EN EL QUINTO CONGRESO NACIONAL DE EDUCACION Y TERCER ENCUENTRO NACIONAL DE PADRES Y MAESTROS.
Alfredo Villa Báez.
Por las importantes aportaciones ideológicas y programáticas que nos ofrece uno de los intelectuales contemporáneos de mayor prestigio nacional e internacional, FERNANDO SAVATER, autor de ensayos político-educativos, filosóficos, literarios y textos narrativos; además de que es parte del “movimiento por la Paz y la no Violencia”, iniciativa de la Sociedad Civil “¡Basta ya!”, y que por la trascendencia de sus trabajos muchas veces ha sido premiado en España, en países de Europa, en Asia, Estados Unidos y de América Latina, siendo relevantes sus obras “Ética para Amador”, “Política para Amador”, “El Valor de Educar”, “El Contenido de la Felicidad”, “La Escuela de Platón”, entre otras; es de reconocer el espacio que Tlanestli brinda a sus colaboradores para la inserción de temas tan trascendentales, como el presente, con el que se retransmite una versión estenográfica de su conferencia magistral Desarrollo Educativo y Progreso Social:
“Queridas amigas, queridos amigos, en primer lugar tengo que agradecer de nuevo la posibilidad de colaborar con los maestros, con los enseñantes mexicanos. Yo me he considerado siempre exclusivamente un maestro, creo que al mundo le hacen falta maestros y por lo tanto, cuando estoy entre ustedes, lo mismo que en mi país, frecuento muchos encuentros de pedagogía, muchos encuentros del magisterio, y por supuesto que estoy feliz de encontrarme entre ustedes, que es, digamos, mi mundo, mi gente.
Efectivamente, hace años tuve el honor de, además de que fue muy útil para mí, debo decirlo, de que se me encargase una obra de reflexión filosófica amplia, sobre el tema de la educación, buscando sus principios, buscando sus motivos y también pensando en cómo debíamos orientarla cara al mundo históricamente transformándose. Para mí fue una experiencia muy importante porque me permitió leer y me permitió estudiar cosas que a mí me interesaban, pero que quizá yo nunca había llegado a (cambio de micrófono).
Les decía que gracias a tener que escribir esta obra yo estudié y me acerqué a una serie de temas que conocía un poco superficialmente, había oído hablar de ellos, pero no había llegado a estudiarlos, entonces me di cuenta de cuántas cosas implica la educación. Es decir, normalmente, fíjense, les digo nada más una anécdota para indicar cómo ha cambiado la apreciación de la educación de los últimos años. Antes la educación era una cosa restringida a los maestros, a los padres con niños pequeños, el resto de la sociedad prácticamente no se interesaba por ello.
Cuando yo escribí El Valor de Educar, el editor me dijo: “hombre, no podías quitar la palabra educación, porque esas son palabras que limitan mucho el alcance del libro, porque eso sólo entonces va a interesar a profesionales o a padres de familia con hijos menores, pero no va a interesar al público en general”
Y yo lo que insistí dije: “No, es que yo lo que quiero es mantener la palabra educar porque quiero que el público en general se interese por educar” Y tiene que ser el público, tiene que ser el pueblo, tiene que ser la ciudadanía, la ciudadanía la que se interese por la educación, porque los políticos normalmente no tienen la visión en el tiempo de la educación. La educación es imprescindible, pero actúa a plazos largos.
Supongamos que mañana, ojalá fuera así, en todas partes, en México, en España, en todas partes se empezase a educar a la perfección, de la manera que todos deseamos y en nuestras utopías más soñadas.
Si a partir de mañana se empezara a educar así, ¿cuándo se notaría el efecto de educación en la vida social, en la vida colectiva? Probablemente hasta dentro de 15 ó 20 años no habríamos llegado a notar los efectos de la educación, porque los efectos de la educación van acumulándose y van creciendo como los propios educados han crecido.
No hay político en el mundo que piense las cosas a 15 ó 20 años vista, la mayoría de ellos sólo la piensa 3 ó 4 meses cuando mucho. Entonces, tiene que ser la sociedad la que exija el interés por la educación, tiene que ser la sociedad la que fuerce de alguna manera a los políticos a preocuparse por la educación, no simplemente a preocuparse por mejorar la tecnología educativa, yo que he frecuentado a muchos ministros de educación en varios países y antes o después siempre salen: “Vamos a dotar a todos los niños de una computadora, bueno me parece muy bien naturalmente que unos niños tengan computadora, y tengan zapatos, y tengan ropa y tengan todas las cosas útiles para la vida. Pero la educación es algo que se hace de persona a persona, cuerpo a cuerpo como otras muchas cosas importantes de la vida, como el amor no se puede hacer de manera virtual, hay que hacerla de cuerpo a cuerpo, porque sólo otro ser humano nos puede enseñar a ser humanos, sólo otro ser humano nos puede enseñar a vivir como humanos, ninguna máquina, ningún aparato.
Evidentemente los aparatos son muy importantes. Hoy tenemos unas fuentes de información extraordinarias, pero no es lo mismo informar que educar. La información es parte de la educación, preparar intelectualmente, laboralmente, científicamente a nuestras juventudes es evidentemente algo imprescindible, en un mundo tecnológicamente avanzado, donde además hay demandas laborales exigentes, etcétera. Pero el objetivo de la educación va más allá, es la formación de ciudadanos; es decir, formar personas capaces de rentabilizar las garantías democráticas, de poder utilizar la democracia.
En Grecia la educación nace precisamente junto con la democracia, para los griegos, educación y democracia iban necesariamente unidos, porque si uno no sabe, si uno no conoce, si uno no tiene una formación, cómo va a poder ejercer su papel como gobernante en una democracia. Hay que recordar a los ciudadanos que en una democracia, gobernantes somos todos, los que mandan en un momento determinado son nuestros mandados, aquellos a los que nosotros les hemos mandado mandar por un período de tiempo, pero los gobernantes somos nosotros.
Por eso, Aristóteles, en su política, cuando habla de estos temas, dice: “Antes de haber sido gobernante, tendrás que haber sido gobernado”. Es decir, el ser gobernado educativamente, es el primer paso para poder llegar a ser gobernante y la importancia de la educación en nuestras sociedades es pensar que hay que educar a cada niño, a cada joven, a cada adolescente, como si el futuro del país dependiera de él, de las decisiones que él va a tomar, porque en último término es así.
La educación en un país democrático es siempre educación de príncipes, educación de quienes van a mandar, que son todos los ciudadanos. Un (Inaudible) economista y sociólogo canadiense, pero que trabajó en Harvard toda su larga vida, en uno de sus últimos libros, Galbraid decía: “Todas las democracias contemporáneas viven bajo el temor permanente a la influencia de los ignorantes”.
Y es efectivamente una preocupación: los ignorantes tienen voto y voz como los demás, pero naturalmente los ignorantes pueden ser manipulados, los ignorantes pueden ser engañados, los ignorantes pueden vetar las transformaciones necesarias que implican algún sacrificio en primer término, poder apoyar propuestas demagógicas, etcétera. Claro que Galbraid dice: “Las democracias temen la influencia de los ignorantes”. Uno sospecha que hay políticos que se aprovechan o confían en los ignorantes para poder realizar sus propuestas políticas.
En cualquier caso, la influencia de los ignorantes a la que se refiere Galbraid, no piensen ustedes que son ignorantes en el sentido científico del término. En ese sentido todos somos mucho más ignorantes e ignoramos muchas más cosas de las que sabemos. No vamos a hablar de la ignorancia, de cuál es la función fanerógama de la plantas, o dónde está exactamente situada Tegucigalpa; no se refiere Galbraid a ese tipo de ignorancia. Se refiere a la ignorancia de quien es incapaz de comprender las demandas sociales inteligibles que otros hacen. Quien es incapaz de expresar de manera argumentada e inteligible sus demandas sociales a los demás, de quien no puede, en una palabra, ni persuadir, ni ser persuadido.
La democracia es un orden social comunitario, instituido sobre la posibilidad de persuadir y ser persuadidos por los demás. Es decir, ese es el juego democrático, el parlamentarismo se base en la capacidad de persuadir y ser persuadidos. Entonces, eso no es un elemento natural, no nace espontáneamente, es algo que hay que desarrollar. Muchas veces oímos esas expresiones de: “Todas las opiniones son respetables”, vaya tontería, por supuesto que todas las opiniones no son respetables, todas las personas son respetables, tenga las opiniones que tengan, eso es cierto, salvo que sean opiniones criminales, pero las opiniones en sí, no son respetables, están precisamente para ser discutidas, para ser validadas si son ciertas y rechazadas si son falsas.
Discutere –en latín--, ustedes recuerden sus leguas clásicas, discutere es tirar de un árbol, para ver si tiene raíces; discutir una opinión es ver si tiene raíces en la realidad o es un capricho, una fantasía o una superstición, y la educación no está para respetar todas las opiniones, sino para aprender a seleccionar entre esas opiniones, las verdaderas, las útiles, y las socialmente necesarias.
Antes, la educación se basó durante mucho tiempo en dar a los niños información sobre temas que desconocían; es decir, los niños se mantenían al margen de ciertas realidades de la vida, por ejemplo, las vinculadas al sexo, a la muerte, a la ambición, etcétera, y poco a poco la educación les iba revelando esas realidades. Hoy los niños vía televisión, Internet, etcétera, están híper informados, ya la escuela no es el lugar de transmisión de la información , porque esa información les está llegando constantemente por todas las vías.
Yo ahora hace unos meses, una amiga mía que tiene una niña pequeña de cuatro o cinco años, me comentaba que la niña llegó un día y le dijo: Mamá, yo cuando sea mayor no quiero tener niños. Mi amiga se quedó un poco sorprendida de esta propuesta y le dijo: ¿por qué? Es que la niña acaba de ver en televisión un parto y había decidido con cierta lógica que era una experiencia muy interesante pero que ella podía pasar sin ella perfectamente.
Hoy efectivamente las noticias llegan así, entonces la educación es el arte de aprender a navegar por la información, es más útil que nunca, porque precisamente en las informaciones que nos llegan a través de redes sociales, de medios de comunicación como la televisión, etcétera, viene todo mezclado lo útil y lo inútil, lo verdadero y lo falso, lo atroz y lo piadoso, todo está junto, todo está revuelto. La educación es el arte de gobernar a los jóvenes, a los niños para que aprendan a manejarse en ese caos informativo.
El problema verdadero en nuestra sociedad es de educación, no es que la gente se quede sin educar, nadie se queda sin ser educado; la educación está tan unida a la condición humana que es imposible que nadie se quede sin ser educado, el problema es quién le va a educar, el problema es si va a ser educado por personas con conocimientos, por personas con una buena voluntad social, por personas que quieren hacer progresar sus comunidades o van a ser educados por la banda de gánsters de su barrio, por los peores ejemplos que ven en la televisión, por los que creen que el triunfo social se base exclusivamente en la acumulación de dinero. Entonces nadie se va a quedar sin ser educado, el problema es quién le va a educar, el problema es si nosotros, los buenos educadores llegaremos antes que los malos y lograremos antes que ellos educar a los niños y prepararlos.
Claro, muchas veces se nos dice a los educadores, y más todavía a los que hemos sido profesores de Ética durante muchos años, se nos dice de qué sirve enseñar principios de solidaridad, de respeto, de cooperación, etcétera, si después ellos van a ver en televisión o en la calle o en cualquier sitio ejemplos de todo lo contrario y van a ver que esas ideas que se le están transmitiendo en la escuela no se reflejan o no tienen un refrendo social como debiera.
Es que por eso tenemos que educar, si la sociedad estuviera formada por émulos de Santa Teresa de Calcuta y San Francisco de Asís, entonces no necesitaríamos educar, simplemente les diríamos a los niños: Hijos, sal a la calle haz lo que veas. Pero como eso no lo podemos hacer, como precisamente lo que tratamos de evitar es que esos malos educadores que van a encontrarse sean los que se apoderen de su futuro; entonces nosotros tenemos que luchar por llegar antes y por llegar de una manera actualizada, de ahí la importancia del papel del maestro.
Uno de los fundamentos del desarrollo educativo es que el papel del maestro esté dignificado socialmente, que esté escuchado socialmente, que el maestro no sea una figura marginal, sino que sea una figura central en nuestras democracias, que por supuesto tenga su reconocimiento económico, social, pero sobre todo que se le escuche, que se escuchen sus opiniones, que se escuche el latido que él nos trasmite de lo que son nuestros hijos, de lo que son aquellos a los que debemos educar. Yo creo que en las sociedades se va avanzando en ese campo, pero todavía queda mucho. En España había hace 40 años refranes terribles como: “pasar más hambre que un maestro de escuela”, lo cual es todo un programa educativo, es decir, eso era lo que se entendía, el maestro era algo como una especie de residuo social; cuando en realidad es la función civilizadora por excelencia.
Todos los que hemos sido profesores de universidad sabemos que en el mundo nosotros somos maestros de segunda, que si los maestros de primera, los que han tomado los niños en primer lugar, no han cumplido bien su función, nosotros no tenemos nada que hacer. O sea, yo recibía muchachos, muchachas, de 17, 18, 19 años, si no venían educados ya en lo básico y en lo fundamental, yo no les podía educar a esa edad, a esa edad yo podía ayudar a los que ya estuvieran educados, pero no inventarme una educación si no la habían recibido.
Entonces la formación primera básica es absolutamente imprescindible, y es imprescindible hoy, no es que los instrumentos sean negativos, no es que sea malo el Internet, no es que sean malas las redes sociales, lo que es malo es la adoración por esos medios, es creer que un instrumento técnico va a resolver lo que no resuelve la preocupación de la sociedad, lo que no resuelve la preocupación de tener unos enseñantes bien dotados y bien preparados. Es verdad, se suele decir “la buena educación es muy cara”, es cierto, una buena educación que tenga grupos de trabajo pequeños, profesores de apoyo, instrumentos, como estamos diciendo, para los alumnos, etcétera, es evidentemente una educación cara, pero yo les aseguro que la mala educación la pagan los países mucho más cara todavía, pagan mucho más cara la mala educación que la buena. Al final la buena educación sale barata en cuanto a rentabilidad y en cuanto a progreso de la sociedad.
De modo que hoy, cara al siglo XXI ya en el que estamos ya bastante avanzados, tenemos que pensar en una educación que no solamente atienda problemas laborales, que no solamente atienda conocimientos científicos, sino que cree cultura humanitaria.
Hay un libro de una famosa educadora americana, Amy Woodman, que se titula “Cultivar la humanidad”. El principal papel de la educación es desarrollar la humanidad, pero la humanidad entendida democráticamente, digamos, a la moderna, siempre se habla de esa especie de sonsonete clerical de la crisis de valores. Lo que existe en nuestras sociedades es la crisis de civismo, es el civismo lo que está en crisis, y es eso lo que la educación tiene que intentar resolver, no predicar moralmente abstracciones que normalmente luego desmiente la propia conducta del predicador, sino buscar el refuerzo del civismo, porque el civismo se apoya en instituciones, porque el civismo se apoya en el reconocimiento social.
Hay dos enemigos fundamentales de la democracia en todas partes, y ustedes lo saben igual que yo: son la miseria y la ignorancia. Lucha por la democracia todo el que combate la miseria y todo el que combate la ignorancia; y en todos aquellos regímenes políticos en que se acepta como inevitable la miseria, y se acepta como inevitable la ignorancia, en realidad no hay verdadero espíritu democrático. Ese espíritu democrático es el que debemos suscitar, ese espíritu democrático es el que el educador tiene que suscitar en los alumnos, en los padres y en la propia sociedad, crear la preocupación de que efectivamente la lucha por la educación es algo que compete a toda la sociedad y que no ocupa sólo un pequeño período de tiempo. Educan, por supuesto, los padres en su casa, en la medida de lo posible, de manera afectiva, de identificación afectiva, etcétera; educamos los profesionales de la educación, también educan los medios de comunicación, además de informar, entretener, tienen una dimensión pedagógica de la cual deberían ser conscientes. Educan las personas de relevancia pública, políticos, deportistas, etcétera, educan para bien o para mal, pero educan, su ejemplo es seguido, impacta sobre mucha gente.
El campo de la educación es muy amplio y permanece a lo largo, prácticamente, de toda la vida de las personas, pero solo hay un momento, el momento de la formación académica, en que nosotros, digamos, podemos controlarlo, podemos planearlo, no podemos elegir los padres de los niños, no podemos elegir probablemente los programas que van a ver en la televisión, ni las compañías que van a tener, ni el comportamiento de muchas figuras públicas célebres, pero nosotros sí podemos elegir lo que vamos a transmitir.
Educar es, en el mundo de los valores, de las propuestas, de los anhelos, de las creaciones humanas, seleccionar lo imprescindible y transmitirlo a las nuevas generaciones. Aquello que queremos que se perpetúe, aquello que queremos que prospere, el mundo en el que queremos vivir, porque en el fondo nosotros estamos preparando el mundo en el que van a tener que vivir todos. Entonces, ¿qué mundo queremos que sea? ¿El mundo de la violencia, de la rapiña, de la extorsión, de la xenofobia o un mundo en el que nosotros pongamos por lo menos todo de nuestra parte porque no lleguen esos males?
Es verdad que la educación no es omnipotente, no todo puede resolverse con la educación, y hay otros factores importantes en el desarrollo y también en el retroceso de los países, pero yo creo que en la solución de cada problema siempre hay una parte de dimensión educativa; puede que la educación no resuelva el problema por sí sola, pero no se resuelve nunca el problema si no se ha atendido a esa parte educativa que hay en la solución de cada problema. Y yo creo que esa es nuestra función, y eso es por lo que nosotros tenemos que esforzarnos.
Por supuesto tenemos que saber cuáles son los objetivos que buscamos, no sólo objetivos a corto plazo, laborales, etcétera, muy respetables, pero que no pueden abarcar toda nuestra preocupación, tenemos que saber qué queremos y tenemos que pedirle a la sociedad que se conciencie de lo que se está proponiendo y de lo que se está buscando. No se está buscando simplemente una salida laboral para que la gente, los niños se coloquen pronto cuando crezcan y empiecen a ganar dinero, si no se está intentando formar ciudadanos capaces de utilizar de una manera solidaria, una manera cooperativa, de una manera creadora las instituciones democráticas, y de transformar esas mismas instituciones de modo que sirvan para luchar por las injusticias, etcétera, que hoy desgraciadamente padecemos en todas partes en una medida o en otra.
Y bueno, ya ven ustedes, estas son las cosas, ya saben ustedes que los filósofos, incluso los simples profesores de filosofía, como es mi caso, somos especialistas en repetir lo que todo el mundo sabe, pero con un tono muy truculento para que parezca que se nos acaba de ocurrir en ese momento. Bueno, eso es lo que yo he hecho ante ustedes, creo que son cosas que ustedes saben, pero que conviene recordar, porque a veces la pelea por la cotidianeidad, por el pequeño detalle nos priva un poco de esa visión a más largo plazo que también es imprescindible. Yo les deseo, por supuesto, que durante este congreso y durante la ejecutoria que van a hacer, alcancen objetivos interesantes, prácticos, tengan unas buenas soluciones y, sobre todo, contagien a la sociedad de esta preocupación que nosotros tenemos.
Es importante que la sociedad se contagie de esto y no de otras cosas negativas, violentas, arrogantes, ambiciosas, que desgraciadamente son las que más suelen extenderse. Y de nuevo, como siempre, yo les agradezco su hospitalidad y su atención. Muchas gracias.”
Derivado de tan atinadas reflexiones del gran Maestro Fernando Savater, se observan los valiosos legados que para el extenso campo de la educación son vitales, novedosos y de imprescindibles saberes que enriquecerán la praxis contemporánea de todos los educadores.
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