Gilberto Nieto Aguilar
Para que una reforma educativa sea factor de transformación de un país, se necesita mucho más que hostigar al sector magisterial. Se requieren fuertes medidas para frenar la corrupción; que las autoridades de gobierno pierdan privilegios y prerrogativas que sólo conceden impunidad y arrogancia; que todos los servidores públicos practiquen una ética a la que también se adhieran los ciudadanos comunes, porque la educación de un niño necesita la participación de la tribu entera.
Se requiere que los padres se interesen por el futuro y las expectativas de sus hijos, que se preocupen por darles una formación en valores, crear en ellos hábitos de disciplina y trabajo que propicien su desarrollo cognitivo y escolar. Se necesita que el sistema económico y la distribución de la justicia sean más equitativos y justos, más armoniosos con las aspiraciones de la sociedad, para promover un cambio de mentalidad y conciencia social. La educación de un niño necesita la participación de la sociedad entera.
A través del tiempo parece que los grandes problemas de la educación crecen, y con la contemporaneidad se van rezagando los factores que pueden aportar una mayor calidad en los procesos del aula, los ambientes escolares, la cultura de la comunidad escolar, el apoyo de los padres. Las instancias de decisión solamente enfocan las acciones en el área y el ámbito de su interés. Olvidan el resto, como si la escuela formara un mundo aparte, independiente.
Esto refuerza la idea de la sociedad que piensa que la educación solamente se imparte en las escuelas, ignorando las dimensiones del desarrollo como la familia, la sociedad, la economía, la cultura, la espiritualidad, la política, el sistema de valores de su entorno y del país. Con mucho sentido común, José Mujica, presidente de Uruguay, nos dice que en la casa se aprende a saludar, dar las gracias, ser limpio, ser honesto, ser puntual, no decir groserías, respetar a los mayores, ser solidario, no robar, no mentir, ser organizado, luchar por mejorar las condiciones de la familia o conservar lo que se tiene.
Se reconoce a la educación como la herramienta principal para enfrentar los retos de la vida, mediante un proceso multidireccional en el cual se transmiten y se construyen conocimientos, valores, costumbres y formas de pensar, advirtiendo que a los menores los educa la familia y la sociedad, y se complementa el proceso en la escuela, donde se reflexionan los aspectos formativos mediante las distintas disciplinas del saber. Los docentes, en el aula, tienen claro lo que deben hacer. Pero además, deben tender puentes de comunicación con los padres de familia y convertirse en aliados de ellos para bien de los niños.
Ahora que concluyó el proceso de evaluación de los maestros, observamos que es penoso el marco bajo el cual se desarrolló el evento, en varias entidades incluida Veracruz. El escenario discordante en la aplicación de los exámenes a docentes lo han puesto los enfrentamientos entre profesores dispuestos a evaluarse y aquellos que no aceptan la evaluación alegando que con ella se pone en marcha el engranaje legal que disminuye sus derechos laborales.
Alegan que el gobierno federal no ofrece garantías de un proceso justo, pues se dice una cosa y se esconde otra, y existen lagunas normativas que no se han subsanado. Se perciben estas imprecisiones generalmente en detrimento del trabajador, como en los casos de Carrera Magisterial, el derecho de adscripción y cambio, la promoción por incremento, la promoción por ascenso y, principalmente, la noción de la plaza base. Como toda transición, se ignoran los alcances y consecuencias de un cambio profundo.
Esto y muchas cosas más causan inquietud y crean una red de rumores (por lo general exagerados), frente a los momentos de una transición forzada. Cambiar la mentalidad y las condiciones laborales de muchas décadas no es una situación fácil. El gobierno federal y los gobiernos locales deben invertir parte de sus esfuerzos en buscar formas variadas de brindar mayor información (sin adornos), no caer en contradicciones, cubrir las nuevas necesidades que genera la reforma, asegurar la garantía de irretroactividad en las afectaciones laborales, y crear un clima de estabilidad y de respeto a los maestros. Cuando la seguridad en el trabajo se siente en riesgo, el conflicto surge.
En los centros en que se realizó la evaluación docente fue lamentable la presencia de las fuerzas civiles, granaderos y hasta del ejército en algunos lugares, confundiendo a los maestros, a la opinión pública y a la sociedad. La guerra del rumor y del WhatsApp, como la guerra fría, se extiende de maestro a maestro, de escuela a escuela, de estado a estado, pero esto parecía la Operación Tormenta del Desierto, y se desvirtúa el despliegue de seguridad como un acto del gobierno federal para hacer cumplir la ley.
Williams James Popham, especialista norteamericano en medición, dice: «Los educadores viven una presión casi implacable para demostrar su eficacia. Desafortunadamente, el principal indicador con el cual la mayoría de las comunidades evalúa el éxito del cuerpo docente de una escuela, es el desempeño de los estudiantes en pruebas estandarizadas.» Más hoy ya no es así, pues se pretende evaluar directamente al docente.
Ya no habrá más culpas a factores alternos. Quizá ahora haya desconfianza sobre lo que se evalúan, cómo se evalúan, y la objetividad del resultado final, considerando la sumatoria de los aspectos propuestos y la precisión de los programas de cómputo utilizados. A esto le agregarán valores políticos sesgados y suspicacias sobre su eficacia, porque nadie garantiza la eficiencia de ninguna reforma.
Este momento de conmoción sirve para revisar la frase que Paulo Freire pregonaba: «educar no es ser omiso». Es momento de reconocer con valentía que buena parte de la crítica social negativa es precisamente por omitirse, por no hacer “algo”, dejar pasar. La formación de los alumnos es dar facilidades a la creación y construcción de un ser pensante, crítico, autosuficiente, preocupado por su entorno y con la mirada puesta en sus posibilidades de crecimiento. Esto exige un cambio en la educación pero, además, en todas las dimensiones de la sociedad y del gobierno, porque como ya se ha dicho, en la educación se reflejan las aspiraciones de progreso de un pueblo y su gobierno.
gilnieto2012@gmail.com
Para que una reforma educativa sea factor de transformación de un país, se necesita mucho más que hostigar al sector magisterial. Se requieren fuertes medidas para frenar la corrupción; que las autoridades de gobierno pierdan privilegios y prerrogativas que sólo conceden impunidad y arrogancia; que todos los servidores públicos practiquen una ética a la que también se adhieran los ciudadanos comunes, porque la educación de un niño necesita la participación de la tribu entera.
Se requiere que los padres se interesen por el futuro y las expectativas de sus hijos, que se preocupen por darles una formación en valores, crear en ellos hábitos de disciplina y trabajo que propicien su desarrollo cognitivo y escolar. Se necesita que el sistema económico y la distribución de la justicia sean más equitativos y justos, más armoniosos con las aspiraciones de la sociedad, para promover un cambio de mentalidad y conciencia social. La educación de un niño necesita la participación de la sociedad entera.
A través del tiempo parece que los grandes problemas de la educación crecen, y con la contemporaneidad se van rezagando los factores que pueden aportar una mayor calidad en los procesos del aula, los ambientes escolares, la cultura de la comunidad escolar, el apoyo de los padres. Las instancias de decisión solamente enfocan las acciones en el área y el ámbito de su interés. Olvidan el resto, como si la escuela formara un mundo aparte, independiente.
Esto refuerza la idea de la sociedad que piensa que la educación solamente se imparte en las escuelas, ignorando las dimensiones del desarrollo como la familia, la sociedad, la economía, la cultura, la espiritualidad, la política, el sistema de valores de su entorno y del país. Con mucho sentido común, José Mujica, presidente de Uruguay, nos dice que en la casa se aprende a saludar, dar las gracias, ser limpio, ser honesto, ser puntual, no decir groserías, respetar a los mayores, ser solidario, no robar, no mentir, ser organizado, luchar por mejorar las condiciones de la familia o conservar lo que se tiene.
Se reconoce a la educación como la herramienta principal para enfrentar los retos de la vida, mediante un proceso multidireccional en el cual se transmiten y se construyen conocimientos, valores, costumbres y formas de pensar, advirtiendo que a los menores los educa la familia y la sociedad, y se complementa el proceso en la escuela, donde se reflexionan los aspectos formativos mediante las distintas disciplinas del saber. Los docentes, en el aula, tienen claro lo que deben hacer. Pero además, deben tender puentes de comunicación con los padres de familia y convertirse en aliados de ellos para bien de los niños.
Ahora que concluyó el proceso de evaluación de los maestros, observamos que es penoso el marco bajo el cual se desarrolló el evento, en varias entidades incluida Veracruz. El escenario discordante en la aplicación de los exámenes a docentes lo han puesto los enfrentamientos entre profesores dispuestos a evaluarse y aquellos que no aceptan la evaluación alegando que con ella se pone en marcha el engranaje legal que disminuye sus derechos laborales.
Alegan que el gobierno federal no ofrece garantías de un proceso justo, pues se dice una cosa y se esconde otra, y existen lagunas normativas que no se han subsanado. Se perciben estas imprecisiones generalmente en detrimento del trabajador, como en los casos de Carrera Magisterial, el derecho de adscripción y cambio, la promoción por incremento, la promoción por ascenso y, principalmente, la noción de la plaza base. Como toda transición, se ignoran los alcances y consecuencias de un cambio profundo.
Esto y muchas cosas más causan inquietud y crean una red de rumores (por lo general exagerados), frente a los momentos de una transición forzada. Cambiar la mentalidad y las condiciones laborales de muchas décadas no es una situación fácil. El gobierno federal y los gobiernos locales deben invertir parte de sus esfuerzos en buscar formas variadas de brindar mayor información (sin adornos), no caer en contradicciones, cubrir las nuevas necesidades que genera la reforma, asegurar la garantía de irretroactividad en las afectaciones laborales, y crear un clima de estabilidad y de respeto a los maestros. Cuando la seguridad en el trabajo se siente en riesgo, el conflicto surge.
En los centros en que se realizó la evaluación docente fue lamentable la presencia de las fuerzas civiles, granaderos y hasta del ejército en algunos lugares, confundiendo a los maestros, a la opinión pública y a la sociedad. La guerra del rumor y del WhatsApp, como la guerra fría, se extiende de maestro a maestro, de escuela a escuela, de estado a estado, pero esto parecía la Operación Tormenta del Desierto, y se desvirtúa el despliegue de seguridad como un acto del gobierno federal para hacer cumplir la ley.
Williams James Popham, especialista norteamericano en medición, dice: «Los educadores viven una presión casi implacable para demostrar su eficacia. Desafortunadamente, el principal indicador con el cual la mayoría de las comunidades evalúa el éxito del cuerpo docente de una escuela, es el desempeño de los estudiantes en pruebas estandarizadas.» Más hoy ya no es así, pues se pretende evaluar directamente al docente.
Ya no habrá más culpas a factores alternos. Quizá ahora haya desconfianza sobre lo que se evalúan, cómo se evalúan, y la objetividad del resultado final, considerando la sumatoria de los aspectos propuestos y la precisión de los programas de cómputo utilizados. A esto le agregarán valores políticos sesgados y suspicacias sobre su eficacia, porque nadie garantiza la eficiencia de ninguna reforma.
Este momento de conmoción sirve para revisar la frase que Paulo Freire pregonaba: «educar no es ser omiso». Es momento de reconocer con valentía que buena parte de la crítica social negativa es precisamente por omitirse, por no hacer “algo”, dejar pasar. La formación de los alumnos es dar facilidades a la creación y construcción de un ser pensante, crítico, autosuficiente, preocupado por su entorno y con la mirada puesta en sus posibilidades de crecimiento. Esto exige un cambio en la educación pero, además, en todas las dimensiones de la sociedad y del gobierno, porque como ya se ha dicho, en la educación se reflejan las aspiraciones de progreso de un pueblo y su gobierno.
gilnieto2012@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario