lunes, 11 de julio de 2016

TRAER A CUENTO


Lucio Gómez Pazos
Al parecer fue Stevenson quien dijo que le gustaba ‘jugar con papel’ para referirse a la irrefrenable propensión que tenía por escribir cuentos, idea que me parece bastante acertada debido a que en todo escritor de ficción, independientemente de la tesitura que le imprima a su narrativa, bulle ese insobornable espíritu lúdico que lo impela a soltar los amarres de la imaginación creadora. Esa alma infantil, es más bien una actitud que se hace evidente no sólo ante la escritura sino incluso ante el mundo, es la materia prima que posibilita trastocar la realidad -entreverarla con experiencias, con anécdotas, con retazos de sueño, etc.-no para negarla o evadirla, sino para comprenderla, reinterpretarla o si se prefiere reinventarla.
 Lo siguiente pudiera ser un ejemplo de esto:
 Gustavo, amigo de la universidad, me dijo que en un viaje de una ciudad a otra se sintió profundamente prendado de una mujer con quien apenas y sostuvo el saludo, me dijo incluso que esa noche la había soñado; cuando me contó esto lo percibí ligeramente agitado, con una emoción contenida, hablaba masticando las palabras, como si estuviese comiendo cacahuates. Ese día, antes de despedirnos, me informó que se iba a cambiar de casa y andaba en busca de un departamento. Me dirigí a mi casa y antes de llegar a la esquina me encontré con Josué, un amigo en común, quien me invitó a tomarnos un café; nos dirigimos al café más cercano y en el camino le comenté lo que me había dicho Gustavo, quien además me había parecido que andaba como fuera de sí, es decir, un tanto atolondrado. Entonces Josué me dijo:
-Y cómo no, si el muy pendejo se enamoró de un fantasma
Me comentó que Gustavo le había contado todo,  la mujer se llamaba Sonia, a quien describió como alguien de una belleza más bien discreta pero atractiva, y efectivamente la había conocido en un viaje, la volvió a ver una segunda vez cuando andaba buscando un departamento para rentar, tocó el timbre de una vivienda que había localizado ese día en la sección de anuncios del periódico y como si se tratase de una telenovela de televisa, oh sorpresa, fue precisamente la tal Sonia quien lo atendió, le mostró el depa y en menos de media hora quedó más que convencido para vivir en él, pagó lo acordado y prometió instalarse al día siguiente por la tarde; sin embargo, cuando volvió con la mudanza se desconcertó al ver ante sí una casa en ruinas, casi un lote baldío lleno de hojarasca y maleza. Verificó la dirección pero no había ningún error, entonces los vecinos lo pusieron al tanto de los hechos: la familia había muerto hacía varios años en un accidente en carretera, en un viaje entre dos ciudades cercanas y a más de una persona la habían timado con lo de la renta…entre Josué y yo se hizo un silencio sepulcral y un vientecillo helado me erizó la piel…fue en ese momento cuando alguien me tocó suavemente en el hombro, era el señor de la limpieza, quien me dijo, como no queriendo interrumpir mi sueño profundo:
-Disculpe amigo pero hace más de media hora que llegó usted a su destino de viaje. Me levanté desconcertado del asiento y miré al reloj de reojo, eran las seis de la mañana menos cuarto.


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