jueves, 14 de abril de 2016

Singapur y Corea del Sur, dos pequeños ejemplos


Gilberto Nieto Aguilar

Hace apenas cinco décadas que Singapur dejó de ser una colonia inglesa. Al contrario de otras colonias, no repitió el esquema clásico del nuevo país independiente, pobre y librado a las luchas internas por el poder. Tuvo la fortuna de contar con gobernantes que se preocuparon por darle un rumbo definido a la incipiente nación y concederle un lugar privilegiado a la educación.
Con cinco millones y medio de habitantes y un territorio de 717 kilómetros cuadrados, la República parlamentaria de Singapur es un pequeño país insular formado por sesenta y tres islas, situadas en Asia sudoriental, al sureste de Malasia. Su nivel de vida es muy bueno, pues en 2014 el ingreso per cápita fue de 42 mil 400 euros. Su Índice de Desarrollo Humano, según la ONU, fue de 0,912, el número once de una tabla de 187 países.
Según Transparencia Internacional es uno de los países con menos corrupción en el mundo, a pesar de lo reciente de su historia como nación. El 9 de Agosto de 1965 proclamó su independencia, con un futuro incierto por el reducido tamaño del país y la falta de recursos, pero Lee Kuan Yew hizo que el país desarrollara la industria manufacturera. Permaneció como Primer Ministro hasta el año 1990 logrando durante ese tiempo hacer de Singapur un país del primer mundo contra todos los pronósticos de la región y del mundo que veían el hecho como una tarea imposible de realizar. Se suele mencionar a Lee como el “fundador de Singapur”.
Lee Kuan Yew fue un hombre genial, lleno de contradicciones. Fue autoritario y pragmático, partidario de los castigos corporales y de la educación de alto nivel para toda la población, obsesionado por combatir la mediocridad, la corrupción y la disidencia política. En México el autoritarismo y la ausencia de oposición han producido corrupción y subdesarrollo; en Singapur sirvió para implementar un sistema económico muy eficiente, un régimen capaz de combatir la corrupción y una sociedad meritocrática sin paralelo en el mundo.
Singapur tomó como inspiración a Israel, porque al igual que él era un país pequeño rodeado de vecinos amenazantes. Adoptó el inglés como lengua oficial y se alineó a Estados Unidos en la Guerra Fría. Esto en México hubiera causado muchas discusiones, rasgado muchas vestiduras e inundado mares de tinta, pero todo hubiese sido show y palabrerías de unos y de otros. México se entrega, nada pide a cambio y todos fingen que no saben o que no se han dado cuenta.
Singapur fue escalando en la cadena del valor agregado, gracias a una apuesta constante por el desarrollo del capital humano y la erradicación de las prácticas corruptas. Su secreto y diseño de país empieza en el sistema educativo y abarca todos los aspectos de la vida social. Con seriedad, sin engaños ni simulaciones. Y claro, los puestos públicos no se otorgan por dedazo. Para México, Singapur debe ser admirable, pero también terrible.
La clave de su éxito descansa en la educación: mérito, esfuerzo, bilingüismo, presión familiar, y la segregación académica por los resultados y el desempeño de los estudiantes. En 1990, al analizar los problemas en educación, las autoridades encontraron algo fundamental: un docente con bajo nivel académico, poco motivado, con escaso reconocimiento social y con sueldos bajos. Por esta razón, en 1991, el Gobierno dio un salto sin precedentes: igualó el sueldo de los profesores con el de los ingenieros y abogados, bajo una selección muy meticulosa del personal docente. 
Para nadie es desconocido que el sistema educativo de Singapur es de alta calidad. Para lograrlo, el Ministerio de Educación ha creado un sistema estándar de evaluación de la calidad que se aplica a las instituciones públicas y privadas. Evalúa la selección de estudiantes, los recursos de aprendizaje en los centros escolares, la plantilla docente, el apoyo que puede prestarse a los alumnos, los procedimientos de queja y el desempeño estudiantil.
Su sistema educativo, desde la escuela primaria, está orientado a desarrollar aptitudes, carácter y valores en los estudiantes, y a motivarlos para la investigación, la creatividad y el emprendimiento. Es importante tener en cuenta que el sistema educativo de Singapur se basa en un modelo meritocrático, el cual establece que las posiciones jerárquicas son alcanzadas gracias al mérito propio, mediante la capacidad individual y el espíritu competitivo.
Andrés Oppenheimer ("¡Basta de historias!", Debate, Random House, México, 2010) en su libro explica muchas cosas interesantes sobre Singapur y su sistema educativo, en un ensayo titulado "Singapur, el país más globalizado" (páginas 91 a la 125). En él expresa lo que puede parecernos muy exigentes y hasta cruel, además de parecer poco inclusivos. Sin embargo, al basarse en el mérito, siempre está abierta la posibilidad de un “despegue” intelectual del alumno, que continuamente es canalizado y tutorado.
Mientras en México dice la autoridad oficial federal que cualquier licenciado puede ser maestro, en Singapur no cualquiera puede serlo. Tienen que estar entre el 30 por ciento nacional que obtiene las mejores notas. Los maestros reciben buenos salarios, bonos anuales por su desempeño y cuentan con subsidios para cursar estudios de posgrado. Son evaluados todos los años, y quienes no realizan bien su trabajo pueden ser despedidos.
Con una historia diferente, Corea del Sur en 40 años ha dejado de ser uno de los países más pobres y con mayor tasa de analfabetismo del mundo, para convertirse en una de las principales potencias mundiales en economía y educación. El Informe PISA y otros sondeos y encuestas, como el TIMSS o el PIRLS (estudios sobre matemáticas y ciencias, y comprensión lectora, para alumnos de cuarto y octavo grado, el primero, y de cuarto de primaria el segundo), la sitúan a la cabeza de la educación, superando incluso a países como Finlandia, tradicionalmente en la vanguardia educativa.
Corea del Sur es, sin duda, una de las columnas sobre las que se sustenta la nueva supremacía económica de Asia, con sus grandes empresas sudcoreanas como Samsung, LG, Hyundai, CJ, Lotte, SK y otras. La educación en Corea del Sur se ha convertido en un tema habitual de debate que produce admiración por parte de algunos y decepción por parte de otros. Hay en internet cientos de noticias, artículos e incluso documentales que abordan este tema.
A diferencia de Singapur, cuenta con una historia y cultura milenarias, cuya enseñanza fue perseguida y prohibida en épocas pasadas. Al terminar la Segunda Guerra Mundial se independizó de Japón, el último y déspota tirano, y en 1950-53 sufrió el enfrentamiento ideológico y de intereses entre la URSS y Estados Unidos, quedando bajo la protección de este último.
Los sudcoreanos han desarrollado una fuerte identidad y un arraigado sentido de pertenencia como un sistema defensivo ante la competencia y deseos de intervención de sus feroces vecinos. Su educación se basa en una fuerte disciplina. Según la página de Aula Planeta, descansa en diez pilares: La educación es el motor del desarrollo. La enseñanza es gratuita y obligatoria de los 7 a los 15 años. El Estado y los ciudadanos realizan una gran inversión en educación. Las políticas educativas son a largo plazo, pero los currículos se actualizan. Los profesores son muy respetados. Los alumnos reciben más de 10 horas de clase al día. La competitividad y los resultados gobiernan el sistema. Los niños no tienen tiempo para jugar o relacionarse, y en las aulas hay mucha disciplina. El sistema fomenta la memorización, y deja de lado la creatividad (concepto altamente discutible). Se apuesta por la tecnología en las aulas.
Al igual que Singapur, para pasar a secundaria se exige a los alumnos superar un examen, y bajo el lema de que la educación no es un problema sino una oportunidad para impulsar el desarrollo y la economía, un país pequeño, con recursos naturales limitados y devastado por la guerra a principios de los 50, Corea del Sur es hoy una potencia económica mundial que asombró al mundo occidental por sus resultados educativos.

gilnieto2012@gmail.com

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