Fernando
Hernández Flores / Tepetototl
Caía la
tarde, Aruma despedía con un fuerte abrazo a su amiga Itzae. Habían platicado
como unas dos horas en el Restaurante Yalit, en cuanto fueron bebiendo café en
unas pequeñas tazas de porcelana. Al salir del lugar, Itzae tomó el taxi con
placa número 888. Aruma tomó nota del mismo y le comentó que le avisara cuando
estuviera en su casa. En unos minutos más llegó en su coche azul marino Yalit,
la mamá de Aru, esa es la manera como le dicen con cariño sus familiares y sus
seres más queridos.
Pasaron
varios minutos y no recibió ninguna llamada ni mensaje de su amiga Itzae. Tomó
el teléfono de la sala e intentó hablar a la casa de su amiga. Sonaba un poco y
se cortaba la línea, nadie respondía en aquel hogar. Las horas fueron pasando
rápidamente y no se sabía nada de su amiga, ni de sus familiares. Aru le
platicó a su mamá que se encontraba preocupada por su amiga y su madre le
respondió que ha de estar ocupada con su familia, que mañana la irían a ver,
mientras cena algo antes de dormir. En un vaso de cristal bebió agua de sandía
que sacó del refrigerador, y por lo tanto estaba bien fría. Si se comió tres
galletas, fue demasiado.
En un
lapso de treinta y cinco minutos fue a su cuarto, se puso una playera blanca y
un pants, tomó una pastilla y se fue a dormir. Entre sueños, viajó a través del
tiempo y vio cuando conoció a Itzae, era una pequeña de escasos siete años que
la trajeron sus padres a vivir a la ciudad, era su nueva vecina y además la
metieron a estudiar en la misma escuela primaria donde asistía Aruma. Por lo
que con el tiempo, hacían las tareas juntas y tenías espacio para jugar. Como a
la edad de los quince años, se separaron. El papá de Itzae se fue a trabajar al
extranjero y su mamá junto con ella, rento un departamento en una colonia más
retirada. Por lo que, poco a poco se veían menos y se platicaban sobre sus
enamorados, de los chicos que les atraían y de quienes también no les gustaban.
Terminaron
la escuela primaria juntas. En la secundaria y la preparatoria estudiaron en
distintas escuelas. A las dos les atrajo la carrera de turismo, así que
eligieron estudiar en la misma universidad. Sus padres estuvieron de acuerdo y
así volvieron a estar juntas, de vez en cuando. De pronto, volvió a soñar y
logró ver que su amiga Itzae se alejaba y no podía escuchar su voz. Ella sudaba
y se angustiaba. Y de pronto, despertó llorando sin saber por qué. Había
olvidado esa parte del sueño.
A la
mañana siguiente, Aru desayuno con sus papás y les pidió que por favor la
llevaran a saludar a su amiga. Su papá respondió que sí. Él la trasladaría en
su camioneta de llantas enormes y de color plateada. Llegaron al hogar de Itzae
y no se encontraron a nadie. La casa estaba cerrada. Salió un vecino y esa
persona les avisó, que ayer en la tarde había pasado un accidente
automovilístico y la hija de los señores estaba muy grave en el hospital de los
cielos.
Inmediatamente
se fueron al hospital, el padre con su hija. Cuando llegaron y se encontraron a
la mamá de Itzae llorando y totalmente destrozada. Les comentó que su hija tan
pronto llegó a hospital falleció y los médicos no pudieron salvar su vida. Su
esposo estaba arreglando los documentos para que les dieran el cuerpo. Aru
recordó el último abrazo que le dio Itzae y también lloró. Ese mismo día la
incineraron, le hicieron varias oraciones y al tercer día la llevaron a un
panteón para que ahí descansara la joven universitaria que en vida se llamó
Itzae.
(*)
Escritor veracruzano de un rincón del Totonacapan. Correo: venandiz@hotmail.com
Twiter: @tepetototl
No hay comentarios:
Publicar un comentario