Raúl Hernández Viveros
Hace varias décadas en la capital veracruzana
existía una verdadera efervescencia cultural. Fueron los principales años en
que estuvieron al frente de la educación universitaria, escritores, críticos
literarios, investigadores y filósofos. El proceso extraordinario de la
Facultad de Pedagogía, Ciencias y Letras. Para su ingreso había que cursar un
año general con las asignaturas de: Introducción a la Filosofía, Español
Superior, Teoría Literaria, Teoría
Pedagógica, Psicología Contemporánea, Psicología de la Adolescencia y latín.
Antes de ingresar a la carrera elegida se realizaba un año de conocimiento
universitario.
De esta manera pude tomar la decisión de
dedicarme a la literatura. Además de que representaba la ampliación de gustos y
preferencias desde la preparatoria, en donde fundé el periódico “Átomo” y la
revista “México Nuevo”. Por suerte en Xalapa conocí a César Rodríguez
Chicharro, quien me abrió el camino hacia la lectura de obras universales. Al
mismo llegaron a esta ciudad conferencistas magistrales como Max Aub, Agustí
Bartra, José Gaos y José Pascual Buxó, intelectuales españoles refugiados en
México, expulsados por la dictadura de Franco en España.
Al mismo tiempo empecé a frecuentar a Sergio
Galindo Márquez, a cargo de la Editorial
y de La Palabra y el Hombre de
la Universidad Veracruzana. Años después entró en su relevo, César Rodríguez
Chicharro, y luego Sergio Pitol. Fueron los años de transformaciones de los
sesentas, y de búsqueda hacia la transición democrática de México.
En la casa de Sergio Pitol, al amanecer cuando
finalizaba la lección inspirándonos hacia el conocimiento de autores europeos;
nos despedíamos, y él un poco más tarde
se iba al trabajo al Departamento Editorial de la Universidad Veracruzana. No
hay manera de olvidar estas reuniones en donde se hablaba de cine y
principalmente de sus viajes como de la mediocridad y el sufrimiento de la vida
provinciana, inmersa en mitos y leyendas sometidas a la adoración de localismos
que se repetían en la sublime educación mexicana que comenzaban a controlar los
medios de comunicación, especialmente el “canal de la estrellas”.
Por lo tanto, recuerdo las vitales lecturas en La Palabra y el Hombre, o bien la aproximación a la traducción de
novelistas europeos por el propio Sergio Pitol.
Sin embargo, años más tarde lo mejor fue visitarlo en Praga y conocer el
escenario maravilloso en el cual se
desempeñó como Embajador de México. Aunque antes había capturado el ambiente
varsoviano con la decadencia de un sistema de partido de Estado, con sus
campañas de autoelogios y autoevaluaciones.
El ambiente
intelectual en la Universidad Veracruzana fue acompañado por la presencia de
escritores y artistas gráficos. Varios miembros del grupo de La espiga amotinada, vivieron en Xalapa;
encabezados por Jaime Augusto Shelley, Eraclio Zepeda, Jaime Labastida o Juan
Bañuelos. Enrique Florescano dio a conocer el periódico cultural Situaciones y Carlos Juan Islas abrió
las páginas de El Buscapiés. Aparecieron
suplementos culturales como Estela
Cultural. Luis Mario Schneider fundó las ediciones de El Puente. Mientras que Sergio Galindo destacaba con Emilio
Carballido, a través de sus narrativas y obras dramáticas con temas regionales.
Entonces fundé la revista Academus,
en compañía de Mario Muñoz y Lorenzo
Arduengo Pineda.
En Xalapa se vivía, como ya
mencioné, una verdadera efervescencia intelectual que se mantuvo con la
magnífica presencia de Sergio Pitol. En el número 36 de La
Palabra y el Hombre, Octubre-Diciembre de 1965, en forma de advertencia, en su texto “Un hilo entre los
hombres”, describió el ambiente de autoritarismo policial frente al rescate y
amor por los libros. En poco tiempo me contagió su pasión por viajar fuera de
México.
Un poco después
aconteció la represión de maestros y estudiantes en 1968, y no hubo más que
elegir el exilio voluntario. Obtuve una beca de escritor residente en Polonia,
hasta que las aguas volvieron a su cauce normal. Casi estuvo a punto de
desaparecer la labor cultural y editorial en la Universidad Veracruzana.
Durante varios años recorrí Europa y pasé una larga temporada en Italia. Volví
a la capital veracruzana a principios de 1972.
Durante estas
semanas la revista La Palabra y el Hombre,
por instrucciones de Rafael Velasco Fernández otra vez se le encomendó a Sergio
Galindo su renacimiento. Desde aquel año me dieron mi primer nombramiento como
director del Servicio Bibliográfico. Unas semanas antes permanecí realizando
actividades culturales, ciclos de conferencias y presentaciones de autores en
Xalapa.
Por ejemplo
permanece en mi memoria la visita del poeta Carlos Pellicer quien participó en
el ciclo de lecturas “Aproximación a la poesía mexicana”, que coordiné cuando
trabajaba en el departamento de difusión cultural. Hasta estos días conservo el ejemplar dedicado por el poeta
tabasqueño. Recuerdo la anécdota casi secreta de que Octavio Paz estaba
enamorado de su obra poética, y el extraordinario Carlos Pellicer se reía al
reconocer en un juego de palabras que se trataba todo al revés.
Durante más de una década de su
aparición, La Palabra y
el Hombre,
e
importantes colecciones de libros editados por la Universidad Veracruzana, este
material fue mi fuente del conocimiento. A través de la Colección Ficción llegué a conocer a los más importantes
escritores de México. La labor de Sergio
Galindo Márquez permitió el encuentro y descubrimiento de la nueva literatura
mexicana. La lectura de obras magistrales de Sergio Galindo, Luisa Josefina
Hernández, Emilio
Carballido, José Mancisidor, Elena Garro, José de la Colina, Eraclio Zepeda,
Ramón Rodríguez, José Revueltas, Rosario Castellanos. Francisco Salmerón, Jaime
Sabines: representó la apertura de interesantes y valiosos escritores. Hasta llegar al lanzamiento de Gabriel
García Márquez, quien le agradeció epistolarmente a Sergio Galindo, el pago de
derechos de autor ya que con este pago
llegó a terminar Cien años de
soledad.
Aparecieron
obras de Juan García Ponce, Sergio Pitol, Jorge López Páez, Vicente Leñero, y
en 1967, Juan Carlos Onetti ofreció la versión revisada de Tierra de Nadie. Hace falta todavía
una investigación para el estudio crítico de esta etapa de esta labor
universitaria; porque fue un acontecimiento latinoamericano de alcances
mundiales.
Gonzalo Aguirre
Beltrán planteó la perspectiva humanística de su visión universitaria, que estuvo acompañado de
Fernando Salmerón Roiz. La carrera de historia fue coordinada por Xavier Tavera
Alfaro; y Oscar Oliva ingresó. Alfonso Medellín Zenil inició la Facultad de
Antropología, y estudiaron Eraclio Zepeda y Francisco Salmerón, autor de Testimonios del Tecuán, pintó el mural del Puente de Xalitic, dibujó
las letras y el emblema desprendido de
una piedra esculpida del templo de las columnas del Tajín.
José Pascual Buxó realizó el plan de estudios de la
Escuela de Letras, y en la Facultad de Filosofía, Fernando
Salmerón Roiz reunió valiosos docentes; como Othón Arroniz. Entonces Roberto
Bravo Garzón apoyó al grupo La Espiga
Amotinada, y en varias ocasiones llegó a Xalapa Jaime Labastida.
Casi todos habían sido miembros de la Juventud
Comunista, e integraban la Liga Espartaco. Apareció Mario Orozco Rivera a
fundar el Taller de Artes Plásticas, y con Norberto Martínez pintaron los
murales en nuestra Máxima Casa de Estudios. Al lado
de Sergio Galindo siempre estuvo Arturo
serrano y Rosaura Romero. A partir de estos años, Gonzalo Aguirre Beltrán,
Fernando Salmerón Roiz, Rafael Velasco Fernández y Roberto Bravo Garzón
aceptaron mi amistad y reconocieron la labor cultural que difundía en la dependencia a mi cargo.
Considero
a mis primeros maestros en el campo de la literatura: Ermilo Abreu Gómez y Juan
de la Cabada. Los conocí desde los tiempos preparatorianos en Orizaba, cuando
con Julián Meza y Mario Muñoz promovíamos actividades culturales. Juan de la Cabada era un narrador oral que
acompañaba sus relatos con la imitación de sonidos de animales y silbidos de
aves tropicales. Ermilo Abreu Gómez experto en Sor Juana, dejó notas valiosas
sobre sus maestros y colegas literarios. La colección Ficción publicó El
brazo fuerte, de Juan de la Cabada-, varias veces visitó Xalapa empeñado en formar la conciencia política
del grupo La espiga amotinada. Ermilo Abreu Gómez tenía la misión de promover
lectores críticos y libres pensadores que participaran en la lucha democrática.
A mi regreso de
la experiencia europea, fundé la revista Cosmos,
en su primer número escribí que: “el virus de Cosmos apareció una noche de lucubración, en un lugar cerca de
Varsovia, y leí en voz alta la dedicatoria de Sergio Pitol, escrita en 1967,
sobre una de las primeras páginas de su Antología
del cuento polaco contemporáneo: “Para Raúl Hernández Viveros deseándole
una formidable estancia en el lugar que al fin decida (o pueda) irse, y el
deseo de verlo pronto por allá”.
El ambiente
cultural tuvo sus raíces cuando el gobernador Cándido Aguilar, el 4 de octubre
de 1915 sustentó que “La educación intelectual es obligatoria en todas las
escuelas del Estado”. El 14 de septiembre de 1916, Heriberto Jara afirmó con apego a la Ley General de
Enseñanza que: “La instrucción
Universitaria constará de: la
Secundaria la Enseñanza Técnica, la
Profesional y la de Altos Estudios”. Se reconocía la autonomía de la dirección
y gobierno; para ser rector era necesario estar doctorado, con obra científica,
literatura o educativa.
El propósito era
ofrecer en el Estado de Veracruz, el mayor de su desenvolvimiento académico y
cultural, además de una mejor distribución del conocimiento. En la Ley del 4 de
agosto de 1920, no se instruyó primero la creación de la Universidad;
únicamente se mantuvo un Departamento Universitario, Sin embargo, con el número 3 de la revista de
actividad contemporánea Horizonte, se
informó que en 1926, Heriberto Jara colocó la primera piedra en las Lomas del
Estadio de lo que sería nuestra Máxima Casa de Estudios, dentro de “una Ciudad
Jardín destinada a la residencia del profesorado”, aunque un año antes, el 20
de septiembre, Plutarco Elías Calles ya había inaugurado el Estadio de la
capital veracruzana.
A 70 años de vida de la Universidad Veracruzana
conviene examinar sus funciones, logros y problemas que enfrenta. Descubrir los
objetivos y acciones que motivaron las transformaciones en su historia. Desde
su punto de partida recogió el pensamiento de nuestros destacados
intelectuales, académicos y escritores. La vinculación entre la docencia, la
investigación y la cultura, fue el eje central de las aspiraciones
universitarias en el Estado de Veracruz.
En el
siglo XX, Fernando Casas Alemán ofreció la Ley Orgánica de la
Universidad del Estado de Veracruz, el 23 de julio de 19 40. Jorge Cerdán instaló la
normativa para su establecimiento en
1944 con el Estatuto Orgánico, que
apareció el 28 de agosto del mencionado año, con lo cual dejó de funcionar el
Departamento Universitario. En la calle Benito Juárez funcionó su primera sede a un lado del Colegio
Preparatorio. Adolfo Ruiz Cortines reformó algunos requisitos; por ejemplo que para
ser Rector no debía de ostentar
grado de doctor. Marco Antonio Muñoz Trunbull, en 1954, encomendó a Aureliano Hernández Palacios y Gerardo
Fernández Carreto a realizar el
anteproyecto de la Ley Orgánica de la Universidad Veracruzana. Después el citado gobernador en una entrevista
admitió que la autonomía no fue
aceptada por instrucciones del gobierno federal cuando era presidente de la República Adolfo Ruiz Cortines.
El gobernador Antonio M. Quirasco, en 1958
aprobó el marco jurídico para consolidar los avances universitarios con la
fundación antes de: Museo de Antropología, Biblioteca Central, Teatro del
Estado, Escuelas (e Institutos) de Antropología, Historia, Seminario de
Historia, y otros centros académicos. Con motivo de la lucha magisterial en
1968, Fernando López Arias decretó la
separación de Enseñanza Media, que en realidad fue un intento por evitar que la
Universidad Veracruzana participara en el movimiento estudiantil de 1968.
Rafael Velasco Fernández en 1972 encabezó el
nuevo Anteproyecto a la reforma de la Ley Orgánica de la Universidad
Veracruzana, en el cual se convocaba a la formación de profesionales críticos.
Rafael Hernández Ochoa también publicó su Ley Orgánica en 1975. En sus planteamientos
se reconoce como máxima autoridad al gobernador del Estado. Agustín Acosta
Lagunes en su Ley Orgánica 1983.
Una de las
dependencias estatales que han cumplido con los objetivos y metas de respaldar
la edición de obras de consulta bibliográfica, es la Editora de Gobierno. El 10 de agosto de 1985, en un discurso el historiador
David Ramírez Lavoignet hizo el reconocimiento: “Al general Juan de la Luz
Enríquez, patriota durante la Intervención y que con su cariño excepcional por
Xalapa, decreta la residencia de los Poderes del Estado en esta ciudad. Funda
la Escuela Normal Veracruzana instala en 1888, los Talleres Gráficos del
Estado, entrega los parques Hidalgo y Juárez…”
A 126 años del
nacimiento de la Editora de Gobierno hay
que aceptar que fue el modelo ejemplar en la creación del Fondo de Cultura
Económica, fundada en 1934 por Daniel Cosío Villegas, que es una institución
editorial descentralizada del Estado mexicano, e inspiración en la labor
editorial de la UNAM y la Universidad Veracruzana.
Recuerdo al
colega y amigo Leobardo Chávez Zenteno, fallecido hace varios meses, quien tuvo
a su cargo la regencia cuando apareció la monumental Reseña histórica de la Educación Pública en el
Estado de Veracruz, de Juan Zilli Bernardi. Entonces en la Dirección
General de Educación destacó otro amigo: Ángel J. Hermida Ruiz, quien también dirigió la Editora, y ofreció las Obras completas, de José Mancisidor, y la colección Maestros veracruzanos, entre otras
colecciones.
En 1977,
destacaron los dos tomos de La Creación
literaria en Veracruz, de Miguel Bustos Cerecedo. Años antes salió a la luz
pública su antecedente Escritores
veracruzanos. Reseña
bibliográfica-antológica, de Francisco R. IIlescas y Juan Bartolo Hernández. “El propósito es mantener enhiesta la tradición
cultural de Veracruz”, advirtió Miguel Bustos Cerecedo. Dicho material
bibliográfico representa una valiosa fuente de información obligatoria en
cualquier biblioteca, y punto de referencia sobre el estudio de autores y sus
obras.
Publicaron tirajes enormes de obras
trascendentales. Por ejemplo: Sayula,
de Calixta Guiteras Holmes, Informe de
las exploraciones de Cuautochco, y Exploraciones en la Isla de Sacrificios,
de Alfonso Medellín Zenil, Antología de
la Poesía Mexicana, de Jorge Cuesta, Antología
poética, de Octaviano Corro, Leyendas veracruzanas, de Francisco Broissin
A., Antropología Física de Veracruz,
de Johnna Faulhber, La mujer blanca,
de José María Esteva, y Pensamiento
universitario, de Ezequiel Coutiño, entre otras obras de interés académico.
En 1950,
Humberto Celis Ochoa Jr., dio a conocer
Papaloapan; con el mismo título, Salvador Vives Bendón imprimió un volumen
narrativo. Después Marcelino O. Rosas Hernández, más tarde publicó sus Cuentos, anécdotas… y otras cosas, 1997.
En 2009 apareció la edición de lujo: Coatzacoalcos,
Casa de culebras despoblada, de Roberto Williams García, considerada su
última investigación; brillantes páginas etnográficas, extraordinarias y
narrativa histórica de la región industrial del sur veracruzano.
Recientemente se
prosigue con la edición de libros, obras que recogen investigaciones
históricas, antropológicas y literarias, bajo la dirección de Elvira Valentina
Arteaga Vega. Es suficiente con mencionar la publicación de Ritualidad e interculturalidad otopame,
Homenaje a Carlo Antonio Castro y Roberto Williams García, libro coordinado por
María Enriqueta Cerón Velásquez. En sus páginas se recogieron algunas ponencias
del IX Coloquio Internacional sobre Otopame, realizado con motivo del 50
aniversario del Instituto y la Facultad de Antropología de la Universidad
Veracruzana.
En aquella
ocasión, participé en el acto de inauguración con la lectura de un ensayo sobre
los dos impulsores de la antropología en Veracruz que con sus “Testimonios
brindan las raíces de valiosas aportaciones entre algunas generaciones de
egresados de la Facultad de Antropología. El trabajo constructivo basado en el
poder de la reflexión critica que brilla como herencia en nuestros días a
antropólogos y arqueólogos que son reconocidos a nivel nacional e
internacional”. De igual manera, la Editora de Gobierno continúa con su labor
cultural de colocar el nombre de Veracruz en el firmamento intelectual de la
República Mexicana.
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