Juan
Francisco Gaspar Velazco
Hablar a los
jóvenes sobre nobles y elevados
principios es un género de retorica
sagrada.
José
Enrique Rodó
En esta
época del alboroto, de la prisa, de la
velocidad, de la eficiencia y del confort se ha caracterizado a nuestro mundo
desde la mirada reduccionista que todo convierte en cosa, los individuos son
estudiados ya no por la historia, la filosofía, la antropología o por la misma matemática,
hoy día son puestos bajo la lupa de la demografía, la estadística y la
probabilidad; la pregunta central es Cuánto, un ejemplo lo notamos en el
servicio de salud, lo que interesa es cuantos pacientes atienden, no importa la
calidad de la atención; en nuestro sistema educativo notamos que los estándares
para calificar la enseñanza tiene que ver con el numero de los egresados sin interesar el conocimiento, la dimensión ética, las
cualidades morales que permitan al egresado reflexionar sobre su mundo.
“el progreso
científico y tecnológico, característico de la sociedad posmoderna ha hecho
posible la producción a gran escala de cualquier tipo de satisfactores de
necesidades. Este fenómeno ha influido para que, en todos los estratos socioeconómicos,
tanto en países desarrollados como en
vías de desarrollo, se incrementan de manera sustancial las aspiraciones de
consumo en comparación con otros momentos de la historia de la civilización
humana.”[1]
El mundo se encuentra viviendo una era
que le viene bien el pseudónimo “la época del contagio”, hoy se habla de manera
arbitraria de aspiraciones, de fantasía, de sueños, pero estas no son
contextualizadas, se vive una época en donde todo parece que el progreso
tecnológico es por contagio, que la posesión de objetos nos hace iguales a
quien los poseyó primero, estos nos conduce a inclinar nuestro concepto de
felicidad al mero utilitarismo de las cosas.
A decir de Vereecken y Maes (2006) los adolescentes consumen a través de la vista; la televisión los conduce, les presenta anuncios
tales como bebidas y botanas, del mismo modo este medio de comunicación (la
televisión) nos ha llevado a consumir poco nutrientes; hoy nos encontramos con
adolescentes y jóvenes con alto grado de
desnutrición inconscientemente inducida, situación que afecta su ámbito escolar, su crecimiento físico,
pero eso no importa porque comen la suficiente chatarra para ser felices; se
habla de felicidad desde el elemento cuántico de la cuestión, es decir, la
felicidad hoy es objetivamente asequible,
se compra, se consume. De donde surge
esta noción cosificante de la felicidad
es en la filosofía pesimista de Arthur Schopenhauer quien caracterizó a la felicidad de la manera
siguiente: “lo único que realmente existe en el mundo es el dolor y el
sufrimiento, ambas son la constante de la vida y su interrupción
es comúnmente identificada con la
felicidad, por ello la felicidad
consiste en la negación de lo que es”[2].
Esta percepción de lo que es ser feliz nos conduce al olvido de que el hombre es ante todo un ser
evolutivo, en este sentido el hombre debe convivir con lo bueno y lo malo que existe en el
mundo, pero el punto de vista que ahora impera es el de relacionar a la felicidad con el placer, el cual se
encontrará en lo externo, por lo tanto este se debe adquirir.
El siglo XX fue
el escenario en donde las modas imperaron a través del consumo y quien fue el asiduo
consumidor de estos productos fue el joven “ser joven es andar a la moda” esta idea
llevó a recategorizar el concepto de juventud. En adelante esta etapa
será temporalizada y la caracterizará la parranda, la irresponsabilidad,
el error, la fuga, etcétera. Lo anterior
llevó a olvidar el principio romántico de la juventud, el cual sostenía que lo joven estaba en el espíritu, en las
ganas del cambio y en la inquietud. En la cultura española, en especifico la de Castilla y Aragón se le denominó al
infante como el que debería modificar, transformar, revolucionar o
repensar su entorno, tal mención fue borrada por la idea que exhibe al joven como dependiente que debe ser formable, educable y que todo su
actuar forma parte de su larga lista de
errores de juventud.
La concepción en
torno al termino de juventud hoy se
presenta por perspectivas para su análisis, cosa verdaderamente arbitraria,
dado a que al joven lo convierte en un
objeto raro que debe ser estudiado “los distintos elementos considerados
pueden abandonarnos y abandonar una imagen de lo juvenil poliédrica en lo que refleja, compleja en lo
que transmite, heterogénea, como nos dice
José Antonio Pérez Isla en cuanto a las diferentes juventudes que forman
la juventud en sentido ideal del concepto, pues en este caso la suma de partes
no pueden formar un todo…”[3]
.
Lo que esta cita
nos pone a debatir es el hecho arbitrario
de generalizar la juventud, se le ha dimensionado desde lo que se quiere que sean ellos, se ha
conducido el concepto a definir lo que
se es y se debe, pero la actualidad nos muestra que esta postura reaccionaria hoy
tiene su contraparte, ya no se puede construir la juventud, es ella la que se irá
realizando históricamente. “no podemos por tanto someternos a definiciones
únicas y definitivas, de lo contrario el joven
se le están poniendo dimensiones deshumanizantes”[4].
“…los jóvenes generan su propia construcción. Esto transforma radicalmente su
deber ser joven presente en función de su deber ser según sus propias intenciones.”[5]
Esta noción
reduccionista, acomplejada y reaccionaria se ha manifestado en la cotidianidad de nuestras familias en torno
a esas aspiraciones que se relacionan con la competencia, la
flexibilidad, la eficacia. Los jefes de familia
exigen que los jóvenes cumplan
con un proyecto trazado desde el exterior, hoy día se exige la preparatoria, la licenciatura, el
doctorado, etcétera y todo esto se debe hacer de manera pronta, dado que el estándar de moda marca que hay
que ser doctor a temprana edad, sin importar
la inexperiencia, hay que recordar que lo que aqueja es lo cuántico, no que ese doctor, realmente
sepa; los jefes de familia han sido
contagiados también por ese
espíritu que le llaman aspiraciones de
consumo y esto se ha trasladado a la enseñanza, el aprender ya no es más una necesidad para desarrollar
las potencialidades humanas, el saber hoy
es visto como un objeto mas de compra y venta; esta noción economicista le ha dado importancia a ciertos tipos de
saberes los que tienen que ver con lo tecnócrata, ya poco se habla del saber cómo
sabiduría, se le trata como mera
cuestión artificial.
Esa percepción
que llevó a pensar a la calidad humana desde el ingreso, desde necesidades básicas insatisfechas, del desarrollo y de la vida plena condujo a
una sociedad fatigada, agobiada, sin
alma y perseguidora del éxito, el cual de antemano nunca se
alcanzará, debido a que la condición humana que hoy se vive se sostiene en la
insatisfacción debido a que los estándares de calidad cada día son más
difíciles de alcanzar.
Esta absurda
carrera por el éxito fundamentada en una
amplia bibliografía nos ha gestado una generación que ya se hartó de esa
ilusión, debido a que ha marcado a nuestra raza humana, en nombre de ese éxito a hombres y mujeres en plenitud de su vida lo
han abandonado todo, han tenido que emigrar a territorios en donde según
la teoría del placer se encuentra
la verdadera satisfacción. En
nombre del éxito tenemos una frontera
mexicana completamente marcada por las cruces de quienes han querido alcanzar
el sueño americano. En nombre de la
posesión, priorizando la propiedad hombres y mujeres en edad juvenil han puesto su vivir al máximo, siendo
perseguidos, estigmatizados y todo por
que las aspiraciones de riqueza que se divulgaron en esta sociedad de consumo
solo podrán ser satisfechas en las parcelas
ilícitas del narco. Este México que de antemano nunca ha sido
culturalmente homogéneo hoy se encuentra roto por identidades que se han
generado gracias al no cumplimiento de los proyectos de libertad comercial, estabilidad y
satisfacción, esto ha provocado una exaltación de lo urbano y un desprecio por lo rural
situación que ha generado una
extrapolación social. La intensa persecución por la profesionalidad ha conducido a mujeres a decidir el no ser
madres, cosa que de antemano debe respetarse debido a que el factor que nos
hace verdaderamente humanos es la decisión; el punto reside que no hay condiciones para el sostenimiento de la familia, por tal
motivo las jóvenes parejas tienen que desprenderse de una vida para poder vivir
ellos.
Esta sociedad tecnificada en donde se nota una
constante deshumanización, la
virtud y la cualidad sexual que ante todo
es una beneficio que se comparte
entre humanos ha sido también superficialmente cubierta de
categorías correspondientes a la bestialidad, tal situación conduce a
nuevos aspectos compartamentales que
llevan a tendencias de perversión
que esto debe ser entendido como actividad que se le impone al
otro. En este escenario la música representa la ventana o el altavoz
por donde se grita ya basta, es
la música la que quiere expresar las verdaderas intensiones de la juventud;
hay corrientes que buscan coartar la expresión musical, por fortuna eso
aun no se ha logrado.
En esta primera década y a inicios de la segunda del siglo XX ha dado muestras de una renovación, ha renacido un espíritu inquieto,
consecuencia de décadas de hastío: por
todas partes del orbe se ha mostrado la insatisfacción y se ha puesto de manifiesto la inconformidad contra el autoritarismo cultural y
económico, ya sea en el mundo árabe, sea
el espíritu indignado europeo, sumándose
las voces de la juventud chilena,
además de los pacifistas, ecologistas; en nuestro ámbito local, la
sociedad estudiantil jalapeña, desde luego el Yo soy 132, el movimiento del
Chilam Balam; todos ellos y
nosotros en distinto idioma, en
distintas partes del planeta nuestro
grito de guerra contra este búmeran
social que nos han puesto las dictaduras
es desde aquel 1961 en que se construyó
el muro de Berlín y seguirá siendo: déjennos pasar.
[1] Aparicio A. 2009. Felicidad y aspiraciones crecientes de consumo en
la sociedad postmoderna. Revista Mexicana de Sociología 71:1. Pág. 1
[2] Ídem 3
[3] Taguenga J.A. El concepto de Juventud. Revista Mexicana de
Sociología (2009) 1:139-10. Página 2
[4] Ídem 3
[5] Ídem 4
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