Emma Carvallo Sánchez
Érase una vez, en un pequeño
pueblo a orillas de un hermoso río dónde volaban miles de mariposas de colores,
vivía una niña llamada Emily. Ella como todos los niños de su edad vivía feliz
acompañada de sus padres Eloina y Manuel.
Emily imaginaba recorrer las
callecitas del pequeño pueblo en una bicicleta de color azul; era tanta su
imaginación que ella en su bicicleta paseaba a todos los niños del pueblo, en
esas tardes cuando el viento soplaba y acariciaba las pequeñas caritas de sus
amiguitos.
Sus papás veían cómo la niña
anhelaba esa bicicleta, y siempre le decían: “¡Pídesela a los Reyes Magos!”,
quizás este año si te la traigan.
Año con año así lo hacía Emily,
cuando se aproximaba el día de Reyes ella los esperaba con ansias y soñaba en
lo linda que sería su bicicleta. Una noche de cinco de enero, casi no durmió de
lo emocionada que se sentía pues tenía la esperanza de que ese año llegara su
bicicleta.
Cuál fue su sorpresa al día
siguiente, al despertar y ver su arbolito de navidad vacío, Emily se sintió muy
triste y pensó “¿Por qué no me la trajeron los Reyes Magos?, ¿Será que me porté
mal o desobedecí a mis papás?”.
Ese día lloró como nunca. Su
padre Manuel al verla tan triste y afligida le dijo: “Hija no llores más, los
Reyes Magos son mágicos. Ellos están viendo tu dolor y tal vez pronto tu sueño
se haga realidad”.
Pasaron los días y por fin una
hermosa mañana al despertar, Emily vio frente a su cama su hermosa bicicleta
azul y fue la niña más feliz del planeta y constató que los Reyes eran
verdaderamente magos.
Todos los días después de ir a
clases, recorría muy feliz y contenta las callecitas de su pueblo. Su bicicleta
mágica cumplió sus sueños y vivió por siempre feliz
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