Arnulfo Pérez Rivera
Sin exceder los alcances y los intentos del
presente artículo, me permito ofrecer. De manera sucinta, el admirable perfil y
el ejemplar modelo de uno de los grandes patrimonios espirituales de la
humanidad; sobre todo ahora en que muchísimos hombres y pueblos se tornan
envilecidos y soberbios, vendibles y alienados, materializados y ajenos a toda
clase de valores que el mundo reclama inaplazáblemente.
En efecto, el santo Francisco de Asís es el el
más auténtico cristiano. Es el ejemplo más digno y excelso de la empatía
compasiva y del “eros místico” es el ínico humano que merece el título
analógico de ser otro Cristo o sea el personaje más cercano a la imagen de
Jesús de Nazareth.
“El noble, santo, y vigoroso hombre de Asís”,
como lo llama Leobardo Soff, en su preciosa obra San Francisco, es el cristiano
el que con sus grandes obsesiones, una contra la riqueza y la otra contra el
poder, ha confrontado desde su esencia misma a la iglesia cristiana, a la que
superó y pretendió cambiar.
Francisco nació en Asís, en Umbría, situada en
una rocosa colina, el año 1181 ó 1182 (sus biógrafos no se ponen de acuerdo);
el verdadero nombre de Francisco fue Juan, nombre con el que fue bautizado
llamándose Francesco (el francés) por los viajes que realizaba con su padre
(acaudalado vendedor de telas) a Francia.
En su juventud conoció lo natural y placentero de
la vida, ya que su alta posición social y económica le permitieron gozar hasta
los 20 años, de inmemorables vanidades y ventajas de toda índole. Mas el
padecer de pronto de una penosa enfermedad y la posible muerte, su corazón se
transformó para llevar una vida mística.
Según numerosos biógrafos, Francisco de Asís, a
raíz de su cambio interior, con gran simbolismo en su acción, regaló sus
cuantiosos bienes materiales. La necesidad del desprendimiento y desprecio de
las riquezas y del dinero hace que asuma una actitud extraordinaria consistente
en que frente al obispo de Asís, se despoja totalmente de su vestido, como
señal de humildad.
Ante la iglesia petrificada de su tiempo,
Francisco de manera insólita y visionaria promueve una ruptura con su presente,
planteando un nuevo proyecto de vida religiosa sin boatos, auténticamente
cristiana, pues desea crear y recrear una nueva iglesia a través de una vida
que imite a Jesús que está basada en la pobreza, en el amor, en la paz y en el
contacto de la naturaleza promoviendo así una verdadera transformación del
ethos del hombre cristiano. Es de este modo como parece el “franciscanismo”
como un nuevo estilo de vida. Su profundo amor a Jesucristo lo llevó a crear el
primer nacimiento de la historia para festejar la Natividad de Cristo. Asimismo
establece una relación profunda del hombre con la naturaleza y los animales a
los que siempre protegió, base de una sana ecología.
San Francisco de Asís juzga a las mayores
riquezas de la Tierra (el dinero), como despreciable basura, abrazándose de
corazón con la santa pobreza y argumentando que es más fácil llegar al cielo
desde una choza, que desde un palacio. En él se dio la ternura, el amor, la
compasividad, la solicitud, la empatía, el respeto, la humildad y la
solidaridad, como principios fundamentales de su sabiduría evangélica y
naturalmente jumana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario