No se trata solamente de saber cuál es la mejor
constitución;
es necesario ver cuál es la más practicable, de
aplicación fácil
y que más se acomode a los Estados.
Aristóteles, Libro Sexto de La Política.
Noé Hernández Cortez
Resumen
En el presente documento de trabajo analizo la
forma en que las distintas vertientes del nuevo
institucionalismo explican el origen, la permanencia y el cambio de las
instituciones destacando sus contribuciones, limitaciones y posibles
complementaciones. En primera instancia la denominación ‘nuevo
institucionalismo’ hace referencia a un corpus teórico compuesto de distintos
enfoques para el estudio de las instituciones (Peters, 1998). Así, mi
argumentación se concentrará en estudiar los supuestos básicos de los distintos
enfoques del nuevo institucionalismo sobre las relaciones entre el tiempo y las
instituciones. Para fines de nuestra exposición delimitaremos en tres los
enfoques sobre el nuevo institucionalismo, por ser los más representativos en
la ciencia política, a saber: el institucionalismo histórico, el
institucionalismo en la teoría de la elección racional y el institucionalismo
sociológico (Hall, 1996; Peters, 2005). Cerramos nuestra exposición con un
conjunto de consideraciones finales en donde argumentaremos que estos enfoques
se complementan en las estrategias metodológicas para la investigación
empírica, que dan cuenta de la compleja realidad política, en concreto de la
realidad política latinoamericana.
Abstract
In this paper I analyze how
the various aspects of new
institutionalism explanation of origin, permanence and change of
institutions emphasizing their contributions, limitations and potential
complementarities. At first, the term refers to a body composed of different
theoretical approaches to the study of institutions (Peters, 1998). Thus, my
argument will focus on studying the basic assumptions of new institutionalism
approaches on the relationship between time and institutions. For purposes of
our discussion to fall into three approaches to new institutionalism, being the
most representative in political science, namely historical institutionalism,
the institutionalism in rational choice and sociological institutionalism
(Hall, 1996; Peters, 2005). We close our discussion with a final set of considerations,
which argue that these approaches are complementary in the methodological
strategies for empirical research, which account for the complex political
reality, particularly in Latin America political reality.
El viejo y nuevo
institucionalismo
Es conocida la fascinación por el estudio de las
instituciones en el pensamiento político de Occidente. En el mundo antiguo
Aristóteles articuló su clasificación de las formas de gobierno a partir de las
constituciones que coleccionó.[1]Digamos que atendió el problema de lo que
ahora conocemos como diseño constitucional. Además, Aristóteles observó que no sólo
era la estructura constitucional lo que determina la forma de gobierno,
sino también las virtudes de los hombres.[2] Así, el señorío político
de hombres libres e iguales, representa la forma de gobierno ideal
que cubre los requisitos del prudente término medio de su clasificación
de gobiernos. Hay que advertir que Aristóteles esboza la relevancia de la estructura
(diseño constitucional) y la agencia (las virtudes).
En nuestro debate actual sobre las instituciones,
cobra interés saber las ideas que sobre las instituciones se generan en torno a
lo que se denomina como ‘nuevo institucionalismo.’ Guy Peters introduce
el debate sobre las distintas vertientes del ‘nuevo institucionalismo,’ como un
problema en la tradición de las ciencias sociales con respecto a las
articulaciones entre estructura y agencia. El debate de Peters
sugiere una lectura atenta sobre la importancia del cambio en las
instituciones, es decir, el papel que juega el tiempo en la permanencia o
cambio institucional. En otros términos, la consideración del tiempo nos lleva
a preguntarnos sobre las distintas soluciones que formulan los tres enfoques
aquí estudiados, con respecto al tema del origen, permanencia y cambio en las
instituciones, ya sea que se encuentre el énfasis en la agencia o bien
en la estructura, pero cabría también una tercera posibilidad la
relación equivalente entre agencia y estructura.
Nuestra primera advertencia para abordar estas
cuestiones es de carácter semántico, pues el término nuevo institucionalismo
implícitamente nos lleva a considerar la noción de un viejo institucionalismo.
La distinción entre el viejo y el nuevo institucionalismo lo podemos
conceptualizar en los siguientes rasgos distintivos que definen a cada uno: el
viejo institucionalismo se concentró en el estudio de la arquitectura jurídica
de las instituciones, siendo proclive al estudio de las constituciones,
asimismo su vertiente de interpretación tendía hacia el holismo, poniendo
énfasis en el estudio de las estructuras. Por otra parte, el nuevo institucionalismo
pone el acento en el estudio de las reglas formales e informales, la relación
dinámica entre agencia y estructura, metodológicamente tiende al
constructivismo y coloca en su centro de investigación la noción de cambio
institucional. Para Philip Selznick (1996) la diferencia radical entre el viejo
y el nuevo institucionalismo reside en la concepción de lo institucional,
mientras que el viejo institucionalismo de corte sociológico se concentraba en
los problemas concretos de la estructura legal de las organizaciones que
configuran a una institución -por ejemplo la organización industrial de la
sociedad-, el nuevo institucionalismo ha producido una abstracción del mundo
político, formalizando el estudio de las instituciones.[3] Siguiendo esta línea
argumentativa, Arthur L. Stinchcombe (1997) señala que las virtudes del viejo
institucionalismo consistían en su conocimiento práctico de las instituciones
concebidas como organizaciones, es decir, tenía un conocimiento sustancial
de las instituciones. En cambio, argumenta Stinchcombe, el nuevo
institucionalismo analiza solo la variabilidad de una muestra de instituciones,
no concentrándose en el estudio práctico de la singularidad de las mismas.
El institucionalismo histórico
El historiador francés Fernand Braudel,[4] máximo
representante de la Escuela Histórica de los Annales, concibió la idea de que
las estructuras del capitalismo se constituyeron a través de una larga duración
(longue durée), por ejemplo la estructura de mercado ha prevalecido a
través del tiempo hasta nuestros días. No obstante, en esta trayectoria de
larga duración aparecen eventos de carácter político o económico que Braudel
llama “episodios”. La larga duración es la permanencia y los “episodios” son
los eventos que ocurren en el proceso de la larga duración. Esta idea de
Braudel a mi parecer está implícita en el institucionalismo histórico. Lo que
en el lenguaje del institucionalismo histórico se conceptualiza como
“trayectorias” es lo equivalente a la noción de “larga duración”; y la concepción
de las “coyunturas críticas” [5] es lo semejante a lo “episódico”. El propósito
de esta analogía entre la noción de historia de Braudel y el institucionalismo
histórico, es justamente destacar la preeminencia que se le presta al tiempo
de los historiadores (Sewell, 2006) en el institucionalismo histórico.
Pertenecen al institucionalismo histórico, que estudia el nivel macrohistórico,
una vieja tradición historiográfica que como apunta Karen Barkey (2008), se
compone de una genealogía que abarca: “desde los viejos maestros, como son
Herbert Spencer, Karl Marx y Max Weber, a la generación de los académicos
historiadores europeos, como son Norbert Elias, March Bloch, Fernand Braudel,
E.P. Thompson y Michel Foucault, a los americanos, como son Reinhard Bendix,
Barrington Moore, Charles Tilly, Immanuel Wallerstein y Theda Skocpol, otros
brillantes practicadores de los estudios macrohistóricos son Thomas Ertman,
Rogers Brubaker, Kathleen Thelen y Paul Pierson, entre otros”. Considero
pertinente vincular el institucionalismo histórico con la tradición de
historiadores que menciona Karen Barkey, puesto que Peter A. Hall (1996) y Guy
Peters (1998 y 2005), en su conceptualización del institucionalismo histórico
pasan por alto este vínculo con la rica tradición macrohistórica.
Por otra parte, Paul Pierson (2000) conceptualiza
la idea sobre el origen y el cambio de las instituciones de acuerdo con el
enfoque del institucionalismo histórico, principalmente para el estudio de lo
político en marcos institucionales, a través de la noción de path
dependence. Así, los procesos políticos se pueden estudiar a través de
cuatro características: a). el equilibrio múltiple, b). la contingencia,
c). el papel crítico de la sincronización y la secuencia y d) la inercia.
Ahora bien el cambio institucional se explica a través de las “coyunturas
críticas”, de esta manera la presencia de una “coyuntura crítica” abre el
camino hacia un nuevo desarrollo histórico de lo político encauzándolo hacia
una nueva ruta (new path).
El institucionalismo en la teoría
de la elección racional
El Institucionalismo en la Teoría de la Elección
Racional (ITER) parte del supuesto de una racionalidad individual que clasifica
y ordena sus preferencias, con el propósito de maximizarlas. Este modelo de la
elección racional pretende predecir la conducta de los individuos, a partir del
estudio de las reglas formales que incentivan o limitan las acciones de los
actores individuales o colectivos (Tsebelis, 2002). Además el ITER pretende
alcanzar el status de ciencia, a la manera de la economía.
Un rasgo distintivo del ITER es que no identifica
institución con organización. La idea de tiempo que estudia el ITER es a través
de eventos de los actores individuales o colectivos en marcos
institucionales de reglas formales restrictivas (Bohman, 1992). Un antecedente
del ITER lo encontramos en los trabajos académicos de William H. Riker (1957),
fundamentalmente en el uso del método deductivo. Para Riker la ciencia política
debería estar fundamentada en una teoría consistente y robusta en la
investigación empírica, para ello sentó las bases de la Teoría Política
Positiva, que a diferencia de la Teoría Política tradicional de carácter
normativo, tendría que estar fundamentada en proposiciones axiomáticas. A
diferencia del institucionalismo histórico que se sustenta en el método
inductivo, el ITER pretende alcanzar leyes universales de tipo deductivo. Un
modelo de este carácter no toma en cuenta lo que Douglass C. North (1981)
considera costos de transacción, esto es, los actores juegan en contextos
históricos, con grados de incertidumbre y con información incompleta, lo que
significa que en los intercambios entre agentes se generan costos. Por el
contrario, en los modelos de la teoría de la elección racional los individuos tienen
cero costo de transacción (Hira y Hira, 2000). Un argumento fuerte de North
(Hira y Hira, 2000) es que las preferencias no son transitivas, como lo supone
la teoría de la elección racional, pues las preferencias cambian de intensidad
en el tiempo y por consiguiente no tienen un orden estable en el transcurrir
del tiempo. De ahí que una de las grandes dificultades del ITER es explicar
convincentemente el cambio en la dimensión tiempo, cabe agregar que este es un
tema atractivo que se sigue debatiendo.
De acuerdo con Guy Peters (1998) el ITER pone el
énfasis en la estabilidad institucional y en el carácter predictivo de su
teoría. Por otra parte, para el ITER las instituciones son importantes por sus
resultados. Siguiendo este argumento, de acuerdo con Peter A. Hall y Rosemary
C. R. Taylor una de las “grandes contribuciones del institucionalismo de la
elección racional ha sido enfatizar la interacción estratégica en la
determinación de los resultados políticos” (Hall y Taylor, 1996:945). Por otra
parte, algunos autores señalan que el ITER busca fundamentalmente el equilibrio
en las instituciones políticas, el modelo de equilibrio lo encuentran los
autores de esta perspectiva en la economía neoclásica (Weingast, Shepsle y
Johnsen, 1981; Tsebelis, 2002).
Una seria limitación del ITER es su supuesto de
racionalidad, pues como señala Douglass C. North (1981), el ITER al
concebir una racionalidad individual de acuerdo con el modelo neoclásico, no
puede explicar las interacciones entre los individuos en contextos históricos
institucionales – dimensión que si toma en cuenta el institucionalismo
histórico- lo que implica, como ya hemos señalado, no asumir a la
“incertidumbre” como elemento explicativo de lo social. En breve, el modelo
neoclásico aplicado por el ITER es una gran limitación para explicar otros
fenómenos como son los costos de transacción y las creencias en los cambios
históricos como son las ideologías políticas.
El institucionalismo sociológico
El institucionalismo sociológico tiene su origen
fundamentalmente en la teoría de las organizaciones, en ese sentido esta
vertiente anclada en esta tradición epistemológica considera a las
instituciones como componentes del mundo social, de ahí que considere a las
instituciones como mapas cognitivos que expresan los valores y prácticas de lo
social. De esta manera desde la perspectiva del institucionalismo sociológico
las instituciones y las organizaciones son entidades intercambiables (Peters,
1998). Por otra parte, el institucionalismo sociológico explica los cambios en
las organizaciones fundamentalmente como un proceso de legitimidad social, más
que por sus resultados eficientes como lo considera el institucionalismo de la
elección racional. A diferencia de los filósofos y cientistas políticos que
piensan a las instituciones como ‘independientes’ de la realidad social (March
y Olsen, 1984), los estudiosos del institucionalismo sociológico conciben a las
instituciones como una dimensión de la sociedad.
Un tema explicito dentro del institucionalismo
sociológico es el de la relación entre la estructura y la agencia,
propio de la Teoría Sociológica. Para Guy Peters (1998) el tratamiento del problema
de la relación entre estructura y agencia, es una cuestión que es
centro de estudio en los tres institucionalismos. Es decir, la ciencia política
americana en parte es heredera de esta tradición, aunque su registro sea en
términos del individualismo metodológico en donde la agencia es el
individuo racional y la estructura son las reglas formales restrictivas
de las instituciones. Asimismo, el institucionalismo histórico está interesado
en investigar cómo en los procesos históricos se relacionan las estructuras y
la agencia.
Para el institucionalismo sociológico las
instituciones son también prácticas y repertorios simbólicos, esto es, el
repertorio de la cultura se manifiesta en la configuración de las instituciones
como extensión de valores sociales interiorizados por los actores. Así, la
cultura provee un conjunto de imágenes y símbolos que una vez interiorizadas se
ponen en práctica en los espacios institucionales. De esta manera, los cambios
en los repertorios simbólicos desencadenan cambios en las instituciones, en
términos de Peter A. Hall y Rosamary C. R. Taylor (1996) el institucionalismo
sociológico sigue la lógica de la adecuación de lo social, contrario a la
lógica de la instrumentalidad, esta última lógica es propia del
institucionalismo en la teoría de la elección racional. En otras palabras, el
cambio en las instituciones de acuerdo con el institucionalismo sociológico, se
concibe como un proceso social dinámico entre la agencia y la estructura.
Una dimensión estudiada en el institucionalismo
sociológico y que tiene sus raíces en la lectura del mundo moderno, es la
configuración de las prácticas de la burocracia. Como sabemos el sociólogo Max
Weber concibió al estado burocrático moderno como una manifestación de la
racionalidad. De forma tal que el institucionalismo sociológico coloca en su
agenda de investigación temas que examinaron los grandes sociólogos como Marx y
Weber en su diagnóstico y lectura de la modernidad, temas como el poder y la
burocracia estatal.
Consideraciones finales
Como hemos argumentado la consideración del tiempo
en los distintos enfoques del institucionalismo se explica en parte por las tradiciones
epistemológicas en que cada una de ellas se vincula: el institucionalismo
histórico explica a las instituciones en los contextos propiamente del tiempo
concebido por los historiadores en donde la permanencia y el cambio
juegan un papel importante; el institucionalismo de la teoría de la elección
racional concibe el tiempo como eventos en los actores individuales o
colectivos; y el institucionalismo sociológico considera que las instituciones
(organizaciones) cambian en el contexto de procesos sociales dinámicos entre
la agencia y la estructura.
En la literatura politológica podemos encontrar
complementos entre las distintas perspectivas teóricas, principalmente en la
investigación empírica. Por ejemplo, el trabajo de James Mahoney sobre el
liberalismo en Guatemala, El Salvador, Costa Rica, Honduras y Nicaragua,
considera tres tipos de liberalismos: el liberalismo radical (Guatemala y El
Salvador); el liberalismo reformista (Costa Rica) y el liberalismo “abortivo”
(Honduras y Nicaragua). Estos tres tipos de liberalismo se estudian desde la
perspectiva ideológica de los jugadores y desde las “coyunturas críticas”. Como
podemos observar en su trabajo empírico James Mahoney echa mano tanto de la
teoría de juegos vinculada con el individualismo metodológico y de la noción de
“path dependence” para explicar las coyunturas críticas categorías propias del
institucionalismo histórico. El propio James Mahoney tiende puentes entre el
institucionalismo sociológico y el institucionalismo histórico, en su trabajo titulado
Path dependence and Historical Sociology (2000).
Un campo fructífero para la investigación empírica
es concebir a las instituciones no sólo como reglas formales restrictivas como
supone el institucionalismo en la teoría de la elección racional, sino también
concebir a las instituciones como reglas informales que regulan la conducta de
los actores. El estudio de las instituciones como reglas formales e informales
es de vital relevancia para estudiar los contextos latinoamericanos. Guillermo
O’Donnell (1993) destaca la importancia de estudiar las reglas informales en
los escenarios políticos de América Latina. Para O’Donnell la ‘democracia’ en
América Latina son ‘democracias delegativas’, en donde los controles
institucionales para vigilar el quehacer de los políticos son débiles. A
contracorriente de la literatura politológica institucionalista de rational
choice sobre América Latina (Munck, 2004), O’Donnell pone el acento en una
perspectiva más de sociología política, en donde la institucionalidad se
concibe también en marcos de reglas informales. En esta línea de
O’Donnell, las investigaciones empíricas de Steven Levitsky y Leandro Wolfson
se enfocan a estudiar las reglas tanto formales como informales de la política.
Su trabajo clave de Levitsky y Wolfson es su estudio titulado Del
sindicalismo al clientelismo: la transformación de los vínculos
partido-sindicatos en el peronismo, 1983-1999 (2004). A estos trabajos se
suma la obra de Gisela Zaremberg titulado Mujeres, votos y asistencia social
en el México priísta y la Argentina peronista (2009). Estas dos últimas
investigaciones son en parte respuesta a las investigaciones institucionalistas
de la teoría de la elección racional que se inscriben en el estudio de la
democracia en América Latina.
Gerardo L. Munck ha realizado un recuento
exhaustivo sobre los estudios institucionalistas de la democracia en América
Latina, principalmente en su trabajo titulado La política democrática en
América Latina: contribuciones de una perspectiva institucional (2004).
Munck concibe su análisis de los estudios institucionalistas sobre la
democracia latinoamericana desde la perspectiva del institucionalismo en la
teoría de la elección racional. La agenda de investigación de esta perspectiva
institucionalista para América Latina, reside en examinar el desempeño de las
instituciones en marcos de reglas formales, como es la relación entre el
ejecutivo y legislativo en el sistema presidencialista, los poderes de los
ejecutivos y los sistemas electorales.
No podemos pasar por alto las contribuciones del
institucionalismo histórico desde la perspectiva de los estudios
macrohistóricos para América Latina. Sin lugar a dudas, el trabajo
historiográfico de John H. Coatsworth es un excelente ejemplo sobre los
estudios de larga duración para explicar la dimensión económica en América
Latina. La inclusión de Coatsworth en el institucionalismo histórico me parece
pertinente en el sentido de que su investigación sobre aspectos de crecimiento
y política fiscal en contextos macrohistóricos permite estudiar las
instituciones económicas en el tiempo histórico, para saber tendencias y
cambios institucionales, por ejemplo el estudio - junto a Jeffrey G. Williamson
- Always Protectionist? Latin American Tariffs from Independence to Great
Depression, es un análisis sobre el funcionamiento del proteccionismo
económico en América Latina.
Esta revisión de la literatura sobre la
investigación empírica de las instituciones de América Latina, me permite
argumentar que los distintos enfoques de los institucionalismos aquí examinados
se complementan en la investigación empírica, es decir, la investigación
empírica representa lo que llamaría una “heterodoxia metodológica”. Esta
heterodoxia metodológica como lo hemos observado en los trabajos resumidos en estas
consideraciones finales, permite enriquecer la investigación empírica,
concretamente en los estudios de la política de América Latina. Así, la mejor
manera de complementar los enfoques del nuevo institucionalismo es a través de
la investigación empírica, siguiendo el espíritu de investigación de Charles
Wright Mills[6] diría que los enfoques del nuevo institucionalismo se
complementan en la “imaginación metodológica”.
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versión en prensa.
[1] Como nos cuenta el historiador Plutarco en su
obra Vidas Paralelas, el conquistador Alejandro Magno, discípulo de
Aristóteles, enviaba a su maestro las constituciones de los pueblos que
conquistaba.
[2] El tema de las formas de gobierno
Aristóteles lo expone en la obra La Política; con respecto a
las virtudes de los hombres en su obra Ética a Nicómaco muestra su
célebre clasificación sobre el “hombre de bien” y “el buen ciudadano”.
[3] Claramente el punto de crítica de Philip
Selznick es el institucionalismo en la teoría de la elección racional.
[4] Fernand Braudel en su obra El Mediterráneo y
el mundo del mediterráneo en la época de Felipe II, no menciona a Felipe
II, porque no es el actor central de su libro; el gran actor de su libro es
esta gran estructura geográfica que es el Mediterráneo.
[5] La formulación del concepto de “coyuntura
crítica” en las Ciencias Sociales fue realizada por Seymour Martin Lipset y
Stein Rokkan en su trabajo Cleavage Structures, Party Systems, and Voter
Alignments: An Introduction.
[6] Me refiero a la estrategia de investigación
acuñada por Mills, “la imaginación sociológica”.
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