jueves, 17 de septiembre de 2020

Cuidado con los coyotes


Fernando Hernández Flores*

Transcurrían las primeras tres décadas del siglo XX. La situación económica en el país era muy complicada para la mayoría de los habitantes. La riqueza estaba concentrada en unas cuantas personas. En Los Altos, dos niños quedaban al  cuidado de su abuelo. Su padre acababa de fallecer de una manera inexplicable y su madre decidió no hacerse cargo de ellos. La gente murmuraba que los coyotes se comían a las personas, en especial a los niños. Por lo que, el temor rondaba entre las familias campesinas de aquellos tiempos. 

Don Luis, el abuelo de los niños, era peón, pero a la vez hacia carbón con su esposa para ir a venderlo a la cabecera municipal. Por lo que, tardaban mucho tiempo al trasladarse caminando del pueblo a la ciudad. Los niños se quedaban en la casa y ninguno de los dos asistía a la escuela.  Padecían el hambre y experimentaban la pobreza extrema. Juanito, el hermano mayor se ponía a cocer maíz y martajándolo le preparaba unas gorditas a su hermanito. De eso, se alimentaban los dos pequeños. 

Con el tiempo, el abuelo le fue confiando varias tareas a Juanito. Don Luis se lo llevaba a trabajar en el cultivo de la papa. En cierta ocasión, hizo unos hoyos profundos entre los matorrales y ahí metía al niño o los niños para protegerlos de los coyotes, mientras don Luis realizaba el trabajo pesado. Le decía al niño: - ¡Cuidado con los coyotes! Si los escuchas aullar no hagas ruido y no grites. Haz como si nada, más si están cerca. Tú quédate ahí en el hoyo, por favor. Juanito era un niño obediente. 

Juanito y su hermano no conocieron ropa nueva ni huaraches por varios años, si acaso su ropa que traían puesta se encontraba con muchos remiendos. No tuvieron la fortuna de tener televisión blanco y negro, en la infancia. Sus abuelos estaban grandes y los adoraban, pero no tenían las suficientes fuerzas ni recursos económicos para levantarlos. Sin embargo, los dos niños fueron creciendo poco a poco. 

A los 10 años, Juanito vio a una jovencita que contaba con 17 años de edad y le atrajo demasiado, desde ese momento se enamoró. En sus adentros, él exclamó: - ¡Cuando sea yo grande quiero que ella sea mi novia! Y un fuerte suspiro, salió del aún niño.

Llegó la adolescencia y Juanito trabajaba cuidando los borregos de su abuelo, los cuales logró obtener gracias a la venta del carbón. Siempre estuvo pendiente de su hermanito que también fue creciendo. A determinada edad y sintiéndose seguro buscó a la mujer que amaba desde pequeño, Georgina. Ella notó que era muy trabajador, es así que lo aceptó como novio. Pasó un corto tiempo y se casaron por todas las de la ley.

Juanito, ahora don Juan se fue socializando y fue haciendo amistades en el municipio y otros municipios. Tuvo la oportunidad de acercarse a la organización de los campesinos veracruzanos y participó en varias reuniones importantes, defendiendo a los productores de papa, del carbón y los criadores de borregos. Fue tan querido por la sociedad don Juan que hasta el presidente municipal le gustaba ir a comer a su casa y le pedía consejos. Pasaron diputados y hasta gobernadores que se hicieron amigos de don Juan. Dos gobernadores lo visitaron en su hogar y sus hijos conocieron a don Rafael Hernández Ochoa y a don Fernando Gutiérrez Barrios.



Don Juan se volvió un líder campesino natural, defensor de la causa agraria. Fue un excelente productor de papa. Posteriormente lo nombraron Presidente de la Unión Estatal de Productores de Papa y con ese cargo logró abrir mercado en Estados Unidos y otras partes, se volvió un gran exportador. 


Entre sus recuerdos, don Juan comentaba que el estrenó por primera vez uno huaraches a los 17 años. Nunca se sintió huérfano, al contrario amó a la tierra y se entregó por completo a ella. En sus reuniones comentaba: - Allá por mi pueblo hay muchos coyotes, unos nos comen porque son salvajes y otros abusan de nosotros comprando nuestra papa al precio que se les antoja. Por eso me cansé y gracias a que me escucharon, logramos que nuestro pueblo saliera adelante. Así que, ¡Cuidado con los coyotes! Su nombre sigue haciendo eco desde Los Altos y ahí se ve a don Juan Morales Pedraza, un hombre trabajador del campo mexicano.


(*) Autor del libro Andanzas Interculturales de Tepetototl, 2020. Escritor veracruzano apasionado del campo y la poesía. Correo: venandiz@hotmail.com Twitter @tepetototl

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