Artículo publicado en el ejemplar 2 de octubre de 2010
Marcelo Ramírez Ramírez
El pensamiento político de Las Casas se encuentra disperso, lo mismo que sucede con sus convicciones teológico-filosóficas, en su vasta obra escrita. Desde luego, en el dominico no se trata de asuntos separados; las categorías con que enfoca los problemas sociales, jurídicos y religiosos creados por la dominación española de América, son aspectos de una sola cosmovisión y, si los separamos, es sólo por utilidad metodológica. En todo caso, debe tenerse presente que el factor determinante es la formación religiosa que permea la totalidad del discurso del dominico en pro de los derechos de los indios. Pero, aunque subordinados, los intereses políticos tienen una importancia intrínseca en los escritos lascasianos, como puede verse en la razón trece del Octavo remedio del presente artículo. En esta razón los argumentos utilizados por Las Casas ilustran el modo como entendía, desde la perspectiva de los intereses económicos y políticos, la necesidad de dar buen trato a los indios. Conocedor de la psicología humana, los argumentos de Bartolomé manifiestan más sentido común en la protección del patrimonio de su patria que sus mismos adversarios, incapaces de ver el futuro más allá del tiempo en que ellos vivían y actuaban.
La razón trece se dedica a explicar los males que derivan para la Corona de dar a los indios en repartimiento. Conforme a su método, consistente en desmenuzar las cosas hasta al mínimo detalle, el dominico divide esta razón en otras varias a las que también da el nombre de razones. La primera argumenta en sentido económico y político: si los indios son liberados del cautiverio y como fruto del trato bondadoso aceptan por propia voluntad ser súbditos de la Corona española, servirán al Rey y ayudarán a defender la tierra de los enemigos del exterior. Dicho auxilio será inestimable, puntualiza Las Casas, si se tiene en cuenta el gran número de indios frente al de los españoles, que son muy pocos y así lo serán por muchos años. En cambio si se enseña a los indios a usar armas de hierro y fuego serán una fuerza formidable. Tales observaciones ponen de manifiesto aspectos del pensamiento lascasiano en los cuales apenas se ha reparado. En este punto concreto Las Casas se muestra, además de súbdito fiel, hombre de sentido práctico y de clara visión política. Quizá su preocupación por garantizar la permanencia de España en América, se debiera a su celo, tantas veces demostrado, de asegurar la cristianización conforme al ideal de la Iglesia católica. La segunda razón de orden estrictamente económico, también sorprende por su realismo: aconseja al Rey poner fin al desorden, descuido y matanzas irracionales de indios, con el fin de evitar continúe decreciendo la población. La Corona, dice, deja de percibir una renta que, de haberse respetado la vida de los indios, sería cierta y estable. En consecuencia, recomienda lo que hoy llamaríamos una administración racional con la participación voluntaria de los indios. La mala política seguida hasta ese momento se traduce en dos males: disminución del oro enviado a España, cuando más lo necesita el Rey para sus grandes empresas y la pérdida de almas de indios y españoles. A los primeros se los ha llevado el diablo por ignorancia de la ley de Dios; a los segundos por malicia y menosprecio de la misma. La tercera razón habla del peligro potencial de invasiones de turcos y moros, que aprovecharían las debilidades de estos reinos con la aquiescencia de Dios, el cual “está muy indignado, enojado y ofendido de grandes ofensas y pecados que los de España han cometido y obrado en todas las Indias, afligiendo y oprimiendo, tiranizando y robando y matando tantas y tales gentes sin razón y justicia alguna, y en tan poquitos años despoblando tantas y tales tierras”. 1 Aquí habla el teólogo convencido de interpretar la voluntad de Dios, quien ha querido servirse de España para que “alumbrase y trajese a su conocimiento” a las ánimas de los indios para su salvación eterna. Dios castiga al soberbio con abatimiento, explica el dominico y al que peca por avaricia, haciéndolos perder “lo que tienen y otros se lo roben”; 2 y así lo mismo con otros pecados, quienes los cometen reciben el castigo correspondiente. La mayor lección ya la recibió España una vez al ser sometida por los moros a causa, no
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1.- DE LAS CASAS, Bartolomé. Tratados. México; Fondo de Cultura Económica, 1965. p. 805.
2.- Idem. p. 813.
sólo del pecado del rey don Rodrigo “de la fuerza que hizo a la hija del conde don Julián”, 3 sino más bien por todos los pecados del pueblo. ¿No es una señal del enojo divino la pobreza en que se encuentra España, después de haber tenido mayores tesoros de los que en toda su gloria tuvo el rey Salomón? Asimismo puede verse cómo casi todos los que robaron y mataron mueren en la pobreza o no tienen a quien heredar. Siempre se cumple la regla del libro de la Sabiduría, cap. II: “por lo que cada uno peca, por allí ha de ser punido”. 4 Por último, las quejas y los lamentos de las víctimas subirán al cielo hasta los oídos de Dios y después descenderán a la tierra siendo conocidos de todas las naciones extrañas la maldad y agravios cometidos por España, lo que redundará en “escándalo grande, horror y abominación y odio e infamia de la gente española y de los reyes de Castilla de donde podrían subceder muchos daños”. 5 Palabras proféticas estas, donde se manifiesta la aguda lectura de los hechos realizada por Las Casas con la mayor oportunidad. La “leyenda negra de España” nació, ciertamente, de la difusión de los actos de violencia sangrienta y vandalismo documentados por Fray Bartolomé, pero de los que ninguna responsabilidad tuvo. La gesta heroica de España, los extraordinarios logros de una generación de hombres audaces y temerarios que dieron origen a nuevas naciones, se vieron enturbiados por las pasiones negativas de esos mismos hombres. No se puede, en el balance definitivo, recortar la realidad a la medida de los deseos de nadie; luces y sombras son componentes inseparables de la naturaleza humana y, en momentos como los de la Conquista, esos componentes tienden a expresarse con la mayor fuerza y nitidez.
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3.- DE LAS CASAS, Bartolomé. Tratados. México; Fondo de Cultura Económica, 1965. p. 813.
4.- Idem. p. 815.
5.- Ibídem. p. 815.
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