Gilberto
Nieto Aguilar
Una
frase define al cuerpo humano como “la máquina perfecta”. En cualquier tratado
de fisiología encontramos los factores físicos y químicos responsables del
origen, desarrollo y progresión de la vida; de los complejos sistemas de
control que lo mantienen vivo y actuante y le dan la capacidad de sentir
hambre, frío, miedo, sueño, reproducirse, entre otras necesidades fisiológicas.
Pero además, puede regular el comportamiento, la toma de decisiones, el
lenguaje y la mente en sus múltiples funciones (Tratado de fisiología médica,
Guyton y Hall, Elsevier, Barcelona, 2016).
Los
primeros impulsos pueden hacerle parecer como un autómata, como el producto
animal de los instintos. Pero cuando percibe, siente y aprende comprendemos lo
maravilloso y sorprendente de la riqueza y potencial que ese cuerpo humano
significa. El estudio particular de las células como unidad viva básica, con
funciones concretas, reproducción y necesidad de oxígeno; las funciones
relacionadas; los mecanismos homeostáticos que mantienen las funciones de
colaboración de los órganos, tejidos y sistemas en condiciones constantes; los
aparatos circulatorio, respiratorio, digestivo, locomotor, reproductor; los
sistemas nervioso, hormonal, inmunitario, tegumentario; los órganos como el
hígado, los riñones, todos trabajando juntos, son ejemplo de una labor
sincrónica exacta y de una colaboración precisa (Guyton, Op. Cit.).
Los
intrincados sistemas genéticos de control homeostático actúan en todo el cuerpo
para que éste funcione a la perfección. Nuestra tarea para conservarlo consiste
en seguir un programa sabio y prudente de vida, que incluye abundante aire
fresco, buena y balanceada alimentación, agua pura, actividades laborales y
sociales, descanso, recreación, ejercicio y luz solar. En el primer párrafo,
cuando comentábamos sobre el comportamiento, la toma de decisiones y el
lenguaje, hacíamos referencia al cerebro, el órgano más complejo, producto de
millones de años de evolución y que merece mención aparte.
El
cerebro humano forma parte del Sistema Nervioso Central. Pesa alrededor de un
kilo y medio y está constituido aproximadamente por cien mil millones de
células nerviosas llamadas neuronas con las que el cuerpo humano percibe,
siente y aprende. Este órgano nos hace capaces de concebir emociones, de
relacionarnos con otros seres y con el ambiente, de imaginar, crear y ser
conscientes. Procesa pensamientos, razonamientos, sentimientos, emociones,
percepciones y actos o hechos (Rosenzweig et. al., “Psicología biológica”,
Ariel, Barcelona, 2001).
El ser
humano tiene un lóbulo frontal altamente desarrollado que implica las funciones
ejecutivas tales como autodominio, formulación de planes, razonamiento, y
pensamiento abstracto. Le permite percibir el mundo que le rodea, moverse,
pensar, recordar, memorizar, y concibe un sinfín de funciones que le hacen ser
quién es y cómo es.
La
neurociencia, tan de moda hoy, para muchos significa la explicación última del
comportamiento, pues interpreta la conducta humana exclusivamente a través de
las funciones del cerebro porque suponen más fiable la información que se
recibe en comparación con el estudio de los motivos, pensamientos, sentimientos
y acciones humanas.
Los
pensamientos, sentimientos, percepciones y actos son productos del
funcionamiento del cerebro humano. Dependen de su arquitectura y su
funcionamiento considerando sus componentes y la extensa red de uniones entre
ellos, los modos fundamentales en que operan dichas estructuras, las señales
eléctricas de la neuronas, las señales químicas entre neuronas y las señales
hormonales entre el sistema nervioso y el resto del cuerpo (M. R. Rosenzweig y
otros, “Psicología biológica”, Ariel, Barcelona, 2001).
Durante
mucho tiempo se estudió el cerebro en simios, monos, carnívoros, roedores, aves
y anfibios. El centro era la inquietud de por qué el ser humano se hallaba en
la parte superior de la escala animal. Actualmente los investigadores admiten
un conjunto multirramificado de líneas evolutivas cuyas comparaciones entre
especies distintas proporcionan pistas sobre nuestra historia evolutiva: la
filogenia de los seres humanos (Rosenzweig, p. 183-184, Op. Cit.).
Desde el
ámbito científico, gran parte de las investigaciones buscan dar una explicación
biológica a la conducta. El cerebro y la conducta guardan una estrecha
relación: Mientras el cerebro es una entidad física, un tejido vivo, un órgano,
la conducta es acción, momentáneamente observable pero fugaz. La interrelación
se forma cuando el cerebro es el responsable de la conducta, y la conducta con
los cambios neuroadaptativos y los procesos cognitivos pueden alterar la
química y funcionamiento del cerebro.
La edad
deja su huella en todos estos procesos. Por un lado, madura las funciones y
evoluciona a lo que cada ser humano es o puede ser en lo individual. Y por el
otro, a pesar de la plasticidad, una vida desordenada, poco cuidadosa y el paso
de los años, van realizando una merma de su funcionamiento. Cabe destacar que
el ritmo, la progresión y el orden de los cambios son especialmente
significativos en las primeras etapas de la vida.
A pesar
de toda la información que la neurología y la tecnología gestionan, el cerebro
humano sigue guardando misterios. Es preciso cuidarlo para que funcione
adecuadamente, aprovisionarlo de los elementos con los cuales conformará su
interpretación del mundo circundante, del cuerpo humano en que se ubica y del
comportamiento. La alimentación, el ejercicio, la lectura, el aprendizaje
continuo y el enfrentamiento a nuevas situaciones ayudan en este proceso
complicado.
La temperatura,
el peso y el equilibrio de fluidos de nuestro cuerpo están cuidadosamente
regulados por una red de procesos internos, donde el sistema nervioso está
íntimamente implicado en todas sus fases y de lo cual no estamos conscientes la
mayoría de las veces. Dado que el calor, el agua y el alimento son vitales, la
homeostasis mantiene los estados internos dentro de un rango de equilibrio.
(Rosenzweig, p. 474, Op. Cit.).
Un
estudio del Tecnológico de Massachusetts, publicado en la revista Neuron,
reveló que nuestros “circuitos” están en constante actualización para mantener
la expansión de nuestro conocimiento. Así, las neuronas en la zona del cuerpo
estriado del cerebro y las neuronas de la corteza prefrontal parecen
sintonizarse continuamente para absorber y analizar rápidamente nueva
información, es decir, para aprender.
gnietoa@hotmail.com1414
No hay comentarios:
Publicar un comentario