lunes, 21 de septiembre de 2015

¿Aún no recupero la cordura?


Víctor Manuel Vásquez Gándara
Años transcurrieron en busca de mi musa soñando con ella largas jornadas de trabajó, insomnio y hasta francachelas.
Inicie el recorrido décadas atrás escudriñando al interior de enormes templos entre sus cornisas, columnas y altares. Miraba imágenes apoyándome en la vieja pentax K1000. Campanarios y campanas visite y escuché. Largos pasillos caminé, atestados de feligreses devotos, fanáticos, religiosas y clérigos, vanamente observé. En lagunas, ríos y mares afanosamente mi vista se perdía, escuchando el agua, transparente o turbia, olas o corriente, entre piedras o arena. Todo maravillaba y sin embargo seguía, sin aparecer. Ranchos, pueblos, urbes cosmopolitas visité, no sólo con esa intención para ser franco, si acompañado de la idea obsesiva de verle cara a cara, cuerpo a cuerpo. Espacios de arte presumían ser la mejor opción, después de acudir a bares y cantinas de mala muerte,. Entré en confusión ocasiones varias. Hermosas doncellas desfilaban en galerias, hembras y mujeres prestas a ser admiradas, captadas ahora ya con la lente de la Canon o del teléfono móvil. Admiradas y admirables, deseadas, deseables inspiradoras de profundas y bajas pasiones..., lamentablemente no se erigían en mi musa, su perfil otro era. Finalmente acceso a libros y la web. En ésta hallaba miles de páginas interesantes, conteniendo incluso descripciones de ella amplias, imágenes y tristemente perdido estuve horas valiosas hurtadas a la creación. A su vez, absorbieron las paginas del libros tradicionalmente presentados en papel. Entre estantes, mesas y montones, librerías de viejo ofrecían otra oportunidad de la musa surgiera, física o en los contenidos: nada. Librerías lujosas, aire acondicionado, pulcritud, muebles cómodos de estar invitaban a placentero y prolongado rato de revisión: tampoco.
El desencanto hizo presa de mí y de mi alma y de mi corazón y de todo, claudicando. Por llegar el invierno a mi vida deduje no estar predestinado hacia el encuentro del maravilloso ser. Poderosa duda embargó el cerebro mío, emergió la racionalidad y concluí: ni existe,fui un iluso.
El destino castigó la incredulidad mía llevándomela en el lugar inesperado. Sentado frente al público presenciando actividad educativa, frente a mí, escasos diez metros de lejanía, sobria, bella, por fin se descubría ante mi, revelándose. Indicios de ser ella sucedieron anteriores ocasiones. Nos conocimos sin descubrir yo, aun sintiendo su presencia, influenciándome. Embargado por la alegria sin percibir. Brevedad en el tiempo en un primer, segundo hasta el cuarto encuentro. Despertó dormidos sentimiento, alentó sueños e ilusiones, embriagó mi ser. Viajé a la velocidad luminaria y desbocadas ideas fluyeron veloces, tan veloces imposibilitando el torrente atrapar. Indudable su presencia, su realidad, su provocación. Su mano tomé y comprobar si verdaderamente era. Su rostro rocé. Expresábale obras propias y ajenas. Asentía cual musa en todo...
 sentenciado por Monterroso: desperté y mi musa aun ahí estaba


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