164 Aniversario de su
Natalicio
Romeo Cuervo Téllez
¡En la tierra más hermosa
que ojos humanos vieron!, al decir del gran almirante Cristóbal Colón, hace 164
años nace uno de los hombres más grandes de la historia de la humanidad: José
Julián Martí y Pérez, el poeta, el orador, el periodista el cítrico de arte, el
maestro, el educador, el político, el filósofo, el jurista, el humanista, en
suma, una poliédrica personalidad de inteligencia y corazón, cuya vida y obra
generaron la libertad política de Cuba y la proyección libertaria de nuestra
América.
Hoy conmemoramos aquí,
ante el monumento erigido a su memoria, el hecho natural de su natalicio y el
valor inmarcesible de su vida y obra.
Dice el maestro
revolucionario mexicano Francisco Cuervo: “Era Martí de mediana estatura,
cabellera negra y abundante que rodeaba una frente amplia y sombreada, ojos
negros, de mirada dulce y penetrante, tez blanca pálida, bigote negro y crespo,
y un ovalo perfecto rodeaba su fisonomía armoniosa y vivaz. En su delgado
cuerpo predominaba el temperamento nervioso, que hacia rápidos todos sus
movimientos, y sus manos, finas y alargadas, revelaban al hombre culto
consagrado a las tareas intelectuales… su fisionomía moral se caracterizaba por
la más absoluta honestidad en todos los actos de su vida y por el mayor
desprendimiento de sus propios intereses a favor del ideal a que había
consagrado su existencia: la libertad de Cuba”.
“Era un espíritu
melancólico, una alma triste. Desde la niñez, parecía destinado a vagar por el
mundo sin calma ni alegría, como si las heridas de su patria, jamás
cicatrizadas, hubieran abierto en sus entrañas ulceras incurables y encendido
en su mente la sublime idea de redención, cual llama inextinguible que habría
de consumirlo en holocausto propietario ofrendado a la verdad y a la justicia”.
“Antes que nadie, Martí
hizo admitir el secreto de las fuentes luminosas. Nunca la lengua nuestra tuvo
mejores tintas, caprichos y bizarría”.
“Su imaginación de poeta
era torrencial e inagotable. Martí era un poeta adorable; poeta el ideal que
era generoso; poeta por la voz, que era un canto, poeta por la mirada, que era
triste; poeta por el corazón que era
grande”.
“Escritor de raza, manejó
como pocos la sonora lengua castellana”
“Como orador, es Martí
uno de los más brillantes con que ha contado la América. Era un pensador que
hablaba. ¡Y con que dominio de la frase!”. Fue sin hipérbole un verdadero
maestro de la palabra. El artista, siempre presente, se exteriorizaba en sus
discursos, con la pompa magnífica del verbo Ciceroniano.
“Su vehemencia era el
alma de su oratoria”. “Su poder en la tribuna era omnipotente”. “Reunía en su
persona todas las prendas físicas y morales del verdadero orador; a través de
su cutis fino, blanco y sedoso como el de una dama se veían ir y venir,
rapadas, las corrientes nerviosas, ya del corazón a la cabeza, ya de la cabeza
al corazón, escapándose al pasar por los labios en raudales de música, de
elocuencia y de poesía”.
“Como periodista, lo fue
en la más alto sentido de la palabra”. “Su labor periodística es enorme”.
Sostuvo durante años una colaboración permanente en varias publicaciones
americanas, algunas de ellas de tanta importancia como “La Nación”, de Buenos
Aires, donde aún se encuentra parte de su mejor producción.
Otra faz interesante de
la vida de Martí fue la de educador y maestro “No basta saber, ser erudito,
adquirir un gran caudal de conocimientos para conquistar el título de maestro.
Es necesario, además, poseer el arte de transmitir lo que se sabe, y para ello
se requieren condiciones excepcionales de inteligencia y carácter. Martí fue un
maestro, un verdadero maestro de juventudes. Puso al servicio de sus
contemporáneos dentro y fuera de la isla de sus amores, el caudal de sabiduría
atesorado en sus pocos pero fecundos años de estudio y de asimilación”.
La ternura inmensa
atesorada en su alma, le impulso a escribir para los niños. Esta literatura de
índole muy difícil, ha tenido escasos cultivadores en América.
Altos poetas como los
Mexicanos Manuel Gutiérrez Nájera y Juan de Dios Peza, el Colombiano José
Asunción Silva y el Nicaragüense Rubén Darío, han sido los que con más
seguridad y fortuna se acercaron al género.
“Hablar, comunicarse con
el alma infantil; despertar en la mente del niño el deseo sano del conocimiento
de las cosas; impresionarles noblemente, sin acudir a la literatura truculenta,
al burdo episodio detectivesco y policiaco; llegar hasta su sensibilidad sin
salir de terreno artístico, es también obra de poetas y de selectos. Así se
revela Martí en su edad de oro, el mejor libro para niños que se ha escrito en
América”.
La edad de Oro tiene
mucho que hacer en nuestras escuelas todavía. En la América nuestra faltan
maestros, en la grande y verdadera acepción de la palabra. Con razón la
escritora y poetisa Uruguaya Juana de Ibarbourou reputaba a Martí “formidable
pedagogo instintivo”. Lo era, ¡y en qué grado! Toda su vida y toda su obra, no
son sino una severa función de magisterio.
Señoras y señores, estimados
amigos, quiero destacar en esta oportunidad, de manera muy significativa, la
faceta de Martí jurista, jurista integral. En la obra del eminente jurista
italiano contemporáneo Vittorio Di Cagno, respecto a lo jurídico en Martí se
lee lo siguiente:
Ante todo, es preciso
situar a Martí en el marco de la Nación Cubana, como jurista.
La historia de Cuba está
presidida por una continua trayectoria jurídica desde sus orígenes como nación.
Eminente
constitucionalista fue el presbítero Félix Varela, aquel que “nos enseñó a
pensar; eran abogados Carlos Manuel de Céspedes e Ignacio Agramonte, quienes
sentaron en la “Guerra” las bases republicanas. Fue el jurista José Martí quien
trazara la gesta del 95, para sentenciar “La revolución no es la que vamos a
iniciar en la Manigua, sino la que vamos a desarrollar en la República”. Y como
Martí Cayó en la Manigua, en la republica otro abogado, Fidel Castro Ruz, la
llevó a cabo, para resumir el Humanismo de Varela, los valores de los patricios
del 68 y los del Maestro, Apóstol y Héroe nacional, José Martí.
La Revolución Cubana
constituye un precioso zumo de ese legado histórico.
Escribió el Apóstol en su
libro de oro: “un hombre que se conforma con obedecer leyes injustas y permite
que le pisen el país en el que nació los hombres que se lo maltratan, no es un
hombre honrado… En el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro como ha de
haber cierta cantidad de luz. Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre
otros que tienen si el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan
con fuerza terrible contra los que le roban a los pueblos su libertad, que es
robarle a los hombres su decoro. En estos hombres van miles de hombres, va un
pueblo entero, va la dignidad humana…”
“El derecho es “esencial”
para Martí”. Es como una necesidad
imprescindible en la lucha que el hombre libra para vivir. Por ello es
que afirma “luchan los hombres por el pan y por el derecho que es otro género
de pan”, y es por ello que también considera que “cuando los hombres obtienen a
uno y a otro ya no luchan”.
“Pero también, el derecho
ha de ser justo”, lo contrario sería arbitrariedad, abuso, opresión y dejaría
de ser derecho. Y de su justedad proviene precisamente su fuerza, porque “un
principio justo desde el fondo de una cueva, puede más que un ejército.
Pero, ¿Cuándo la ley se
puede considerar justa?
La respuesta de Martí es
clara y precisa y todavía una vez más impresionante por su actualidad y
coincidencia con la doctrina prevalente.
“Existe en el hombre la
fuerza de lo justo, y este es el primer estado del derecho. Al conceptuarse en
el pensamiento, lo justo se desenvuelve en formulas: he aquí el derecho
natural”.
“La justicia de la Naturaleza, donde resalta
en el amor victorioso y el apetito turbulento, la identidad universal del
hombre”.
“Dice Cicerón, jurista de
la ley natural romana: “Hemos nacido para la justicia… y la ley no se funda en
la opinión, sino en la naturaleza misma del hombre”; “somos servidores de la
ley, a fin de poder ser libres”.
Di Cagno se pregunta:
“¿Cuál fue la última finalidad de toda la obra martiniana y de su misma vida
heroicamente concluida?” y se responde: la paz. Martí decía que “la paz es
condición normal del hombre” y clamaba “¡bienvenida la tierra donde se libran
las batallas de la paz!”. Más vivimos en este mundo demoniaco e imperial
rodeados de vasallos de cuello blanco. Si algo urge es conceptualizar la paz,
en este mundo de graves incertidumbres y ominosas situaciones, en que los
valores y las ideas como las del apóstol, están suplantados por otros que
comprometen el presente y aún más el futuro.
Analiza Di Cagno la
presencia de Martí en la conferencia de Washington de 1891 en la que Martí se sitúa
en el libre cambio y el proteccionismo de su tiempo, para expresar que tiene
“la ansiosa curiosidad de saber que uso habría hecho, dicho o escrito hoy José
Martí en la confrontación del así llamado neoliberalismo”
El autor analiza “la
crisis del derecho y la insuficiencia de la justicia legal en Estados Unidos”,
alejado “de aquellos valores fundamentales y perennes que Martí enseñaba… en
que la búsqueda de la justicia se hace imposible”. Había dicho Martí
refiriéndose al derecho en el Norte “creen en la necesidad, en el derecho
bárbaro como único derecho: esto será nuestro porque lo necesitamos”.
El autor recoge un
pensamiento martiano de vigencia impresionante en nuestros días: “las estrellas
no están más altas que la ambición y la locura humana”. Estos de ahora son
tiempos como aquellos en que el maestro advirtiera que no son de siestas sino
de alertas, con el arma debajo de la almohada.
Di Cagno ve en Martí el
jurista actual; “la actualidad del pensamiento jurídico martiano que “fundado
sobre ideas iluminadas y sobre principios de justicia absoluta sigue
constantemente el curso de la historia y la evolución de la humanidad” y se
refiere a “la visión martiana del mundo y especialmente por los sectores de la
política, la economía y el derecho internacional”; procura demostrar “la
actualidad de la enseñanza martiana” en “la coincidencia impresionante con la
actual filosofía del derecho europeo” para aseverar que lo que hoy se habla en
Europa sobre Filosofía del derecho le lleva a decir que se ha consolidado en él
“sin saberlo y mejor que presencia he indeclinable actualidad”. Y exclama
“cuantas ideas, cuantos principios, cuantos principios y cuantas enseñanzas
parecen dictadas por José Martí al código civil italiano de 1942 que consigna
como valor, no la propiedad como el código Napoleónico sino el trabajo” y
reflexiona sobre la constitución italiana de 1948. Es como una invitación para
su análisis.
Es preciso situar a Martí
en el marco histórico de la nación Cubana como jurista; Carlos Manuel De
Céspedes, el jurista padre de la patria; Ignacio Agramonte el bayardo jurista y
junto a ellos el jurista José Martí.
Señoras y Señores:
Para concluir mi
intervención voy a citar al más mexicano de los dominicanos, al gran ateneísta
Pedro Enríquez Ureña, quien en sus páginas escogidas “expresa”; “Vidas hay que
reclaman de los hombres capaces de entenderlas, el esfuerzo que las redima de
la obscuridad de su escenario para levantarlas a ejemplo de toda la humanidad”.
Nuestra América, teatro enorme y obscuro, deja perder en la sombra sus mejores
vidas, solo Bolívar hace germinar en abundancia plutarcos deificados. Pero,
¡Cuántas vidas para contar bien, en altura, no según la moda de cercenarles a
los grandes hombres la sobra de estatura universal que los hacia como torres entre
el vulgo! Que se nos muestre a San Martín, todo severidad y estudio, en duro
contraste con su alrededor. Y a Sarmiento toda intervención y arrojo difusor de
alfabeto y generador de población, o a Martí todo sacrificio, pero todo
creación; porque toda creación que sacrifico, se incorporó en creación nueva.
Martí sacrificó al
escritor que había en él – no lo hay con mayor don natural en toda la historia
de nuestro idioma – al amor y al deber. Amó tanto, que de 9 años le escribe a
su madre que la quiere “con delirio”; de 15 años dice a su maestro Mendive,
maestro para el deber y para el decoro: “a cada, instante daría por usted mi
vida, que es de usted”. Y pues amor suscita pasiones delicadas y profundas,
como en “la niña de Guatemala, la que se murió de amor” de silencioso amor por
él. A los 40 años, ya entregado todo a la misión de morir por cuba, todavía
creaba amistades eternas, como el amor a México y a su amigo Manuel Mercado.
¡Cuánto amo a España, el, obligado a
combatirla! Recordamos aquí a nuestros héroes Morelos que decía: “¡Viva
España, pero España hermana, no dominadora de América! Con cálida simpatía
comentaba siempre los esfuerzos de España por civilizar al hombre.
El baile español lo hacía
cantar de gozo y dijo en su verso:
Para Aragón en España,
Tengo yo en mi corazón
Un lugar todo Aragón
Franco, fierro, fiel y
sin saña.
Si quiere un tonto saber,
Por qué lo tengo, le digo
Que ahí tuve un buen
amigo,
Que ahí quise a una
mujer.
Pudo, como Rubén Darío,
sacrificarlo todo al solo ideal de ser poeta; pero antes quiso acatar normas de
honrado; y el deber y el amor se le agrandaron: se completaron en la devoción
de su tierra. Si la vida no se le corta cuando empezaba a fructificar, habría
lanzado sus energías hacia dos empeños superiores, que le atrajeron siempre:
uno, de afecto, hacia nuestra América, que él sentía y conocía en su vida
cabal, desde sus cimientos indígenas hasta sus veletas ansiosas de todos los
vientos; otro, de razón, la urgencia de dar a la sociedad humana organización
nueva, más cómoda y más justa que la que ahora padecemos.
Pero el escritor, que se
encogía para ceder el paso al hombre de amor y deber, reaparecía, aumentado,
transfigurado por el amor y por el deber: la vibración amorosa hace temblar
cada línea suya; el calor del deber le da transparencia. Y cuando está
entregado, devorado, en su devoción suprema -Cuba-, escribe ya como si se
transfundiese en la pura energía: su carta desde Montecristi, dos meses antes
de caer en Dos Ríos, es como arquitectura de luz.
“Nadie vivió tan entrañablemente consagrado a la patria
como José Martí”
En su momento dijo
Enríquez Ureña que la vida de Martí estaba por hacerse y su obra en gran parte
por recogerse, Pero hoy podemos decir que la revolución Cubana salvó la
exigencia, por eso con sobrada razón pudo decir Fidel:
Parecía que el Apóstol
iba a morir en el año de su centenario, que su memoria se extinguiría para
siempre, ¡Tanta era la afrenta! Pero vive, no ha muerto, su pueblo es rebelde,
su pueblo es digno, su pueblo es fiel a su recuerdo; hay cubanos que han caído
defendiendo sus doctrinas, hay jóvenes que en magnifico desagravio vinieron a
morir junto a su tumba, a darle su sangre y su vida para que el siga viviendo
en el alma de la patria. ¡Cuba, que sería de ti, si hubieras dejado morir a tu
apóstol!
Hermanos Cubanos, amigos
todos, inspirados en el espíritu Martiano, podemos gritar en esta Nueva Era que
comienza, ¡vivan las almas libres de todas las naciones que sufren, que luchan
y que vencerán, ¡Viva Martí!, ¡Viva Cuba!, ¡Viva nuestra América!.
Discurso
pronunciado por el autor ante el monumento Erigido a JSE MARTÍ, con motivo del
164 aniversario de su Natalicio, con presencia del honorable Cónsul de la
República de Cuba en Veracruz México, el 28 de Enero de 2017 en la ciudad de
Xalapa Veracruz.
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