Raúl Hernández Viveros
Entre los más
importantes y memorables visitas a la capital
veracruzana, desde luego hay que mencionar y destacar a principios del
siglo XX, la de Rubén Darío. En décadas recientes, los homenajes de la
Universidad Veracruzana a Julio Cortázar, quien este año cumple 100 años de su
nacimiento, o el dedicado a Juan Carlos
Onetti. Nada más recordarlo con sus fotografías en alguna parte de la historia de Cultura de Veracruz, es trascendental.
No obstante, con
el fallecimiento de Gabriel García Márquez, este jueves santo de abril de 2014,
resulta fundamental distinguir que la Universidad Veracruzana ofreció la
primera edición de su libro de cuentos Los funerales de la mamá grande, en la
serie ficción, gracias a Sergio Galindo Márquez. Recuerdo la carta de Gabriel
García Márquez, en donde agradecía a nuestra Máxima Casa de Estudios, el pago
de mil dólares. En aquellas líneas apuntaba que con dicha cantidad iba a
dedicarse de tiempo completo a terminar su obra cumbre Cien años de soledad;
novela tan difundida que se ha perdido la cuenta porque lleva de acuerdo a
estadísticas editoriales, más de 50 millones de ejemplares vendidos.
Años más tarde,
con la intervención de Jorge Ruffinelli la Universidad Veracruzana participó
con el patrocinio la filmación de “La viuda de Montiel”. Aparte también bajo el
sello editorial universitario se hizo la edición de un hermoso libro de fotografías, guión cinematográfico,
que estuvo al cuidado de Jorge
Ruffinelli. Creo que en la Máxima Casa de Estudios de Veracruz no deberían dejar
de resaltar dichos
acontecimientos culturales y principalmente rescatar las imágenes de estas
visitas.
También hay que
destacar la visita de Gabriel García Márquez, por invitación de Armando
Rodríguez, a conocer a Froylán Flores
Cancela, en la dirección de Punto y Aparte. No hay que olvidar la entrevista
que le hicieron y se publicó en sus
páginas, al autor de libros fundamentales, que fueron galardonados con el
premio Nobel de Literatura.
El desarrollo de
la imaginación y la escritura de Gabriel García Márquez, volaron hacia alturas
universales con las historias fantásticas dignas de ser contadas; igual como lo
fueron recogidas oralmente y trazadas en
nuestros libros sagrados de los pueblos antiguos prehispánicos. Versiones
narradas y acumuladas por la historia de nuestros pueblos de América Latina.
Siempre Gabriel García Márquez mantuvo su postura digna en defensa y promoción
de los pueblos latinoamericanos. Además, destaca en forma sobresaliente su
enorme respeto y admiración por la solitaria presencia de Cuba.
En el número 14
de Texto Crítico, Jorge Ruffinelli, su gran amigo y compañero, dio a conocer
uno de los valiosos ensayos reflexivos de Gabriel García Márquez: “Fantasía y
creación artística en América Latina y el Caribe”. En pocas páginas el autor
colombiano, y mexicano por arraigo
fraternal con la cultura de México, advirtió: “los escritores de América Latina
y el Caribe, tenemos que reconocer, con la mano en el corazón que la realidad
es mejor escritor que nosotros. Nuestro destino, y tal vez nuestra gloria, es
tratar de imitarla con humildad, y lo mejor que nos sea posible”. Estas
palabras proféticas describen formidablemente en pocas líneas, la terrible y
afligida situación que atraviesan los pueblos
latinoamericanos bajo la corrupción institucional, el tráfico de influencias,
la pobreza, el saqueo de recursos
naturales, la violencia y la crisis del
Estado de Derecho.
Emmanuel Carballo:
Investigador y editor literario
Durante estos días, mi oficio de escritor rinde luto
a sus maestros, amigos y colegas. Tal vez lo mejor sería el silencio, pero
cuando se tuvo la oportunidad de sentir los consejos interesantes de un mentor,
el alumno desde su adolescencia debe saber escuchar y atender cualquier tipo de
recomendaciones. Todavía es, totalmente fundamental, si logran señalarle a uno
los errores antes de que otros lo reconozcan y aumenten, de acuerdo a su
interés de impresionar o inquietar al atento discípulo.
Por lo que siento, la
necesidad de continuar con los obituarios sobre los que parten antes que
nosotros hacia la eternidad, que es la nada. En este caso, se trata de dejar
algunas condolencias por la muerte de Emmanuel Carballo. Aunque resulte
preocupante la exactitud con que brotan las alabanzas espontáneas, como se
escucharon con las declaraciones oficialistas de políticos ineptos que no son
capaces de leer siquiera un pequeño texto literario, y que nunca expresaron el reconocimiento en vida del
ahora ausente. Sin embargo, el
atrevimiento mío tiene relación contundente con aquella época de la juventud;
durante la cual se tuvo la fortuna de invitarlo a ofrecer conferencias en la
Faculta de Letras de la Universidad Veracruzana. Representaron experiencias
vitales en la construcción de mi carrera hacia la literatura. La primera vez
que contacté con Emmanuel Carballo fue luego de una inolvidable disertación
académica; tuvo lugar en una velada literaria en casa de Lorenzo Arduengo
Pineda, situada en una calle colonial de la capital veracruzana. Entonces Emmanuel
Carballo colaboraba con su Diario Público, en el suplemento cultural Diorama
del periódico Excélsior.
A
su regreso al Distrito Federal, escribió varias cuartillas sobre dicha reunión;
en donde participaron, entre tantos personajes, mis amigos Mario Muñoz y Jaime
Turrent. El articulo lleno de emoción; describía a una Xalapa de profundo
ambiente intelectual, comparada a los
mejores encuentros literarios de París, Nueva York o Roma. De un nivel
prodigioso tan superior a la medianía de las reuniones que llevaban a cabo los
grupos de las mafias intelectuales de aquella época, en la capital azteca. Una la
encabezaba Octavio Paz, y la que tenía mayor difusión fue la de Carlos Fuentes.
En la primera terminaban los participantes entonando el coro de: “Allá en las
fuentes, había un chorrito se hacía chiquito y luego grandote”. En la segunda
cantaban el estribillo de: “¿A dónde vas Octavio Paz, con el surrealismo
colgado atrás?”
Por
supuesto, algunas buenas consciencias provincianas pegaron el grito en el cielo
y echaron las campanas al vuelo, al enterarse de la existencia de un movimiento
literario que significaba la continuación de otros anteriores, como lo fue el
Movimiento Estridentista, o bien la presencia interesante del grupo de la Espiga Amotinada. También algunos moralistas fueron sorprendidos con la
lectura de la novela La comparsa de
Sergio Galindo, en donde se describían los días del último carnaval en Xalapa.
Por lo que los comentarios publicados por Emmanuel Carballo funcionaron bajo
las duras voces tradicionales que lanzaron acusaciones contra el libertinaje de
la vida intelectual provinciana.
Todo
esto fue la primera relación para mí con Emmanuel Carballo. Al poco tiempo, lo
visité en su casa próxima a las instalaciones de la UNAM. Me regaló una
colección de las obras publicadas por la
Editorial Diógenes; posteriormente lanzó una convocatoria para promover un
premio de novela. En aquellos años fue a Cuba y logró obtener inéditos de
novelistas. Por ejemplo, publicó la primera edición, en 1969, de El mundo alucinante, de Reinaldo Arenas;
manuscrito que pudo esconder en su maleta cuando volvió a México. Esta novela
marcó el descubrimiento y lanzamiento de
este enorme autor cubano que narraba en su obra las peripecias y
andanzas de Fray Servando Teresa de Mier, el sacerdote que cometió la herejía
de rechazar y cuestionar el mito de la aparición de la Virgen de Guadalupe.
Fue reconocida
la notoria vinculación de Emmanuel Carballo con la divulgación en
México, de la novela Paradiso, de
José Lezama Lima; la revisión correspondió a Julio Cortázar acompañado de la
asesoría de Carlos Monsiváis. Se debe recordar al promotor literario porque,
Emmanuel Carballo colaboró en el proyecto de Empresas Editoriales, en donde se
publicaron sus extraordinarias investigaciones sobre autores y entrevistas con
los protagonistas de las letras mexicanas.
Resulta
trascendental la lectura de los pequeños libros que forman parte de la
colección Nuevos Escritores Mexicanos del Siglo XX presentados por sí mismos.
Cada prólogo forma parte de un estudio mayor sobre los entonces escritores que
ahora son reconocidos a nivel internacional, como es el caso de Sergio Pitol.
Hasta nuestros días son consultadas las investigaciones literarias de Emmanuel
Carballo. Además son demasiado imprescindibles sus investigaciones sobre el
cuento y la poesía en México.
En 1996 corrigió y aumentó
el valioso libro de sus encuentros vitales con los Protagonistas de la literatura mexicana. Hace algunos años, lo encontré
en el centro de Xalapa; llevaba un ejemplar reciente de la obra mencionada y en
plena luz del día me reconoció. Le di un fuerte abrazo y al despedirme me
obsequió un ejemplar de sus formidables entrevistas con José Vasconcelos,
Alfonso Reyes, Martín Luis Guzmán, entre otros fuertes pilares de la literatura
mexicana. Desde estas líneas va mi profunda solidaridad con Beatriz
Espejo, una de las más valiosas
escritoras de Veracruz y México. Con su puño y letra agregó a la dedicatoria
impresa: “y para Raúl Hernández Viveros, a quien conozco y admiro desde sus
años de aprendizaje”. Emmanuel.
En
la Revista de la Universidad de México,
Emmanuel Carballo dio a conocer sus textos de despedida. Incluyó un fragmento
de su diario “De políticas y letras”, en el número 83, enero 2011. Escribió
que: “A lo largo de mi vida como crítico me las he visto negras. (Este color me
ha traído más satisfacciones que desagrados. Amo quizás el infortunio). Un
ejemplo, cuando me separe de la Mafia quedé solo”, y perdió la amistad de
Fuentes y Paz.
En
la década de los 70’s del siglo pasado cuando trabajaba yo en Difusión Cultural
de la Universidad Veracruzana, promoví el ciclo de presentaciones “Aproximación
a la poesía mexicana”. Participaron con sus lecturas y conferencias los
principales poetas de aquellos años; se distinguieron Carlos Pellicer, Rubén
Bonifaz Nuño, Juan Bañuelos, Marco Antonio Campos, y José Emilio Pacheco entre
otros asistentes.
Desde
luego, entonces invité a Octavio Paz. Fui hasta sus oficinas cuando era
director de la Revista Plural, en las instalaciones del periódico Excelsior. Me
recibió bastante entusiasmado con la invitación de viajar hasta la capital
veracruzana. Sin embargo, al preguntarme a quiénes había solicitado su
intervención, cuando entre otros poetas mencioné el nombre de Emmanuel
Carballo, me contestó en forma contundente que él no iría a participar en un
evento literario en el que estaría un pillo que lo había desprestigiado por
toda América Latina, y principalmente en Argentina.
De esta manera, me despedí con la
recomendación de organizar un
acontecimiento en donde nada más estuviera Octavio Paz. Más tarde, le comenté
a Emmanuel Carballo y no lo podía creer,
y pasamos varias horas conversando sobre la historia de la literatura en
México. Después pasaron los años y nunca volvimos a mencionar esta anécdota que
se perdió en la oscuridad lejana del pasado.
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