COMENTARIO A LA OBRA
Silvia I. Ramírez Pitta
A
continuación expreso mis comentarios a una obra cuya lectura resulta desde su
inicio didáctica y sugestiva. Reynaldo Ceballos habla para los maestros y los
alumnos con lenguaje apropiado, evitando caer en ese estilo farragoso y pesado
que parece ser el sello de no pocos investigadores. Sin embargo no se
sacrifican las citas necesarias a la mejor inteligencia de los temas.
A
lo largo de la historia y hasta el presente, el ser humano se ha preocupado por
la educación. Esta ha sido el reflejo de las condiciones económicas, políticas,
sociales y culturales de cada lugar y época. Para ubicarnos en el punto en el
que actualmente nos encontramos, se dio un proceso histórico que
recapitularemos siguiendo la exposición de nuestro autor. Durante la Edad
Media, y hasta sus puntos de contacto con el nacimiento del mundo moderno, la
escuela occidental, tenía como común
denominador un carácter teológico; el conocimiento estaba modulado entorno a la
fe y a la iglesia, la vida misma estaba orientada a agradar a Dios; las
ciencias se estancaron y se redujeron a conocimientos controlados.
Con
la llegada del Renacimiento se presenta una profunda transformación ideológica,
se dan cambios en todos los ámbitos de la vida y existe una nueva concepción de
la realidad y del papel que el ser humano juega en ella; se crean escuelas
especializadas en las diferentes artes; se desarrolla la ciencia, el hombre
empieza a expresarse de múltiples formas. Surge el humanismo como movimiento
intelectual, filosófico y cultural.
El
pensamiento humanista favorecía el individualismo y todas las nuevas
inquietudes. Es en el Renacimiento cuando inician los grandes avances
científicos y tecnológicos que darán fisonomía a la modernidad.
La
Revolución Francesa y el Impulso de la Revolución Industrial son entonces el
portal de ingreso a la nueva era.
La
Epoca Moderna marca su comienzo con la implementación de un método que da importancia
a la observación, la experimentación y el pensamiento racional. Como referencia
oficial René Descartes (1596-1650), es el primer filósofo moderno, una figura
emblemática, (aunque bien es cierto que antes hubo pensadores que ya habían
anticipado el mundo moderno). Para encontrar la verdad, escribe un libro
denominado “El discurso del método”; ya no se trata de la verdad “revelada”,
sino de aprender a pensar con una mente analítica, con un método. Existe un
camino para alcanzar esa verdad y para ello hay que seguir ciertos pasos. Metha=fin
odos=camino. En este libro queda asentada
la frase que resume su pensamiento: “Pienso, luego existo”. Es por todo
lo anterior que se le considera el primer pensador moderno.
Con
esta nueva filosofía, se viene abajo el mundo medieval y sus preceptos, se
critica a la escolástica, se rechaza el principio de autoridad para aceptar
únicamente el peso real de los argumentos. Y en el aspecto ético, se eleva la
conciencia a un rango privilegiado. Ahora en lugar de obedecer lo que dice la
autoridad, (heteronomía) se impone una actitud de autonomía; se apela a la
conciencia personal, se acepta únicamente lo que se puede ver con la razón.
En
síntesis, la modernidad trajo consigo una importante transformación: privilegia
al individuo y a su conciencia; el hombre moderno es individualista, porque el
capitalismo como nuevo régimen económico
fundado en el predominio del capital, reclama una ideología individualista. El
capitalismo, se desarrolló gracias al maquinismo, a la revolución industrial,
que trajo consigo la división del trabajo, mayor producción y el desarrollo de
las economías nacionales. Las naciones que más rápidamente se desarrollaron
fueron Inglaterra, Holanda, Francia y finalmente Alemania. No obstante, el
capitalismo es según el autor, un sistema que debe moderarse, porque está
basado en la obtención de ganancias y esto conlleva deformaciones
inconciliables con la justicia y la igualdad, dos objetivos fundamentales de la
tradición política del mundo occidental.
El
capitalismo necesita gente activa, por ello, destaca el valor del
individuo, alienta y premia el espíritu
emprendedor. Ese es justamente el espíritu del mundo capitalista. Con el
capitalismo surge una economía monetaria basada en el comercio, el desarrollo
de la banca y la producción manufacturera. También da lugar al nacimiento de
una nueva clase social; la burguesía, que ahora participa activamente en las
decisiones de gobierno y que está conformada por los nuevos ricos: comerciantes,
banqueros, dueños de empresas…
Para
el autor, con la modernidad llega el claro triunfo de la ciencia sobre la
religión, un espíritu democrático llega en lugar de un gobierno de élites, la
educación para las masas o educación popular, que los gobiernos impulsan para
alcanzar el bienestar compartido. Las personas perciben el ideal del progreso
indefinido que dará felicidad. Surge también el ateísmo al no poderse comprobar
racionalmente la existencia de Dios; triunfa el individualismo sobre el
espíritu comunitario, se crea una filosofía casi enferma con afán de ganancia y
de ubicar la felicidad en un plano meramente terrenal. El capitalismo incentiva
este tipo de iniciativas personales que en la Edad Media eran severamente
criticadas. Se revela egoísta al dar como resultado una generación de masas
carentes de aspiraciones trascendentales. En sus preceptos el protestantismo
afirma que las personas que están bien con Dios, también serán gratificadas
aquí en el mundo y por eso están destinadas a triunfar. Max Weber sostiene que
el protestantismo, con esta visión teológica opuesta al catolicismo, se
encuentra en la raíz misma de la consolidación del sistema capitalista.
Finalmente,
viene el desencanto, porque la misma ciencia que prometía cosas fantásticas,
trajo también con sus innovaciones bombas, armas, destrucción y muerte.
En
la educación tampoco se lograron los objetivos, salvo en cierta medida, puesto
que la educación depende del Estado y por lo tanto, es una educación
enajenante, según destacan los teóricos de la corriente crítica.
¿Qué
es la posmodernidad y cuáles son algunas propuestas pedagógicas
alternativas para esta época?
La posmodernidad, nos explica nuestro autor,
es la época que ha empezado al finalizar el mundo moderno. Se caracteriza
porque hay múltiples ideas, mientras que en la edad media dominó una idea, la
del cristianismo, la idea de Dios, la idea Teológica, que como vimos, después
se ve suplantada por las ideas de la ciencia y el progreso, de la fe en el
hombre, en sus capacidades creativas. Al final del mundo moderno viene el
desencanto de la ciencia y una gran desilusión en todos los órdenes de la vida,
sobre todo, porque ya no hay un referente religioso hacia lo Absoluto ; el
hombre pierde de alguna manera su propio eje. Proliferan muchas religiones,
muchas posturas, muchas doctrinas, pero la gente no cree en una idea en
específico. No hay una idea dominante, se da un pluralismo que genera
confusión.
¿Cuáles
son las alternativas pedagógicas en la posmodernidad? Esta pregunta se encuentra en el libro en
comento y el autor nos ofrece su respuesta tomando como base el potencial de
las Tecnologías de la Información y Comunicación TIC.
Existen
muchas doctrinas, pero en realidad ahora se necesita un nuevo pensamiento, una pedagogía crítica
como la de Paulo Freire y otros pensadores como los de la Escuela de Frankfurt.
Como su nombre lo indica, este nuevo pensamiento nos lleva a hacer las críticas
de las posiciones ideológicas, sobre todo, de aquellas ideologías cuyo objetivo
se centra en mantener enajenado al ser humano. La ideología neoliberal en esta
época de consumismo, es el ejemplo más claro de ver al ser humano como un
consumidor.
La
pedagogía crítica le permite a la persona formarse como un ente consciente, con
capacidad de discernir, con responsabilidad, no un objeto para “amoldarse” al sistema.
El
pensamiento crítico promueve el desarrollo con sentido humanista, con valores.
Y en este punto habría que admitir que estamos viviendo una severa crisis.
Necesitaríamos, ante todo rescatar esos valores para que el individuo sea
educado como un ser responsable, no solo para alcanzar sus propios fines en la
vida, sino para colaborar con la sociedad a la cual pertenece: un individuo socialmente responsable. Para
ello el Maestro Ceballos nos remite a la importancia de la formación política.
Ahora
estamos en una etapa del capitalismo avanzado, que ya no es el liberalismo del
siglo XIX , de ahí la denominación “Neoliberalismo” que, visto con toda
objetividad, no es más que retroceder a los orígenes de un liberalismo
“salvaje”; ahora nuevamente se están perdiendo los derechos laborales. A nivel
mundial los Estados han ido perdiendo fuerza. El Banco Mundial, el Fondo
Monetario Internacional, son los que dictan las políticas a los Estados
nacionales.
Ante
todo lo anteriormente expuesto, el ideal es, reiteramos, crear una cultura
crítica y responsable. El estudiante debe formarse en una verdadera cultura
digital, que es algo muy distinto de utilizar la tecnología. Podríamos decir
que no solo tenga la capacidad casi automática para el uso, sino conciencia de
un para qué. Saber valorar, usar los medios no solo al servicio personal, sino
de la comunidad.
Tener
la capacidad de discernir, ante la avalancha de información que se recibe lo importante y lo irrelevante, lo necesario
y lo inútil, lo positivo y lo dañino. Desde esta perspectiva, la cultura
digital, con todas sus posibilidades tecnológicas, se integra al servicio de la
educación multiplicando su eficacia. Es decir, cultura es aprender todas las
posibilidades de la tecnología e integrarlas al servicio del modelo educativo,
según los niveles y las modalidades.
La
tecnología con su potencial incalculable, ha cambiado nuestra forma de percibir
el mundo. La cultura integral va mucho más allá de apretar botones o de poseer
las últimas tecnologías, que de poco sirven si no se sabe buscar, seleccionar y
tomar distancia de lo que se recibe.
Lo
importante es que la educación puede llegar ahora a las masas: educar a todo el
pueblo, como era el ideal de los liberales, porque debemos recordar que hasta
la edad media la educación era un privilegio de minorías. Ahora se vuelve
democrática con bases científicas, se convierte en pública, laica y gratuita,
todos los países fueron formados por una escuela nacional, aquí en México la
primera gran reforma fue la promovida por Don Gabino Barreda, fundada en el
ideal positivista de Augusto Comte.
El
mundo moderno hizo grandes descubrimientos a favor y en contra del mismo ser
humano. Pór ejemplo el uso de la pólvora para la guerra pero también descubrió
la imprenta y los libros llegaron a generar una revolución ideológica. Se
editaron millones de obras que se difundieron y provocaron en la gente una
necesidad de aprender a leer.
La
educación popular se basa en el supuesto de que al hacerse extensiva la
educación y llegar a las masas, se genera progreso y las personas van a
alcanzar la felicidad. Lamentablemente no ha sido tan simple, la realidad ha
sido resistente al cambio.
Lo
esencial de la crisis de la educación moderna, nos dice el autor, “es la
desigualdad de su cobertura social, los deficientes índices de calidad,
insuficientes apoyos materiales, edificios, mobiliario y recursos didácticos
para los estudiantes por parte del sector oficial…”
En
este periodo de frontera entre la modernidad y la posmodernidad, ¿qué podríamos
decir de los países latinoamericanos y del caribe? Hablar de modernidad y
posmodernidad realmente solo puede comprenderse en los países del primer mundo, ¿cuál posmodernidad en un país
que jamás alcanzó del todo la modernidad?
Ciertos
ecos nos llegan pero solo es eso. Debemos aprender a construir el futuro según
nuestra idiosincrasia y tradición, esa es la tesis que entiendo defiende el
autor y que argumenta consistentemente.
¿Deben
las sociedades latinoamericanas y caribeñas renunciar a la cultura moderna? No,
no deben renunciar, pero deben defenderse de la “agresividad” de la cultura
moderna; no deben renunciar porque ellas tienen
una tradición muy Rica. Tanto ellas como las culturas del continente en
su parte latina y Portugal, procedemos de España y es justo aquí donde podemos
hablar del gran tesoro de la cultura clásica que estas naciones nos legaron. La
cultura moderna, por su parte, es eminentemente tecnológica y racionalista. Se
trata entonces de encontrar un equilibrio entre las cosas positivas de la
tradición y las cosas que pueda ofrecernos la cultura moderna. Aunque quisiéramos renunciar a la modernidad,
simplemente sucede, entra, permea nuestras vidas; volteamos y vemos una
pantalla y dia a día una tecnología más avanzada. Nos invaden las computadoras,
los teléfonos inteligentes con cada vez más funciones. La parte agradable de la
modernidad es que nos ofrece una vida más cómoda, confortable en muchos
sentidos, pero naturalmente no es privilegio de las masas. Algo debe quedar muy
claro: Una cosa es el no renunciar y otra muy distinta esclavizarnos, algo que
desafortunadamente está sucediéndole a las nuevas generaciones. Es el momento
de hablar del necesario rescate de los valores de la cultura nacional, porque
la modernidad ha arrasado con la familia, con las instituciones, con las
tradiciones y con las lenguas vernáculas. Cosas valiosas y rescatables son: la
familia, la tradición, el respeto a los semejantes, y como dice Reynaldo
Ceballos: “el amor al terruño”. Con el uso de los celulares y los juegos
cibernéticos los niños y jóvenes se sumergen en un mundo que ya no es el de las
relaciones humanas, se ha perdido la capacidad de socializar, de humanizarnos.
Es increíble ver que en un mismo espacio las personas no se hablan pero
interactúan mediante sus celulares. Las investigaciones que antes obligaban a
la lectura y a un trabajo de reflexión, crítica y síntesis se han convertido en
collages que se obtienen por internet y que lo único que requieren es la
habilidad manual de cortar y pegar la información de manera medianamente
coherente. Pero en este punto, lo más lamentable es ver que ni siquiera en
estas condiciones privilegiadas, muchos carecen de la capacidad de selección
adecuada de los materiales, justamente por carecer del sentido crítico. Una
característica que, según nuestro autor, como ya lo hemos venido diciendo ,
debe estar presente en la educación.
En
mayor o menor grado los pueblos latinoamericanos y del caribe tenemos atrasos.
Por eso en el siglo XIX el ideal era ingresar a la modernidad, adoptar las
instituciones de la Europa occidental: democracia, liberalismo. En el tiempo
presente debemos ir más allá, salir del
desencanto y encontrar nuevos objetivos.
Respondo
a continuación a la invitación que el autor hace al autoanálisis:
Tengo
conciencia social porque la misma realidad me la impone: intento alcanzar una
sensibilidad que me permita ser receptiva a los problemas de los demás. Veo la
pobreza, la marginación,. La desigualdad, los grupos que no están integrados
plenamente a la sociedad como los indígenas y los grupos marginados en las
colonias pobres.
He
vivido las diferencias de clase, de fortuna; las oportunidades no son iguales
para todos. Pero decir que existe conciencia social en todos los habitantes de
México, lamentablemente no es posible, pareciera que muchas personas viven
ajenas a ella y no les interesa.
La
educación crítica es justamente para despertar la conciencia del orden social
en el cual vivimos,
Pienso
que somos corresponsables de lo que está pasando; no podemos ni ponernos al
margen ni evadir la realidad. Y esta conciencia no se adquiere de manera
natural, debemos desarrollarla a partir de nuestros sentimientos naturales de
solidaridad y fraternidad. Esa es la propuesta de Reynaldo Ceballos Hernández,
coincidente con buena parte del magisterio de Veracruz, que espera un cambio.
Eso funda una razonable esperanza.
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