Sólo
recuerdos de Aurora Ruiz Vásquez
Carlos
Rojas
Estamos
hechos para el arte, estamos hecho para la memoria, estamos hechos para la
poesía o, posiblemente, estamos hechos para el olvido.
Jorge Luis
Borges
Al
promediar el indisoluble vínculo entre realidad y ficción, el filólogo catalán
Francisco Rico observó: “la literatura es un ir y venir entre la memoria y la
historia”. Una vez leída Sólo recuerdos
de Aurora Ruiz Vásquez, es posible llegar a pensar que la literatura es más
bien ese ir y venir entre la imaginación y el recuerdo. A caballo entre lo
colonial y lo moderno, la historia de esta novela nos abre las puertas hacia
una Xalapa y hacia una Ciudad de México a principios de la década de los
veinte, situada en un espacio narrativo específico: la casa de las hermanas
Beristáin.
La
apuesta decidida por un lenguaje ágil y franco y la estructura de diálogo que
evoca la familiaridad de la anécdota convergen en esta novela breve para crear
atmósferas de un pasado a la vez histórico y cotidiano. Ya en su epistolario,
Juan José Arreola recordaba el placer que se prodigaba Juan Rulfo al escuchar
las historias que le narraba Sara, la esposa del gran juglar, mientras cocinaba
en su pequeño departamento de la Ciudad de México. En esta novela, ese mismo
gozo se produce a la hora de conocer una historia para ser leída en voz alta,
una trama que reclama la palabra oral por expresarse en términos vívidos que le
devuelven al recuerdo su actualidad.
Quien
se acerque a esta novela advertirá asimismo el predominio de la visión femenina
desplegado a lo largo del relato. Con personajes como las tías ricas, Julia,
Cristina y Eva, seres entrañables por su recato y por la odisea que implica
rebatirlo, encontrará el esbozo de un imaginario diseñado por la cultura
mexicana para cifrar el significado de ser mujer. No se trata en lo absoluto de
un relato costumbrista, a la manera decimonónica, en donde el narrador abría su
tienda de enseres y moralinas. Todo lo contrario. Acudimos a una historia donde
cada mujer encuentra sus maneras de sobrevivir a las formas sociales, a la
tragicomedia de la vida cotidiana. Con un trabajo artificioso sobre el
significado del pasado que sólo alcanza la literatura, Sólo recuerdos redondea escenarios antitéticos: tertulias y
soledades, amores y odios.
Cada
personaje presentado por Aurora Ruiz Vásquez expresa una posibilidad de sortear
la memoria y enfrentar su propio tiempo. Son seres resueltos en el furor de una
época de transición, donde las viejas costumbres dejaban de prevalecer y
avizoraban otros sentidos. Siguiendo el enfrentamiento entre memoria y olvido,
que la autora ha logrado entablar entre la vida y la muerte de sus personajes,
podríamos encontrar en la novela un planteamiento que nos posiciona
directamente con el tema de la identidad, con el condicionamiento impuesto por
las maneras del deber ser que acorazan nuestras vidas y que cada personaje
evade de su forma particular: algunos a través de una nueva vida, otros
mediante el olvido y la muerte. Así pues, a todos los personajes de la familia
Beristáin los une el desasosiego de una vida sin retorno. Son presas de un
pasado a la vez idílico y dantesco, pues viven también el infierno de sus
recuerdos en carne propia.
Tipología
de la evocación, esta novela proyecta diversas maneras de urdir las texturas
del tiempo: figura la idea de memoria que orquesta todo el relato, construida a
partir del diálogo, la cual plantea a su vez la imagen de una historia vívida
que paulatinamente va deteniendo el flujo del recuerdo hasta que éste se
cristaliza en una imagen. Al construir la historia de Mary, hermana de la
protagonista, se presenta un tratamiento de la recordación en donde la autora
no deja cabo sueltos. Es decir, dentro de la trama, la historia de Mary se abre
paso en una suerte de digresión, que es a la vez el motivo y detonante del
viaje de Gloria, cuyo efecto final, para completar el relato, resuelve nuestra
autora con un ficción breve y magistral, muy a la manera de los duelos en el Llano en llamas, donde nos quedamos ante
la presencia de un rencor vivo, de un fuego fatuo, que es la manera visceral de
la memoria. Aunque quizás el olvido, como lo expresó Borges, sea la única
venganza y el único perdón.
Por
ello tal vez no resulte inadecuado insistir en que más que con la memoria, este
relato trabaja con el recuerdo, porque a través de éste los personajes tienen
una posibilidad de agencia, de transformación, que es el caso cifrado con el
personaje de Eva, quien encarna una de la historias más singulares dentro de la
novela. Esta veta del relato, en donde el personaje femenino logra contrariar e
imponerse por sobre las lógicas estereotípicas, ofrece una idea que trasciende
el tema manido de la reivindicación femenina; expresa más bien que dicha
reivindicación siempre ha existo, pero que es precisamente el discurso
histórico quien no la hace figurar en el tiempo.
Al
abocarse a la reconstrucción de una familia, Aurora Ruiz Vásquez ha dado
también la oportunidad de pensar en nuestro propio pasado, de cuestionarlo y de
entablar un diálogo. Pues visto en retrospectiva, comenzar a escarbar en
nuestro pasado para lograr explicarnos también significa el reconocimiento de
que nunca existe un origen remoto, sino varias raíces trenzadas por el tiempo.
Uno
de los aciertos literarios imposibles de soslayar en esta novela tiene que ver
con el uso de la espacialidad. Si el relato no se hubiera titulado Sólo recuerdos, bien podría haber
llevado el nombre de “En la casa”. La casa de las hermanas Beristáin es, por
buscar símiles, un mundo al estilo fantástico de Alfonso Reyes, donde realidad
y tiempo se encuentran fracturados y donde podemos percibir esa sensación de
retrato en sepia que nos legó el siglo xix
y que de alguna manera figura el claroscuro de su moralidad.
Poética
de la memoria y a la vez del olvido, Sólo
recuerdos es un retrato en el sentido moderno, donde la autora se encuentra
proyectada a través de la autobiografía y donde la ciudad nos es ofrecida no
desde su dimensión física sino temporal. La imagen de Xalapa configurada por Aurora
Ruiz Vásquez es la de una ciudad que sólo podría ser despertada a través de la remembranza.
Sólo Recuerdos nos retrata, así, una
Xalapa y una Ciudad de México asolada por sus propios demonios, con sus propias
formas de vivir y sus propias maneras de olvidar.
El
lector que se acerque a esta novela encontrará por medio de la ficción una
Xalapa que quizás adivine todavía en algunos rincones o en algunos gestos. Lejana
ya en el tiempo y sólo presentida por la voz de Aurora Ruiz Vásquez, las
páginas de esta novela constituyen su memorial.
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