Nuby Skayita
Pensando
en los diversos complejos que tienen su raíz en mi fugaz niñez, me he sentido
medianamente agradecida con la burda moralidad que me inculcaron mis padres.
Gracias a ello la mayoría de mis conocidos coincidirían al describirme como una
persona muy pacifica, de suaves modales y desprovista de energía suficiente
para moverme más allá de lo necesario. Nadie imagina que en mi mente se cruzan
imágenes del pasado con un deseo creciente por ejercer lo que la justicia
divina ha dejado de lado.
A estas
alturas de mi vida pude haber olvidado la cara de la vecina con la que me
encargaba mi madre cuando tenía cuatro o cinco años pero no la serie de cosas
en torno a ella, era una maldita bruja que se reía con estruendo al escucharme
hablar. Tuve serias dificultades para pronunciar la "r" hasta que
cumplí siete, su juego favorito consistía en hacerme decir "curro".
Se reunía con cuatro o cinco mujercillas adolescentes con aspecto de
prostitutas para reírse de mí, luego hacían correr y recorrer varias películas
“oscuras”, aseguraban las puertas con doble llave y apagaban las luces. Yo
sujetaba el enorme tazón de palomitas arrinconada en una silla vieja, de
madera. Con un miedo terrible que me hacía cascabelear los dientes, ellas
iniciaban travesuras obscenas que subían de tono cada vez, cuando el calor
desplazaba el pudor a niveles inimaginables ¡imposible no ver!
Desde
entonces comencé a pensar en la adultez, en lo soez y asqueroso de eventos
fornicarios, hundiéndome de a poco en la precocidad sexual totalmente secreta y
desapercibida, con ese salvajismo sodomita que jamás me hubiese gustado
experimentar con ellas, pero que en el fondo me convertían en una subespecie
que se degradaba a sí misma, lamiendo cualquier rastro de inocencia. Después
odié a mi pobre madre quien trabajaba largas jornadas por entregar aquella
infancia a una “perra” que todos los días, a través de horribles pellizcos
manipulaba mi silencio.
Quizá en
mis genes llevo improntado un asesino sanguinario, muy violento, que despierta
en días como éste, cuando el recuerdo me ataca con ferocidad. Podría buscar a
la mujerucha, más que con los ojos, con el olfato, siguiendo ese olor a grasa y
mugre sobre una ropa holgada casi transparente, a manos sin lavar después de
orinar, a calzones sucios, a cabeza, no lo se… Ese conjunto de imágenes que se
me forman en la cabeza a partir de todo aquello y que se van torciendo hasta
lograr un indeseable pero certero aire parafilico, me mantiene al borde de la
locura: el conjunto de asociaciones entre los múltiples olores y formas y risas
morbosas de cuando el éxtasis hace tocar las cúspides más protuberantes y
visibles por las mentes mas enfermas.
-Todo
empezó ahí, todo…
En aquel
tiempo no sabía si reír, cerrar los ojos o pedir que abrieran la puerta a la
horrible oscuridad intensificada por enormes mangales, lotes baldíos y cientos
de cocuyos que brillaban como ojos de monstruos come almas en los cuales jamás
he dejado de creer
2 comentarios:
wow! mas o menos bueno. Qué perfil psicológico taaaaan interrrresante.
Magnífico relato, permite asomarse al alma del ser
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