Javier Ortiz Aguilar)
Nunca
me imaginé, aún en mis tiempos de delirio, y vaya que fueron de larga duración,
que iba a ser tema de un libro, escrito por amigos que admiro. Amigos que nos conocimos
en diferentes tiempos y espacios, y
desempeñando distintas actividades pero cuya amistad permanece afortunadamente.
Un libro que me recordará las épocas de la
preparatoria, las luchas estudiantiles de los años sesenta, mi paso por
la Facultad de Historia, la amistad y las actividades en la fundación de la
Universidad Pedagógica Nacional, la experiencia en la Academia de la Educación, la conformación
espontánea de círculos de lecturas en los cafés de los alrededores de la ex
Unidad de Humanidades. Por si fuera poco,
que esta obra colectiva, fuera presentada, por distinguidas
personalidades como la Dra. Menase,
investigadora de Instituto de Investigaciones Filosóficas y el Dr.
Hasler, Investigador de CIESAS-Golfo
´Por
ello no sabía de las preparaciones de este acto, si lo hubiera sabido,
posiblemente hubiera pedido, apelando a la amistad, no hacerlo; tal vez
solicitaría como siempre, la invitación al café. Pero las cosas pasan; y no me
queda más que agradecer a todos ustedes, de todo corazón, su inocultable
generosidad.
Voy
a leer un breve texto que preparé para esta ocasión
Este
acto despierta en mí dos sentimientos contradictorios. En primer lugar, aceptar
que es un reconocimiento que sin duda no merezco, y por otra parte, que me
satisface porque no puedo ocultar que aquí se alimenta mi ego, y mi vanidad. En
esta situación paradójica confieso a ustedes que desde temprana edad sentí el
impulso de buscar amigos. Más tarde
intenté explicar esa necesidad, y busqué la causa en mi condición de ser
hijo único, la educación familiar, la cultura campesina de donde son mis raíces,
la influencias de la cultura indígena, o quizá por una instintiva búsqueda
de reconocimiento social. Hasta la fecha
no lo sé, y ahora, a mis años ya no me preocupa. Sin embargo quiero subrayar
que un acontecimiento definió mi vida, fue mí llegada a esta ciudad
capital, con el fin de cursar la
preparatoria. Aquí, en ambiente de libertad encontré a un grupo de amigos que
me ayudaron a tomar conciencia de la
necesidad de tender puentes con los demás. La amistad entonces tomó sentido en
mi existencia
Quiero subrayar que mi proceso de
formación se da en el tiempo de la Guerra Fría Por tanto la decisión, ya sea
por uno o por otro bando, era una decisión ética. Así lo vimos. Recuerdo a uno
de mis amigos, que me invitó a leer y a comentar un libro que fue importante en
mi formación Marx y el concepto del
hombre de Erich Fromm. Puedo decirlo que desde ese entonces descubrí que
mis amigos eran mis maestros y todos mis profesores, a su manera, mis amigos.
Gracias a ellos entré al mundo y al compromiso.
En cierta manera estas influencias
inclinaron mi decisión para ingresar primero a la Facultad de pedagogía y
posteriormente a la Escuela de Historia. Y la vida me llevó a la docencia. Puedo
decir en honor a la verdad que aquella relación plural, incluyente de mi grupo
estudiantil fue el modelo de mis relaciones con mis alumnos. Recuerdo muy bien
un artículo de una revista de los primeros años de la década de los sesenta,
que iniciaba con un enunciado contundente: “Quien busca la verdad es un maestro
y quien la tiene es un propagandista” Independientemente de su intencionalidad,
la idea influyó decisivamente
Así entendí la docencia, como un
dialogo cuya intención única es la búsqueda, cada uno, de acuerdo con sus
circunstancias y tradiciones debería construirla o si se quiere encontrarla
Esto no significaba negar mis
compromisos personales, sino respetar las convicciones y compromisos de todos y
cada uno de los estudiantes que conformaban los grupos que tuve el gusto de
atender. Creo que me entendieron. La discusión únicamente buscaba crear
ambientes de diálogo no de adoctrinamiento.
Y
creo que aquí radica el secreto de una
relación amistosa que ha perdurado entre muchas personas que compartimos los
salones de clase en varias instituciones educativas.
En ese ambiente de libertad llegué a
la conclusión, que después de años de ser profesor jubilado, al fin tomé
conciencia que soy un permanente aprendiz de todos los que me rodean. Por ello,
solo puedo decirles a todos muchas gracias.
(Palabras pronunciadas en la presentación del libro Los amigos en turno de Javier
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