ESPACIO CIUDADANO
Jorge E. Lara de la Fraga.
“Un pueblo analfabeta es un pueblo ausente. No queremos
veracruzanos
ausentes del desarrollo…” R.H.O.
Corría el año de 1974
y se acercaba el relevo gubernamental en nuestra Entidad; aunque varios
tricolores le apostaron a la candidatura de Manuel Carbonell de la Hoz (tiempos
del partido hegemónico), las circunstancias políticas de ese entonces le fueron
adversas al Subsecretario de Gobierno y surge esplendente el lema Unidad y
Trabajo en derredor de la figura del licenciado Rafael Hernández Ochoa, el
orgullo de Vega de Alatorre y hombre cercano al Presidente de la República,
Lic. Luis Echeverría Álvarez. Me desempeñaba en ese entonces como Director de
la Escuela Primaria Anexa y como catedrático de la ahora Benemérita Escuela
Normal Veracruzana. Fue en ese tiempo cuando recibí la llamada telefónica del
maestro y amigo Guillermo Héctor Zúñiga Martínez, para invitarme a la campaña
del señor Rafael, en razón de que el colega era pieza clave de su grupo
político en busca del voto ciudadano. Le expresé con claridad al cordial
normalista vikingo que no aceptaba su amable propuesta, por razones personales
y además porque tenía una tarea directiva bajo mi encomienda. Agregué que
posteriormente, ya definido el proceso electoral, podríamos abordar el asunto
de una posible colaboración.
Transcurrió el lapso correspondiente y ya en las
postrimerías del mes de noviembre de 1974, nuevamente el futuro Director
General de Educación Popular me citó para encargarme ciertas labores técnicas
de cobertura estatal. Me vi precisado a deslindarme formalmente de la Dirección
de la Primaria Anexa y a partir de diciembre me incorporé a una desconocida y febril
aventura, con el reto medular de poner orden en la organización técnico –
administrativa de los Centros de Iniciación Pedagógica (los CIP), ubicados en
las localidades de Carrizal, Los Reyes y Acececa. Ahí empezó, en el naciente
Departamento Técnico de la Subdirección de Educación Rural, una serie de
acciones para configurar un anteproyecto de Plan de Estudios que permitiera la
conformación idónea de docentes destinados al ámbito rural de la geografía
veracruzana.
A continuación narro de manera concreta lo que se hizo, con
el respaldo de un heroico y reducido equipo de apoyo, contando en todo momento
con la confianza del director de la DGEP, para arribar a una respuesta
institucional inmediata destinada a los inquietos adolescentes y jóvenes de
tales planteles amorfos. Para precisar, es menester expresar que el nuevo
Gobernador entendía la urgencia de reestructurar orgánicamente los CIP, toda
vez que en dichas instituciones se estaba preparando de manera deficiente a los
futuros profesores rurales y además sin oportunidad de obtener plazas otorgadas
por la Federación o el Estado de Veracruz, ante la ausencia de un título
profesional. Abundando más sobre el caso, con el establecimiento de la plaza
única, no era justo ni congruente ofrecer la misma situación administrativa y
salarial a un joven egresado de una Escuela Normal, con 4 años de estudios
post-secundarios, que al escolar que cursaba propiamente 3 años de secundaria y
1 año de iniciación pedagógica.
En mi carácter de responsable del proyecto renovador y con la venia de mi superior, estructuré un
plan de trabajo general, que comprendía, entre otros, los siguientes rubros:
Investigación de antecedentes y fundamentos de los CIP, conocimiento de su
organización y funcionamiento, estudio de los planes de las escuelas normales
rurales de la SEP, análisis del plan de estudios de la BENV, encuestamiento a
alumnos y maestros de los CIP, obtención de un anteproyecto de plan de estudios
y la realización de un seminario o congreso para enfocar críticamente y avalar,
en su caso, el nuevo modelo curricular. Tanto la maestra Esther Olmos Castor,
como mi amigo y contemporáneo docente Marcos Pérez Córdoba, así como un
servidor, nos “lanzamos al ruedo” con fervor y entusiasmo para efectuar las
acciones predeterminadas. Frenéticamente, a marchas forzadas, se trabajó
durante 4 meses y medio. Se aplicaron encuestas, se elaboraron cuestionarios,
se hicieron registros y gráficas, se diseñaron escalas estimativas y se
formularon informes diversos; además, se llevaron a cabo investigaciones
documentales y de campo, se analizaron los diversos planes de estudio de
educación normal, sin dejar de lado las entrevistas, las visitas a dependencias
e instituciones educativas y el diseño preliminar de una propuesta.
Como expresaba en la primera parte de este comentario, en el
año de 1974 había varios jóvenes del medio rural que estaban estudiando en los
Centros de Iniciación Pedagógica y su futuro era incierto, tanto en lo escolar
como en lo laboral. Enterado el C. Gobernador, Lic. Rafael Hernández Ochoa de
tal problema, le indicó al Director General de Educación Popular, Profr. Y Lic.
Guillermo H. Zúñiga Martínez, atender a la brevedad dicho caso y ofrecer
soluciones a esos muchachos. Ante ello el Departamento Técnico de la Subdirección
de Educación Rural, bajo mi encomienda, trabajó a marchas forzadas y se logró
un anteproyecto de modelo académico para ponerlo a la consideración y análisis,
en una reunión o foro estatal de educadores. Fue en la localidad de Carrizal,
del Municipio de Emiliano Zapata, donde se llevó a cabo el Seminario de
Estudios Superiores de Educación Rural, del 22 al 25 de mayo de 1975, con la
presencia de la máxima autoridad del Estado de Veracruz y la participación de
autoridades educativas, maestros, especialistas, alumnos, invitados especiales
y catedráticos normalistas y universitarios. En razón del espacio disponible,
únicamente incorporaré generalidades de la fundamentación de ese plan de
estudios de los CESER (Centros de Estudios Superiores de Educación Rural) Tal
documento se estructuró bajo los siguientes apartados: Datos previos,
consideraciones para un nuevo modelo, sustentación básica, áreas formativas,
objetivos generales y particulares y mapa o estructura curricular. Dicho Plan
se cursaría en 4 grados profesionales (8 semestres), posteriores a los estudios del ciclo
secundario.
Sobre el entendido de que los nuevos docentes deberían
poseer una formación integral y disponer de las herramientas imprescindibles
para superar los obstáculos de la dura realidad rural, se les otorgó mayor
importancia, en ese instrumento académico, a las áreas de formación
psicopedagógica, formación humanística y formación tecnológica – agropecuaria,
sin dejar de considerar, complementariamente, la formación científica y la formación
físico – artística. Puedo aseverar sobre el particular que durante 9 a 10 años
estuvo en vigencia esa estructura curricular en las instituciones formadoras de
docentes de Carrizal y Acececa, que sus egresados cumplieron cabalmente con su
misión humanística y sociocultural. Muchos de ellos, con su documento
recepcional como distintivo de superación, tocaron después las puertas de instituciones superiores para cursar
dignamente licenciaturas y postgrados de diversa índole.
Amerita destacarse que ese esfuerzo gubernamental e
institucional desplegado en los años de 1974 y 1975 (durante aproximadamente
165 días), es uno de los últimos capítulos educacionales donde la entidad
veracruzana pudo hacer valer su soberanía académica (formación normalista) ante
la federación. Con el advenimiento de los planes de estudios normalistas de la
SEP (de los años 80), otorgando el grado de licenciatura, se vigorizó aún más
el centralismo del Altiplano, el cual como fenómeno requiere o demanda de un
análisis serio y profundo por parte de los estudiosos y expertos de la materia.
Tal proceder prepotente supone que la provincia está en la orfandad
psicopedagógica y humanística y que sólo la Meseta del Anáhuac posee la verdad
primigenia.
En mi interior y a la distancia cronológica todavía resuenan
en mis oídos las vigorosas palabras del entonces gobernante Hernández Ochoa,
cuando inauguró el Seminario de Estudios Superiores de Educación Rural: “… Por
eso queremos crear maestros con mayor capacidad técnica, con mayor capacidad pedagógica;
pero, sobre todo, con mayor conocimiento de los problemas nacionales, con mayor
conocimiento de los problemas de Veracruz, con mayor profundidad en las
necesidades del campo y con conciencia del deterioro brutal que estamos
haciendo de nuestros recursos naturales… No queremos maestros elitistas. No
queremos exquisitos de la pedagogía. Queremos y anhelamos maestros esforzados,
formadores genuinos, seres positivos provenientes del medio rural…”
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