Samuel Nepomuceno Limón
En un primer momento del aprendizaje los niños adquieren información sobre los objetos poniendo atención en sus características y usos y buscando contar con una visión que los describa y los distinga de los demás. En una operación aparentemente tan sencilla se encuentra ya presente el pensamiento lógico. La distinción entre dos objetos tiene lugar con apoyo en la comparación, es decir, en la contrastación entre las abstracciones de las características propias del uno y del otro.
Los estudios de J. Piaget hallaron que la etapa que él llamaría del pensamiento lógico se ubica prácticamente en la pubertad. En ese estadio tienen lugar las operaciones lógicas que permiten comprender algunas de las relaciones matemáticas y del razonamiento mismo. El investigador ginebrino hablaba de la lógica que aparecía ya en las operaciones de clasificación y seriación que realizan los pequeños desde los primeros años de vida y que alcanza su organización alrededor de los once años de edad de los sujetos.
Los niños, en su interacción al interior del aula con sus condiscípulos, con el docente y con las materias de enseñanza empiezan a descubrir y establecer relaciones entre los objetos y entre los fenómenos, las cuales se van asociando con las denominaciones correspondientes. Por ejemplo, la palabra ‘tío’ hace alusión a una relación; tiene en consecuencia un contenido abstracto, el nexo que se establece entre el hermano del padre o la madre (otra relación) con el hijo de éstos. Hay aquí, aunque simple, una relación entre relaciones.
Por otra parte, saber distinguir la intención de un texto o un discurso implica la presencia de una habilidad para establecer relaciones comparativas entre lo que conoce el niño por una interpretación ‘correcta’ y la que pudiera estar orientada en otra dirección, digamos sarcástica (‘burlona’), de crítica o irónica. Así, el manejo de conceptos, la discusión sobre características y semejanzas, la observación y la experimentación, los ensayos, aciertos y errores, sumados a las propias reflexiones, favorecen en el sujeto, de un modo creciente, el desarrollo de la habilidad para descubrir y establecer relaciones.
Varias veces la relación de antecedencia (antes-después) es confundida con la relación causa-efecto. De dos acontecimientos dados, la circunstancia de que uno tenga lugar con anterioridad al otro puede hacer suponer a quien los contemple que el primero da lugar al segundo. Esta confusión se da con frecuencia en los niños y en no pocos adultos. Para estar en condiciones de juzgar si un fenómeno es causa de otro ha de entrar en juego la consideración de una serie de circunstancias que permita seguir el flujo de la acción en las fases principales de su proceso. En ocasiones, no es sencillo. Por ejemplo, ¿qué ocurre al interior de la crisálida para dar origen a una mariposa? ¿Qué parte de la oruga se metamorfosea en las alas? ¿Cómo se transforman las numerosas patas de la oruga en las seis de la mariposa, al igual que los segmentos del cuerpo de una en los de la otra? De lo que no hay duda es que la crisálida constituye una fase anterior al lepidóptero. ¿Es su causa? Lo más probable es que cada parte del insecto volador tenga su causa en una trasformación de otra parte del insecto rastrero.
En el establecimiento de la relación causa-efecto tiene gran participación la experiencia de la persona que observa. Sus juicios son, en buena parte, empíricos, avalados por la racionalidad. El seguimiento de fenómenos es más observable en la naturaleza y aplicable a lo que ocurre en la sociedad. Frecuentemente una consecuencia lo es de más de una causa. En especial, los fenómenos sociales son multifactoriales. En ocasiones, para describir un acontecimiento en forma económica, éste es atribuido a una sola razón, lo que limita la posibilidad de tomar en cuenta la existencia de otros factores. No es raro que una enfermedad sea atribuida a la mirada airada de otra persona; un acontecimiento feliz a un sueño, o un tipo de vida a la fecha de nacimiento. Por un momento, explicaciones como éstas dejan satisfechas a algunas personas, que establecen relaciones sobre lo más aparente y superficial. Una mente cultivada va más lejos. Una de las misiones del trabajo en el aula es el desarrollo de la capacidad de comprensión de la realidad, y el establecimiento de relaciones puede ser considerado como uno de los primeros escalones a ascender.
El manejo de la relación causa-efecto permite también la previsión, la predicción. Un sujeto puede adquirir y desarrollar la habilidad para anticiparse a los acontecimientos y tomar las medidas a que haya lugar basado en la experiencia y los conocimientos relativos. Prever las consecuencias de un fenómeno o de una acción podría favorecer en un momento dado un acontecimiento o, por contrario, tender a su evitación, o en una tercera vía, si fuera inevitable, considerar las nuevas necesidades y adaptaciones que el caso originaría.
En la previsión está presente la lógica. Aquélla es resultado de un razonamiento. Para que tal razonamiento sea válido ha de partir de premisas verdaderas y seguir un proceso válido.
Hay relaciones sencillas, como madre-hijo, hijo-madre, nubes-probabilidad de lluvia, noche-oscuridad, cerca-lejos, claro-oscuro. Otras, más complejas, como cuando dos o más relaciones se conectan entre sí. Ya habíamos mencionado una, la de tío-sobrino. Hay otras en el seno familiar: abuela-nieto, nieto-abuela… El asunto admite el juego: ¿Quién es el hijo de mi papá y mi mamá que no es mi hermano? ¿Quién es la hija de mi abuelito que no es mi tía?
En matemáticas y español se presentan bastantes relaciones: comparativas y operativas en la primera asignatura. Y en la segunda, entre las sílabas y la acentuación, verbos y adverbios, artículos y géneros y números gramaticales, ortografía y significados, conjugación de los verbos y tiempos de ocurrencia de las acciones, conjugación y regularidad e irregularidad de los verbos; la sintaxis y el orden de las palabras, sílabas o letras, entre otras.
La naturaleza es compleja. Sumamente compleja. Todo está intrincado con todo. En los fenómenos no se da una causa única y todo es multifactorial. Varios pensadores hacen hincapié en esta circunstancia y señalan que las ciencias parcelan la realidad artificiosamente, creando cuerpos separados donde todo es un todo. Es innegable que tienen razón. Probablemente debido a las limitaciones sensoriales del ser humano la naturaleza es aprehendida por partes. Y fíjese usted lo que son las cosas: un recién nacido percibe la realidad como lo que es, compleja, indiferenciada. No hay distinción entre lo que ve, siente y escucha. Su percepción es completa. En el primer instante nada distingue y ve todo. Por lo tanto, nada mira. Conforme el niño empieza a diferenciar formas, a manera de bultos, luces y sombras, o sonidos y silencios, tiene lugar una selección de estímulos. Con el paso del tiempo, y merced a la maduración del aparato sensorial en la corteza cerebral, el ser humano va construyendo la realidad. Mejor dicho, construyendo una imagen de ella. Imagen que se prolonga en los distintos campos científicos que ha desarrollado la humanidad. Así, las diversas ciencias devienen en percepciones de la realidad, desde diferentes puntos de vista. Con todo, los conocimientos, la experiencia, las habilidades, las actitudes del ser humano van posibilitando el establecimiento de relaciones entre asuntos que pertenecerían a distintos campos del conocimiento. El trabajo escolar, en su afán de responder a la necesidad de ir enriqueciendo la aprehensión del mundo, favorece esa relación transversal. En el campo profesional, la excesiva especialización podría resultar limitativa para una comprensión holística de la naturaleza. Entre más especializada esté una persona más reducido es su campo de visión y estudio. Hay médicos que se excusan en los tecnicismos de su profesión para justificar sus limitaciones expresivas, o profesores de matemáticas que ven natural no saber nada de botánica o de artes, y así.
Entre más relaciones se encuentren entre las generalidades más amplias de un campo de estudio o de un conjunto de eventos o sistemas se estará en mejores condiciones de percibir la complejidad. Una complejidad organizada, no caótica; en funcionamiento, no estática.
El aula auxilia a los niños para acercarse más a una realidad, de la que ellos, quizá sin percibirlo, forman parte activa. Los lleva de la mano para que desarrollen sus propias habilidades para empezar a descubrirla, conocerla, y así recrearla poco a poco a través del conocimiento. Entre mejor la conozcan, mayor será su potencialidad para apropiarse de ella, rehacerla en su interior.
Lo valioso no está en ofrecer a los estudiantes las relaciones ya hechas, pues no serían percibidas como tales sino como contenidos dados, es decir, sólo una manera de ver un tema. Sería más recomendable enseñarlos a buscar por sí mismos esas relaciones, lo que es posible hacer con los distintos asuntos tratados en las clases. Relaciones con sus experiencias, con otros conocimientos, con sus creencias, con su imaginación. Así, las relaciones serían, con una expresión tomada de Ortega y Gasset, un que-hacer, una aventura, búsqueda, acción; una actividad en vez de sólo recibir. Es probable que, con el paso del tiempo, el estudio y la reflexión, los estudiantes asciendan desde las relaciones simples hacia la posesión de un pensamiento complejo, que tengan una idea acerca de las prolíficas relaciones e interacciones entre diferentes parcelas del conocimiento para construir una visión unificada hasta donde sea posible.
Mientras tanto, los estudios en las escuelas parecen ir en un sentido que se opone al de la comprensión de la complejidad, pues tienden hacia una especialización, atención al detalle, a los subsistemas, estructuras, elementos… ¿Una contradicción? Dos direcciones divergentes: una hacia la más amplia generalización; la otra, encaminada a la alta especialidad. Sin embargo, no son mutuamente excluyentes. La generalización más extensa puede ser congruente con lo común que comparten los fenómenos de la vida, sea vegetal, animal, intermedia o viral. La especialización, a su vez, podría convivir con una perspectiva holística en la que se inscribiría su desarrollo.
Edgar Morin tiene bibliografía que nos acerca al pensamiento complejo.
Sí, la complejidad es una visión madura, una adultez de la perspectiva relacional.
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