En el Japón todo tiende a empequeñecerse. Esa idea de disminuir el espacio, de concentrar el sentido se da en casi todos los ámbitos. En poesía, por ejemplo, la concreción tiene como corolario la desaparición. El silencio es el sentido más amplio. Así, subsidiario del budismo zen, la apuesta por la parquedad busca elegir lo esencial contra la elocuencia de occidente. Lo que se calla es tal vez lo más importante. El japonés es una lengua compleja, de ahí que su traducción a lenguas romances sea un reto. Por ello cuando algún purista reclama que en lo tocante a la renka y al haiku, no se cumplen con la métrica establecida: 5 silabas el primer verso, siete el segundo, y 5 el tercero, olvidan esta circunstancia que hasta Tablada inyectó en su poemas de esta índole. No importa si se pasa una silaba o dos, o si no llegan a cumplirlas, lo importante es el sentido, que debe prevalecer. Y más en un idioma como el nuestro.
Esta forma poética tan socorrida ya en occidente, es difícil en su aparente sencillez, porque debe capturar un instante, absorber la experiencia, fijar un momento, y concentrar una emoción ampliada en reducido espacio. La acentuación debe oscilar entre palabras fuertes y débiles para una armonía musical.
En estos poemas hallamos algo místico, hay una presencia de lo inmenso; por supuesto un sentimiento del tiempo. No es gratuito que la mayoría hablen de la naturaleza, en ella se concentran los silencios, las épicas maneras, las identidades máximas, por ello el hai ku que en nuestro país surge naturalmente, es un espejo del mundo indígena. La tradición se identifica con esa opción por el silencio significativo. Poetas como Alberto Blanco, que resuma esa atmosfera oriental, y que plasma esa concentración contenida.
Hablamos de una tradición que viene desde el siglo Vi, hasta nuestros días, que en su delicadeza, excluye el razonamiento, y concita la intuición, y la sensualidad. Y por ello, un hai ku bien logrado posee una inmensa frescura. No se debe buscar esa analogía con el japonés, puesto que es un idioma monosilábico que acepta muchos retruécanos (juegos de palabras), y que de verso a verso, de poeta a poeta, de época a época, admite préstamos, casi plagios, y reconstruye su propia tradición.
El libro de Aurora Ruiz Vázquez, La Jaula del canario, intenta adentrarse en esta tradición poética, se nota el trabajo regular de una forma poética que ejercita con frecuencia. Autora de 5 libros entre narrativa y poesía y memorias, se desenvuelve con soltura y ejercita ese gusto por la concentración verbal, el español hace posible un acercamiento a este tipo de poesía oriental que muchos han hecho con éxito: Francisco Hernández, José Luis Rivas, Alberto Blanco, el mismo Octavio Paz, José Emilio Pacheco, y un gran etcétera. De hecho son pocos los poetas que no lo han cultivado.
Dividido en dos, el libro: la jaula del canario y meditación fugas, el primero en la tradición de la naturaleza; el segundo en la reflexión diversa, este poemario despliega un abanico multiforme y rico, que regala pequeñas joyas como estas:
Cielo mar tierra
Colores difuminados
En la paleta
O
En la infancia
Inmediatez tangible
Es lo que vale
o
Y el que le da título al libro
Que se destroce
¿Un muro de Berlín?
La jaula del canario
Este poema por ejemplo, sumamente explosivo, denota un interés histórico y político, más allá de los paisajes naturales. Arriba a la modernidad de un hecho toral en los tiempos que corren, y ,usa una afortunada metáfora que va más allá del hecho mismo: una jaula personal y colectiva de todos quienes habitamos este siglo XXI. Esa simbología que Roger Waters uso una y otra vez para su The Wall, disco conceptual sobre las barreras del hombre contemporáneo hacia la vida. Una liberación de un ave que es el deseo del vuelo para todos. Este hai ku, resume todo el libro en un interesante detonador de la imagen.
En estos ejemplos afortunados la autora revela un oficio adquirido con el trabajo; lo mismo alía la historia con una metáfora liberadora, que remite a la infancia y su tempo perenne como un continuum metafísico, o se acerca al pintor que es acaso el más acusado interprete de un hai ku, al extraer el color, y la imagen de la naturaleza para entronizar el poema. Muestras de un sentido poético que incursiona más allá de los otros bosquejos sencillos, tal vez ingenuos, de varios de sus versos. Sin duda, entre los hai kus más afortunados, se asoma ya cierto oficio, un estilo en marcha. Saludo, pues, este quinto libro que da paso, a la expresión plástica, y a la verbalización del color. Pronto nos sorprenderá la autora con un libro de cuentos que prepara. La jaula del canario, en este libro deja de par en par, abiertas las puertas.
Bardamu64hotmail.com
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