Editorial
El transcurrir del tiempo es inexorable y percibir su
transitar se posibilita en la medida de tener conciencia de acontecimientos
referentes. En la niñez, por ejemplo la duración de un año parecía eterna,
semejaba un siglo, o un día rendía lo de un año. Posiblemente suceda igual para
quienes han vivido más allá de los setenta u ochenta años sobrevivientes del
resultado de la Revolución mexicana gesta heroica que legó entre otros
resultados la Constitución de 1917. Para ellos pareciera cercano el acontecimiento:
un centenario se conmemora.
Los tiempos actuales son muy diferentes en este incipiente
inicio del tercer milenio de nuestra era y avanzada la segunda década del siglo
XXI. Esa diferencia, entre otras, se distingue por grandes cambios cayendo en
la obsolescencia en una brevedad de tiempo desde las tecnologías hasta aspectos
axiológicos. Las diversas disciplinas precisamente con la incorporación de
tecnología evoluciona constantemente a riesgo de caer ineficiencia de no
hacerlo: el ámbito jurídico no es la excepción y de aquella Carta Magna del
siglo anterior sólo queda el recuerdo y motivo de festejos.
La nación se rige por este documento sin embargo al paralelo
se observa, la ciudadanía vive estado de indefensión ante abuso de poder, impunidad,
corrupción, generando problemas sociales, políticos, económicos y hasta
axiológicos. En alguna época se escuchaban expresiones asegurando que la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos estaba considerada como
una de las más avanzadas del mundo. Al parecer el tiempo ha transcurrido
superando los problemas a la justicia y se requiera, no más reformas sino una
nueva Constitución adecuada a la realidad actual.
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