Mario Raúl Mijares Sánchez
Fiódor Mijáilovich Dostoyevski (1821-1881) es uno de los principales escritores de la Rusia zarista, cuya literatura explora el sentir del hombre dentro de lo político, social y espiritual de la sociedad. De acuerdo con su biografía, Fiódor fue educado por su padre, un médico tirano, no obstante, de niño siempre encontró el amor y la protección de su madre, esto se dio hasta que por desgracia ella murió tempranamente. El padre, al quedar viudo, se entregó al alcohol, en esta fase de su vida familiar, fue enviado a la escuela de ingenieros de San Petersburgo. Ello no impidió que el joven Dostoyevski se apasionara por la literatura, de esa manera logró desarrollar sus cualidades de escritor.
A los 18 años recibió la noticia de la muerte de su progenitor, quien fue torturado y asesinado por un grupo de campesinos, tal desgracia estuvo cerca de hacerle perder la razón, ya que este acontecimiento lo marcó como un tipo de revelación, pues según su bibliografía, declaró que él sintió ese crimen como suyo, pues llegó a desearlo inconscientemente. Al terminar sus estudios tenía 20 años, fue cuando decidió permanecer en San Petersburgo, donde ganó algún dinero realizando traducciones.
Su obra es extensa: la novela epistolar Pobres gentes, la publicación de Recuerdos de la casa de los muertos, Memorias del subsuelo, El jugador; la primera de la serie de grandes novelas que lo consagraron como uno de los mayores genios de su época fue Crimen y castigo, además de El idiota y Los endemoniados. De 1880, la que el propio escritor consideró su obra maestra fue Los hermanos Karamázov.
2.- Tengo que manifestar que el pequeño texto de título El sueño de un hombre ridículo no lo conocía, así también confieso que no me considero un crítico, menos filósofo o literato. Lo que sí pudo asegurar es que la vida y obra de Dostoyevski se recluye seguramente en este escrito. Aquí condensa los temas más característicos de su extensa literatura, llena de agudos análisis psicológicos, del mismo modo, narra la relación del hombre con Dios, incluso la angustia moral del hombre posmoderno y las vicisitudes de la libertad humana. Del mismo modo, los detalles del vivir cotidiano en el tono de lo real, asimismo se vislumbra en sus diálogos el sentido irónico que apunta en ocasiones junto a la tragedia moral de sus personajes. De ahí el autocalificativo de “un hombre ridículo”.
3.- En un párrafo de dicho texto dice: “Parece que los sueños no los dirige la razón, sino el deseo; que no es la cabeza, sino el corazón, y mientras tanto, ¡qué cosas más astutas se le antojaban a mi razón durante el sueño! Además, durante el sueño suceden cosas absolutamente inconcebibles para la razón. ¡Fue un sueño, un delirio, una alucinación!”. “¡Oh! ¿Acaso eso es de sabios? ¡Y están tan orgullosos! ¿El sueño? ¿Qué es el sueño? ¿Acaso nuestra vida no es un sueño? Diré algo más: ¡que sea cierto que nunca se cumpla y que no exista nuestro paraíso (eso ya lo entendí yo), pero, a pesar de todo, predicaré! No obstante, sería tan sencillo: en un día, en tan sólo una hora, todo podría hacerse realidad”. “Lo más importante es que ames a tus semejantes como a ti mismo, y eso es lo fundamental; creo que no se necesita nada más: al instante encontrarías cómo ordenar tu existencia. ¡Además, sólo se trata de una verdad antiquísima, leída y repetida billones de veces, pero que no terminó de arraigar! Porque ‘la conciencia de la vida está por encima de la vida misma, el conocimiento de las leyes de la felicidad excede a la propia felicidad’. ¡Contra eso es contra lo que hay que luchar! Y yo lo haré. Si todos lo desearan, las cosas cambiarían al instante.”
4.- Para concluir, podría decir con Heidegger que “el hombre es el pastor del ser”, por tanto, todos los seres humanos son responsables de su acción, a pesar de que muchos hacen un rompimiento con el pasado histórico. La vida posmoderna no se salva de tal sentencia, por más que muchos lo pierden de vista, lo individual y general están estigmatizados de antecedentes. Si bien el sello paternal lo llevamos en la frente, el ser humano tiene su propia esencia o principio, el cual es la causa primera de su existencia. La degradación, tal como lo comprueba la resonancia supraindividual de Dostoyevski, es una gran enseñanza de vida. Tal como se señaló en párrafo anterior, los temas tratados por el autor son parte del hombre, por ello no se puede hablar de que sus escritos y novelas son proféticas. El intelectual de ayer es similar al de hoy, estos también están expuestos a todo tipo de tentaciones.
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