Angélica
López Trujillo
Hoy
estamos celebrando un año más del DÍA
INTERNACIONAL DE LA MUJER. Esta fecha me oprime el corazón haciéndome
reflexionar de mi paso por la vida, ya
que es bastante largo. Pone frente a mis ojos casi, casi los
mismos cuadros de pobreza de injusticia de marginación y dolor de la mujer.
Esa
mujer que aún no tiene conciencia de su realidad. Conociendo que los patrones culturales que la mujer ha
vivido en su momento histórico son factores determinantes de sus funciones
dentro de una sociedad, hago un balance
entre el ayer y el hoy, sin ser
pesimista, llegó a la conclusión que al menos en la época prehispánica la mujer
fue respetada admirada y contemplada dentro de su ambiente social. Su voz tuvo eco en el CALPULLI para proponer alternativas en beneficio de su
barrio y familia. Admirada por el hecho de concebir fue divinizada ante
esos dos manantiales lácteos que brotaban de sus senos para alimentar a sus
hijos cuando arribaban a la vida.
Esto
demostró el adelanto de los pueblos prehispánicos ya que los hombres dieron
respeto y apoyo a la mujer logrando el progreso de sus naciones.
En la
época colonial se devalúa el concepto de
la mujer y pasa a ser simplemente un objeto decorativo que sólo servirá para
procrear y atender a su esposo dentro de las labores del hogar.
Esto
sucede con la mujer criolla, en la indígena se marca una inmensa desigualdad
entre su esposo y ella siendo eternamente sirvienta o esclava.
No obstante estas diferencias de patrones
culturales surgen mujeres extraordinarias como Sor Juana Inés de la Cruz y
dentro del movimiento de Independencia destacan mujeres que se lanzan a la
lucha armada acompañando a sus esposos.
En la
época del porfiriato surgen
organizaciones feministas en las que se escriben y editan periódicos y
folletos, destacando Juana Gutiérrez de
Mendoza y Dolores Jiménez Muro. Otras
ocupan puestos de mando como Carmen Alanís en Chihuahua, Ramona Flores jefe del estado mayor de un general carrancista y la china en el
ejército de Zapata. Es imposible olvidar a las maestras, enfermeras y
estudiantes que difundieron la causa revolucionaria como una esperanza de
emancipación tanto para ellas como para sus esposos. Abrieron una brecha para
la mujer mexicana actual en donde encontraron caminos de superación de acuerdo
a sus intereses y en plena libertad al logro de sus derechos, una libertad que
rompiera con prejuicios y costumbres que violaron por tantos siglos du
dignidad.
La
única atadura que las esclaviza sería su propia ignorancia. Y aquí llegamos al
punto álgido de la realidad: tratados se firman, convenios se realizan y
declaraciones de las naciones unidas sobre la eliminación de la discriminación
contra la mujer, sólo han sido reales en los documentos.
La
verdad de la situación de la mujer en su voz sin sonido, sin luz sus
horizontes, su realidad sin conciencia.
El
derecho a la educación ha sido una falacia en las zonas marginadas de extrema
pobreza y aún en las periferias sub-urbanas. Hay un gran porcentaje de analfabetas.
El analfabetismo que es un monstruo que destruye el valioso potencial humano.
Por
esta razón hoy no quiero hablar de las mujeres que han destacado en las letras,
la ciencia, la poesía, la medicina y la política; no por negarles el triunfo y
el orgullo de haber conquistado esos espacios ya que las llevamos en el corazón
y son ejemplo a seguir. Por esta vez mi deseo es rendir un justo homenaje a las
mujeres que luchan en circunstancias adversas con las manos sangrantes y las
uñas desquebrajadas cortando café y aterrando las milpas. Mujeres que luchan
contra molinos de viento en quijotesca batalla para tener un espacio en los
centros de salud que les brinde el derecho a parir.
Aquellas
que están en las colonias, en casas de láminas de cartón, reclamando un foco
que alumbre su calle para seguridad de su familia; haciendo una faena con
azadón y carretilla para mejorar su camino, acudiendo a una plática de
nutrición o de salud, con la esperanza que le regalen un poco de frijol o de
arroz que sofocará su hambre por uno o dos días.
Hoy
quiero caminar sobre los pasos de esa madre soltera cansada que se desempeña
como empleada doméstica en donde cubrirá toda una jornada de trabajos pesados
entre los gritos lunáticos de su patrona que la humilla, mientras en su jacal
esperan su regreso tres o cuatro hijos famélicos.
¡Cómo felicitarles en este día a estas mujeres y
decirles que intencionalmente se le reconoce sus derechos!
¡Cómo
explicarles que estos derechos no les
han llegado porque en todos los países está presente un fenómeno social que
crece frente a las demandas ciudadanas para el mejoramiento de la vida
poblacional! ¡Cómo decirles que ellas
laboran un número mayor de horas y reciben una remuneración muy baja!
¡Cómo
hablarles de derechos y justicias!
Como
un homenaje a su lucha titánica ante esta realidad lacerante ocuparán mi
voztres mujeres en representación de todas las de su especie.
-Isabel:
Tengo
cincuenta y ocho años, me acompaña una
hija que alguien me regaló a los cuarenta.
Trabajé desde niña mortajando
nixtamal, haciendo tortillas, muchas,
muchísimas, así cerros, nunca usé zapatos ni mi madre ni mis
hermanas. El único que usaba huaraches era mi padre que en paz
descanse; el único que se sentaba a comer a la
mesa sus tortillas con salsa y su cuarto de aguardiente, las
mujeres comíamos caminando,
haciendo quehacer.
Después
del almuerzo, mi padre salía
rápidamente Y nosotras tras de él, sus gritos nos asustaban ¡a trabajar
holgazanas que ni la comida se ganan!. Los
pies me dolían de frío, el hielo
prieto extendido en la tierra me rasgaba la piel. Si ahora me río, y me
siento feliz comiendo y caminando por la cocina porque al menos ya nadie
me insulta. No sé leer y me da tristeza,
pero mi hija sí está estudiando,
y la he enseñado a defenderse de todos.
Ella sí será una mujer, ella sí
luchará.
¡Yo ya
no lucho, para qué, soy mujer de ayer!
-Julia:
Creo
que tengo veinticinco años, tengo miedo de hablar porque llevo muchas cosas
aquí dentro que se enredan, usted quisiera ayudarme, pero no va a poder, nadie
ha podido y además, la lengua se me traba, me duelen los moretones que traigo
en la cara, pero más me lastima el espanto en los ojos de mis niños cuando ven
que su padre me golpea, me arrastra de las trenzas y me bota al barranco.
Ahí entre
la tierra, riego mis lágrimas, y le pido a Dios que me defienda alguna vez,
porque nunca lo ha hecho.
Miren,
hoy me di valor para decirles que mi casa de lámina de cartón ya se está
cayendo, me estoy mojando con mis hijos, y no tengo dinero, y ya ve que el
hombre se lo gasta en aguardiente, no me mire así, veo que intenta defenderme,
pero sería inútil, el borracho ya no me dejaría hablar con usted, y entonces,
si estaría sola. Además solo recuerdo golpes de mis padres, desprecio por haber
sido mujer, no me mandaron a la escuela, fui la sirvienta de todos mis
hermanos, y ellos también me golpeaban. Así moriré porque mi marido es dueño de
mi vida, sólo quiero que dos hijas que tengo se salven de este infierno,
¡ayúdenlas!, no quiero que sean más Julias que otros hombres desprecien. Su
llanto brotó a raudales y con sus negras trenzas, Julia las enjugó.
-Liliana:
Tengo
dieciséis años, un hijo en mi vientre y soy madre soltera. Traigo una soledad
que me deprime, tengo los labios secos por falta de alimento, estoy llamando a
tu puerta para pedirte trabajo, no traigo carta de recomendación.
Gracias
por decirme que tú tampoco tienes una para garantizarme que serás una patrona
justa.
Vengo
de un pueblito muy humilde, de una familia numerosa que no tiene recursos para
sobrevivir, y un padre enfermo que necesita atención médica.
Desde
niña, cuidé las chivas de un tío y aprendí a ordeñarlas y hacer queso. Tuve que salir del pueblo porque necesitaba
ganar más dinero, apenas si se leer un poco. Tuve mucha necesidad de cariño y
en mi familia no lo encontré; al llegar
a Xalapa me enamoré de un hombre, y de ese amor va a nacer mi hijo.
No se
quiso hacer responsable del niño. Toco puertas y nadie me apoya, me dicen que
aún soy niña y que no sirvo para ser responsable de un trabajo.
Han
pasado los meses, al fin tengo a mi hijo en los brazos, necesito ganar más
dinero para darle al niño todo lo que le hace falta, necesito trabajar doble,
pero es imposible, las guarderías no están a mi alcance, el padre ha rechazado
a mi hijo y voy con mi maleta llena de pañales y con mi niño en los brazos
tocando puertas, hoy estaré unos días en la casa, mañana en otra hasta que
algún día encuentre una familia. Quiero gritar muy fuerte a las mujeres que
entienden de leyes y letras, para que a las jóvenes como yo nos den armas para
luchar, nos enseñen a ser felices, nos acerquen a centros de capacitación y nos
enseñen un oficio que nos asegure cobija y pan.
Liliana
quiebra su voz en llanto, porque está consciente que no es eficaz en tareas
para los cuales no ha sido preparada.
Y por
estas tantas Isabeles, Julias y Lilianas que sufren en silencio frustraciones e
injusticias mi voz se vuelve rebelde para pedirles a todas las mujeres, y yo
con ellas comprometidas, de defender esos derechos de las que no tuvieron
oportunidad de realizarse como profesionistas. Que compartamos la obligación de
capacitar, de elevar el nivel cultural, de rescatar la conciencia social, de
éstas compañeras que tienden sus manos para tocar las nuestras. Que dentro de
los espacios que ocupamos, tengamos un sitio para ellas.
Que
los logros del año internacional de la mujer, no sean transitorios ni
superficiales para que el espíritu de igualdad se integre profundamente en la
sensibilidad del mexicano, haciendo un esfuerzo conjunto de quienes han
comprendido la importancia de lograrla armonía familiar y social.
¡MUJERES
MENDOCINAS, ENTRAÑABLES COTERRÉNEAS, AMIGAS DE LA INFANCIS Y LUCHADORAS
SOCIALES POR CONVICCIÓN Y HERENCIAS DE SANGRE Y DE IDEALES, MUCHAS GRACIAS POR
SU PRESENCIA Y LA OPORTUNIDAD QUE ME DIERON DE PARTICIPAR EN ESTE EVENTO TAN
ESPECIAL DEL DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER!
¡FELICIDADES
POR SER COPARTICIPES EN LOS LOGROS DE EQUIDAD SOCIAL DE AYER, HOY Y SIEMPRE!
Profra. Angélica López Trujillo
Ciudad Mendoza, Ver; a 8 de marzo del 2002
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