AGENDA CIUDADANA
Rebecca Arenas
Si un hombre fuese necesario para sostener el Estado,
este
Estado no deberá subsistir, y al fin no existiría”
Simón Bolívar
Para quienes simpatizamos con la gesta de la Revolución
Cubana, que tanto conmovió a los jóvenes de mi generación, el 57 aniversario de
su emblemático triunfo, este 26 de julio, constituye una ocasión propicia para
analizar sus logros, sus enormes desafíos, y los yerros autoritarios de sus gobernantes que transformaron, con el
paso de los años, nuestra admiración en inevitable rechazo.
Dentro de los logros importantes que tenemos que
reconocerles a los revolucionarios de la Sierra Maestra que llegaron al poder,
uno fue el rescate del pueblo cubano, agraviado, manipulado y utilizado para
servir al divertimento del capital norteamericano. Los gobiernos cubanos
incondicionales a Washington habían convertido a la isla en un centro de vicio,
de ocio placentero y vida fácil, en donde el ron, los habanos y los centros
nocturnos atestados de bellas mujeres habían hecho de Cuba el burdel del
Caribe.
La revolución cubana cambio de tajo esa situación, al
brindar al pueblo cubano un esquema de oportunidades de superación sobre todo
en educación, salud y deporte, pero sin duda, el cambio fundamental fue la
transformación de una sociedad desvalorizada, explotada y resignada al dictado
de las mafias que gobernaban el país, en una comunidad comprometida con una
mística miliciana, de apoyo a la revolución, capaz de ir a cortar zafra, y
preparase para los nuevos tiempos libertarios, al ritmo aleccionador de la
primera trova cubana.
La drástica reacción del gobierno norteamericano, reacio a
perder sus privilegios en la Isla, provocó el bloqueo económico que durante más
de cuatro décadas ha padecido el pueblo cubano (aún no termina pero se ha suavizado) que resistió con paciencia, sacrificio y dignidad todas
las carencias inimaginables, en medio
del fuego cruzado que conformaron, el bloqueo económico dictado desde
Washington, y el endurecimiento del régimen de Fidel Castro hacia cualquier
disidencia del pueblo cubano.
Había que sobrevivir al bloqueo norteamericano, pero ante
ese desafío, la revolución cubana, o mejor dicho su principal líder Fidel
Castro no confió en sus propios logros e ideología, y convirtieron a la isla en una prisión de la
cual sólo se podía salir fugándose hacia alta mar, en donde muchos prefirieron
morir ahogados o devorados por los tiburones, antes que seguir presos de un
sistema que prohibía y castigaba duramente la menor disidencia.
Así, la revolución cubana que un día fue un ejemplo para la
población libertaria de América Latina y el mundo entero, al paso del tiempo se
transformó en una revolución aislacionista, que impidió a la población cubana
el conocimiento y la reflexión intelectual de un mundo interconectado por el
Internet, los satélites y las telecomunicaciones, ante el temor de que
“tentaciones capitalistas”, debilitaran la mística de una juventud adoctrinada
para el socialismo, que padecía a diario el racionamiento y la carencia.
En aras del prevalecimiento de un sistema político,
liderado, además, por un solo hombre, la revolución cubana sacrificó durante
todos esos años varias generaciones de millones de personas.
Referirnos a Fidel Castro la principal figura de la gesta
revolucionaria cubana, no es asunto fácil, porque al igual que la revolución de
su país tiene claroscuros. Carismático y con madera de auténtico líder, Fidel
Castro se caracterizó por su valentía, decisión, por su capacidad de
negociación y como habilísimo estratega.
Cuentan las crónicas cubanas de los innumerables intentos desde
Washington para asesinarlo, claramente fallidos, porque su red de información
de altísima eficacia siempre lo puso sobre aviso. Poseedor de muchas
cualidades, no tuvo, sin embargo, una visión de realismo político para dejar el
poder oportunamente, permitiendo el paso a las generaciones de relevo formadas
en el propio proceso revolucionario, única forma de garantizar la continuidad,
el mejoramiento y el perfeccionamiento de una revolución que por elemental
justicia tenemos que reconocerle al pueblo cubano
El pro hombre de la revolución cubana, pareció no confiar en
la solidez del trabajo realizado y
llegado el momento, tarde en la opinión de muchos, delegó el mando en su
hermano Raúl Castro por aquel entonces de 75 años. Una muestra de su
obstinación en no creer en los líderes que él mismo formó; una suerte de
arrogancia frente al ineludible paso del tiempo y una muestra de su falta de
visión colectiva en una revolución, que claramente ha considerado mayormente
obra suya.
A cincuenta y siete años del triunfo de la gesta libertaria
cubana, y frente a la reanudación de relaciones diplomáticas entre Cuba y los
Estados Unidos, un proceso largo y complejo del que todavía nos falta mucho por
ver para poder aquilatar su rumbo, si alguna huella llegara a quedar del
primigenio fervor de la revolución cubana, será para los anales de la historia.
No se generaron líderes revolucionarios
con poder y mando, no habrá por tanto una experiencia compartida que trascienda
a la sociedad cubana.
La revolución que una vez fue ejemplo para Latinoamérica,
terminó siendo un ejemplo más de autoritario nepotismo tropical , caldo de
cultivo idóneo para la corrupción de una comunidad que vive sin
expectativas.
Para que un proceso de transformación social prevalezca,
debe sustentarse en la fuerza y legitimidad de la colectividad y no en la
figura de un líder. La lección que nos deja la revolución cubana, no puede ser
más clara.
rayarenas@gmil.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario