Marco Antonio Figueroa Quinto
Lo que muchos hemos entendido sobre los migrantes que llegan del sur de nuestro país, es que han sido considerados delincuentes; no sólo en el vecino país del norte, sino dentro de nuestro territorio nacional. Y pese a la inicial intención de un mandatario de darles todas las facilidades de utilizar nuestro solar como espacio de tránsito hacia su destino final, tuvo que retroceder en su intención -por las presiones arancelarias y económicas del socio incomodo y comodino que se tiene- actuando a conveniencia de éstos. Hoy vemos realmente lo que siempre se sabía, que la primera frontera del "Coloso del Norte" es este ¿país?. Hoy vemos conductas similares en el sur a las que ejercen los "primos en el norte" violentando en sus derechos humanos a muchos. Al respecto nos trasladamos sin documentos a esa zona, para ver de cerca y palpar lo que sucede, pero de una manera seria y responsable, y ponerse en el lugar de quienes tienen la necesidad de emigrar hacia otros lugares en busca de lo que se niega en su país, como sucede cotidianamente con los pobladores de estas colonias marginadas de nuestro país, donde solo hay pobreza, hambre, violencia, explotación, pandillerismo y olvido. Así, quizá en esta manifestación, se conjuntaban muchas cuestiones, que reflejaban llanto, dolor, angustia, esperanza y entusiasmo; esto último era lo menos. Así que comparto los pensamientos de personas que fueron detenidas en estos retenes y centros de convivencia para migrantes en ciudades mexicanas. En lo general puedo decir que la idea para ir al otro lado de la frontera, es la de no llevar muchas provisiones, sólo unas cuantas piezas de pan, unos cuantos litros de agua potable, unos cuantos de esto, unos cuantos de lo otro; en fin, no llevar la gran cosa (al fin que tampoco se tiene mucho que llevar), total en el camino se mendigará; pero son instantes para llegar, no toda una vida y es mejor a ello que seguir soportando el infierno que se vive en el país de origen. Pero, y ¿cuánto vale un instante? nos preguntábamos antes de salir de casa, donde había pobreza, llanto, y escasea todo, y eso era lo que nos impulsa a emprender este viaje. Pueden ser un par de días, tres semanas, once meses no hay idea de cuanto pueda durar, pero si sólo traemos unas cuantas provisiones, entonces el instante tenía que durar sólo unos cuantos días, quizá horas. Así transcurrieron noches, de divagación, pensamientos de todo tipo, alucinaciones y temores ¡En verdad que teníamos miedo a lo desconocido al llegar a la frontera terrible del desalmado Trump! A cada segundo se nos ocurrían otras cosas; la brújula, así sabría a dónde dirigirnos; el libro, para entretenernos ¿libro, para qué? Una reata, para ayudarnos cuando la corriente nos jalara; ya que nos habían dicho que tendríamos que cruzar un gran río, y del otro lado estaba lo que buscábamos, jabón, para lavarnos un poco, ya que cuando nos presentásemos con alguien, lo deberíamos hacer limpios, como siempre lo hemos sido. Por qué no pensamos antes en esto, nos preguntábamos. Las respuestas eran sencillas. Por la prisa, por la emoción, por el miedo, por lo que sea. Por qué no llevar el útil termómetro, así lograría saber si andamos con fiebre o si el cerebro nos estaba jugando una muy mala pasada. Pensar tanto no era lo nuestro, nunca habíamos tenido motivos suficientes para pensar. Nunca tuvimos que pensar. Nunca se nos fue concedido el permiso para pensar en salir fuera de nuestro terruño. Ahora ya estábamos fuera de casa, sin el calor de nuestra madre, el consejo de papá y los regaños de los abuelos, así se empieza a extrañar todo lo que vivimos durante 16, 17 o 18 años de miserable existencia. El viaje fue bien arreglado; si no con tiempo, sí con ganas y dinero también planos, calles y mapas de la ciudad trazados para evitar retenes y perros guardianes. La maletita de viaje lista con unas cuantas provisiones de unas cuantas cosas. Casi todo bien solucionado excepto una cosa, no sabíamos si la más importante o la de más valor en ese momento, no lo sabíamos, no había pensado qué hacer al llegar a aquel otro lugar ¿dónde dormiríamos? ¿Cómo dormiríamos? y las mismas cuestiones hechas para el verbo comer, y también para el verbo vivir. ¿Cómo viviríamos? Pero, por qué pensar en el futuro si había que pensar en el presente. Ya después podríamos soñar con la nueva vida, los nuevos recursos, la nueva cama, la nueva compañía, las nuevas costumbres, la nueva comida, la nueva cultura, el nuevo idioma –porque en aquel lugar hablaban un idioma distinto al nuestro, ¿o no? Dormir en medio del desierto, de alguna autopista o el mar no eran opciones ventajosas, Queríamos correr, gritar o abrazar a alguien. Queríamos ser parte de un algo, lo que fuera. En la vida, las circunstancias no siempre son las más favorables. y El futuro no lo íbamos a encontrar así, como nos lo habían contado. No. hoy íbamos a perseguir nuevos sueños, otra vida, futuro y alcances. Nosotros y sólo nosotros íbamos a encontrar la mejor manera de sobrevivir y de salir adelante, otros si tenías a quien recurrir al llegar allá, pero muchos no. Los sueños de un hombre sólo pueden ser arrebatados y destruidos por ese mismo hombre, y todos como uno solo no pensábamos renunciar a ello. Y del viaje ya pasado –y de la vida pasada– no quedará nada ¡Seremos otros, más fuerte y mejores seres humanos! mientras atravesamos furtivamente las casa de la colonia donde vivimos. Del viaje que ya emprendimos mucho se puede creer, pero más se debe vivir y disfrutar. Nuestro porvenir está en nuestras manos. Pero tenemos que vencer un sinfín de obstáculos, principalmente la costumbre y conformismo, pues ello nos impide hacer este viaje, total, en cualquier parte hay gente positiva y valiosa, y nosotros seremos una de ellas, no importando que fuésemos migrantes; esperando que nuestros objetivos no sean limitados por gente criminal, enquistadas en el crimen organizado o las dependencias oficiales de gobierno, vías sus policías. ¡Újule, esto está cañón! ¡Todo esto es un caos! Hace unos meses se nos avisó que la travesía por este país, para llegar con los gringos estaba de primera, inclusive un familiar nos habló que de que fueron trasportados en autobuses de primera; que pasa, ahora estamos varados aquí y no vemos para cuando partir hacia nuestro sueño, a nuestras expectativas originales. ¡Cada día que pasa la comida escasea y se nos sigue engañando que pronto partiremos! En fin, seguiremos esperando, pero si de casualidad nos regresan, seguro estamos de retornar nuestros pasos ¡Y sabes qué, tenemos fe en Dios! ¡Claro que sí!!
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