Por: Gilberto Nieto Aguilar
No es lo mismo los medios y el poder, que el poder de los medios. No en balde desde la primera mitad del siglo XX se les llamaba el Cuarto Poder. Ahora parecen todos los poderes juntos, porque presionan la ejecución de acciones, proponen iniciativas y juzgan a políticos y ciudadanos. El calificativo de “Cuarto poder” se le atribuye a Douglas Carter Beane, pero las voces críticas que cuestionan los límites de los llamados “creadores de opinión”, aumentan cada día.
Lo que no aparece en los medios no existe, no es real. En el siglo XXI se ha desbordado el imperio mediático que, como dijo el educador y filósofo canadiense Marshall McLuhan, ha hecho del planeta una aldea global, término usado para describir la interconexión humana a escala mundial generada por los medios electrónicos de comunicación, con las consecuencias socioculturales de la comunicación inmediata de todo tipo de información en casi cualquier lugar del planeta.
Su poder es tal, que deriva en un enorme condicionamiento intelectual. Los medios de comunicación de masas (prensa, radio y televisión) pactan opiniones, se agrupan, operan en un mismo sentido y prácticamente “barren” cualesquiera otra opinión o propuesta que no sea, por ejemplo, para defender un esquema que interesa a los grupos del poder, anónimos para la opinión pública.
A veces la idea es hacernos creer que habitamos en el mejor de los mundos. Para ello existen mil artificios que presta el florido, rico y flexible lenguaje bajo el manejo de una pluma ágil, “profesional”; a una voz bien modulada, con tonos sugerentes, atractivos y con efectos especiales. La televisión lo tiene todo: el lenguaje hablado, el simbólico, la imagen, el movimiento, una rica gama de efectos especiales, colores, sonidos, que hacen posible la inducción subliminal. El público está indefenso, si no cuenta con cierta condición crítica que proteja su opinión personal.
Los medios de comunicación juegan un papel ideológico. Defienden una concepción de la sociedad, patrocinan una idea del mundo en la que ellos creen, protegen una posición neoliberal o socialista, patrocinan un candidato que les es afín... o les paga más. Porque los medios de comunicación están muy implicados en el mercado, la economía y la ganancia.
Asumen los tres poderes: impulsan, patrocinan, suben, bajan, maquillan, sentencian, absuelven, modifican, dominan, rechazan, elevan, hunden, adoctrinan, venden. Es un poder inmenso que entra con licencia en los hogares y la mente de sus moradores. No es el Cuarto Poder: es el Poder Total.
Ensalzan o juzgan a las personas; la forma de actuar de políticos, autoridades, personajes de distintas ocupaciones, y afectan su imagen pública. Lo mismo puede llevar a una persona a lo más alto, como retirarle el apoyo, hacerlo perder popularidad y credibilidad en cuestión de horas.
Los medios también educan, ayudan a formar criterios, exponen puntos de vista diversos, informan para saber, explican para conocer. Se han convertido en un agente social imprescindible en nuestros días, que pone al mundo a nuestro alcance. Pero, ¿hasta dónde llega su poder? Los puntos de vista se enfrentan al valorar su influencia, los contenidos y las tramas político-económicas en que se sustentan.
En las últimas décadas se ha incrementado notablemente la influencia de los medios debido a la facilidad con que llegan a la población. No todos lo hacen con la misma fuerza. La televisión ostenta el máximo poder pues, como afirma el dicho popular: una imagen vale más que mil palabras, aunque éstas también pueden manipularse, para que aquéllos a quienes llega, sus espectadores cautivos, lean, escuchen, vean y sientan tocados en la razón y el sentimiento.
Los medios y la democracia
María Elena Cantú entrevistó, hace más de seis años, a 29 analistas y politólogos sobre el papel de la radio y la televisión en la democracia mexicana. A pesar del tiempo transcurrido, las opiniones vertidas siguen teniendo vigencia en la realidad mexicana y es por ello que exponemos algunas ideas recogidas en las entrevistas.
José Woldenberg dice que existe la necesidad de un mayor profesionalismo, de una mayor objetividad y compromiso con los valores y las prácticas democráticas. Menos nota roja, menos estridencia y sensacionalismo, ordenar y priorizar las noticias. Explica que, «Si partimos de la idea de que no hay política que no transite por los medios y que, de una u otra manera, los medios modulan la política, la conclusión es que el poder de los medios es muy grande».
Jesús Silva-Herzog Márquez piensa que, gracias a la apertura de los medios, se han reducido los espacios para la corrupción, pero señala que el Estado mexicano, sin tener atribuciones de castigo o premio, tiene la obligación de establecer límites que dejen a salvo los derechos de quienes resulten afectados por los medios. «El México de hoy no se reconoce en los periódicos de hace 15 ó 20 años, ni en sus programas de televisión ni en sus emisiones radiofónicas». Son más independientes, ejercen la crítica con mayor libertad, no domina el espacio una sola voz y toca temas que durante muchos años fueron tabú.
Muñoz Ledo, por su parte, opina que en toda América Latina se percibe a los medios como un poder fáctico, sin contrapesos. Los medios electrónicos tienen una influencia definitiva en la formación de la opinión pública. Asegura que la influencia creciente de la radio y la televisión comienza con la transición, después de la cual ha jugado un nuevo papel.
Fátima Fernández Christlieb, por su parte, afirma que hoy no se gobierna ni se ganan elecciones sin los medios, como parte de un fenómeno mundial. Ellos deciden quién existe y quién no. La acreditada analista expresa que «todo poder necesita un contrapoder, de lo contrario ese poder se convierte en autoritario». Cita nombres de estudiosos como Sartori, Popper, Luhmann, Bourdieu.
José Carreño Carlón dice que actualmente «los políticos necesitan más de los medios que los medios de los políticos». Antes de la transición «teníamos un poder político cohesionado, fuerte,… frente a medios fragmentados que competían por las relaciones con el poder público. [Hoy] tenemos una inversión». Sugiere una función que debieran cumplir: «contribuir a la elevación del debate público, darle más ideas, menos incendio, menos controversia, a veces generada como negocio».
Raúl Trejo Delarbre dice que los medios siempre han sido un poder, en todos lados, antes que lo dijera la prensa norteamericana. «La excesiva concentración de medios, la debilidad del Estado y una clase política volcada hacia la esfera mediática, son algunos de los diversos factores, estima el especialista, que han generado una mediocrasia mexicana de nefastas consecuencias para la ciudadanía», resume la entrevistadora, María Elena Cantú.
Dos consideraciones más de José Woldenberg: «… en las elecciones de 1994 y 2000, se percibe que hubo una apertura para bien de los propios medios: reprodujeron la pluralidad política de una manera más equilibrada y más profesional. Creo que los medios lo hicieron por necesidad, para mantener su credibilidad, pero resultó virtuoso». Luego asevera: «No existe institución poderosa que no deba ser reglamentada, que no deba ser regulada, y eso incluye a los medios». (“Medios & Poder”, Editorial Norma, 2005).
En el rubro de las ganancias, la radio y principalmente la televisión, obtienen muy buenos dividendos económicos. Pero le deben a la Nación, al gobierno que los apoya, y a la sociedad que elige y sostiene a esos gobiernos que los apoyan, más cultura para la democracia en sus espacios, promoción de valores como el diálogo, la convivencia, la pluralidad, el respeto a las ideas y el trabajo para el bien común.
gilnieto2011@hotmail.com
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