lunes, 7 de noviembre de 2016

EL TIEMPO Y LAS INSTITUCIONES EN LOS ENFOQUES DEL NUEVO INSTITUCIONALISMO



No se trata solamente de saber cuál es la mejor constitución;
es necesario ver cuál es la más practicable, de aplicación fácil
y  que más se acomode a los Estados.

Aristóteles, Libro Sexto de La Política. 

Noé Hernández Cortez

Resumen
En el presente documento de trabajo analizo la forma en que las distintas vertientes del nuevo institucionalismo explican el origen, la permanencia y el cambio de las instituciones destacando sus contribuciones, limitaciones y posibles complementaciones. En primera instancia la denominación ‘nuevo institucionalismo’ hace referencia a un corpus teórico compuesto de distintos enfoques para el estudio de las instituciones (Peters, 1998). Así, mi argumentación se concentrará en estudiar los supuestos básicos de los distintos enfoques del nuevo institucionalismo sobre las relaciones entre el tiempo y las instituciones. Para fines de nuestra exposición delimitaremos en tres los enfoques sobre el nuevo institucionalismo, por ser los más representativos en la ciencia política, a saber: el institucionalismo histórico, el institucionalismo en la teoría de la elección racional y el institucionalismo sociológico (Hall, 1996; Peters, 2005). Cerramos nuestra exposición con un conjunto de consideraciones finales en donde argumentaremos que estos enfoques se complementan en las estrategias metodológicas para la investigación empírica, que dan cuenta de la compleja realidad política, en concreto de la realidad política latinoamericana.

Abstract
In this paper I analyze how the various aspects of new institutionalism explanation of origin, permanence and change of institutions emphasizing their contributions, limitations and potential complementarities. At first, the term refers to a body composed of different theoretical approaches to the study of institutions (Peters, 1998). Thus, my argument will focus on studying the basic assumptions of new institutionalism approaches on the relationship between time and institutions. For purposes of our discussion to fall into three approaches to new institutionalism, being the most representative in political science, namely historical institutionalism, the institutionalism in rational choice and sociological institutionalism (Hall, 1996; Peters, 2005). We close our discussion with a final set of considerations, which argue that these approaches are complementary in the methodological strategies for empirical research, which account for the complex political reality, particularly in Latin America political reality.
El viejo y nuevo institucionalismo
Es conocida la fascinación por el estudio de las instituciones en el pensamiento político de Occidente. En el mundo antiguo Aristóteles articuló su clasificación de las formas de gobierno a partir de las constituciones que coleccionó.[1]Digamos que atendió el problema de lo que ahora conocemos como diseño constitucional. Además, Aristóteles observó que no sólo era la estructura constitucional lo que determina la forma de gobierno, sino también las virtudes de los hombres.[2] Así, el señorío político de hombres libres e iguales,  representa la forma de gobierno ideal que cubre los requisitos del prudente término medio de su clasificación de gobiernos. Hay que advertir que Aristóteles esboza la relevancia de la estructura (diseño constitucional) y la agencia (las virtudes).
En nuestro debate actual sobre las instituciones, cobra interés saber las ideas que sobre las instituciones se generan en torno a lo que se denomina como ‘nuevo institucionalismo.’  Guy Peters introduce el debate sobre las distintas vertientes del ‘nuevo institucionalismo,’ como un problema en la tradición de las ciencias sociales con respecto a las articulaciones entre estructura y agencia. El debate de Peters sugiere una lectura atenta sobre la importancia del cambio en las instituciones, es decir, el papel que juega el tiempo en la permanencia o cambio institucional. En otros términos, la consideración del tiempo nos lleva a preguntarnos sobre las distintas soluciones que formulan los tres enfoques aquí estudiados, con respecto al tema del origen, permanencia y cambio en las instituciones, ya sea que se encuentre el énfasis en la agencia o bien en la estructura, pero cabría también una tercera posibilidad la relación equivalente entre agencia y estructura.
Nuestra primera advertencia para abordar estas cuestiones es de carácter semántico, pues el término nuevo institucionalismo implícitamente nos lleva a considerar la noción de un viejo institucionalismo. La distinción entre el viejo y el nuevo institucionalismo lo podemos conceptualizar en los siguientes rasgos distintivos que definen a cada uno: el viejo institucionalismo se concentró en el estudio de la arquitectura jurídica de las instituciones, siendo proclive al estudio de las constituciones, asimismo su vertiente de interpretación tendía hacia el holismo, poniendo énfasis en el estudio de las estructuras. Por otra parte, el nuevo institucionalismo pone el acento en el estudio de las reglas formales e informales, la relación dinámica entre agencia y estructura, metodológicamente tiende al constructivismo y coloca en su centro de investigación la noción de cambio institucional. Para Philip Selznick (1996) la diferencia radical entre el viejo y el nuevo institucionalismo reside en la concepción de lo institucional, mientras que el viejo institucionalismo de corte sociológico se concentraba en los problemas concretos de la estructura legal de las organizaciones que configuran a una institución -por ejemplo la organización industrial de la sociedad-, el nuevo institucionalismo ha producido una abstracción del mundo político, formalizando el estudio de las instituciones.[3] Siguiendo esta línea argumentativa, Arthur L. Stinchcombe (1997) señala que las virtudes del viejo institucionalismo consistían en su conocimiento práctico de las instituciones concebidas como organizaciones, es decir, tenía un conocimiento sustancial  de las instituciones. En cambio, argumenta Stinchcombe, el nuevo institucionalismo analiza solo la variabilidad de una muestra de instituciones, no concentrándose en el estudio práctico de la singularidad de las mismas.
El institucionalismo histórico
El historiador francés Fernand Braudel,[4] máximo representante de la Escuela Histórica de los Annales, concibió la idea de que las estructuras del capitalismo se constituyeron a través de una larga duración (longue durée), por ejemplo la estructura de mercado ha prevalecido a través del tiempo hasta nuestros días. No obstante, en esta trayectoria de larga duración aparecen eventos de carácter político o económico que Braudel llama “episodios”. La larga duración es la permanencia y los “episodios” son los eventos que ocurren en el proceso de la larga duración. Esta idea de Braudel a mi parecer está implícita en el institucionalismo histórico. Lo que en el lenguaje del institucionalismo histórico se conceptualiza como “trayectorias” es lo equivalente a la noción de “larga duración”; y la concepción de las “coyunturas críticas” [5] es lo semejante a lo “episódico”. El propósito de esta analogía entre la noción de historia de Braudel y el institucionalismo histórico, es justamente destacar la preeminencia que se le presta al tiempo de los historiadores (Sewell, 2006) en el institucionalismo histórico. Pertenecen al institucionalismo histórico, que estudia el nivel macrohistórico, una vieja tradición historiográfica que como apunta Karen Barkey (2008), se compone de una genealogía que abarca: “desde los viejos maestros, como son Herbert Spencer, Karl Marx y Max Weber, a la generación de los académicos historiadores europeos, como son Norbert Elias, March Bloch, Fernand Braudel, E.P. Thompson y Michel Foucault, a los americanos, como son Reinhard Bendix, Barrington Moore, Charles Tilly, Immanuel Wallerstein y Theda Skocpol, otros brillantes practicadores de los estudios macrohistóricos son Thomas Ertman, Rogers Brubaker, Kathleen Thelen y Paul Pierson, entre otros”. Considero pertinente vincular el institucionalismo histórico con la tradición de historiadores que menciona Karen Barkey, puesto que Peter A. Hall (1996) y Guy Peters (1998 y 2005), en su conceptualización del institucionalismo histórico pasan por alto este vínculo con la rica tradición macrohistórica.
Por otra parte, Paul Pierson (2000) conceptualiza la idea sobre el origen y el cambio de las instituciones de acuerdo con el enfoque del institucionalismo histórico, principalmente para el estudio de lo político en marcos institucionales, a través de la noción de path dependence. Así, los procesos políticos se pueden estudiar a través de cuatro características: a). el equilibrio múltiple, b). la contingencia, c). el papel crítico de la sincronización y la secuencia y d) la inercia. Ahora bien el cambio institucional se explica a través de las “coyunturas críticas”, de esta manera la presencia de una “coyuntura crítica” abre el camino hacia un nuevo desarrollo histórico de lo político encauzándolo hacia una nueva ruta (new path).
El institucionalismo en la teoría de la elección racional
El Institucionalismo en la Teoría de la Elección Racional (ITER) parte del supuesto de una racionalidad individual que clasifica y ordena sus preferencias, con el propósito de maximizarlas. Este modelo de la elección racional pretende predecir la conducta de los individuos, a partir del estudio de las reglas formales que incentivan o limitan las acciones de los actores individuales o colectivos (Tsebelis, 2002). Además el ITER pretende alcanzar el status de ciencia, a la manera de la economía.
Un rasgo distintivo del ITER es que no identifica institución con organización. La idea de tiempo que estudia el ITER es a través de eventos de los actores individuales o colectivos en marcos institucionales de reglas formales restrictivas (Bohman, 1992). Un antecedente del ITER lo encontramos en los trabajos académicos de William H. Riker (1957), fundamentalmente en el uso del método deductivo. Para Riker la ciencia política debería estar fundamentada en una teoría consistente y robusta en la investigación empírica, para ello sentó las bases de la Teoría Política Positiva, que a diferencia de la Teoría Política tradicional de carácter normativo, tendría que estar fundamentada en proposiciones axiomáticas. A diferencia del institucionalismo histórico que se sustenta en el método inductivo, el ITER pretende alcanzar leyes universales de tipo deductivo. Un modelo de este carácter no toma en cuenta lo que Douglass C. North (1981) considera costos de transacción, esto es,  los actores juegan en contextos históricos, con grados de incertidumbre y con información incompleta, lo que significa que en los intercambios entre agentes se generan costos. Por el contrario, en los modelos de la teoría de la elección racional los individuos tienen cero costo de transacción (Hira y Hira, 2000). Un argumento fuerte de North (Hira y Hira, 2000) es que las preferencias no son transitivas, como lo supone la teoría de la elección racional, pues las preferencias cambian de intensidad en el tiempo y por consiguiente no tienen un orden estable en el transcurrir del tiempo. De ahí que una de las grandes dificultades del ITER es explicar convincentemente el cambio en la dimensión tiempo, cabe agregar que este es un tema atractivo que se sigue debatiendo.
De acuerdo con Guy Peters (1998) el ITER pone el énfasis en la estabilidad institucional y en el carácter predictivo de su teoría. Por otra parte, para el ITER las instituciones son importantes por sus resultados. Siguiendo este argumento, de acuerdo con Peter A. Hall y Rosemary C. R. Taylor una de las “grandes contribuciones del institucionalismo de la elección racional ha sido enfatizar la interacción estratégica en la determinación de los resultados políticos” (Hall y Taylor, 1996:945). Por otra parte, algunos autores señalan que el ITER busca fundamentalmente el equilibrio en las instituciones políticas, el modelo de equilibrio lo encuentran los autores de esta perspectiva en la economía neoclásica (Weingast, Shepsle y Johnsen, 1981; Tsebelis, 2002).
Una seria limitación del ITER es su supuesto de racionalidad, pues como señala Douglass  C. North (1981), el ITER al concebir una racionalidad individual de acuerdo con el modelo neoclásico, no puede explicar las interacciones entre los individuos en contextos históricos institucionales – dimensión que si toma en cuenta el institucionalismo histórico- lo que implica, como ya hemos señalado, no asumir a la “incertidumbre” como elemento explicativo de lo social. En breve, el modelo neoclásico aplicado por el ITER es una gran limitación para explicar otros fenómenos como son los costos de transacción y las creencias en los cambios históricos como son las ideologías políticas.
El institucionalismo sociológico
El institucionalismo sociológico tiene su origen fundamentalmente en la teoría de las organizaciones, en ese sentido esta vertiente anclada en esta tradición epistemológica considera a las instituciones como componentes del mundo social, de ahí que considere a las instituciones como mapas cognitivos que expresan los valores y prácticas de lo social. De esta manera desde la perspectiva del institucionalismo sociológico las instituciones y las organizaciones son entidades intercambiables (Peters, 1998). Por otra parte, el institucionalismo sociológico explica los cambios en las organizaciones fundamentalmente como un proceso de legitimidad social, más que por sus resultados eficientes como lo considera el institucionalismo de la elección racional. A diferencia de los filósofos y cientistas políticos que piensan a las instituciones como ‘independientes’ de la realidad social (March y Olsen, 1984), los estudiosos del institucionalismo sociológico conciben a las instituciones como una dimensión de la sociedad.
Un tema explicito dentro del institucionalismo sociológico es el de la relación entre la estructura y la agencia, propio de la Teoría Sociológica. Para Guy Peters (1998) el tratamiento del problema de la relación entre estructura y agencia, es una cuestión que es centro de estudio en los tres institucionalismos. Es decir, la ciencia política americana en parte es heredera de esta tradición, aunque su registro sea en términos del individualismo metodológico en donde la agencia es el individuo racional y la estructura son las reglas formales restrictivas de las instituciones. Asimismo, el institucionalismo histórico está interesado en investigar cómo en los procesos históricos se relacionan las estructuras y la agencia.
Para el institucionalismo sociológico las instituciones son también prácticas y repertorios simbólicos, esto es, el repertorio de la cultura se manifiesta en la configuración de las instituciones como extensión de valores sociales interiorizados por los actores. Así, la cultura provee un conjunto de imágenes y símbolos que una vez interiorizadas se ponen en práctica en los espacios institucionales. De esta manera, los cambios en los repertorios simbólicos desencadenan cambios en las instituciones, en términos de Peter A. Hall y Rosamary C. R. Taylor (1996) el institucionalismo sociológico sigue la lógica de la adecuación de lo social, contrario a la lógica de la instrumentalidad, esta última lógica es propia del institucionalismo en la teoría de la elección racional. En otras palabras, el cambio en las instituciones de acuerdo con el institucionalismo sociológico, se concibe como un proceso social dinámico entre la agencia y la estructura.
Una dimensión estudiada en el institucionalismo sociológico y que tiene sus raíces en la lectura del mundo moderno, es la configuración de las prácticas de la burocracia. Como sabemos el sociólogo Max Weber concibió al estado burocrático moderno como una manifestación de la racionalidad. De forma tal que el institucionalismo sociológico coloca en su agenda de investigación temas que examinaron los grandes sociólogos como Marx y Weber en su diagnóstico y lectura de la modernidad, temas como el poder y la burocracia estatal.
Consideraciones finales
Como hemos argumentado la consideración del tiempo en los distintos enfoques del institucionalismo se explica en parte por las tradiciones epistemológicas en que cada una de ellas se vincula: el institucionalismo histórico explica a las instituciones en los contextos propiamente del tiempo concebido por los historiadores en donde la permanencia y el cambio juegan un papel importante; el institucionalismo de la teoría de la elección racional concibe el tiempo como eventos en los actores individuales o colectivos; y el institucionalismo sociológico considera que las instituciones (organizaciones) cambian en el contexto de procesos sociales dinámicos entre la agencia y la estructura.
En la literatura politológica podemos encontrar complementos entre las distintas perspectivas teóricas, principalmente en la investigación empírica. Por ejemplo, el trabajo de James Mahoney sobre el liberalismo en Guatemala, El Salvador, Costa Rica, Honduras y Nicaragua, considera tres tipos de liberalismos: el liberalismo radical (Guatemala y El Salvador); el liberalismo reformista (Costa Rica) y el liberalismo “abortivo” (Honduras y Nicaragua). Estos tres tipos de liberalismo se estudian desde la perspectiva ideológica de los jugadores y desde las “coyunturas críticas”. Como podemos observar en su trabajo empírico James Mahoney echa mano tanto de la teoría de juegos vinculada con el individualismo metodológico y de la noción de “path dependence” para explicar las coyunturas críticas categorías propias del institucionalismo histórico. El propio James Mahoney tiende puentes entre el institucionalismo sociológico y el institucionalismo histórico, en su trabajo titulado Path dependence and Historical Sociology (2000).
Un campo fructífero para la investigación empírica es concebir a las instituciones no sólo como reglas formales restrictivas como supone el institucionalismo en la teoría de la elección racional, sino también concebir a las instituciones como reglas informales que regulan la conducta de los actores. El estudio de las instituciones como reglas formales e informales es de vital relevancia para estudiar los contextos latinoamericanos. Guillermo O’Donnell (1993) destaca la importancia de estudiar las reglas informales en los escenarios políticos de América Latina. Para O’Donnell la ‘democracia’ en América Latina son ‘democracias delegativas’, en donde los controles institucionales para vigilar el quehacer de los políticos son débiles. A contracorriente de la literatura politológica institucionalista de rational choice sobre América Latina (Munck, 2004), O’Donnell pone el acento en una perspectiva más de sociología política, en donde la institucionalidad se concibe también en marcos de reglas informales.  En esta línea de O’Donnell, las investigaciones empíricas de Steven Levitsky y Leandro Wolfson se enfocan a estudiar las reglas tanto formales como informales de la política. Su trabajo clave de Levitsky y Wolfson es su estudio titulado Del sindicalismo al clientelismo: la transformación de los vínculos partido-sindicatos en el peronismo, 1983-1999 (2004). A estos trabajos se suma la obra de Gisela Zaremberg titulado Mujeres, votos y asistencia social en el México priísta y la Argentina peronista (2009). Estas dos últimas investigaciones son en parte respuesta a las investigaciones institucionalistas de la teoría de la elección racional que se inscriben en el estudio de la democracia en América Latina.
Gerardo L. Munck ha realizado un recuento exhaustivo sobre los estudios institucionalistas de la democracia en América Latina, principalmente en su trabajo titulado La política democrática en América Latina: contribuciones de una perspectiva institucional (2004). Munck concibe su análisis de los estudios institucionalistas sobre la democracia latinoamericana desde la perspectiva del institucionalismo en la teoría de la elección racional. La agenda de investigación de esta perspectiva institucionalista para América Latina, reside en examinar el desempeño de las instituciones en marcos de reglas formales, como es la relación entre el ejecutivo y legislativo en el sistema presidencialista, los poderes de los ejecutivos y los sistemas electorales.
No podemos pasar por alto las contribuciones del institucionalismo histórico desde la perspectiva de los estudios macrohistóricos para América Latina. Sin lugar a dudas, el trabajo historiográfico de John H. Coatsworth es un excelente ejemplo sobre los estudios de larga duración para explicar la dimensión económica en América Latina. La inclusión de Coatsworth en el institucionalismo histórico me parece pertinente en el sentido de que su investigación sobre aspectos de crecimiento y política fiscal en contextos macrohistóricos permite estudiar las instituciones económicas en el tiempo histórico, para saber tendencias y cambios institucionales, por ejemplo el estudio - junto a Jeffrey G. Williamson - Always Protectionist? Latin American Tariffs from Independence to Great Depression, es un análisis sobre el funcionamiento del proteccionismo económico en América Latina.
Esta revisión de la literatura sobre la investigación empírica de las instituciones de América Latina, me permite argumentar que los distintos enfoques de los institucionalismos aquí examinados se complementan en la investigación empírica, es decir, la investigación empírica representa lo que llamaría una “heterodoxia metodológica”. Esta heterodoxia metodológica como lo hemos observado en los trabajos resumidos en estas consideraciones finales, permite enriquecer la investigación empírica, concretamente en los estudios de la política de América Latina. Así, la mejor manera de complementar los enfoques del nuevo institucionalismo es a través de la investigación empírica, siguiendo el espíritu de investigación de Charles Wright Mills[6]  diría que los enfoques del nuevo institucionalismo se complementan en la “imaginación metodológica”.
Referencias bibliográficas
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[1] Como nos cuenta el historiador Plutarco en su obra Vidas Paralelas, el conquistador Alejandro Magno, discípulo de Aristóteles, enviaba a su maestro las constituciones de los pueblos que conquistaba.
[2] El tema de las formas de gobierno Aristóteles  lo expone  en la obra La Política; con respecto a las virtudes de los hombres en su obra Ética a Nicómaco  muestra su célebre  clasificación sobre el “hombre de bien” y “el buen ciudadano”.
[3] Claramente el punto de crítica de Philip Selznick es el institucionalismo en la teoría de la elección racional.
[4] Fernand Braudel en su obra El Mediterráneo y el mundo del mediterráneo en la época de Felipe II, no menciona a Felipe II, porque no es el actor central de su libro; el gran actor de su libro es esta gran estructura geográfica que es el Mediterráneo.
[5] La formulación del concepto de “coyuntura crítica” en las Ciencias Sociales fue realizada por Seymour Martin Lipset y Stein Rokkan en su trabajo Cleavage Structures, Party Systems, and Voter Alignments: An Introduction.
[6] Me refiero a la estrategia de investigación acuñada por Mills, “la imaginación sociológica”.


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