jueves, 16 de marzo de 2017

La mujer de ayer, de hoy y de siempre


Angélica López Trujillo

Hoy estamos celebrando un año más  del DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER.  Esta  fecha me oprime el corazón haciéndome reflexionar de mi paso por la vida,   ya que es bastante largo.  Pone  frente a mis ojos casi,  casi  los mismos cuadros de pobreza de injusticia de marginación y dolor de la mujer.
Esa mujer que aún no tiene conciencia de su realidad. Conociendo    que los patrones culturales que la mujer ha vivido en su momento histórico son factores determinantes de sus funciones dentro de una sociedad,   hago un balance entre el ayer y el hoy,   sin ser pesimista, llegó a la conclusión que al menos en la época prehispánica la mujer fue respetada admirada y contemplada dentro de su ambiente social.  Su voz tuvo eco en el CALPULLI  para proponer alternativas en beneficio de su barrio y familia.  Admirada  por el hecho de concebir fue divinizada ante esos dos manantiales lácteos que brotaban de sus senos para alimentar a sus hijos cuando arribaban a la vida.
Esto demostró el adelanto de los pueblos prehispánicos ya que los hombres dieron respeto y apoyo a la mujer logrando el progreso de sus naciones. 
En la época  colonial se devalúa el concepto de la mujer y pasa a ser simplemente un objeto decorativo que sólo servirá para procrear y atender a su esposo dentro de las labores del hogar. 
Esto sucede con la mujer criolla, en la indígena se marca una inmensa desigualdad entre su esposo y ella siendo eternamente sirvienta o esclava.
No  obstante estas diferencias de patrones culturales surgen mujeres extraordinarias como Sor Juana Inés de la Cruz y dentro del movimiento de Independencia destacan mujeres que se lanzan a la lucha armada acompañando a sus esposos. 
En la época del porfiriato  surgen organizaciones feministas en las que se escriben y editan periódicos y folletos,  destacando Juana Gutiérrez de Mendoza y Dolores Jiménez Muro.  Otras ocupan puestos de mando como Carmen Alanís en Chihuahua,  Ramona Flores jefe del estado mayor de  un general carrancista y la china en el ejército de Zapata. Es imposible olvidar a las maestras, enfermeras y estudiantes que difundieron la causa revolucionaria como una esperanza de emancipación tanto para ellas como para sus esposos. Abrieron una brecha para la mujer mexicana actual en donde encontraron caminos de superación de acuerdo a sus intereses y en plena libertad al logro de sus derechos, una libertad que rompiera con prejuicios y costumbres que violaron por tantos siglos du dignidad.
La única atadura que las esclaviza sería su propia ignorancia. Y aquí llegamos al punto álgido de la realidad: tratados se firman, convenios se realizan y declaraciones de las naciones unidas sobre la eliminación de la discriminación contra la mujer, sólo han sido reales en los documentos.
La verdad de la situación de la mujer en su voz sin sonido, sin luz sus horizontes, su realidad sin conciencia.
El derecho a la educación ha sido una falacia en las zonas marginadas de extrema pobreza y aún en las periferias sub-urbanas. Hay un gran porcentaje de analfabetas. El analfabetismo que es un monstruo que destruye el valioso potencial humano.
Por esta razón hoy no quiero hablar de las mujeres que han destacado en las letras, la ciencia, la poesía, la medicina y la política; no por negarles el triunfo y el orgullo de haber conquistado esos espacios ya que las llevamos en el corazón y son ejemplo a seguir. Por esta vez mi deseo es rendir un justo homenaje a las mujeres que luchan en circunstancias adversas con las manos sangrantes y las uñas desquebrajadas cortando café y aterrando las milpas. Mujeres que luchan contra molinos de viento en quijotesca batalla para tener un espacio en los centros de salud que les brinde el derecho a parir.
Aquellas que están en las colonias, en casas de láminas de cartón, reclamando un foco que alumbre su calle para seguridad de su familia; haciendo una faena con azadón y carretilla para mejorar su camino, acudiendo a una plática de nutrición o de salud, con la esperanza que le regalen un poco de frijol o de arroz que sofocará su hambre por uno o dos días.
Hoy quiero caminar sobre los pasos de esa madre soltera cansada que se desempeña como empleada doméstica en donde cubrirá toda una jornada de trabajos pesados entre los gritos lunáticos de su patrona que la humilla, mientras en su jacal esperan su regreso tres o cuatro hijos famélicos.
¡Cómo  felicitarles en este día a estas mujeres y decirles que intencionalmente se le reconoce sus derechos!
¡Cómo explicarles  que estos derechos no les han llegado porque en todos los países está presente un fenómeno social que crece frente a las demandas ciudadanas para el mejoramiento de la vida poblacional! ¡Cómo  decirles que ellas laboran un número mayor de horas y reciben una remuneración muy baja!
¡Cómo hablarles de derechos y justicias!
Como un homenaje a su lucha titánica ante esta realidad lacerante ocuparán mi voztres mujeres en representación de todas las de su especie. 
-Isabel:
Tengo cincuenta y ocho años,   me acompaña una hija que alguien me regaló a los cuarenta.  Trabajé  desde niña mortajando nixtamal,  haciendo tortillas,  muchas,  muchísimas,  así cerros,  nunca usé zapatos ni mi madre ni mis hermanas.  El único  que usaba huaraches era mi padre que en paz descanse; el único que se sentaba a comer a la  mesa sus tortillas con salsa y su cuarto de aguardiente,  las  mujeres comíamos caminando,  haciendo quehacer.
Después del almuerzo,   mi padre salía rápidamente Y nosotras tras de él, sus gritos nos asustaban ¡a trabajar holgazanas que ni la comida se ganan!. Los  pies me dolían de frío,  el hielo prieto extendido en la tierra me rasgaba la piel. Si ahora me río,  y me  siento feliz comiendo y caminando por la cocina porque al menos ya nadie me insulta. No sé leer y me da tristeza,  pero mi hija sí está estudiando,  y la he enseñado a defenderse de todos.  Ella sí será una mujer,  ella sí luchará.
¡Yo ya no lucho, para qué, soy mujer de ayer!
-Julia:
Creo que tengo veinticinco años, tengo miedo de hablar porque llevo muchas cosas aquí dentro que se enredan, usted quisiera ayudarme, pero no va a poder, nadie ha podido y además, la lengua se me traba, me duelen los moretones que traigo en la cara, pero más me lastima el espanto en los ojos de mis niños cuando ven que su padre me golpea, me arrastra de las trenzas y me bota al barranco.
Ahí entre la tierra, riego mis lágrimas, y le pido a Dios que me defienda alguna vez, porque nunca lo ha hecho.
Miren, hoy me di valor para decirles que mi casa de lámina de cartón ya se está cayendo, me estoy mojando con mis hijos, y no tengo dinero, y ya ve que el hombre se lo gasta en aguardiente, no me mire así, veo que intenta defenderme, pero sería inútil, el borracho ya no me dejaría hablar con usted, y entonces, si estaría sola. Además solo recuerdo golpes de mis padres, desprecio por haber sido mujer, no me mandaron a la escuela, fui la sirvienta de todos mis hermanos, y ellos también me golpeaban. Así moriré porque mi marido es dueño de mi vida, sólo quiero que dos hijas que tengo se salven de este infierno, ¡ayúdenlas!, no quiero que sean más Julias que otros hombres desprecien. Su llanto brotó a raudales y con sus negras trenzas, Julia las enjugó.

-Liliana:
Tengo dieciséis años, un hijo en mi vientre y soy madre soltera. Traigo una soledad que me deprime, tengo los labios secos por falta de alimento, estoy llamando a tu puerta para pedirte trabajo, no traigo carta de recomendación.
Gracias por decirme que tú tampoco tienes una para garantizarme que serás una patrona justa.
Vengo de un pueblito muy humilde, de una familia numerosa que no tiene recursos para sobrevivir, y un padre enfermo que necesita atención médica.
Desde niña, cuidé las chivas de un tío y aprendí a ordeñarlas y hacer queso.  Tuve que salir del pueblo porque necesitaba ganar más dinero, apenas si se leer un poco. Tuve mucha necesidad de cariño y en mi familia  no lo encontré; al llegar a Xalapa me enamoré de un hombre, y de ese amor va a nacer mi hijo.
No se quiso hacer responsable del niño. Toco puertas y nadie me apoya, me dicen que aún soy niña y que no sirvo para ser responsable de un trabajo.
Han pasado los meses, al fin tengo a mi hijo en los brazos, necesito ganar más dinero para darle al niño todo lo que le hace falta, necesito trabajar doble, pero es imposible, las guarderías no están a mi alcance, el padre ha rechazado a mi hijo y voy con mi maleta llena de pañales y con mi niño en los brazos tocando puertas, hoy estaré unos días en la casa, mañana en otra hasta que algún día encuentre una familia. Quiero gritar muy fuerte a las mujeres que entienden de leyes y letras, para que a las jóvenes como yo nos den armas para luchar, nos enseñen a ser felices, nos acerquen a centros de capacitación y nos enseñen un oficio que nos asegure cobija y pan.
Liliana quiebra su voz en llanto, porque está consciente que no es eficaz en tareas para los cuales no ha sido preparada.
Y por estas tantas Isabeles, Julias y Lilianas que sufren en silencio frustraciones e injusticias mi voz se vuelve rebelde para pedirles a todas las mujeres, y yo con ellas comprometidas, de defender esos derechos de las que no tuvieron oportunidad de realizarse como profesionistas. Que compartamos la obligación de capacitar, de elevar el nivel cultural, de rescatar la conciencia social, de éstas compañeras que tienden sus manos para tocar las nuestras. Que dentro de los espacios que ocupamos, tengamos un sitio para ellas.
Que los logros del año internacional de la mujer, no sean transitorios ni superficiales para que el espíritu de igualdad se integre profundamente en la sensibilidad del mexicano, haciendo un esfuerzo conjunto de quienes han comprendido la importancia de lograrla armonía familiar y social.
¡MUJERES MENDOCINAS, ENTRAÑABLES COTERRÉNEAS, AMIGAS DE LA INFANCIS Y LUCHADORAS SOCIALES POR CONVICCIÓN Y HERENCIAS DE SANGRE Y DE IDEALES, MUCHAS GRACIAS POR SU PRESENCIA Y LA OPORTUNIDAD QUE ME DIERON DE PARTICIPAR EN ESTE EVENTO TAN ESPECIAL DEL DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER!

¡FELICIDADES POR SER COPARTICIPES EN LOS LOGROS DE EQUIDAD SOCIAL DE AYER, HOY Y SIEMPRE!

Profra. Angélica López Trujillo
Ciudad Mendoza, Ver; a 8 de marzo del 2002





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