Víctor Manuel Vásquez Gándara
La literatura, análogamente como titula Cohen uno de sus libros, Redacción sin dolor, debe ser así. Leer para el deleite, para gozar…Y para disfrutar la literatura es obligado adentrarse a las páginas escritas por autores como Ernesto Sabato.
En, Antes del fin. Memorias. Editada por primera ocasión en el año de 1998 Sabato previó literariamente el 30 de abril del 2011 fecha de su fallecimiento al citar en las primeras líneas del libro: “Vengo acumulando muchas dudas, tristes dudas sobre el contenido de esta especie de testamento que tantas veces me han inducido a publicar…”.
Renglones abajo, el científico en física, apasionado y atraído por las letras, expresa: “Sí, escribo esto sobre todo para los adolescentes y jóvenes, pero también para los que, como yo, se acercan a la muerte…”
A pesar de la recurrencia en el tema, “… -para bien y para mal- en este complejo, contradictorio e inexplicable viaje hacia la muerte…”, esta autobiografía del también filósofo, deja reflexiones sobre temas trascendentales tanto de la vida de un escritor como la del individuo inconforme con las paradojas sociales, políticas y económicas de su época.
En consecuencia, aquí no se rescata su biografía, qué mejor que la que él plasmó clara y llanamente, enfatizando sus convicciones, experiencias, emociones y sentimientos.
Lo que sí se trata de exteriorizar son las peculiaridades de su persona; el arresto para abandonar un estilo de vida cómodo, exitoso y de reconocimiento por un futuro incierto, empero dejando un patrimonio literario y ejemplo de vida.
Sabato dominó el arte de la literatura de la misma manera, o quizá más, que lo hizo con la ciencia, incluso en la obra Antes del fin sobrepasa lo descriptivo e informativo transmitiendo sentimientos originados en las diferentes etapas de su existencia.
Tal vez la metáfora como recurso literario supere a la estética en el texto mencionado, sin querer decir ausencia de la misma, porque Sabato implícitamente convirtió la escritura en su oficio consagrándose a ella lo que le valió obtener el reconocimiento de autores consagrados como el caso de Thomas Mann.
Precisamente Sabato al referirse a los que se ostentan o pretenden ser escritores señalaba:
El escritor debe ser un testigo insobornable de su tiempo,
con coraje para decir la verdad y levantase contra todo oficialismo que, enceguecido por sus intereses,
pierde de vista la sacralidad de la persona humana
Es así como visualizaba las virtudes del oficio, subrayando la honestidad y objetividad como fundamentos filosóficos de la vida, pero también la valentía.
Fiel a su ideología mantuvo un espíritu crítico, hizo un análisis semiótico de la realidad desde la conciencia de su propia realidad, por supuesto influenciado por su entorno familiar –su madre, padre y hermano-, emergiendo la huella además de su lealtad a la amistad y los escritores.
El siguiente fragmento explicita parte de sus convicciones:
“¡Cómo añoro aquel Colegio donde no se fabricaban profesionales!, donde el ser humano aún era una integridad, cuando los hombres defendían el humanismo más auténtico, y el pensamiento de la poesía era una misma manifestación del espíritu. En el ex libris de la Universidad, se hallaba escrita una frase de aquel noble científico Emil Bosse: “Toma la verdad y llévala por el mundo”; él era uno de esos hombres que anhelaban ansiosos el espíritu puro, pero lo deponía o lo postergaba para arremangarse y ensuciarse las manos forjando esta nación que hoy es casi un doloroso desecho”
En esencia esta especie de testamento como lo denominó, permite asomarse a la ventana y mirar caminar por el transitar de la vida a este gran escritor… Descanse en paz.
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