CELEBRACIÓN DEL CLX ANIVERSARIO DEL NATALICIO DE JOSÉ MARTÍ.
Wilfrido Sánchez
Márquez
Distinguidos representantes de connotadas instituciones
de Xalapa.
Estimados amigos y compañeros:
Como parte de este acto conmemorativo del centésimo
sexagésimo aniversario del natalicio de José Martí, apóstol, libertador, poeta y maestro de América, estoy ante
ustedes para comentar y leer algunos de los poemas representativos de la
escuela martiana de la poesía hispano americana.
Empezaré esta intervención con la lectura de versos que
constituyen un autorretrato de nuestro homenajeado:
Yo soy un hombre sincero
de donde crece la palma
Y antes de morirme quiero
echar los versos del alma.
Arpa soy, salterio soy
donde vibra el Universo
vengo del sol, y al sol voy
soy el amor, soy el verso.
En la introducción de su poemario VERSOS LIBRES, nos dejó una clara y precisa explicación de su particular
concepto de su creación poética:
“Estos son mis versos. Son como
son. A nadie los pedí prestados. La poesía tiene su honradez y yo he querido
siempre ser honrado…Así como cada hombre trae su fisonomía, cada inspiración
trae su lenguaje. Amo las sonoridades difíciles, el verso escultórico, vibrante
como la porcelana, volador como un ave, ardiente y arrollador como una lengua
de lava”.
Por lo que hace a la forma y el estilo
de su vena poética, nos dejó dicho:
“Amo la sencillez y creo en la
necesidad de poner el sentimiento en formas llanas y sencillas. Contra el verso
ornado, el verso natural”
Esta tendencia se advierte con claridad en el siguiente cuarteto:
“Mi
verso es de un verde claro
y de un carmín encendido:
mi verso es un ciervo herido
que busca en el monte amparo”.
Martí se inclina decididamente y lo demuestra con hechos concretos por la
función social del arte y de la estética explicándola de esta manera:
“Lo que ha de hacer el poeta de
ahora es aconsejar a los hombres que se quieran bien, y pintar todo lo hermoso
del mundo de manera que se vea en los versos como si estuviera pintando con
colores, y castigar con la poesía, como un látigo, a los que quieren quitar a
los hombres su libertad, o roben con leyes pícaras el dinero de los pueblos, o
quieren que los hombres de su país los obedezcan como ovejas y les laman las
manos como perros”.
Martí era partidario de una literatura que facilite al pueblo, aún en
condiciones sociales y culturales adversas, encontrar acceso al arte. Para
clarificar su ideario político escribió:
“Para andar entre las
multitudes, de cuyos sentimientos y alegrías el poeta quiere hacerse
intérprete, ha de oír todos los suspiros, presenciar todas las agonías, sentir
todos los goces e inspirarse en las pasiones comunes de todos…Es preciso vivir
entre los que sufren. Por grande que sea el poeta, antes de que pueda encontrar
los sonidos vigorosos que alientan los corazones, anuncian los grandes sucesos
y los inmortalizan, fuerza es que el pueblo goce, bendiga, espere y condene.
Sin estas condiciones, el poeta es planta tropical en clima frío. No puede
florecer.”
Algunas de las creaciones encuadradas en la escuela poética martiana son
las siguientes:
Oculto en mi pecho bravo
La pena que me lo hiere:
El hijo de un pueblo esclavo
Vive por él, calla y muere.
Estimo a quien de un revés
Echa po tierra un tirano:
Lo estimo si es un cubano
Lo mismo que aragonés.
Una evocación de un hecho acaecido durante su niñez Martí escribió los
versos siguientes:
El rayo surca, sangriento,
El lóbrego nubarrón.
Echa el barco, ciento a ciento
Los negros por el portón.
El viento fiero quebraba
Los almácigos copudos;
Andaba la hilera, andaba,
De los esclavos desnudos.
El temporal sacudía
Los barracones henchidos:
Una madre con su cría
Pasaba dando alaridos.
Rojo como en el desierto,
Salió el sol del horizonte;
Y alumbró a unesclavo muerto,
Colgado a un ceibo del monte.
Un niño lo vió, tembló
De pasión por lo que gimen:
¡Y al pie del muerto , juró
Lavar con su vida el crimen!
La problemática social es una
constante en la poesía martiana.
Esta corriente influye en los creadores e intérpretes de la expresión artística de la música, la danza, la
pintura y el teatro de su tiempo y después de él.
Su estancia en México fue aleccionadora y productiva. Entabló relaciones
intelectuales y anímicas con notables personalidades, entre ellas: a Manuel
Mercado, Guillermo Prieto, Ignacio M. Altamirano, Ignacio Ramírez (el
Nigromante), Juan de Dios Peza, Justo Sierra, Agustín F. Cuenca y Manuel María
Flores, entre otras.
Fue proverbial la amistad que cultivó con D. Manuel Mercado a quien dedicó
estos versos:
Tiene el conde su abolengo,
Tiene la aurora un mendigo,
Tiene ala el ave: ¡Yo tengo
Allá en México un amigo.
Fue tan grande la influencia de Martí en la intelectualidad mexicana que cuando el apóstol cubano murió
combatiendo por la independencia de su país, Justo Sierra le dedicó este bello
poema:
En la lira de América pondremos
Tu cadáver, así lo llevaremos,
En nuestros propios hombros a la Historia:
En la paz de tu noche funeraria
Acaso, como lámpara de gloria
Brille un día tu estrella solitaria.
Y Juan de Dios Peza escribió:
Murió cual lo soñaba su ardimiento:
“Cuba libre” diciendo cual plegaria,
Y empapando con su sangre el campamento
Al fulgor de su estrella solitaria.
Podríamos seguir hablando largo
tiempo sobre la vida y la obra del apóstol José Martí; sin embargo, deseo
concluir mi modesta participación en este homenaje diciendo el poema clásico,
pleno del más profundo humanismo, la joya de la poesía hispano americana: LA
ROSA BLANCA:
Cultivo una rosa blanca
En julio como en enero,
Para el amigo sincero
Que me da su mano franca.
Y para el cruel que me arranca
El corazón con que vivo,
Cardo ni ortiga cultivo:
Cultivo la rosa blanca.
Xalapa, Ver. A 28 de enero de 2013.
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