(I de II)
Juan Fernando Romero Fuentes
Los
ojos se abren a la vida y a la muerte: Los sentidos todos despiertan; lo
primero es observar, todo está renaciendo. Hay que des-cubrir, oír, oler,
gustar, investigar, encontrar, registrar,
detallar y … razonar. El descubrimiento del camino a las Indias es solo parte
del gran descubrimiento de un auténtico nuevo mundo.
Aún
con la paciencia de las largas horas medievales como parte inherente de los
actos cotidianos, Leonardo Da Vinci observa y registra; dibuja y describe al
detalle; compara y descubre: la anatomía de Galeno aún vigente, prejuiciada y
acientífica, está llena de errores y falsas apreciaciones. Leonardo disecciona
cadáveres de caballos y –en secreto- de humanos: observa, descubre un mundo
nuevo. Y con los rudimentos de las
futuras ciencias, con pasmosa objetividad, sienta las bases de la anatomía
descriptiva en sus dibujos y notas, y establece –sin saberlo- las líneas
generales que posteriormente permitirán el desarrollo – entre otras muchos- del
concepto de evolución.
“Abril
2, 1482. Que el todopoderoso me ayude a estudiar la naturaleza de los hombres,
sus usos y costumbres, estudio la estructura misma de los cuerpos”, escribía
Leonardo mientras su amigo Messere[i] Niccoló
observaba los cuerpos en su acción política, pues quería corregir los caprichos
de la “cortesana fortuna” y para ello estudiaba la naturaleza de los grandes
cuerpos llamados monarquías y repúblicas, sin elogios y sin censura, como un
matemático estudia las cifras, un anatómico la estructura de los cuerpos, los
astrónomos y navegantes el curso de las estrellas. Con su cabeza de pájaro y en
actitud de acecho, Niccoló observa y con su delicado bisturí mental disecciona
el cuerpo social y deja a la posteridad la conclusión de sus experiencias y
estudios, la descripción objetiva de la anatomía y la fisiología políticas.
El
hombre del Renacimiento no inventa, descubre; no crea, recrea. Los lineamientos
de la percepción son revisados; la descripción del mundo tiene que ser
reescrita (para poder ser rehecha): sus textos nos hablan de una manera natural
de percibir el mundo que no está cubierta por el manto de la religión, de la
creencia y del dogma. La curiosidad alimenta esas mentes al acecho de las vivas transformaciones de su
medio que despiertan su capacidad de admiración, observación y experimentación
(aún no metódicas). El velo que cubre el rostro del monje medieval es
lentamente despojado. La infancia de la humanidad está terminando.
El
Renacimiento crea sus propios mandatos: los ojos y oídos de esa humanidad
adolescente no dejan de asombrarse y de representar artísticamente en cada
momento lo que perciben con la mente imitadora del clásico griego: una nueva
luz ha entrado en la caverna de Platón y su reflejo crea inevitablemente la reflexión
mental: mira, oye, ¡despierta!, ¡apunta, dibuja, esculpe, pinta, escribe!
Y
Niccoló registra. Sus sentidos están abiertos s la experiencia social. Su
vocación de estadista puede realizarse en un campo fértil a su desarrollo: el
mundo político italiano está en ebullición. El papa Alejandro VI ejerce su
autoridad no precisamente espiritual con mano dura, los Sforza pelean contra
los Medici. Niccoló defiende apasionadamente a su República Florentina; Cesar
Borgia, el hijo del Papa, en el intento desesperado de realizar sus ambiciones personales, conduce las acciones
despiadadas que más tarde servirán para delinear el retrato del príncipe.
La
gran Florencia es más que una ciudad, es una riquísima región que compite con
la de Venecia en importancia comercial y financiera: las mercancías
internacionales llegan del lejano Oriente y forman fortunas que prosperan
enormemente -y se convierten en Mecenas
de un arte inmortal- o desaparecen por un golpe. Los dos “estados” compiten con
Roma y su poder político expresado en un papado muy terrenal.
Niccoló
Maquiavello, prototipo del hombre del Renacimiento, fue un autodidacta que aprendió
de la historia y de su época. En 1500 se habrá ordenado la ejecución de
Savonarola, el monje asceta que trató de imponer reformas extremistas para la
política y la religión de la República Florentina. En el triunfo de la
exposición se encontraba Maquiavelo como segundo canciller. Su amor por su
patria y su experiencia como hombre de estado tanto en la diplomacia como en la
guerra de una Italia convulsionada por luchas internas y amagada
permanentemente por el exterior, lo inducen a buscar y reflexionar sobre las características que requeriría un
gobierno fuerte para subsanar las desesperadas enfermedades de una República en
formación.
Maquiavelo
recurrió a las fuentes de los clásicos y de la historia romana para fundamental
sus observaciones políticas y su estrategia militar, y de hecho le dio al
“estado” florentino su primer ejercito reclutado de sus propios hombres, no ya
mercenarios. Sus observaciones son también intuitivas y fundamentan hipótesis
de orden general, son categorías del ser, no del deber ser.
La
reputación de Maquiavelo es fatal. Sirvió a su Florencia durante más de quince
años, con tal pasión y patriotismo que constituye una contradicción trágica su
fama de hombre cínico, cauteloso, escéptico. Defendió a su patria contra Luis
XII, contra los españoles, contra Julio II y aún contra el mismo César Borgia.
Fue educado en la libertad y sucumbió con ella, al morir pobre y olvidado.
En
sus principales obras. “Discurso sobre la Primera Década de Tito Livio” y “El
Príncipe”, Maquiavelo describe el ejercicio del poder y no su moral, .escribe
–o mejor dicho - describe- a César Borgia de Francia, Duque de Romanía,
Príncipe de Andría. Soberano de Piombino, …Por la Gracia de Dios
Portaestandarte y Primer Capitán de la Santa Iglesia Romana, y lo hace
siguiendo a Lisandro, Filipo y Alejandro, Rómulo, Tarquino, Julio César y
Bruto, Nerón, Carlo Magno, Hugo Capeto y Luis XI, entre otros, y concluye que
“el mundo siempre ha sido habitado por hombres que siempre han sentido las
mismas pasiones; todos los hombres aspiran al dominio y ninguno renunciaría a
la opresión si pudiera ejercerla; el temor y la fuerza tienen mayor imperio que
la razón”. Según el Tratado del Príncipe, la política no tiene que ver con la
moral, la fuerza es la negación del derecho, las cosas son buenas o malas en
función de su fin y de su utilización, el fin justifica los medios. En resumen-
observa. Sin el despotismo y los gobiernos absolutos, la civilización europea
no se hubiera desarrollado.
El
afecto de Maquiavelo pertenecía a la República y sus teorías estaban dirigidas
a su mejoramiento, sólo que la corrupción de la época, la debilidad de los divididos estados italianos y las
amenazas continúas del enemigo exterior, lo llevaron a ese Príncipe que podría
dar realidad al sueño de redención de Italia. No podían escogerse muchos medios
para lograr eses fines en esa época. Maquiavelo intentó hacer compatibles las
condiciones de su tiempo con la naturaleza humana. Aún la religión -en él, un
hombre religioso- quedaba supeditada al
Estado. Los instrumentos del poder se subordinan al principio desarrollado por
Maquiavelo. “Ragione di stato”, razón de estado.
La enigmática sonrisa de ….¿un aprendiz de
brujo? Está más allá de la moralidad. Su estilo lapidario debe leerse en el
contexto del objetivo que lo inspiraba: su generoso, ardiente, apasionado amor
por Florencia. Su compilación de fórmulas y reglas cuasi-científicas logradas a
partir de la reducción de acciones humanas comprendidas como motivos
universales expresan un arte alejado de los escrúpulos morales: la política.
Es
además, Maquiavelo, sin duda, uno de los fundadores de la filosofía de la historia,
para entonces “un camino aún no trillado por el hombre”. Adelantándose a Vico,
fue uno de los primeros que propuso los ciclos de la historia, basado en su principio
de que la naturaleza humana no cambia.
Tal
parece que las verdades que des-cubrió Maquiavelo fueron su mala estrella: en
vida soportó la pobreza, la cárcel y la tortura; ya muerto se le atribuye la
fundación de una doctrina que de manera evidente es anterior a él y que en
realidad nada enseña a quienes llegaron después: el maquiavelismo.
¡Todo
está permitido al que quiere y puede reinar!
Juan
Fernando Romero Fuentes, Xalapa, Ver. 5 de mayo del 2014.
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