferentes latitudes. Desde los sumerios pasando por los
egipcios hasta los griegos. En ellos se
puede encontrar las primeras formas de trascender el tiempo y que éstos
sirvieran para dejar más que un recuento de su época una herencia. Dentro de
los primeros libros encontramos relatos que tienen que ver con el derecho, la
autoridad y los relatos de cómo fue surgiendo el mundo. Por nombrar algunos
existe la epopeya de Gilgamesh y el libro de Hammurabi de donde se extrae la muy conocida “ley del Talión”. Con respecto
al paso de la tradición oral a la escrita existe un pasaje bíblico que nos
puede resultar de referencia, donde se narra la petición de Moisés para que
Dios mandase las leyes que servirán de guía para el pueblo liberado.
La tradición oral apareció en un primer momento,
antes que las culturas desarrollaran la escritura, aunque incluso no todas las
personas sabían leer y escribir. Esto también ocurría en el Medioevo, donde la tradición oral era propia de algunos
pueblos e incluso en estos tiempos el analfabetismo no se ha podido erradicar
del todo. Esto no quiere decir que las personas no participen de la tradición
escrita pero ponderan sobre todo los discursos que se emiten bajo herramientas
como la radio y la televisión.
¿Qué tiene
que ver esto con lo que venimos
desarrollando? Primero que nada, que en las dos formas en las que el hombre se
ha servido para trasmitir valores y conocimientos han existido personajes con
autoridad que han conferido un saber a los demás. Los ancianos son los que
ocupan la palabra para dirigirse a los demás en algunos grupos en otros es el
mago, el sacerdote y el poeta. Y dentro de la tradición escrita están desde los
pensadores libres y los filósofos. En cada uno de ellos se centra la preponderancia
de mejorar el estado en el que vive. En este sentido podemos dar respuesta a la
pregunta de la faena social que han hecho los intelectuales. No es que no hayan
aportado nada, es el hecho de que muchas veces no se les toma en consideración
para pensar su circunstancia y preocuparse por ellos mismos.
Sócrates es un personaje central en esto que venimos
reflexionando, dado que este personaje pasa a la historia del pensamiento no
sólo filosófico sino universal, dado que, su ethos o forma de ser tiene
que ver con el conocimiento de sí mismo a partir del diálogo que sostiene con
sus conciudadanos. Tomando en cuenta la referencia platónica en el diálogo que
lleva por nombre La Apología, el
héroe intelectual personificado por el
mismísimo Sócrates sostiene ante sus acusadores y aquellos de quién depende la
condena que su misión no ha sido otras que la impuesta por los Dioses, la de
incitar a los demás a conocerse a sí mismos. Haciendo valer la sabiduría
délfica que miles de griegos encontraban en su viaje de búsqueda y oración.
¿Qién es Sócrates? No es otra persona que el que se preocupa por que los demás
se preocupen por sí mismos y en su faena el encuentra la sabiduría del saber
parco, casi nulo ¿a qué saber se refiere? Al saber que no sabe nada.
Y aquí podemos cerrar este pequeño apartado tomando
como referencia este punto del saber que no se sabe. Partir de este punto no
tendría que entenderse negativamente sino todo lo contrario, es la ignorancia
la que nos debe permitir la búsqueda del
saber. Si no reconocemos nuestra ignorancia nunca tendremos por nuestra propia
cuenta las razones de porque las cosas son así, siempre dejaremos que los demás
se encarguen de informarnos. Paralelo a esto, mucho tiempo después Kant en su
ensayo ¿Qué es la ilustración? hará la
exhortación a sus conciudadanos a valerse de su propia razón, es decir, a
atreverse a pensar por sí mismos, a liberarse de la tutela de sus antecesores
para conseguir la autonomía. Cuando Sócrates interpelaba para conocer la
justicia, la belleza, lo bueno no era simplemente por el hecho de conocerlas
sino para que en la inclinación de éstas poder ver lo que es el hombre.
Las
fuentes de los valores
Lo valores se originan en el momento en que la
convivencia humana trasciende la inmediata sobrevivencia y empieza a
vislumbrarse otro tipo de organización dentro de la estirpe. Cuando el hombre
ha superado el modo en cómo sobrevive surge el ocio y en él el espacio para
poder pensar sobre los modos idóneos de la convivencia humana. El ocio es el
espacio donde el hombre no se ve forzado a preocuparse por las cosas, sino que
lo hace desinteresadamente. En ese desinterés puede reconocer las cosas tal y
como son. ¿Cómo explicamos esto? En la cotidianidad las cosas adquieren un
valor en tanto que las ocupamos para algo, son utensilios que nos ayudan a
lograr lo que pretendemos realizar, entonces las cosas se traducen en su valor
de uso. Y es en el ocio donde las cosas se muestran como lo que son: cosas. Y el
hombre se sirve de ese espacio para inquirir sobre las cosas, no ya en su
utilidad, sino en lo que verdaderamente son.
Con lo anterior, no solamente nos referimos a las
cosas sino a todo lo que suscita una preocupación del hombre. Si al hombre en
un momento le preocupa la convivencia humana y las formas, el ocio le permite
indagar sobre los modos idóneos de convivencia que rinde sus frutos tanto en la
tradición oral y escrita que hemos señalado.
Un elemento histórico que nos permite observar este
hecho es la literatura universal. En la obras de Homero, Hesiodo y Esopo
podemos encontrar los elementos propicios para enfatizar el modelo de conducta
que proponía el hombre de aquella época. La Biblia en el relato de Moisés hace
evidente la necesidad de una orientación sobre el comportamiento de un pueblo,
así los mandamientos son entregados al hombre. Así mismo en los poemas de
Nezahualcoyotl podemos encontrar elementos que pueden considerarse parte de la
educación que transmite valores a las presentes y próximas generaciones.
Estos tres ejemplos que, por supuesto, no son los
únicos sirven como guías de orientación
para dejar ver que los valores no es algo que esté de moda sino que es una
tarea que se ha dado el hombre realizar para el mejoramiento de la convivencia
humana y todavía a algo más profundo aún: la persona. En segundo lugar, podemos
decir que los valores no los crean personas ajenas a la comunidad sino que son
las mismas personas implicadas en la convivencia las que gracias a la reflexión
han dado con los valores como quien escarba en una mina ha dado con un metal
preciado. Aquí se puede destacar la labor del filósofo, del poeta, del mago que
abstrayéndose del ir y venir de las cosas ocupa su tiempo en escarbar en el
fondo de las cosas para sacar a flote lo mejor del asunto. Así resultan los valores, un esfuerzo
intelectual que nos permite observar que el hombre puede pulir su especie a
partir no sólo del conocimiento de los valores sino del hábito de ellos.
Se dice comúnmente que existen tres escuelas que
son: la casa, la escuela y la calle, que bien podemos nombrarlas como familia,
formación y sociedad. Pues bien, alguien dirá que aquí si es posible establecer
una jerarquía. Lamento desilusionar tal pretensión, dado que, las tres escuelas
o esferas de la vida están íntimamente ligadas entre sí, la familia no es si no
se encuentra en relación con otras formando -incluso en el nivel más básico de
convivencia que es el compartir una ubicación geográfica - una comunidad o
sociedad. Así mismo la escuela no tendría razón de ser si no existieran
familias que educar en pos de realizarse en una sociedad que finca sus
esfuerzos por procurar individuos que se dedique a tal tarea.
Hay otra frase que se escucha en el mismo tono que
la primera y es la siguiente: “En la casa se enseñan los valores”
Responsabilizar a la familia de todos los malestares de la sociedad no es el
principal móvil para dar cuenta de todos nuestros problemas ni tampoco habría
que hacer de la familia el chivo expiatorio. Lo anterior resulta hasta ridículo
dado que la familia se alimenta de ella misma pero también del contacto que
tiene con las otras dos esferas mencionadas. La escuela que no siempre ha
estado ahí, no habría que verla como la
única forma que ha tenido el individuo de encontrar una realización, ha estado
también cumpliendo esa tarea la iglesia, otros cultos, el arte, el teatro, la
música, las leyes y hasta las mismas formas de gobierno que se han dado
históricamente.
La familia se encuentra interrelacionada y ella no
es sin las otras dos. Los mismos individuos que forman parte de la esfera
familiar son los mismos que conforman las otras dos esferas. La historia como
gran maestra de nuestro caminar nos permite observar que en la antigüedad el
griego no hacía una distinción entre individuo y ciudad, ya que, la ciudad era
el reflejo de los ciudadanos. Era por ello que se preocupaban por la educación
y la política. Ejemplos de tal enmienda
la encontramos en los personajes de Sócrates y Platón. Como la ciudad era la morada de los individuos
se procura que los ciudadanos que la habitan cumplan con sus funciones para
perpetuarla. Existía una conexión íntima entre ciudadano y ciudad. Como
acontecimiento histórico cabe mencionar el de Sócrates. Cuando él fue condenado
a beber la cicuta sus amigos le ofrecieron fugarse e irse al extranjero.
Sócrates rechaza tal propuesta señalando magistralmente que él se considera un
amante de su ciudad y, por tanto, de sus leyes. Y que si sus leyes lo habían
juzgado lo único que tendría que hacer es aceptar el castigo que imponen sus
leyes.
En los tiempos que corren existe una separación
entre individuo y sociedad. Hoy día se protege la intimidad que cada familia
tiene derecho a tener. Se puede ser un buen ciudadano de cualquier lugar si se
paga los impuestos, si no se corrompe ninguna ley, pero ello no quiere decir
que se participa en lo que la sociedad es. Lo anterior no es así de simple.
Cualquiera podrá decir que si quiero o no participo, por dar un ejemplo, de los
honores patrios. Quizá por profesar un culto religioso o simplemente por no
encontrar en ellos una relevancia a su persona. Pero, sucede algo en ese
ejemplo que es importante señalar y es el siguiente: si no se participa de los
valores civiles que se han señalado cabe preguntarse si esa persona no ha hecho
un esfuerzo mínimo por preguntarse qué es lo que hace posible que el pueda
gozar de un nombre, de una vivienda, de una nacionalidad entre otras cosas.
¿Acaso no sería la misma pertenencia a una nacionalidad lo que le permite nacer
con derechos? Así pues no nacemos libres en un sentido absoluto, lo hacemos
bajo el amparo de leyes que nos señalan como individuos cargados de una tradición.
Decir entonces que no participo de lo que los demás hacen es ir nadando en
contracorriente, dado que, el bien colectivo se hace pensando, también, en el
bien personal.
Por tanto, aunque cada familia pueda hacer lo que le
plazca en su intimidad no podemos aislarla de lo que nos incumbe como
comunidad. Si nosotros procuramos familias aisladas crearemos personas
indiferentes a los que nos pasa. Decir que los demás están mal es de las formas
más fáciles y sencillas de dar respuesta
a lo que nos acontece. Lo que resulta más complicado es observar nuestro propio
desenvolvimiento en la sociedad y la forma en cómo actuamos. Párrafos arriba
mencionaba que son los mismos grupos de familia lo que dan vida a nuestra
sociedad, si damos cuenta de que no existen valores entonces daremos con qué la
familia no cuenta con valores. Ahora bien, una cosa es que los integrantes de
la sociedad procedan de las familias que existen y otra muy distinta la forma
en cómo nos educamos como familia.
Anteriormente
se mencionaba que han existido varios modos en los cuales la familia ha podido
encontrar una orientación para su desarrollo. Ahora en la actualidad siguen
existiendo esos modos pero ahora que la sociedad ha venido gestándose bajo el
amparo de instituciones, tenemos, pues, que dar con la necesidad misma de esos
órganos que no es otra cosa que dar cuenta de su por qué. En otras palabras
tenemos que averiguar el por qué de tales instituciones. Podemos mencionar al
DIF, SEDESOL, CNDH y algunas instancias jurídicas que velan por la seguridad
del menor, de la mujer, así como otras ONGs, AC, etc. Estás instituciones que
no son las únicas dan respaldo legal a las personas para que puedan hacer valer
sus derechos, y gozar su dignidad. Cabe agregar que no sólo es el respaldo legal
sino que mediante la aplicación de programas apoyan e informan a las familias
de modos idóneos de convivencia e integración bajo el ideal democrático. La SEP
es otra institución que funge con esta tarea tan importante. A nivel
internacional podemos mencionar la UNESCO.
Existen todavía comunidades que el acceso a este
tipo de instituciones es casi nulo debido a muchas condiciones que no
profundizaremos, pero espero que en los próximos años el acceso a este tipo de
institucionalice pueda ser factible para que las familias participen de lo que
hoy como institución la familia haga valer sus derechos que como seres humanos
se han garantizado.
Reflexiones
finales
El asunto de la educación familiar no es una cosa
sencilla, es menester ocuparnos en esa tarea con el firme compromiso de que lo
que queremos para nosotros lo que queremos para los demás, por ello debemos
cavilar lo que es la justicia, lo bueno y demás valores que pueden sostener los
pilares –recordemos- no sólo de la familia sino de la sociedad. Debe entenderse
que no es nostalgia el hecho de voltear hacia los griegos sino que pretendemos
que en esta búsqueda los griegos nos interpelan en tanto, que sirven como
experiencias vitales que han permitido y nos siguen permitiendo indagar sobre
las formas idóneas de convivencia humana.
Este ensayo, por sí mismo, no es conclusivo sino que
intenta aproximarse a un fenómeno del que parece ser que sólo pueden ocuparse
psicológos y juristas. El fenómeno familia tiene que ver primariamente con el
primer contacto que tenemos con el mundo, pues, nacemos en una familia –en el
mejor de los casos- que profesa un culto, cuenta con una identidad
(nacionalidad, género, apellido) y tiene proyectos, por tanto, la familia nos
envuelve en una esfera desde la que observamos a las distintas formas que se
desenvuelven en un espacio geográfico. Hoy día que la información fluye y casi
no conoce de límites podemos darnos cuenta de otras formas de organización que
guardan conceptos como lo es el de la familia que no solamente sirve para
encontrar la sobrevivencia sino la convivencia misma.
Indagar sobre lo que nos puede resultar más
provechoso es lo que procura este humilde ensayo, porque yo mismo me he
encontrado en la situación de querer formar una familia que haga valer lo que
se ha pensado para contar con las herramientas que permitan colaborar para que
la justicia, lo bueno y lo bello formen parte del habito familiar. Así pues,
esto es una invitación para que llevemos al terreno del pensamiento y la
reflexión una de las cosas que nos hacen ser lo que somos como especie: la
humanidad.
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