contexto de Fahrenheit 451.
Javier Ortiz Aguilar
A los estudiantes de la generación 2018-2022,
Licenciatura
en Pedagogía
Unidad Jalapa
UPN-Veracruz.
1.
El contexto.
La modernidad provoca un choque entre la tradición
y la innovación, entre la adaptación a vivir en “este valle de lágrimas”, y la
convicción en la capacidad humana de construir una sociedad libre de
ignorancia, de explotación y discriminación, un mundo capaz de desplegar en
todos y en cada uno de los hombres las potencialidades humanas. En pocas
palabras, existe un conflicto entre la trascendencia y la inmanencia, entre la
ciudad de Dios y la ciudad terrena,
En el
Renacimiento, primer momento de la modernidad, surgen las utopías, que además
de ser una narración literaria, expresan una crítica radical al capitalismo
mercantil, ofreciendo un modelo de sociedad justa y libre, cuya posibilidad
reside en la ausencia de la propiedad privada de la tierra. Este tipo de
sociedad se infiere, está ubicada eh los territorios descubiertos y
conquistados por los enviados de España y Portugal. En estos ámbitos ignorados,
encuentran culturas con tendencias muy diferentes al Occidente invasor. Thomas
Moro, escribe La Utopía (1516)
Tomasso de Campanella publica La Ciudad
del sol (1581) y Roger Bacon, La
nueva Atlántida (1581). Estos autores, vislumbran un futuro emancipador en
el pasado; por tanto, alcanzar el desarrollo humano exige el retorno a los
orígenes de la humanidad.
La
imposibilidad del retorno, estas obras quedan como los ideales de una época
pletórica de certidumbres.
En el
siglo XX, ante el fracaso inocultable de las promesas de la modernidad, primero
el incumplimiento de la revolución burguesa de la realización del lema:
“libertad, igualdad y fraternidad”, y el socialismo triunfante, que mantenía
como fin la humanización del hombre además de la automatización del capitalismo
norteamericano. Las utopías quedan recluidas en los estantes de las bibliotecas. La desilusión inesperada de los dos proyectos
del pensamiento moderno, el capitalismo y el socialismo, conducen a la construcción
de modelos del desencanto, llamadas en la década de los treinta, una ficción
literaria llamada en aquellos tiempos, antiutopías, y en la actualidad. distopias.
Entre las más importantes se cuentan El
mundo feliz de Aldus Leonard Huxley
(1932), 1984 de George Orwell (1938)
y Walden 2. Años después aparece en
el mercado una novela de Ray Bradbury publicada en inglés en 1956, y en español
en el año 2000, en Barcelona.
Esta interesante obra me fue obsequiada, y la única
manera de agradecer el regalo, fue leerla calmadamente y redactar mis
impresiones personales.
2.
La novela.
Evidentemente Fahrenheit
451, continúa la tendencia de las antiutopías. No obstante, en contextos
son diferentes, Las novelas clásicas se producen en lapso comprendido entre las
dos guerras mundiales. Ésta, en cambio, se publica inmediatamente después de
finalizar la segunda guerra mundial y el inicio de la guerra fría. En este
tiempo de las luchas inter imperialistas y la ampliación del bloque socialista.
La derrota del. nazismo no significa el tránsito a la democracia.
La rebelión de las masas y automatización invaden
la intimidad de la vida privada. Lo público y lo privado llegan a identificarse
sin encontrar una diferencia. El individuo se disuelve en la masa amorfa. La
crisis o el fin de la modernidad.
Este es el ambiente de la novela. Aquí hay una
diferencia con las distopias de los años de los treinta. En esta organización
la contradicción es evidente, hay una disidencia que posibilita la recuperación
de la humanidad conculcada.
3.
¿Actualidad del
problema?
1956,
tiempo del conflicto Este-Oeste, pugna entre la expansión del socialismo y el
mundo occidental, obliga a replantear la distopia, de otra manera. La distopia
clásica implica el fin de los tiempos, y en consecuencia, la existencia humana queda
atrapada en un eterno presente. Esta tendencia sufre una ruptura en Fahrenheit 451. En esta ficción la
narración se sostiene en la existencia de un protagonista (negativo) y una
antagonista (positiva) que se confrontan, que discuten. Así mediante el
diálogo, retornan a la clásica forma de tomar conciencia de sus existencias,
recuperando paulatinamente sus dimensiones temporales: el presente, el pasado y
el futuro.
El
diálogo entre los personajes. Montag, representante sistémico y por ende
“normal” y Clarisse, niña libre, marginada por ello de la sociedad, acusándola
de “rara”, al igual que su familia. La familia “normal” de Montag, carece de
una franca comunicación que los una vitalmente, por ello su casa es fría y
oscura. En cambio, el ambiente familiar de los “raros” es alegre, y está
permanentemente iluminada. Puesto que la comunicación une y libera del mordaz
egoísmo.
El
inicio del diálogo entre el normal y la rara, pone en evidencia la curiosidad
natural de la niña y la imposibilidad de contestar del hombre normal.
Al
encontrarse, la niña no le teme, a pesar de que sabe que es un bombero, con la
función de quemar libros. Al advertirlo, el bombero se sorprende y guarda
distancia. Una pregunta que sorprende es la siguiente: “Es verdad que hace
muchos años, los bomberos apagaban el fuego en vez de encenderlo”. La realidad
absurda deja sin palabras a Montag.
Otra
pregunta interesante que formula la niña es la siguiente: “ha leído alguno de
los libros que quema”. La respuesta es contundente: la ley lo prohíbe”.
Así
inicia los encuentros, son molestos por las preguntas, pero no existe la
voluntad de evitarlas.
Los
problemas que la niña plantea son los aspectos negativos de la civilización:
alejar a las personas de sus semejantes y de la naturaleza; la necesidad de
pensar en el otro y admirar la naturaleza, a pesar de la represión y cárcel.
La
máscara que ocultaba el rostro humano, impuesto por una formación enajenante va
disolviéndose a lo largo de la narración.
4.
La conclusión.
Al confrontar esta ficción, no alejada de la
realidad, con mi práctica docente, llegué a la siguiente conclusión: no es
posible permanecer marginado de nuestro tiempo, cuya característica fundamental
es la tecnosfera. Por tanto, no hay
posibilidad de escapar de una tecnología que invade nuestro mundo interior y
desaparece la división entre la vida pública y privada; pero si, darle sentido
humano a la educación y en consecuencia a la vida. La civilización debe estar
al servicio del hombre, y así evitar la existencia de robots, llámese Montag, o
Juan.
El sistema se defiende, antes quemaban los libros
para evitar la comunicación con personas alejadas por la distancia, o por los tiempos,
ahora elevan los precios, hasta convertirlos en objetos alejados de las
preocupaciones de los hombres. Quemar un libro equivale a eliminar la
comunicación con el pasado y con pensamientos generados en lugares alejados,
reduciendo a los habitantes de un mundo global a la soledad
Si bien es cierto que la comunicación causa ruidos
que alteran nuestros prejuicios y nuestro confort de no pensar, nos conduce a
encontramos con otras ideas, otras preocupaciones y otros hombres, que
paradójicamente nos descubren nuestra verdadera individualidad. Pero sin
esperar llegar a la utopía, este lugar no existe, únicamente sirve para
caminar. La libertad consiste en la toma de conciencia de los hombres, con
voluntad de caminar.
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