Gilberto Nieto Aguilar
Los saberes están entre el querer
y el rechazo, la libertad y la esclavitud de la ignorancia, las sombras y la
luz de la caverna platónica. Esta ha sido una lucha librada a través de los
siglos cada vez por más personas, porque cada vez más de ellas tienen el acceso
al conocimiento y… lo toman o lo dejan. Como los contrastes y contradicciones que
mueven la vida, el “to be or not to be”
de Hamlet, sur y norte, blanco y negro, positivo y negativo.
En la dialéctica la contradicción es
la fuente interna de todo movimiento, la raíz de la vitalidad, el principio del
desarrollo, y sirve para fortalecerla. Pero en la filosofía de la vida la toma
personal de decisiones es un camino que se bifurca por senderos distintos. «La
sociedad no puede constituirse más que a condición de perpetrar en las
conciencias individuales y formarlas “a su imagen y semejanza”» (Durkheim,
1914), bajo una uniformidad que ahora opera y se consolida a través de los
medios de comunicación y las redes sociales.
Gran número de nuestros estados
mentales, los más esenciales al menos, son de origen social. Son las sombras de
la caverna de Platón. Y el ser humano no puede ignorar que el producto por
excelencia de la actividad colectiva es el conjunto de bienes intelectuales y
morales que llamamos “civilización”. Esa construcción social, lo más que ha
permitido al individuo es concebirse de manera heterogénea: por un lado el
cuerpo y por el otro algo etéreo y no muy claro que puede llamarse alma,
espíritu, consciencia, mente, o una combinación.
Hoy se habla de un todo, ya que el
pensamiento y la consciencia no pueden darse sin la materia en pleno
funcionamiento, con excepciones maravillosas. El conocimiento lleva al ser
humanos por caminos diferentes y puede causar temor cuando se inicia el
recorrido (juventud, adolescencia o antes). El conocimiento profundo,
biopsicológico y social, es capaz de transformar al ser humano en su manera de
sentir y percibir al mundo, en su manera de pensar y de actuar.
Primero debe distinguir entre el estrecho
sendero de la inercia y el amplio camino del saber. Mientras la tecnología que
envuelve a la humanidad avanza a pasos agigantados, la conciencia de las
personas se pierde en el sendero de la inercia, la rutina, la imitación, la
atadura social y de los medios, y reduce su pensamiento a patrones
preestablecidos. Quizá para la mayoría es una zona de confort, un contexto
reducido para las decisiones, la seguridad y aceptación social (pensar como los
otros) a cambio de su libertad de consciencia.
El otro camino le puede parecer
poco transitado, hermoso pero aislado, vivificante pero poco compartido. Significa
esfuerzo; a veces no estar de acuerdo con los demás; no ser aceptados por ver
la vida y el mundo con mayor amplitud, por distinguir las sombras de la caverna
como un reflejo distorsionado de la realidad.
El gusto por el conocimiento, el
placer de saber, la curiosidad y el interés por indagar y conocer más sobre los
que nos interesa o lo que necesitamos aprender, debe nacer desde el hogar. Sólo
así se convertirá en cultura y forma habitual de ser, robustecida por la acción
social y arraigada por la sistematicidad y metodología en las instituciones
escolares. Nos falta mucho todavía.
gnietoa@hotmail.com
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