Por Lisardo Enríquez L.
Entre los muchos y sobresalientes mexicanos que se han dedicado a la investigación literaria e histórica, y a escribir sus opiniones, reflexiones y juicios, además de obras fundamentales para la cultura literaria e histórica, está, indudablemente, José Luis Martínez Rodríguez, quien nació en Atoyac, Jalisco, en 1918 y falleció en la Ciudad de México en el año 2007. En todos sus escritos aparece simplemente como José Luis Martínez. Fue compañero de estudios de Juan José Arreola en la escuela primaria. Estudió la carrera de letras españolas en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Contrajo matrimonio en dos ocasiones, la primera con Amalia Hernández, fundadora y directora del Ballet Folklórico de México, y la segunda con Lydia Baracs, originaria de Hungría.
En la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM se desempeñó como maestro de literatura, pero es ampliamente conocido por su trabajo como ensayista, editor, crítico, historiador, cronista y bibliógrafo. Recibió el doctorado Honoris causa en la Universidad Pedro Henríquez Ureña de Santo Domingo, República Dominicana en 1984, en la Universidad Nacional Autónoma de México en 1996 y en la Universidad de Las Américas en 1997. Recibió también numerosos premios y condecoraciones.
Desempeñó diversos cargos en el servicio público, entre ellos los siguientes: Secretario Particular del Lic. Jaime Torres Bodet, Secretario de Educación Pública, de 1943 a 1946, Embajador de México ante la UNESCO en Paris, Francia, de 1963 a 1964, Director General del Instituto Nacional de Bellas Artes, de 1965 a 1970, Gerente General de los Talleres Gráficos de la Nación entre 1975 y 1976, y Director del Fondo de Cultura Económica de 1977 a 1982. Durante el tiempo en que estuvo al frente de este último se publicaron 701 nuevos títulos y se hizo la Colección de Revistas Literarias Mexicanas Modernas, que fue una edición facsimilar de las revistas literarias mexicanas más importantes de la primera mitad del siglo XX.
De sus escritos anotaré solamente los siguientes: El concepto de muerte en la poesía española del siglo XV; La expresión nacional: letras mexicanas del siglo XIX; La literatura moderna de México; Bernardino de Sahagún; Guía para la navegación de Alfonso Reyes; La literatura mexicana del siglo XX; El mundo antiguo; Unidad y diversidad de la literatura latinoamericana; El ensayo mexicano moderno; Nezahualcóyotl, vida y obra; Hernán Cortés (versión abreviada). En las líneas que siguen haré un breve apunte respecto a las cinco obras que se enlistan al final.
EL MUNDO ANTIGUO.
Se trata de una obra publicada por la Secretaría de Educación Pública en 1976, por encargo del Ing. Víctor Bravo Ahuja, titular de esa dependencia en aquellos años. La idea del Secretario de Educación era tener una versión moderna de las Lecturas Clásicas para Niños que se editaron a iniciativa de Don José Vasconcelos en 1925. La obra consta de seis tomos: el primero está dedicado a la Mesopotamia, Egipto y la India; el segundo a Grecia, el tercero a Hebreos y Cristianos y a Roma; el cuarto a China y Japón; el quinto a Persia e Islam; y el sexto a América Antigua: Nahuas, Mayas, Quechuas y otras culturas.
En la Introducción General que escribió el propio José Luis Martínez, y que aparece en el primer tomo, señala que el propósito es “ofrecer las fuentes de donde surgieron las ideas, los mitos y las ficciones acerca de lo sagrado y acerca de la naturaleza y la historia del hombre”. Más adelante nos dice que “Las secciones correspondientes a cada una de las culturas presentadas se han elaborado cronológicamente con la preocupación de que muestren las creaciones más significativas y, al mismo tiempo, las más hermosas o notables por su valor espiritual, histórico o literario” y que “Al frente de cada sección se ha puesto un resumen introductorio que dé una idea de la historia y la cultura del pueblo correspondiente. . .” Incluye textos seleccionados de lo más representativo de cada una de las culturas que se abordan, con ilustraciones suficientes y adecuadas y con mapas, además de uno o varios estudios al final de cada sección, los cuales tratan aspectos específicos con cierta profundidad. Al final del tomo seis viene una Guía bibliográfica que sirve como referencia para ir a fuentes que proporcionan mayor información.
A pesar de que en cada caso, es decir, en cada sección relativa a una cultura, hay información suficiente, él dice que se trata de una obra de curiosidad y no de consulta. Pero según mi propia experiencia, es una obra sumamente útil para consulta. No lo será, probablemente, en el caso de los expertos. Para los maestros de literatura universal es, o puede ser, un apoyo indispensable. Es esta también una experiencia propia.
En suma, el Mundo Antiguo es una antología de textos dividida en seis tomos, con un total de 2 356 páginas, que proporciona al lector un “panorama cultural” de las civilizaciones más importantes de la antigüedad. La edición se hizo entre el mes de mayo de 1976 en que apareció el primer tomo y el mes de noviembre de ese mismo año, en que salió el sexto tomo. No tengo noticia de nuevas ediciones, que bien harían a las actuales generaciones de mexicanos. Mientras, quienes se interesen por leer y/o utilizar como apoyo docente estas bellas páginas tendrán que ir a las bibliotecas, donde seguramente encontrarán estos libros.
UNIDAD Y DIVERSIDAD DE LA LITERATURA LATINOAMERICANA
Es un libro editado en Cuadernos de Joaquín Mortiz, en México, en el año de 1972. Consta de dos partes: 1. Unidad y diversidad de la literatura latinoamericana y 2. La emancipación literaria de Hispanoamérica. Es un texto que invita a reflexionar en los orígenes libertarios de Latinoamérica en el plano de la cultura, y específicamente sobre el mundo literario. Dice nuestro autor que “En pocas ocasiones, como en el primer tercio del siglo XIX, los hispanoamericanos tuvieron una conciencia más plena de que constituían una unidad y realizaban empresas comunes”, que “La literatura latinoamericana del siglo XIX es la de una época de aprendizaje y de formación. El primer aprendizaje tuvo que ser el de la libertad y el de la identidad”.
Llama la atención en dos hechos fundamentales para el desarrollo de las letras en la América Hispánica, uno que tuvo lugar en la Argentina en 1837, y el otro en Chile en 1842. En el primer caso, se trata del discurso que pronunció Juan María Gutiérrez en la sesión inaugural de la Asociación de Mayo, el cual abrió las puertas para la emancipación intelectual. Dijo: “Si hemos de tener una literatura. . . hagamos que sea nacional, que represente nuestras costumbres y nuestra naturaleza, así como nuestros lagos y anchos ríos, sólo reflejan en sus aguas las estrellas de nuestro hemisferio”. En el segundo caso, se trata también de un discurso inaugural, pero ahora de la Sociedad Literaria de Chile, en donde José Victorino Lastarria señaló: “. . . la nacionalidad de una literatura consiste en que tenga una vida propia, en que sea peculiar del pueblo que la posee, conservando fielmente la estampa de su carácter, de ese carácter que se producirá tanto mejor mientras sea más popular. . .” y agregaba: “No hay sobre la tierra. . . pueblos que tengan como los americanos una necesidad más imperiosa de ser originales en su literatura. . .”
En los dos estudios que integran este libro, va señalando el autor los inicios y el desarrollo de la literatura latinoamericana después de las luchas por la independencia nacional, desde la aparición de la novela en el mexicano José Joaquín Fernández de Lizardi, las tradiciones que creó el peruano Ricardo Palma, pasando por los primeros pasos de la novela en Brasil con Joaquín Manoel de Macedo primero y con Joaquín María Machado de Assís después, los colombianos José Manuel Marroquín, Jorge Isaacs y Tomás Carrasquilla, así como los mexicanos Manuel Payno, Luis G. Inclán y José Tomás Cuellar. Cita luego la poesía gauchesca de José Hernández, los encuentros sobre el idioma entre Don Andrés Bello y Don Domingo Faustino Sarmiento, y llega a José Martí, del que dice: “Lo mismo en su poesía que en su prosa, Martí nunca se refiere a clisés o a imágenes o sentimientos abstractos sino a vivencias concretas, familiares, pintorescas a veces y llenas de emoción personal, y sabe transmitírnoslas tan cabalmente que, en el torrente de su prosa, se cristalizan de pronto en sentencias palpitantes y perfectas”.
Ya para el último tercio del siglo XIX se desencadena el movimiento literario del modernismo, que José Luis Martínez aborda en algunos detalles, incluyendo al cubano José Martí, al mexicano Manuel Gutiérrez Nájera, al nicaragüense Rubén Darío, al peruano José Santos Chocano, al argentino Leopoldo Lugones, a los uruguayos José Enrique Rodó y Horacio Quiroga, así como a poetas notables de México: Díaz Mirón, Urbina, Tablada, González Martínez y Amado Nervo.
Al presentarse síntomas de agotamiento del modernismo, la poesía de América Latina sigue su curso con nuevas figuras y nuevos movimientos. Viene primero lo que se conoce como poesía de vanguardia y luego poesía contemporánea. En estos casos aparecen el chileno Vicente Huidobro, el peruano César Vallejo y el argentino Jorge Luis Borges. En temas muy específicos surgen poetas como el mexicano Ramón López Velarde y el cubano Nicolás Guillén, y ya por entonces inicia su larga producción el chileno Pablo Neruda. En fin, este recorrido toca los años cuarenta del siglo XX con narradores de la talla de Jorge Luis Borges, Alejo Carpentier y José María Arguedas, y culmina en los años cincuenta del mismo, con los mexicanos Juan Rulfo, Juan José Arreola y Carlos Fuentes, al igual que el argentino Julio Cortázar. Da también un apunte final de autores y obras de los años sesenta del siglo anterior, pero más importante es que los países de América Latina encontraron un camino literario propio, lo cual queda demostrado en este estudio.
Ha dado tanto este continente en hombres y mujeres de letras-que por cierto en una parte el autor se refiere a Alfonsina Storni (argentina), Delmira Agustini y Juana de Ibarborou (uruguayas), así como a Gabriela Mistral (chilena)-que no es posible mencionarlos a todos, sino sólo a los más sobresalientes. En mi caso, hubiera visto con agrado que se incluyera en este estudio al peruano Ciro Alegría, autor de La serpiente de oro, Los perros hambrientos y El mundo es ancho y ajeno, cuyas obras bien se ajustan a lo que proponían Juan María Gutiérrez y José Victorino Lastarria.
EL ENSAYO MEXICANO MODERNO
Esta obra tuvo una primera edición en el año 1958 y una segunda, aumentada, en 1971, a cargo del Fondo de Cultura Económica, en la Colección Letras Mexicanas, Volumen Número 39, cuya selección, introducción y notas realizó José Luis Martínez. Los datos que aquí se registran corresponden a la segunda edición. Aunque breve, la introducción es más bien un estudio sobre lo que es el ensayo. Se trata de una antología que incluye a treinta autores, cuyos textos fueron escritos desde finales del siglo XIX hasta mediados del XX.
En la Introducción a estos ensayos, el autor nos hace ver que de alguna manera pueden encontrarse huellas de ensayo en libros orientales, en el antiguo testamento, así como en textos griegos y latinos, pero que, desde luego, aparece “plenamente y con todos sus matices y posibilidades en los Ensayos de Montaigne cuya primera versión es de 1580”. El otro antecedente importante que señala es que “Bacon, en sus Ensayos publicados poco después que los de Montaigne (1597), definiría el género naciente como dispersed meditations”. De acuerdo con José Luis Martínez, los rasgos implícitos del ensayo en Montaigne y en Bacon son: exposición discursiva en prosa; extensión variable que puede tener desde pocas líneas hasta algunos centenares de páginas, pero que puede ser leído “de una sola vez”; finalmente dice que, de acuerdo con Burckhardt, el ensayo “determina un múltiple conocimiento de lo individual en todos sus matices y gradaciones, en forma de descripciones espirituales, biografías y descripciones externas del ser humano y de escenas animadas de la vida”. Para decirlo en pocas palabras, el ensayo es “literatura de ideas”.
Al referirse a la temática ensayística mexicana, dice que nuestros autores “se inclinan insistente y tenazmente a explorar una sola interrogante, la realidad y la problemática nacional, cualquiera que sea su personal perspectiva y disciplina-filosófica o histórica, científica o literaria-y su ideología. El tema constante en la mayoría de los ensayos modernos será México; México en su totalidad o algunos de los asuntos que interesan a la formación del país: su historia, su cultura, sus problemas económicos y sociales, sus creaciones literarias y artísticas, su pasado y su presente”.
Los autores seleccionados por José Luis Martínez están entre los más connotados pensadores y escritores de nuestro país. Algunos de ellos son: Justo Sierra, Manuel Gutiérrez Nájera, Luis G. Urbina, Amado Nervo, José Vasconcelos, Antonio Caso, Ramón López Velarde, Alfonso Reyes, Julio Torri, Jesús Silva Herzog, Samuel Ramos, Daniel Cosío Vellegas y 18 más, todos ellos destacados por su trabajo intelectual.
NEZAHUALCOYOTL, VIDA Y OBRA
Esta obra fue publicada por el Fondo de Cultura Económica, en la Biblioteca Americana, Serie de Literatura Indígena, Pensamiento y Acción. La primera edición es de 1972, y cuenta con una primera reimpresión en 1975 y una segunda en 1980. El autor escribió este libro en conmemoración a los quinientos años de la muerte (1402-1472) del Rey poeta de Tezcoco, considerado una figura legendaria de la época prehispánica. Se trata de un estudio de la vida y la obra de Nezahualcoyotl, complementado con un Apéndice documental, así como con textos que se le atribuyen, entre los cuales encontramos poemas (hasta la fecha es el autor del mayor número de poemas prehispánicos que se han encontrado), Arengas, razonamientos y Ordenanzas.
Antes de empezar la obra propiamente dicha, José Luis Martínez nos dice en su página Preliminar que Nezahualcoyotl trascendió a su tiempo por. . . “las instituciones culturales que estableció, como fueron los archivos de los libros pintados, las escuelas y consejos superiores, las academias de sabios y poetas, las colecciones de flora y fauna, y aun por el cuidado de la lengua que distinguía a sus dominios. Dentro del mundo nahua del siglo anterior a la conquista, él representa una tradición moral y espiritual, la herencia tolteca de Quetzalcóatl, que intentó oponerse a la concepción místico-guerrera de los aztecas”.
En lo que se refiere a Nezahualcoyotl como poeta, dice José Luis Martínez: “. . . es el único de nuestros antiguos poetas indios cuyos cantos cubren la casi totalidad de la temática náhuatl: indagaciones sobre la naturaleza y la función de la poesía, cantos de flores o de primavera, meditaciones sobre la relación del hombre con la divinidad, lamentos por la fugacidad de la vida y los deleites, cavilaciones sobre el Más Allá, elogios de guerreros y príncipes y aun profecías”. En esta obra explica que gracias al trabajo directo de traducción del náhuatl al español realizado por Don Ángel María Garibay y Miguel León-Portilla, es que se conocen los textos auténticos de esta literatura. Precisamente el Padre Garibay tradujo estos hermosos versos del Rey-poeta:
Soy un canto en el ancho cerco del agua,
Anda mi corazón en la ribera de los hombres. . .
Estoy desolado, ay, está desolado mi corazón;
Yo soy poeta en la Ribera de las Nueve Corrientes,
En la tierra del agua floreciente.
Oh mis amigos, sea ya el amortajamiento.
HERNÁN CORTÉS (VERSIÓN ABREVIADA)
Es una obra editada en la Colección Breviarios del Fondo de Cultura Económica, cuya primera versión es de 1992, con una reimpresión en el año 2005, dos antes de la muerte del autor. Esta “versión abreviada” de la vida del conquistador Hernán Cortés consta de 619 páginas. Va desde sus orígenes en Medellín, región de Extremadura, España, en 1485, hasta su muerte, en 1547, en Castilleja de la Cuesta, cerca de Sevilla, España.
En la introducción a una entrevista que le hizo Fernando García Ramírez al escritor José Luis Martínez, para la Revista Letras Libres, dice: “Dentro de los orígenes de México ningún tema le atraía más que el de la gesta de nuestro fundador, Hernán Cortés, que se propuso abordar sin apasionamientos ni ideologías cegadoras, haciendo acopio de una gran cantidad de información y luego dándole salida de una forma lógica, clara, elegante inclusive. . . Entró por la puerta grande de la historia, con la biografía de un personaje polémico; lo hizo para tratar de cerrar una herida nacional, y su labor fue calificada, entre otros por Manuel Alvar, como una obra maestra”.
José Luis Martínez fue un amante de México, su país, y de las letras nacionales y universales. Decía: “Es necesario conocernos, saber cuanto sea posible de nuestro pasado, pero sobre todo conocerlo y amarlo”.
1 comentario:
Considero que es muy valioso el legado de este autor y muy cercano. Este tipo de literatura reaviva el interés por el pasado del país y la comprensión del presente.
Enhorabuena!
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