(Primera parte)
Por Lisardo Enríquez L.
De acuerdo con la historia diseñada para la escuela básica, y lo que ha sido en general la historia oficial en nuestro país, los grupos indígenas se defendieron de los europeos durante la conquista y nada más. Tal parece que después aceptaron dócilmente el yugo español; que vieron resignados su destino. Pues nada de eso. Las etnias originarias de México han desarrollado una fuerte resistencia ante todo aquello que ha sido despojo y anulación de su identidad desde el siglo XVI hasta nuestros días. Primero se rebelaron en contra del colonialismo que duró tres siglos. Después, han seguido luchando frente a fuerzas que de muy diversas maneras los han marginado en lo físico y en su cultura.
Al respecto, se han publicado diversas obras sobre rebeliones indígenas en México, y sobre rebeliones de algunos grupos étnicos en particular. Dos autores han dedicado sus investigaciones a este campo especialmente: Miguel Bartolomé y Alicia Barabas. De esta última, el libro Utopías indias, Movimientos sociorreligiosos en México, de editorial Grijalbo de 1989, sirve de sustento a este comentario.
Para ubicar los conceptos que dan título a la obra de Barabas es necesario remitirse al significado literal de la palabra utopía, que la explica como ilusión, sueño, fantasía; no hay tal lugar; o, sociedad ideal en la cual las relaciones humanas se regulan armoniosamente. Sin embargo, varios pensadores han sostenido que en la imaginación utópica se encuentra la clave de la libertad cuando se la lleva a la realización concreta de lo que se ve como un sueño, que en lo general es la esperanza de un mundo mejor. Para los grupos étnicos de América vino un momento, el siglo XVI, en que su proceso de civilización quedó truncado. De ahí el deseo de los propios indígenas de recuperar lo que les fue interrumpido desde la conquista, pero no como un simple regreso a lo que fue, sino también en una perspectiva de futuro en la que se combinan y reinterpretan elementos de la cultura del dominador y de la propia. Es así como en la mente y en la acción de las culturas indígenas se dan los movimientos de resistencia, unos completamente violentos, y otros no necesariamente con esa característica.
La autora dice lo siguiente: “Los movimientos sociorreligiosos son fenómenos culturales y políticos que surgen en culturas y sociedades en las que religión y política son esferas profundamente interconectadas” (p.3). En dichas sociedades, la cosmovisión religiosa es el fundamento para comprender el mundo social; en esa cosmovisión tiene su origen la rebelión, y es ella la que guía la acción. Los movimientos indígenas de México, del siglo XVI al siglo XX, “son prueba de la voluntad y praxis descolonizadora de los grupos étnicos, que nunca se resignaron a someterse definitivamente a la situación colonial. . .”p.56.
Ninguno de los movimientos indígenas de insurrección llevados a cabo llegó a abarcar todo el territorio de lo que hoy es México, pero se trató de fuertes rebeliones étnicas en contra de las relaciones de dominación que, además, no fueron espontáneas sino proyectos deliberados, pensados y planeados. En la mayoría de los casos estos movimientos han sido recurrentes. Hay grupos étnicos que aún en nuestra época siguen levantándose en armas o en acciones de protesta en contra de la segregación y del despojo, como es el caso de los chinantecos y los mazatecos, así como de los mayas de Chiapas y, muy recientemente, de los triquis y los zoques de Oaxaca.
Los motivos de las rebeliones indígenas han sido, principalmente, el deseo de recuperar las tierras que les han sido expropiadas, liberarse de la opresión, del trabajo de explotación de que han sido objeto, así como de los malos tratos de las autoridades tanto del orden civil como del eclesiástico, buscando volver a sus propias creencias y costumbres y a sus propios sistemas de gobierno. En el caso de la tierra, es ampliamente conocido que para las culturas indígenas no se trata de un bien material, sino de una relación indisoluble con la naturaleza, se trata de una relación sagrada que es el fundamento de su propia identidad.
Las investigaciones de Barabas arrojan que los escenarios donde se presentaron estas rebeliones fueron los territorios de lo que actualmente son los estados de: Yucatán, Campeche, Chiapas, Oaxaca, Guerrero, San Luis Potosí, Durango, Jalisco, Nayarit, Sinaloa, Chihuahua, Sonora y Baja California. Algunos de los grupos que protagonizaron estas rebeliones están extinguidos. También es importante saber que los pueblos que anteriormente estaban enemistados, muchas veces se unieron para enfrentarse a los conquistadores. Los rebeldes que formaron parte de estos movimientos, en ciertos casos llegaron a sumar miles, y en muchos encuentros con los españoles, de igual manera, llegaron a caer en combate miles de indígenas, sobre todo por la desigualdad en la cantidad y tipo de armamento.
La siguiente entrega de este artículo abordará algunas de las rebeliones indígenas en particular.
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