Por: Alicia Soto Palomino.
Cuando escucho las historias de las mujeres que han vivido fuera del alcance de la lectura y escritura, me vienen a la mente los pasajes en los que mi madre me contaba que para ir a la escuela en su época de niña, era necesario ser varón, que sus hermanos tenían que caminar grandes distancias para llegar a la escuela y que a la mujeres no les permitían asistir, pues no lo necesitaban.
Entonces me doy cuenta de la gran oportunidad que me dieron mis padres al permitirme ir a la escuela y así lograr aprender a leer y escribir y sobre todo, conocer ese mundo fantástico de los libros.
Recuerdo mis primeras lecturas relacionadas con cuentos maravillosos y algunas radionovelas e historias que enriquecían mi imaginación. El hecho de escuchar a mi abuelo contando historias fantásticas me hacía fantasear con la realidad y le proporcionaba un toque mágico a mi vida.
Así pasaron los años y mi amor por la literatura se fue haciendo más grande hasta que llegué a la secundaria y me dieron clases magníficos docentes, que hicieron que las obras literarias cobraran vida y gozara como nunca con La Iliada, La odisea, El Quijote de la Mancha y con la literatua mexicana. Así con gran interés cursé el bachillerato y nuevamente la literatura Hispanoaméricana se adueñó de mi ser y me adentré a vivir con los cuentos y las novelas; considero que ahí surgió la semilla del deseo de estudiar la carrera de letras españolas. Efectivamente, llegué a la universidad y conocí más autores, obras, corrientes literarias, teorías y conceptos que aumentaron mi deseo de querer compartir esta pasión por los textos literarios.
Cuando tuve la oportunidad de trabajar en Telebachillerato se abrieron las puertas para realizar algunos de mis sueños más anhelados, “contagiar” ese amor por las letras. Ahora ya han pasado diecisiete años desde que comencé esta travesía y me doy cuenta que esta tarea es cada vez más ardua, pues los docentes y alumnos necesitan ser motivados con técnicas y estrategias de lectura eficaces que hagan que los lectores se apasionen por los textos.
Necesitamos más lectores comprometidos y estoy pensando en primer lugar en los compañeros docentes y una vez que estén listos para reforzar esta aventura, es preciso que la “contagien” a sus alumnos, solamente así podremos pensar en un buen resultado de la promoción de la lectura.
Invito a reflexionar a los docentes sobre su propia actividad como lectores y como emisores de los textos que leen, creo que es tiempo para comenzar a revisar nuestras metodologías, procesos y resultados de manera individual.
Agradezco infinitamente a los docentes que hicieron gratos los momentos que viví frente a los textos y que con su pasión hacia la literatura hicieron que me enamorara de la carrera que cursé.
Repito algunas de la frases de Felipe Garrido:
La única manera de hacerse lector es disfrutando el placer de la lectura. Un libro que te hace vivir experiencias que no son tuyas está provocando placer. Creo que escribir es un deseo de expresarte y es un desarrollo natural: a fuerza de leer a los demás, tú también quieres decir algo. Así como a fuerza de oír a los demás, un día también quieres decir algo, lo que tú piensas.
De esta forma, la lectura y escritura se convierten en un binomio que debemos ejercitar. Este es otro aspecto que necesitamos desarrollar.
El principal objetivo de este texto es brindar una felicitación a los docentes que enseñan con amor, pasión e ilusión. También quiero felicitar a los padres de familia que desde su hogar cultivan la narración oral y leen o rescatan las tradiciones orales que se han perdido y que es preciso recuperar de forma urgente, pues así no dejaremos que se queden olvidadas las historias y se pierdan en el letargo de la pasividad.
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