César
González
En el
contexto actual, con un devenir histórico que parece decirnos que el poder
hacer siempre tiene más valor que las consecuencias que esto podría
desencadenar, y con una realidad contemporánea en la que desde niveles
gubernamentales hasta relaciones a ras de piso evidencian una falta de
visualización del otro, hablar de ética parecería algo ya innecesario e incluso
podría considerarse inocente. Vivimos en un mundo que cada vez se basa más en
el “yo”, en la satisfacción personal sin importar el entorno y de preferencia a
corto plazo, con un siglo XX marcado por las Guerras Mundiales, la Guerra Fría,
Vietnam, Irak, Palestina y un enorme etcétera, que pareciera llevar cada vez
más lejos de nuestra concepción de mundo la empatía y que nos enfoca cada vez
más en el pesimismo posmodernista. Pero quizá por esto mismo, hablar de
filosofía moral, de ética, es algo que no deberíamos descartar. Quizá bajo este
contexto, comprender que determinados parámetros de pensamiento, que
ciertamente tampoco son cánones de conducta, nos podría llevar a desarrollar el
crecimiento de lo “humano” en nosotros mismos y en nuestro entorno. Construir
una humanidad ética. En este sentido, se inserta un libro como el que estamos
presentando, donde Adriana Menassé Temple y Rubén Sánchez Muñoz reúnen una
interesante lista de voces que dialogan al respecto, generando una propuesta
que en conjunto, como cualquier obra colectiva, nos muestra diferentes puntos
de vista y nos abre el panorama sobre el tema. Perspectivas éticas plantea diversos ejes temáticos que nos pueden
llevar a comprender mejor el devenir teórico sobre la materia y, en determinado
punto, a desarrollar una postura sobre nuestro actuar ético. En palabras de los
coordinadores
El
contenido teórico que sustenta nuestro actuar, que orienta nuestro albedrío o
que sienta las bases de nuestro trato con los otros, puede no estar clarificado
para nosotros, puede estar cimentado en un conjunto de creencias que requiere
ser explicitado.
En este
sentido, una lectura como la que presentamos ahora, funciona no para decirnos
cómo debemos conducirnos, sino para incitar el diálogo y la discusión al
respecto. Para esto, la obra reúne doce trabajos que toman desde diferentes
orillas el plano que intentamos dilucidar.
Para ejemplificar esto, abordemos
algunos de los ensayos aquí reunidos. En un primer texto, Alberto Sucasas nos
habla sobre la relación de amistad entre Günther Anders y Hans Jonas, las interacciones
de esta dupla con contemporáneos como Adorno, Benjamin o la propia Arendt, con
Heidegger, su maestro, y el enfrentamiento con él después de su unión al partido
nazi. Un punto importante aquí es la capacidad filosófica de ambos autores para
ser profetas del apocalipsis. Fenómeno al que somos ciegos, según Anders, por
lo que él denomina desnivel prometeico: “Somos capaces de perpetrar males
descomunales sin experimentar culpa ni compadecernos de las víctimas, dado que
nuestro sentir va rezagado respecto a nuestro actuar”, lo que nos lleva a otro
punto de interés, el devenir de la técnica como facilitador del hombre como
“inocentemente culpable”.
Mauricio Beuchot nos propone una ética
planteada desde un punto ya revisado por él, la hermenéutica analógica, lo que
decantaría en una ética también analógica. Aquí, el autor trabaja varios puntos
relevantes como las virtudes como fundamento ético, para lo cual nos habla del
libro de Miguel Ángel Polo, Ética y razón
práctica, donde se resalta sobre las demás virtudes a la sabiduría desde
una perspectiva aristotélica, lo cual nos permite generar una versión de esta
disciplina filosófica que va más allá de lo conductual o la praxis al reunir
esto con la capacidad teórica y especulativa.
Otro punto importante en este trabajo
es el que Beuchot recoge líneas después, la ética de la hospitalidad, la cual
se fundamenta en una responsabilidad que es manifiesta como responsabilidad por
el otro, viendo a éste como nuestro análogo.
Esta visualización del otro entrelaza
con el siguiente texto, en el que Julio Quesada nos coloca con esta visión en
un contexto de antisemitismo a partir de la defensa o dictamen público de
Hermann Cohen ante un jurado de la Alemania nacionalista y de Paul de Legarde,
teólogo, filósofo y profesor de lenguas orientales, quien influyó de forma
decisiva en las creencias de una Alemania ultra conservadora en busca de su
identidad nacional y religiosa. Este juicio se dio a partir de una demanda
penal por difamación impuesta por el presidente de la Comuna Judía de Marburgo
en relación a un artículo publicado en 1888, donde un maestro de primaria
establece que el amor al prójimo de la ley de Moisés sólo era mandamiento para
los propios judíos, ya que no sólo no podían ser buenos cristianos, sino que no
podían ser buenos alemanes. Cohen no es un judío practicante, pero entiende que,
en este caso, la defensa del Talmud es la defensa de lo humano, del prójimo. En
este punto de la historia, se empieza a vislumbrar que, como señala Quesada,
“el destino de los judíos marcaba, intrínsecamente, el destino de la
humanidad”.
En el siguiente texto, Rubén Sánchez
Muñoz trae a la mesa la concepción de ética a partir de la fenomenología de
Husserl, la cual tiene un principio básico en el imperativo categórico “Sé
hombre verdadero. Conduce tu vida de modo que siempre puedas justificarla en la
evidencia. Vive en la razón práctica”. Esto lleva a tomar conciencia y ser
responsable de sí mismo, en primer término en puntos aislados y ocasionales,
hasta llegar a la conciencia de sí mismo universal. En este proceso se genera
un hombre nuevo, lo que lleva a elevarnos al nivel de la verdadera humanidad,
lo que para Husserl es una exigencia ética absoluta.
En el texto “La atadura amorosa del
lenguaje”, Adriana Menassé realiza una revisión del concepto de sentido común
en Franz Rosenzweig a partir de El libro
del sentido común sano y enfermo, donde se nos habla de “especialista” a
público en general de asuntos que nos interesan a todos como los apetitos, el
amor, la muerte y la justicia. Como nos señala Menassé, para Rosenzweig el
lenguaje no quiere ni puede ser esencia, es tan sólo la huella del hombre, y
con esto se refiere a que el lenguaje no puede ser el recipiente, sino más bien
puente. Como bien indica la autora, hablar supone una vocación de encuentro, y
en sus palabras
La
relación con el otro, el lazo que nos vincula a un tú, el puente de amor que
soporta la significación misma, constituye el centro gravitacional a partir del
que se organiza el pensamiento. Antes de la pregunta por el ser, se encuentra
la pregunta por el otro.
En
otro texto más adelante, Jacob Buganza nos presenta un comentario a la ética
realista de Pieper, la cual, según Buganza, se contrapone a “las críticas
excesivas que llevan al posmodernismo a diluir la ética encerrándola en el
ámbito de cada individuo humano, como si no hubiera posibilidad de dar un paso
fuera del sujeto para que encuentre asideros en la realidad a partir de la cual
pueda normar su actuar moral”. Pieper busca establecer un realismo moral que
pretende renovar la exigencia de objetividad ética. Para él, “deber” se
fundamenta en el “ser”, lo que deviene en que la ética se fundamente en la
realidad. En otras palabras, nuestra conducta moral va más allá de nuestro
pensamiento y surge de nuestro entorno.
En términos generales y en palabras de
los coordinadores del libro, “la ética […] aparece en ciertos momentos de
coyuntura, en periodos de transición de una época a otra” y quizá la realidad
contemporánea nos está pidiendo retomar el tema, evaluar nuestra filosofía
moral y nuestras interacciones con el otro, el grado de empatía que podemos desarrollar
por nuestro prójimo. Aquí sólo hemos mencionado algunos de los trabajos que podemos
encontrar en el libro y de forma bastante generalizada, pero sirve para
ilustrar los ejes alrededor de la obra. El diálogo que se mantiene constante en
el libro y que por la polifonía de autores se aleja y vuelve al pensamiento
netamente filosófico. Retomando una imagen que utiliza Adriana Menassé en su
texto, como el vaivén de las olas.
Como
podemos observar con estos ejemplos, en sentido estructural se genera un tejido
fino que va uniendo al libro alrededor del tema dándole tonalidades muy
diferentes, pero, y esto es algo que se agradece en cualquier publicación,
manteniendo un balance, una distribución que invita a continuar leyendo y,
sobretodo, disfrutando la lectura.
Perspectivas éticas no
pretende abarcar una visión absoluta en relación a la ética ni mucho menos
marcar una línea de pensamiento específica. Como menciona Ortega y Gasset,
citado en un trabajo más adelante del libro, “sería inmoral toda moral que no
impere entre sus deberes el deber primario de hallarnos dispuestos
constantemente a la reforma, corrección y aumento del ideal ético”. Lo que en este
libro se busca es traer el tema a la mesa, generar discusión al respecto, comprender
que la visión del otro, del prójimo, mencionada líneas arriba, es comprender la
diversidad de voces aún en temas específicos, lo cual aquí se logra con creces.
Esta pluralidad también nos sirve como lectores, ya que trabajos como el actual
no debe quedar sólo como lectura académica para filósofos y especialistas, sino
que libros como éste, en donde los autores toman mano de otras disciplinas
humanísticas o fuera del área, incitan el interés en lectores que pueden ser
ajenos al tema, por el simple hecho de ser personas y, como menciona Husserl,
buscar la verdadera humanidad.
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