Víctor
Manuel Vásquez Gándara
Años
transcurrieron en busca de mi musa soñando con ella largas jornadas de trabajó,
insomnio y hasta francachelas.
Inicie
el recorrido décadas atrás escudriñando al interior de enormes templos entre
sus cornisas, columnas y altares. Miraba imágenes apoyándome en la vieja pentax
K1000. Campanarios y campanas visite y escuché. Largos pasillos caminé,
atestados de feligreses devotos, fanáticos, religiosas y clérigos, vanamente
observé. En lagunas, ríos y mares afanosamente mi vista se perdía, escuchando
el agua, transparente o turbia, olas o corriente, entre piedras o arena. Todo
maravillaba y sin embargo seguía, sin aparecer. Ranchos, pueblos, urbes
cosmopolitas visité, no sólo con esa intención para ser franco, si acompañado
de la idea obsesiva de verle cara a cara, cuerpo a cuerpo. Espacios de arte
presumían ser la mejor opción, después de acudir a bares y cantinas de mala
muerte,. Entré en confusión ocasiones varias. Hermosas doncellas desfilaban en
galerias, hembras y mujeres prestas a ser admiradas, captadas ahora ya con la
lente de la Canon o del teléfono móvil. Admiradas y admirables, deseadas,
deseables inspiradoras de profundas y bajas pasiones..., lamentablemente no se
erigían en mi musa, su perfil otro era. Finalmente acceso a libros y la web. En
ésta hallaba miles de páginas interesantes, conteniendo incluso descripciones
de ella amplias, imágenes y tristemente perdido estuve horas valiosas hurtadas
a la creación. A su vez, absorbieron las paginas del libros tradicionalmente
presentados en papel. Entre estantes, mesas y montones, librerías de viejo
ofrecían otra oportunidad de la musa surgiera, física o en los contenidos:
nada. Librerías lujosas, aire acondicionado, pulcritud, muebles cómodos de
estar invitaban a placentero y prolongado rato de revisión: tampoco.
El
desencanto hizo presa de mí y de mi alma y de mi corazón y de todo,
claudicando. Por llegar el invierno a mi vida deduje no estar predestinado
hacia el encuentro del maravilloso ser. Poderosa duda embargó el cerebro mío,
emergió la racionalidad y concluí: ni existe,fui un iluso.
El
destino castigó la incredulidad mía llevándomela en el lugar inesperado.
Sentado frente al público presenciando actividad educativa, frente a mí, escasos
diez metros de lejanía, sobria, bella, por fin se descubría ante mi,
revelándose. Indicios de ser ella sucedieron anteriores ocasiones. Nos
conocimos sin descubrir yo, aun sintiendo su presencia, influenciándome.
Embargado por la alegria sin percibir. Brevedad en el tiempo en un primer,
segundo hasta el cuarto encuentro. Despertó dormidos sentimiento, alentó sueños
e ilusiones, embriagó mi ser. Viajé a la velocidad luminaria y desbocadas ideas
fluyeron veloces, tan veloces imposibilitando el torrente atrapar. Indudable su
presencia, su realidad, su provocación. Su mano tomé y comprobar si
verdaderamente era. Su rostro rocé. Expresábale obras propias y ajenas. Asentía
cual musa en todo...
sentenciado por Monterroso: desperté y mi musa
aun ahí estaba
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