miércoles, 10 de octubre de 2012

Volver a lo básico

Por: Samuel Nepomuceno Limón

El hecho de que nuestro país sea miembro de la Organization for Economic Cooperation and Development (OECD) conlleva algunos compromisos. Uno de ellos es seguir las recomendaciones para la constante revisión de planes y programas de estudios a la luz de los resultados de los exámenes del Programme for International Student Assessment (PISA).
   En los últimos años hemos visto cómo se han incrementado las exigencias ante lo que se espera que debieran saber y saber hacer los egresados de cada grado de la educación básica. Al parecer, se parte del supuesto de que la perspectiva del PISA es la adecuada tanto para las condiciones particulares de los estudiantes como para las condiciones de los ambientes en que tiene lugar la educación escolarizada en los países miembros.
   Cuando leemos los propósitos que se proponen como alcanzables o dignos de ser alcanzables nos asalta una duda. ¿Hasta qué grado lo que se espera son resultados? Es decir ¿se parte de la expectativa de lograr los productos de procesos educativos que resultan suficientemente claros longitudinal y transversalmente para la clase docente?
   Si se trata de lograr un resultado antes habría que hacerlo posible. Los antecedentes necesarios se observan si se lleva a cabo una visión en el sentido de delante hacia atrás, a fin de reconstruir el camino que llevaría a obtener el producto esperado.
   En una ruta tal llega el momento en que se tropieza con los inicios, lo básico, lo germinal, lo que en el escenario educativo se ubica por lo general en el hogar y las aulas de preescolar y la escuela primaria. Algunos temas, en la secundaria. Ahí, en esos ambientes se establecen las bases propicias para la formación de los primeros hábitos, la construcción de los primeros conceptos, la adquisición de los desarrollos más tempranos de las habilidades y las actitudes. Ahí se encuentran los tópicos que habría que atender, a tiempo para que lo fundamental quede firmemente establecido.
   En una metáfora de lo anterior podríamos referirnos a la construcción de un edificio. Los planos dan una clara imagen acerca de la obra, sus dimensiones, servicios, acabados, distribución, etcétera. Mas todo comienza con la atención prestada al terreno destinado a la edificación. Quizá habría que hacer adecuaciones, que en el mejor de los casos podrían reducirse al solo nivelado, pero que en otras circunstancias probablemente requieran la realización de otras tareas. Después, el cuidado estaría centrado en el proceso de la cimentación. De la calidad y atención puestos en esta fase van a depender diversos factores que tendrán que ver con el producto final. Habría que considerar los distintos materiales, el personal cualificado para esta fase de la construcción, entre otras acciones.
   Centrar la vista sólo en lo que se espera al final de la línea de ensamblaje resultaría insuficiente. Ha de verse con atención cada proceso de la construcción desde los pasos iniciales. Un material inadecuado o un trabajo descuidado podrían dar al traste con el final deseado.
   De ahí la necesidad de volver la vista a los orígenes de los procesos. Esos están, ya se expresó, en la educación hogareña y la educación básica. En las aulas, si no se pone atención en los procesos de conceptuación, de desarrollo de habilidades, de conformación de actitudes, de la formación para la disposición personal para el cumplimiento y conclusión de tareas, de las prácticas y normas para la convivencia sana, entre otros, difícilmente podría obtenerse un resultado pleno y acabado.
   Se hace necesario cuidar meticulosamente el crecimiento y desarrollo de las raíces.
   La atención concedida por los programas de educación primaria ha de ser la adecuada al grado de desarrollo físico y psicológico de los escolares. No exigirles más de lo que su madurez les permita ni dejar de esperar el empleo de sus capacidades y potencialidades. La educación es todo un proceso. Un proceso de lo más complejo. Quizá sería más adecuado decir que se trata de un conjunto de procesos.
   Lo que se aprende en los primeros años de existencia es indiferenciado. No tiene necesariamente un para qué. En los hogares y las aulas de educación básica se siembran y cultivan raíces que años después podrían llegar a florecer en diversos saberes y profesiones. Los primeros garabatos que pretendidamente representen figuras, letras y números se irán vistiendo con significados cada vez más enriquecidos. Por eso habría que determinar qué es lo básico. O, como se decía líneas arriba, ver la película en sentido contrario para decidir qué es lo que halla en los inicios.
   En la metáfora de la construcción del edificio nos estamos refiriendo a las labores de albañilería. En esos momentos, pensar en los acabados es lícito, siempre y cuando se cuiden la cimentación y levantamiento de castillos, trabes y muros. Aquí no habría materiales prefabricados. Habrá que colocar piedra sobre piedra para los cimientos y ladrillo sobre ladrillo para las paredes.
   Ahí, en las bases, se encuentran los conceptos y acciones más elementales sobre las cuales, con firmeza, se irán desarrollando paulatinamente levantamientos cada vez más complejos.
   El conocimiento de los números y sus operaciones, de las palabras utilizadas para leer, hablar y escribir; las habilidades sensorio-motrices desarrolladas, las actitudes ante los hermanos, compañeros, padres y maestros; el respeto a sí mismos y a los derechos de los demás, las habilidades sociales desarrolladas, la destreza para comprender lo que se escucha y lo que se lee, las habilidades desarrolladas para comunicarse oralmente o por escrito, entre otras cosas elementales, va a depender lo que se aprenda en cursos más avanzados y, sobre el camino, la consecución de resultados más complejos.
   Un artista o un deportista se hacen sobre la base de la práctica cotidiana y constante. ¿Sería razonable esperar que por pasar sobrevolando algunos temas basta para que sean aprendidos? ¿Es razonable esperar que con la creciente sobrecarga de los contenidos de aprendizaje se den las condiciones para atender cada asunto con la profundidad y extensión debidas?
   Volver la mirada a lo básico debiera ser una de las prioridades de quienes administran el servicio educativo, a fin de buscar y brindar los apoyos que haya menester. Apoyos a los docentes, apoyos para quienes aprenden, apoyos para que las condiciones de trabajo en los medios en que se produce y construye el aprendizaje sean los mínimamente adecuados… Sobre esa base conviene favorecer en los estudiantes la conformación de un saber crecientemente complejo. Sin una plataforma sólida cualquier construcción sería endeble, de escasa consistencia, si no es que improductiva (ver los últimos resultados de Enlace). Por  ello conviene contar con sólidos cimientos.
   Decir ‘elemental’ no es referirse a lo fácil, sino a aquellos conocimientos cimentadores a los que habría que conceder una atención didáctica completa. En la medida en que vayan relacionándose unos con otros en lo horizontal y lo vertical se dará lugar a una trama con la consistencia deseable.
   Los conocimientos básicos no se hallan necesariamente en los primeros grados de cada nivel educativo, sino que cada tema los exige. Cada tema tiene antecedentes. Hay conocimientos básicos de tipo general y otros que lo son de temas específicos.
   Aquí, volver a lo básico no significa estancarse en lo elemental. Se refiere, en cambio, a un proceso de constante renovación a partir de lo fundamental de cada tema del currículo. Volver a lo básico es un modo didáctico de proceder en cada tópico del programa de estudios. Es abstenerse de pasar a una nueva etapa si la anterior no ha sido adquirida plenamente por parte de los estudiantes. Es, sobre todo, evitar partir del supuesto de que lo elemental, por lo fácil, ya existe previamente en el individuo. Es preparar debidamente el terreno para la siembra y procesos posteriores.

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