15 de Mayo de 2015
Wilfrido Sánchez Márquez
En este mes de mayo, el Día del Maestro cumple su nonagésimo octavo
aniversario de su celebración.
Lo que hasta el año pasado esta fecha fue para los alumnos de todos
los niveles del sistema educativo nacional, para los padres de familia, las
autoridades, las organizaciones oficiales y privadas y el pueblo mexicano en
general, motivo de expresiones jubilosas de reconocimiento, gratitud y
bienestar hacia los docentes por los bienes que derraman durante el ejercicio
de su profesión, y por su contribución al desarrollo de la comunidad y a la
grandeza de nuestra patria y de la humanidad por entera.
En esta ocasión, un acontecimiento inusitado inmensamente agresivo y
antihumano ha herido profundamente los más nobles sentimientos del magisterio
nacional, de las instituciones y del pueblo mexicano; me refiero a la gran
tragedia que convirtió en mártires a 43 jóvenes estudiantes de la Escuela
Normal Rural de Ayotzinapa, Gro.
En este aniversario luctuoso, voy a subsistir las reflexiones sobre la
vida y la obra de los educadores ameritados de Veracruz y de México con la
reproducción de dos poesías de Raúl Ferrer, educador y poeta sublime de la Cuba
revolucionaria, en cuyos versos se advierte el latir de su amor intenso y
profundo hacia la educación de los niños, jóvenes y adultos de su país y de
todas las naciones del mundo.
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